martes, 21 de enero de 2014

PRECISIONES SOBRE EL MILENARISMO DE LOS PADRES DE LA IGLESIA Y SUS DIFERENCIAS CON EL RESTAURACIONISMO ANTIAPOCALÍPTICO, POR EL PADRE BASILIO MÉRAMO

   
ACLARACIONES SOBRE EL MILENARISMO
  
Con respecto a un escrito sobre el Milenarismo del Padre Hervé Belmont el 5 de diciembre de 2013, en el cual se hace eco de los prejuicios y errores que circulan con sobre el tema, me veo en la obligación doctrinal y exegética de aclarar, respondiendo a los principales reparos, pues aunque parezca mentira, la ignorancia sobre el Milenarismo es muy grande desde hace mucho tiempo y hoy ya no es posible continuar sosteniendo.
  
El P. Belmont (a quien conozco y aprecio) se hace eco de todos los prejuicios y errores que se formulan por desconocimiento y confusión sobre el Apocalipsis y el Milenio por lo cual amerita que se la haga una aclaración sobre el tema y se le responda a esos prejuicios y reparos acerca del Milenio.
  
El origen del Milenio viene de las Sagradas Escrituras y no del judaísmo, pues esa idea es una deformación carnalizada. La doctrina del Milenio proviene de San Juan Apóstol y Evangelista y fue doctrina común durante los primeros cuatro siglos de la Iglesia primitiva. De sus dos discípulos San Papías y San Policarpo, y San Irineo, discípulo de este último, se recibe como revelada. San Papías no es un tonto ni un mediocre intelectual como lo pinta el primer historiador de la Iglesia, el hereje y arriano Eusebio para desacreditar a este gran patriarca de la Iglesia de toda el Asia.
  
No hay que confundir el Milenarismo Patrístico, con el milenarismo herético de Cerinto ni con el milenarismo judaizante de Nepos (Nepote) ni de Apolinar; hacerlo sería un gran error o muestra de pura ignorancia.
  
La doctrina rechazada del Milenarismo después de siglos, es la del hereje y judío de origen, Cerinto, así como la judaizante de Nepotes y Apolinar.
  
Es un gran error histórico y doctrinal confundir o poner dentro de un mismo saco, a todos los milenaristas, sin distinguir. Considerar el milenarismo patrístico de un San Ireneo, Obispo y Mártir de Lion (las Galias) o de un San Justino Obispo y Mártir de Petovio en Panonia superior, que además son padres de la Iglesia, a la par del milenarismo herético de Cerinto, es el colmo del desafuero.
  
Confundir el Milenarismo Patrístico que viene de San Juan, con la literatura judía retomada por Cerinto, sacerdote de Alejandría, es un craso error que únicamente un fanático o ignorante puede sostener hoy en día. Decir que esta literatura judía es la adopción entre otros de San Justino –primer comentador del Apocalipsis– y San Ireneo –discípulo este último de San Policarpo y compañero de San Papías y estos a su vez, discípulos directos de San Juan– es no sólo un error craso sino además un desconocimiento total del tema, histórica y doctrinalmente considerado.
  
Invocar la autoridad de Orígenes es no saber que su alegorismo proviene de su desdichada experiencia, producida a causa de su craso y bárbaro error cometido por pura rigidez mental, interpretando crudamente la letra de las Escrituras y pasándose al otro extremo: “Orígenes nació en Egipto, Alejandría, probablemente, entre el 183 y 186, del griego Leónida que el año 202 padeció el martirio. Fue director de la Escuela Alejandrina a los 17 años de edad. Después de la persecución en la que fue ejecutado su padre, Orígenes se entregó a un ascetismo austerísimo; y se cuenta dél, que interpretando crudamente una palabra de Cristo, se hizo castrar”. (Alcañiz-Castellani, La Iglesia Patrística y la Parusía, ed. Paulinas, Bs. As. 1962, p.185).
   
Confundir el Milenarismo Patrístico con el Milenarismo Carnal, como hace el famoso aunque desdichado Orígenes –que además de castrarse, como resultado de su frustración y para no terminar quizás cortándose la propia cabeza, comienza a alegorizar– es no tener en cuenta que a pesar de ser un genio, seguía la idea de Cayo Romano, para quien no había más milenarismo que el de Cerinto y que era además hereje y aloguista (negaba la divinidad del Logos o Verbo). Además, Santo Tomás de Aquino, es quien dice que Orígenes negaba la divinidad del Verbo (aloguismo) pues negaba que fuera esencialmente divino, como se puede ver en su comentario al Evangelio de San Juan (Cap. I, lec. I). Tampoco podemos olvidar que Orígenes sostenía una noción exagerada y extralimitada de la apocatástasis (restablecimiento), al incluir hasta la redención del mismo demonio, quedando el infierno vacío.
  
Cayo Romano nos anoticia que Kerinthos compuso el Apokalipsi que puso bajo el nombre ‘de un gran Apóstol’ y aunque algunos creen que pudo ser un centón de visiones falsas y apócrifas para propagar sus paparruchas, lo más probable es que Cayo se refiera al auténtico Apocalipsis de San Juan, cuya autenticia él rechazaba no menos que muchísimos otros antimilenistas; considerándolo, no sin razón, como la fuente del milenismo”. (La Igl. Patr., p.322).
  
Orígenes, que si bien reconocía que el Apocalipsis era de San Juan, sin embargo, para él no había más milenarismo que el de Cerinto.
  
Cerinto fue el enemigo personal de San Juan, puesto que: “Hay quienes le oyeron decir que Juan, discípulo del Señor, yendo en Éfeso a bañarse, cuando vio dentro a Cerinto, salió de las termas sin bañarse por temor, según él, de que se desplomaran las termas porque se hallaba dentro Cerinto, enemigo de la verdad.” (San Ireneo, Contra las Herejías, Libro III, ed. Apostolado Mariano, Sevilla, 1994, p.21).
   
Tampoco hay que olvidar que Judas traicionó a Cristo por no creer en el Reino, siendo antimilenarista: He aquí lo que Papías –oyente de Juan–, compañero de Policarpo –hombre venerable–, atestigua por escrito en su libro cuarto –pues hay cinco libros compuestos por él– “Y añadió: ‘todo esto es creíble, para los que tienen fe. Porque, prosigue él, como Judas el traidor siguiese incrédulo y preguntase: ¿Cómo podrá Dios crear tales frutos? –el Señor le respondió: verán quienes vivan hasta entonces’ ”. (San Ireneo, Contra las Herejías, Libro V, Apostolado Marino, p.122).
    
San Jerónimo y San Agustín, no condenaron el milenarismo, ni jamás lo hubieran podido hacer, por la sencilla razón que muchos santos lo habían sostenido.
   
San Jerónimo llega a expresar: “… cosas que, aunque no sigamos, no podemos empero condenar, porque muchos de los varones eclesiásticos y de los mártires las dijeron. Y así, cada cual abunde en su sentido y a Dios se reserve la resolución” (M.L. XXIV, 801). Esta solución enaltece la reverencia de San Jerónimo hacia los Padres y Mártires, pero espanta que no ose ‘condenar’ aquel milenismo grosero y judaico de que habla, aquí como doquiera. Pues admitir entre los Santos resucitados ‘nupcias, francachelas, relleno de panzas y circuncisión y sacrificio de toros’ y lo demás que el Santo atribuye a los milenistas católicos ¿quién no ve que a orejas católicas rechina?”. (La Igl. Patr. p. 267, 268).
   
Es increíble que San Jerónimo, no se haya percatado de una postura incongruente y contradictoria, pues sin distingos, engloba a todos los milenaristas dentro del milenarismo carnal y herético de Cerinto y por otro lado, no se atreve a condenarlo porque muchos Santos Padres lo afirmaron: “A todos los milenistas católicos, atribuye pues Jerónimo el más crudo kiliasmo kerinthiano. Como a un toro el trapo rojo, lo saca de quicio el solo nombre de sus adversarios. Esta inquina del Santo, causa principal del abandono (hasta qué punto, más tarde veremos) del milenismo por San Agustín, deberá ser explicada históricamente”. (Ibídem, p.266).
   
“Más claro no es posible. San Jerónimo atribuye el milenismo craso que tanto lo irrita, a los grande Padres de la Iglesia Latina, desde Tertuliano a Sulpicio Severo, de los cuales menciona los principales. Y para que no haya resquicio de confusión, enyunta al final el milenismo de San Ireneo, con el grosero kiliasmo del hereje Apolinar”. (Ibídem, p. 265).
  
“Aquí San Jerónimo no dejaba de ver que se le lanzaba una objeción grave: pues si a una mano, tantos Padres y Doctores y aquella ingente multitud de fieles abrazaba el ‘milenismo judaico’; y a otra mano, esa doctrina era judaica, hay que decir que todos cayeron en herejías”. (Ibídem, p.267).
   
“Como vimos San Agustín abrazó primero la sentencia milenista, porque creíblemente era general entonces en la Iglesia africana, o casi general; ya que ningún antimilenista aparece allí y por contra, muchos milenistas, como Tertuliano, Lactancio y Commodiano; y además habla del milenismo talmente como cuestión discutible. ¿Cuál fue la causa que Agustín cambió su primera sentencia? Con certidumbre no lo sabemos, porque él no lo dijo, conjeturamos que por doble causa: Primera, por el peligro del milenismo carnal, que a causa de los escritos del Obispo Apolinar se extendía grandemente, arrastrando a muchos católicos a ‘judaizar’ como decía Jerónimo. Segunda, la autoridad del anciano Jerónimo. Nos consta cuanta deferencia mostraba el joven Agustín a la exégesis del ermitaño de Palestina; ahora bien, varios años antes que el Africano escribiera la Ciudad de Dios, circulaban ya los comentarios a los Profetas, de Jerónimo; en el cual abundan las acervas impugnaciones de todo milenismo, que en la mente de San Agustín no pudieron menos de influir muchísimo”. (Ibídem, p. 280).
  
Lamentablemente cuando San Agustín cambió de opinión, tomó de Ticonio –que fue un hereje donatista y aloguista– la idea de aplicar el milenio a la historia de la Iglesia, desde la Ascensión hasta la Parusía, como puede verse por lo que a continuación dice el P. Castellani: “Indicaré aquí sin embargo, la otra interpretación, alegórica, que inventó en el siglo IV el hereje donatista Tyconius, y repitió minuciosamente San Agustín en el Cap. 20 y ss. de ‘Civitate Dei’. Estos mil años significarían todo el tiempo de la Iglesia, desde la Ascensión de Cristo hasta el Anticristo; los fieles reinarán en ese tiempo sobre la tierra (porque servir a Dios es reinar), y también en el cielo, donde los muertos tienen la gloria eterna y se pueden llamar resucitados; porque la Primera Resurrección, no es sino la gracia de Dios”. (Castellani, El Apokalypsis de San Juan, ed. Paulinas Buenos Aires 1963, p.294).
  
Lo mismo recalca en este otro texto: “Esta interpretación alegorista, según Vacant, D.T.C. I, col. 1472, tuvo su origen en un hereje donatista llamado Tyconio que escribió un comentario del Apokalipsi. Este método siguió San Agustín en su segunda época, después de San Jerónimo, Aretas Cesariense y los demás”. (La Igl. Patr., p.327).
  
De todos modos, queda claro, que en sus vaivenes exegéticos, el gran San Agustín reconoce que aún con todo, no sabe si su segunda posición, evidentemente alegorista, es la correcta exegéticamente, pues como dice el P. Castellani: “San Agustín advierte que no sabe si esta interpretación es la buena o no, cosa en la que no es imitado por ninguno de los actuales ‘alegoristas’, muchos de los cuales además incriminan de ‘heréticos’ (y de ridículos, y de judaizantes, y de zotes, y de groseros, y de perturbadores) a aquellos que no gustan della” . (El Apok. p.294).
  
De San Agustín sabemos que abandonó el Milenarismo sin condenarlo: “Hay que distinguir en San Agustín dos tramos; en el primero profesó el Milenismo; en el segundo se retiró del, sin condenarlo”. (Ibídem, p. 275).
  
El alegorismo que pretende suplantar (y usurpar los derechos exclusivos y primigenios de la exégesis literal) haciéndose exclusivo, deshace la naturaleza (pulveriza) del Apocalipsis y su contenido escriturístico profético. El alegorismo apriorista y exclusivista va además, contra las directrices dictaminadas y precisadas por el Magisterio de la Iglesia que por boca del Papa Pío XII en su encíclica Divino Afflante Spiritu expresa: “Al llevar a cabo esta obra, tengan presente los intérpretes, que su máximo cuidado ha de dirigirse a ver y determinar con claridad, cuál es el sentido de las palabras bíblicas que se llama literal. Este sentido literal, han de averiguar con toda diligencia por medio del conocimiento de las lenguas, con ayuda del contexto y de la comparación con pasajes semejantes; a todo lo cual suele también apelarse a la interpretación de los escritores profanos, a fin de que aparezca patente y claro el pensamiento del autor”. (Dz. 2293).
   
Luego es evidente que el alegorismo puro, exclusivo y generalizante no cumple los parámetros dictaminados por la exégesis que la Iglesia reclama, como hoy podemos ver con lo que dice, puntualiza y precisa Pío XII.
   
Por esto dice el P. Castellani sobre el sentido literal: “Cuando una interpretación ha sido manifiestamente contradicha por los sucesos, es más que evidente que hay que abandonarla; y así como cuando es imposible o absurda. Estos son los límites de la interpretación ‘literal’; fuera de ese caso hemos interpretado literalmente, de acuerdo a la exhortación pontificia contenida en la Encíclica ‘Divino Afflante Spiritu’. El sentido alegórico es segundo y debe basarse sobre el sentido literal, que es primario; dice Santo Tomás, y lo confirma el sentido común. Levantarse de inmediato a la alegoría pura, como hacen tantos modernos (Luis Féret) y algunos antiguos (Luis de Alcázar) es quitar al libro su carácter propio de profecía y toda importancia y seriedad, convirtiendo en un libro de ‘poesía’; bastante dudosa y aún extravagante, por cierto. Así Luis de Alcázar tuvo que llegar a la confesión despampanante de que el Apokalypsis sería un libro de ‘¡adivinanzas sacras!’, combinado por Dios mismo, con el fin de enseñar… la Dogmática”. (El Apok. p.11).
   
Y así el P. Castellani continúa diciendo: “San Basilio el Grande (330), estando en un ambiente propenso al ‘alegorismo, su propio hermano, San Gregorio de Niza, reacciona contra él (en el único libro de exégesis que compuso, In Hexámeron) en esta forma: ‘Conozco las reglas de la alegoría, no por haberlas yo inventado, sino por haberlas topado en libros de otros. Los que no siguen el sentido literal de la Escritura, no llaman al agua, agua; sino cualquier otra cosa. Interpretan ‘planta o pez’ como se les antoja. Explican la naturaleza de los reptiles o de las fieras, no de acuerdo a lo que son, sino a lo que cuadra a sus alegorismos; tal como los intérpretes de los sueñosYo en cambio, cuando veo la palabra ‘hierba’, no entiendo sino hierba. Planta, pez, fiera, animal doméstico… tomo todos estos términos en sentido literal; porque no me avergüenzo del Evangelio… (Hex.9, 80)”. (Ibídem, p. 27).
  
Como recalca sabia y profundamente el P. Castellani, hay que tener en cuenta: “Si se tiene sinceramente que la Biblia es la ‘Palabra de Dios’, entonces hay que aceptar que su sentido literal responde a cosas, que son tan grandes o más de lo que suenan las palabras; que esas cosas no se han verificado todavía muchas de ellas; y que se habrán de verificar; y por cierto, pronto, como dice siete veces Juan Apokaleta. La ‘Palabra de Dios’ no puede ser un centón de metáforas extravagantes y adivinanzas desaforadas de unos pobres rapsodas orientales a medio civilizar. Blasfemia es esto. (…) Dijo el gran exégeta Maldonado (In Mattheum, VIII, 12): ‘Lo que puédese interpretar literalmente, interpretarlo alegóricamente, eso es propio de incrédulos o de gente que busca salirse de la fe’ ”. (El Apok. p.297).
   
Recordemos la regla de oro de la exégesis, como muestra el Padre Castellani y que no conviene jamás olvidar: “Sucede que los recientes Pontífices Romanos (como Pio XII en la Encíclica ‘Divino Afflante Spiritu’), recomiendan y encarecen al exégeta que busque antes de todo el sentido textual de la Escritura (lo cual no es sino de sentido común) repitiendo la ‘regla de oro’ de San Agustín y el Consejo de Santo Tomás: ‘Totum te aplica ad textum, totum textum aplica a te’ Aplícate todo al texto, y todo el texto aplícalo a ti.” (La Igl. Patr. p.336).
  
“Según la Regla de Oro de la exégesis, ‘Siempre hay que interpretar literalmente a menos que sea imposible’ (San Agustín)”. (La Igl. Pat. p.142)
   
El puro Alegorismo de Orígenes está en contra de lo que la Iglesia dice y expone, a través de Pío XII como hemos visto, por eso es un absurdo exegético seguir basándose en él única y exclusivamente, dejando de lado el sentido literal propio y natural de las palabras.
   
La supuesta condenación del Milenarismo para los ignaros, es prácticamente un hecho irrefutable que los hace inconscientemente proclives al antimilenarismo. Y el problema es que no se dan cuenta que no se trata de una condenación doctrinal o teológica, pues sin analizar, se dejan espantar por lo que ha sido utilizado como un tabú espantapájaros; lo que hubo no fue una condenación doctrinal del Milenarismo, sino una simple admonición o advertencia de carácter disciplinar con respecto al Milenarismo Mitigado y nada más, puesto que no se condena doctrinalmente al Milenarismo, cosa que no se podría hacer de una manera general y absoluta, pues estarían cercenando la rama del árbol sobre la cual se asienta la Iglesia y que es la exégesis de los Padres de la Iglesia de los primeros cuatro siglos; además hay que decir que la primera supuesta condenación del año 41 era en sí misma errónea y hasta herética, puesto que sin darse cuenta negaba el Reino de Cristo sacramentado presente en todos los Tabernáculos de las Iglesias por el mundo, ya que se negaba en los términos siguientes diciendo: “El sistema del milenarismo, aún el mitigado, es decir, el que enseña que, según la revelación católica, Cristo Nuestro Señor antes del juicio final, ha de venir corporalmente a esta tierra a reinar, ya sea con resurrección anterior de muchos justos o sin ella, no se puede enseñar sin peligro”. (Decreto del Santo Oficio del 11 de Julio de 1941). Y como sabemos que Nuestro Señor Jesucristo reina corporalmente desde el Sagrario, hubo que corregir el grave error que raya en la herejía, una vez advertido, lo cual los obligó a tener que hacer un segundo decreto cambiando el término corporalmente, por visiblemente y así tenemos un segundo decreto del 21 de Julio de 1944 que restringe además, su enfoque refiriéndose al milenarismo mitigado: “En estos últimos tiempos se ha preguntado más de una vez a esta Suprema Sagrada Congregación del Santo Oficio qué haya de sentirse del sistema del milenarismo mitigado, es decir, del que enseña que Cristo Señor, antes del juicio final, previa o no resurrección de muchos justos, ha de venir visiblemente para reinar en la tierra. Respuesta: El sistema del milenarismo mitigado no puede enseñarse con seguridad”. (Dz. 2296).
  
Como bien se puede observar, no se trata de una condenación doctrinal, sino de una simple advertencia prudencial de carácter disciplinar, o a lo sumo una prohibición disciplinar, restringida al Milenarismo Mitigado y nada más. Queda claro que hacer de esto una condenación doctrinal, es abusar de la ignorancia de los incautos que no leen ni estudian, pero como loritos, repiten sintiéndose amparados por lo que el clima de prejuicio sobre el tema pululaba y pulula, aún hoy en día, en un ambiente clerical, mediocre, que está bajo la férula antiapocalíptica y antimilenarista que aún hoy perdura.
  
Por esto el P. Castellani, decía al respecto: “La corrección del adverbio ‘corporáliter’ substituído por ‘visibiliter’ es fácil de comprender, el alegorista que redactó el primer decreto no advirtió quizá que sin querer se condenaba a sí mismo. En efecto los alegoristas o antimilenistas, sostienen como hemos visto que el profetizado Reino de Cristo en el universo Mundo es este de ahora, es la Iglesia actual tal cual. ¿Y cómo reina ahora Cristo en este Reino? Reina desde el Santísimo Sacramento. ¿Está allí corporaliter? Sí. Había que corregir rápidamente eso. Está pues prohibido enseñar en Sudamérica que Cristo reinará visiblemente desde un trono en Jerusalén, sobre todas las naciones; presumiblemente con su Ministro de Agricultura, de Trabajo y Previsión y hasta de Guerra si se ofrece. Muy bien prohibido. Teología a lo Fulton Sheen. ‘Teología para negros’ llama a esta fábula Ramón Doll. Con perdón de los negros. Ningún Santo Padre milenista –y hay muchos, como hemos visto– o quier escritor actual serio, ha descrito así el Reino de Cristo”. (La Igl. Patr. p. 350-351).
  
Por todo lo dicho, es hoy inadmisible, continuar hablando de condenación del Milenarismo, cuando solo lo que hay es una prohibición disciplinar que advierte de un posible peligro, aún hoy todavía no identificado, lo que vendría a ser una especie de ovni exegético, es decir de un objeto volador no identificado.
   
Luego, queda claro, y clarísimo, aún para un intelecto medianamente informado, que no se puede seguir hablando de condenación del milenarismo, como muchos estulta e ignaramente hacen.
  
No hay que olvidar que los antimilenaristas, en su furibunda alergia hacia el Milenio, no hacen sino judaizar, alineándose sin darse cuenta, muchos, en la misma perspectiva de los progresistas y modernistas, pues como recalca el P. Castellani. “Un último punto curioso deseo brevemente revelar: muchos de los actuales alegoristas, sino todos, son en el fondo milenistas carnales. En efecto, negando el postparusíaco Reino de Cristo, se ven obligados a reponer el cumplimiento de las profecías en un futuro gran triunfo temporal de la Iglesia, antes de la Segunda Venida; o sea, una ‘Nueva Edad Media’ (ver Berdiaef y también a R.H. Benson) en ‘The Dawn of All’) con el Papa como monarca Temporal Universal, comandando ejércitos de alegres ‘jocistas’ en bicicleta y camiseta de sport… Coinciden con el sueño de la Sinagoga antes de la Primera Venida. Coinciden también con la extraña visión del milenismo ateo de Carlos Marx; no menos que con las barrocas promesas de la muy extendida secta protestante judaizante llamada en Norte América ‘la Nueva Dispensación’. Son todos pájaros de la misma pluma”. (La Igl. Patr. p. 353).
  
Como se ve aquí, en este error caen todos los que, como algunos hoy en día, aún dentro de la Tradición o de los Tradicionalistas, sean estos Obispos, sacerdotes o fieles, esperan, anhelan y desean, cuasi dogma de fe, amparados en una errónea interpretación fatimista, el anhelado triunfo terreno de la Iglesia en este mundo, a fuerza de pulmón y musculatura puramente humana.
  
No olvidemos que el Concilio Vaticano II inaugurado por Juan XXIII, tenía como resorte impulsor el de no ser como él mismo lo expresó, un profeta de desgracias como aquellos que piensan en los últimos tiempos apocalípticos y así entonces, como hay mucha tela para rato en este mundo, abramos las ventanas de la Iglesia para abrazarnos fraternalmente todos los hombres sin dogmas que dividan, cual proclama del adúltero ecumenismo.
  
Y como advierte sabiamente el P. Castellani, no hay que olvidar que: “Sea como fuere, cuando vino el Mesías, los judíos se equivocaron. Este es uno de los fenómenos más asombrosos y la tragedia más grande que ha habido en el mundo. Estaban bastante preparados a equivocarse desde tiempo hacía. Habían dejado caer de su vista los vaticinios del Mesías sufrido y manso, redentor de pecados, impartidor de conocimiento religioso, y jefe de un reino pacífico y paciente; y esperaban (y exigían) el Rey triunfante de la Segunda Venida. En suma, quisieron la Segunda Venida sin la Primera, pasando por alto las indicaciones de los Profetas, aunque sea de paso, las distinguen; y muy claramente en Daniel. (…) Una vez hubieron decidido el Mesías tenía que ser así como ellos lo soñaban, inevitablemente los Judíos tenían que matar al Mesías real. (…) Fatalmente los Judíos o bien aceptaban al Mesías, o tenían que darle muerte (…). Pues bien, los cristianos podemos caer en la misma ilusión de los Judíos, y estamos quizá cayendo. Podemos hacernos una idea falsa de la Segunda Venida y pasarla por alto y eso ha de ser uno de los elementos de la Gran Apostasía. ‘Faltan todavía miles de años’, afirman pseudoexégetas modernos. Vemos que hoy día muchos exégetas, incluso católicos, desvirtúan de todas maneras las profecías, usando como instrumento el ‘alegorismo’ o ‘midrashismo’ ”. (El Apok. p. 364-365).
  
Esto es, como hace ver el P. Castellani: “Es el mismo sueño carnal de los Judíos que los hizo engañarse respecto a Cristo. Estos son milenistas al revés. Niegan acérrimamente el Milenio metahistórico después de la Parusía, que está en la Escritura; y ponen un milenio que no está en la Escritura, por obra de las solas fuerzas históricas, o sea una solución infrahistórica de la Historia, lo mismo que los impíos ‘progresistas’ como Condorcet, Augusto Comte y Kant; lo cual equivale a negar la intervención sobrenatural de Dios en la Historia; y en el fondo, la misma inspiración divina de la Sagrada Escritura”. (El Apok. p.367).
  
Y como bien sentencia el P. Castellani para no caer en esta ilusión: “El Apokalypsis es el único antídoto actual contra esos ‘pseudoprofetas’ ”. (El Apok. p.367).
  
Espero que todo esto sirva para reflexionar y recapacitar sobre el Apocalipsis y el debatido tema del Milenio, para disipar los prejuicios y errores que opacan la verdad contenida sobre el Milenarismo Patrístico doctrina común de los cuatro primeros siglos de la Iglesia.
  
P. Basilio Méramo
Bogotá, 20 de Enero de 2014

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