miércoles, 9 de enero de 2019

LUTERO, EL PRIMERO EN ATACAR LA FAMILIA CRISTIANA

Traducción del artículo publicado en RADIO SPADA.
  
LUTERO Y LA FAMILIA CRISTIANA
  
Martín Lutero y su mujer Catalina Bora (Lucas Cranach el viejo)
  
La Revolución protestante fue la primera en atacar, en la historia del Occidente, la figura del padre y el mismo matrimonio como Sacramento.
 
Siglos después, el movimiento del Sesenta y ocho habría presentado la figura paterna como una autoridad que defiende un orden social repressivo. Pero ya la Revolución luterana ha quitado dignidad al rol del padre en la familia. Martín Lutero ha hecho primero aquello que hoy sucede en Occidente, esto es, ha hecho devenir el matrimonio solamente un contrato, una relación regulada por la ley del Estado y no por la Ley de Dios.
 
La vida moralmente desordenada de Lutero es la prueba. Era dedicado a los placeres, con un sentido desmesurado del propio yo, y en un escrito suyo del 1530, titulado Sobre las cosas matrimoniales, llegó a afirmar que si la mujer no se adecúa a la voluntad libidinosa del marido, entonces el marido tiene todo el derecho de sustituirla con la doméstica.
 
Lutero es el modelo de un marido egoísta y guarro, y de un padre incapaz de asumirse responsabilidad, de sacrificarse por el bien de la familia. Un hombre que tiene solo derechos, incapaz de guiar el crecimiento y la educación de los hijos. En vez de padre, es un animal que satisfacer.
  
En el mismo escrito citado, Lutero pide al emperador mantener el matrimonio solo como un contrato, sin valor sacramental alguno. El contrato, de hecho, en lugar del Sacramento matrimonial, satisface mejor el yo megalómano de Lutero y de sus secuaces. Un contrato se puede escribir, anular o modificar sobre la marcha; el Sacramento no. El Sacramento requiere un compromiso y sobre todo el reconocimiento de un orden establecido de lo alto, por Dios, un orden que no puede ser cambiado según el humor y los sentimientos del momento. El Sacramento del matrimonio refleja aquella relación de amor trinitaria que es la sustancia de Dios.
  
El malvado egoísmo de Lutero contra la mujer y la familia se ve también en la disparidad de tratamiento por él querida entre el hombre y la mujer en caso de adulterio. Para Lutero, la mujer que traiciona debe ser condenada a muerte, mientras que si la traición es cometida por el hombre, los castigos pueden ser leves.
 
El mismo matrimonio contraído por el heresiarca fue una expresión de sus afectos insanos y un acto de desprecio hacia la sacralidad del orden constituido. Lutero sacó del convento a una monja, Catalina von Bora von Ende, y la desposó. Sus nupcias fueron muy particulares porque Lutero no sólo la hizo salir del convento, sino que justificó su acción en modo delirante, expresando una falsa religiosidad inspirada por el demonio. Sostenía, de hecho, que había liberado a la monja así como Cristo había liberado la humanidad del pecado con su venida.
 
Lutero se inventaba por tanto una nueva doctrina sobre el matrimonio, la verdadera, según él. Enceguecido por la soberbia, no comprende que su matrimonio era maldito, no bendecido por Dios. Del resto, en la agitación del banquete nupcial explotó una riña en la cual murieron más de veinte personas. También por este fruto se debía reconocer el árbol, según la máxima del Evangelio.
 
Por tanto Lutero, con su doctrina infernal, ha iniciado el envilecimiento de la figura paterna y el ataque a la naturaleza sacramental del matrimonio.
  
Al terminar este mes de septiembre dedicado a la Virgen Dolorosa, no podemos no pensar en la Corredentora que junto al Hijo nos ha dado a luz sobre el Calvario entre dolores sobrehumanos.
 
La Dolorosa, enseñan los santos místicos, ha visto los rostros de cada hombre redimido y de cada hombre que ha envanecido principalmente el Sacrificio del Hijo y secundariamente el suyo. Cuál fuese el diseño de santidad que Dios tenía para Lutero no lo sabemos, pero acordémonos que hay uno para cada uno de nosotros. Que no suceda que nosotros también lo rechacemos.
 
NOTA DEL ORIGINAL ITALIANO
Artículo original de Lazzaro M. Celli publicado en «Il Settimanale di Padre Pio» n. 37 del 30 de septiembre de 2018. Readaptado por Isidoro D’Anna en un italiano más fluído.

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