sábado, 24 de agosto de 2019

UNA MISIÓN QUE NO HA BAUTIZADO A NADIE EN 53 AÑOS

Traducción del artículo publicado por José Antonio Ureta Zañartu el 14 mayo de 2019 en PAN-AMAZON SYNOD WATCH. PAN-AMAZON SYNOD WATCH (Observatorio del Sínodo Pan-amazónico) es una iniciativa del Instituto Plinio Corrêa de Oliveira (IPCO) y forma parte de una campaña conjunta de las Sociedades de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad (TFP) y organizaciones afines para alertar a la opinión pública mundial sobre la grave amenaza que el Sínodo de la Pan Amazonia representa para la civilización occidental, como quiera que el ecologismo es una máscara del socialismo, que plantea una sociedad minimalista y anticonsumista en el fondo opuesta a la libre empresa y la propiedad privada, y una eclesiología neumática y tribalista contraria a la bimilenaria Cristiandad.
  
UNA MISIÓN QUE NO BAUTIZÓ A NADIE EN CINCUENTA Y TRES AÑOS: EL DEFECTUOSO MODELO DE EVANGELIZACIÓN DEL SÍNODO PANAMAZÓNICO

Corrado Dalmolego

El Instituto Misiones Consolata, originario de Turín y presente en 28 países, posee desde 1965 una misión entre los Yanomamis, actualmente dirigida por el sacerdote italiano Corrado Dalmolego, asistido por tres religiosas de la rama femenina de la misma congregación.

En una reciente entrevista al portal Religión Digital [1], el misionero de la Consolata dio interesantes detalles sobre su concepción de la misión y sus actividades misioneras, con la esperanza de que su ejemplo sirviese de modelo para el próximo Sínodo de la Pan-Amazonía. Sus asombrosas declaraciones fueron recogidas, y endosadas, por otro misionero, el sacerdote madrileño Luis Miguel Modino, activo en la Diócesis de São Gabriel da Cachoeira, estado de Amazonas (Brasil).

Para entender la trascendencia de las opiniones vertidas por el P. Dalmolego, conviene situar previamente el contexto de la cultura Yanomami, dentro de la cual se desarrolla su actividad misionera.

Los Yanomamis son un grupo étnico compuesto de 20 a 30 mil indígenas que viven en la selva tropical de forma muy primitiva, concentrándose en la zona de la cuenca del río Mavaca, en los afluentes del Orinoco, y en la sierra Parima, una región situada al sur de Venezuela y, en Brasil, en los estados de Amazonas y Roraima, dónde se encuentra la misión Catrimani de los misioneros de la Consolata, junto al río del mismo nombre.

Viven en aldeas pequeñas de 40 ó 50 personas. Pero, en realidad, son nómades, que practican la caza, utilizando arco y flecha, y algunos cultivos, que duran dos o tres años. Cuando la tierra se agota, el poblado crea una nueva plantación en otro lugar.

Sus ropas son muy sumarias y las usan apenas como ornato en las muñecas, tobillos y un cinta en torno de la cintura. Los hombres de la tribu tienen habitualmente varias mujeres, incluyendo adolescentes desde la entrada en la pubertad. Los hombres suelen consumir la planta «epená» o virola, que contiene una sustancia alucinógena, también utilizada en rituales curativos por los chamanes para identificar la enfermedad, comunicándose con los espíritus.

El problema más grande de la comunidad es la salud, especialmente las enfermedades de tipo infeccioso y parasitario como la malaria, la cual es la principal causa de mortalidad entre los Yanomami. Le siguen la hepatitis, diarrea, tuberculosis, así como enfermedades del aparato respiratorio como las neumonías y bronquitis que sufren repetidas veces al año. El casi inexistente hábito de limpieza y cuidado de la dentición (no utilizan el cepillo) hace que la caries dental sea un problema crónico [2].

Una de las “tradiciones” más arraigadas entre los Yanomamis es el infanticidio, practicado por la propia madre que se aleja para dar a luz y acoge o mata al recién nacido, enterrándolo vivo. El infanticidio es practicado para eliminar los que nacen con malformaciones o como una forma de selección (prefieren los varones a las mujeres y que el primer hijo sea varón; si nacen gemelos, sólo dejan uno vivo y si los dos son varones matan al más débil), o aun simplemente para no tener que cuidar de dos hijos simultáneamente (los amamantan por tres años, en media) [3].
  
Infanticidio yanomami

Los Yanomamis tienen un carácter altivo y guerrero [4], y cuando matan adquieren la condición social de “unokai”. Aquellos que son más belicosos y consiguen matar más enemigos, logran un mayor prestigio y más mujeres. Para atacar las aldeas de otras tribus, forman alianzas con extraños, en vez de parientes cercanos, y el botín de guerra consiste en casarse con las hermanas o hijas de sus aliados [5].

Una de las costumbres más primitivas de esta etnia es la práctica del canibalismo ritual: en un ritual fúnebre colectivo de carácter sagrado, incineran el cadáver de un pariente muerto y se comen las cenizas de sus huesos, mezclándolas con la pasta del «pijiguao» (fruto de un tipo de palmera), porque creen que en los huesos reside la energía vital de fallecido, que de esa manera es reintegrado al grupo familiar [6]. Igualmente, un Yanomami que mate un adversario en territorio enemigo practica esa forma de canibalismo para purificarse [7].

De ese breve relato se infiere que los Yanomami están lejos de corresponder al bon sauvage de Rousseau…

Sin embargo, para el misionero Corrado Dalmonego, que vive en Catrimani hace 11 años y, por lo tanto, los conoce bien, ellos pueden “con la vivencia de la propia religiosidad, de la propia espiritualidad, ayudar a la misma Iglesia a limpiarse, quizás de esquemas, de estructuras mentales, que pueden haber quedado obsoletas o inadecuadas”.

En primer lugar, los yanomami ayudan a la Iglesia a “defender este mundo” y a “construir una ecología integral” al “establecer puentes entre los conocimientos tradicionales y los conocimientos ecológicos modernos de la sociedad occidental”.

En segundo lugar, la ayudan a mejorar sus estructuras y el ejercicio de la autoridad, por lo que la Iglesia debería “prestar atención a cómo los pueblos indígenas viven la vivencia comunitaria, las relaciones sociales, la organización del liderazgo”. “Los yanomamis son para nosotros testigos para poder apreciar ese valor de la vida comunitaria”, afirma el misionero.

Y, por último, “en las investigaciones que se realizan sobre chamanismo, sobre mitologías, sobre saberes diferentes, sobre visiones del mundo, sobre visiones sobre Dios”, la Iglesia se enriquece, pues los momentos fuertes de diálogo ayudan a los misioneros “a descubrir la esencia de nuestra fe, muchas veces encubierta por adornos, por tradiciones culturales”.

Una forma de las formas que toma ese enriquecimiento espiritual es que los yanomami “tienden a juntar las cosas”, o sea, invocan al Dios de los blancos sin renunciar a sus propias creencias. “No es necesario renunciar, simplemente es apropiarse de algo más. ¿Por qué no hacer ese ejercicio también como Iglesia, esas experiencias?”, se pregunta el religioso de la Consolata. “Esto, por un lado, puede ser acusado de sincretismo, relativismo”, concede. Pero concluye afirmando que, en todo caso, “nosotros no somos dueños de la verdad”.

De esa nueva concepción de la acción evangelizadora de la Iglesia como mero ejercicio de diálogo inter-religioso, resulta que Corrado Dalmonego se vanagloria de un hecho asombroso, al que se refiere su entrevistador, y que para cualquier misionero tradicional sería el cáliz más amargo: dirigir “una misión de presencia y de diálogo” en la cual ¡“después de sesenta años [8] nadie fue bautizado”!

Lo más grave es que el P. Dalmonego afirma que “todos los que cono[ce] que trabajaron allí, ellos admiran esa manera, participaron, formaron parte, dedicaron su vida, sus años, su trabajo, valoran esa forma de actuación, que [él] no reduciría a un testimonio silencioso, porque cuando se dialoga, se habla, cuando se habla, se anuncia”. Pero insiste nuevamente en apartar cualquier idea de “proselistismo” y “no confundir lo que es el anuncio con aquello que se considera conversión”.

Y es precisamente en ese sentido que la Misión Catrimani, podría servir como una referencia en vista del Sínodo de la Pan-Amazonía, porque “es una presencia profética para la Iglesia, que se ha puesto a la escucha de los pueblos, una presencia que no deja de ser criticada o mal entendida, acusada de omisión”.

Aparentemente, lo importante no es lo que pueda decir Jesucristo al ver incumplido su mandato de ir y evangelizar a todos los pueblos, “bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, sino lo “que alienta el corazón, da ánimo” es “escuchar a David Kopenawa [9], yanomami, líder indígena de este pueblo, que dice que la Misión Catrimani hizo las cosas bien, que no lastimó a los yanomami, que no destruyó la cultura, que no condenó el chamanismo” y que “ese es el mensaje que ustedes [los misioneros] tienen que traer del Dios que les ha enviado”.

De ahí, para el misionero italiano, la importancia del próximo Sínodo, “en el que en toda la Iglesia, y también quizás fuera de la Iglesia, los ojos están dirigidos a la Amazonía”, porque “si hubiera más experiencias como éstas la Iglesia se enriquecería fuertemente”.

Ese anhelo parece enteramente conforme con los planes de los organizadores de dicho evento eclesial. El cardenal Lorenzo Baldisseri, secretario general del Sínodo de los Obispos, declaró en la conferencia de prensa del presentación del Documento Preparatorio de la asamblea especial del próximo octubre que su objetivo es “encontrar nuevos caminos pastorales para una Iglesia con rostro amazónico, con una dimensión profética en la búsqueda de ministerios y líneas de acción más adecuadas en un contexto de ecología verdaderamente integral”.
  
Cardenal Lorenzo Baldisseri

Consciente del carácter bastante hermético de su frase, el cardenal Baldisseri esclareció: “Es el Papa Francisco quien nos indica el camino para entender la expresión ‘rostro amazónico’. De hecho, afirma en Puerto Maldonado: ‘Quienes no habitamos estas tierras necesitamos de vuestra sabiduría y conocimiento para poder adentrarnos, sin destruir, el tesoro que encierra esta región, y se hacen eco las palabras del Señor a Moisés: «Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa» (Éxodo 3: 5)’” [10].

O sea, “como ha dicho el Papa Francisco, la tarea de la nueva evangelización de las culturas tradicionales que viven en el territorio amazónico y en otros territorios exige prestar a los pobres ‘nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos’ (Evangélii Gáudium, n° 198)” [11].

Más concretamente, esa comunicación se da a través de los chamanes, porque en la subsección “Espiritualidad y sabiduría”, el Documento Preparatorio afirma que las “diversas espiritualidades y creencias” de los pueblos indígenas, “los motivan a vivir una comunión con la tierra, el agua, los árboles, los animales, con el día y la noche” y que “los ancianos sabios, llamados indistintamente payés, mestres, wayanga o chamanes –entre otros– promueven la armonía de las personas entre sí y con el cosmos” [12].

El cuidado del medio ambiente, asegura el mismo documento, es una de las principales áreas donde debe cumplirse ese aprendizaje eclesial: “La conversión ecológica es asumir la mística de la interconexión y la interdependencia de todo lo creado. (…) Esto es algo que las culturas occidentales pueden, y quizás deben, aprender de las culturas tradicionales Amazónicas, y de otros territorios y comunidades en el planeta. Ellos, los pueblos, ‘tienen mucho que enseñarnos’ (EG n° 198). Ellos, en su amor por su tierra y su relación con los ecosistemas, conocen al Dios Creador, fuente de vida. (…) De allí que el Papa Francisco haya señalado que ‘es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos’ y por sus culturas” [13].

Los religiosos de la Consolata de la Misión Catrimani pueden dormir con la conciencia en paz: el Papa Francisco no los reprobará por no haber celebrado ningún bautismo de yanomami en 53 años. Talvez sean ellos mismos los que debieran hacerse iniciar como chamanes aprendiendo los rituales de los yanomami y siguiendo cursos de David Kopenawa…

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NOTAS
[1] https://www.periodistadigital.com/religion/america/2018/12/20/corrado-dalmonego-los-indigenas-pueden-ayudar-a-la-iglesia-a-limpiarse-de-estructuras-obsoletas.shtml
[2] Débora Margarita Marchán, Impacto socio-educativo de la misión salesiana entre los Yanomami del Alto Orinocohttps://www.monografias.com/trabajos75/impacto-socioeducativo-mision-salesiana-yanomami/impacto-socioeducativo-mision-salesiana-yanomami2.shtml
[3] El alemán Erwin Frank estudia las poblaciones indígenas de América hace 30 años. Profesor de la Universidad Federal de Roraima y doctor en Antropología, él está desde hace diez años investigando a los indios de la Amazonía, sobre todo los Yanomami. En entrevista al diario Folha de Boa Vista, dijo ayer que el infanticidio es una tradición bastante arraigada en la cultura Yanomami. “Eso expresa la autonomía de la mujer en decidir por la vida o la muerte del hijo y funciona como una forma de selección para las malformaciones y para el sexo de los niños”, aclaró.
Lo anterior es confirmado por el antropólogo Iván Soares, que colabora con el Ministerio Público del Estado de Roraima. Durante el Seminario Interamericano sobre Pluralismo Jurídico que tuvo lugar en Brasilia en noviembre de 2005 en la Escuela Superior del Ministerio Público de la Unión y en colaboración con la Sexta Cámara de Minorías de la Procuraduría General de la República, relató que las mujeres Yanomami tienen poder total de decisión al respecto de la vida de sus recién nacidos. El parto acontece en el bosque, fuera de la aldea; en ese ambiente de retiro, fuera del contexto de la vida social, la madre tiene dos opciones: si no toca al bebé ni lo levanta en sus brazos, dejándolo en la tierra donde cayó, significa que éste no ha sido acogido en el mundo de la cultura y las relaciones sociales, y que no es, por lo tanto, humano. De esa forma, desde la perspectiva nativa, no se puede decir que ha ocurrido un homicidio, pues eso que permaneció en la tierra no era una vida humana.
[4] Débora Margarita Marchán, op. cit.
[5] Judith de Jorge, “La guerra de los yanomami: lucha conmigo y me caso con tu hermana”, El País, 28-10-2014, https://www.abc.es/ciencia/20141028/abci-guerra-yanomami-lucha-conmigo-201410281215.html
[6] Jesús María Aparicio y Charles David Tilley, EL ENDOCANIBALISMO EN LOS RITUALES FUNERARIOS DEL PUEBLO YANOMAMOhttp://www5.uva.es/trim/TRIM/TRIM8_files/TRIM8_4.pdf
[7] Joanna Overing, “Images of cannibalism, death and domination in a «non violent» society”, Journal de la société des américanistes Année 1986, p. 151, in https://www.persee.fr/doc/jsa_0037-9174_1986_num_72_1_1001,
[8] En realidad son sólo 53 años.
[9] David Kopenawa es conocido como el “dalai lama de la selva” y actúa como portavoz internacional de los yanomami. En sus muy mediatizados desplazamientos por las capitales occidentales se dice aconsejado por los “xapiri” (los espíritus de la selva amazónica).
[10] https://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2018/06/08/bal.html
[11] “Nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral. Documento preparatorio del Sínodo de los Obispos para la Asamblea Especial sobre la Región Panamazónica”, n° 13, http://press.vatican.va/content/salastampa/es/bollettino/pubblico/2018/06/08/panam.html
[12] Ibid, n° 6.
[13] Ibid, n° 13.

2 comentarios:

  1. Desgraciadamente no se puede esperar más del consejo de Herejes que gobierna el Vaticano, antigua sede de la Iglesia católica.

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  2. Es la "sociedad utópica" y la religión New Age que nos quieren imponer el grupo de Bilderberg y la masonería. Sospecho que están utilizando a Bergoglio para acelerar la llegada a plenitud del Nuevo Orden Mundial.
    Ave María Purísima.

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