martes, 14 de enero de 2020

AFINIDADES ENTRE EL MAHOMETISMO Y EL LUTERANISMO

Traducción del artículo publicado en RADIO SPADA.
   
En el pasado y, si bien menos claramente, también en el presente el mundo protestante ha tramado muchas veces con el Infiel para daño de la Sociedad Cristiana (aquella verdadera, católico-romana, no las subrogadas por el presunto desencuentro de presuntas sociedades). Este breve ensayo del padre Rohrbacker puede iluminarnos respecto a la cercanía casi inimaginable a simple vista entte la religión de Mahoma y aquella (o mejor aquellas) surgidas por la apostasía de Martín Lutero.
  
  
«Solimán tenía en Europa otro aliado, el heresiarca de Wittemberg. Por eso un día dijo a un embajador de Alemania: “Me encantaría que Lutero fuese más joven; él tendría en mí un patrón muy complaciente”. Testimoniaba tanta benevolencia con toda razón. Lutero enseñaba que el combatir contra el turco era combatir contra Dios. Por esto había pedido instantemente a los cristianos que no contribuyeran a la guerra contra los turcos ni con las personas ni con dinero, sino de abstenerse de ello, hasta que el nombre del papa tuviese todavía ningún crédito bajo el cielo. ¿Y cómo nuestros príncipes imbéciles, más piadosos y más sabios que ellos podrían, decía él, vencerla contra los turcos, si los turcos son diez veces más que ellos?
  
Además hay una fraternidad íntima entre el luteranismo y el mahometismo, y basta el paragonarlos para ver que son hijos del mismo padre.
  
Según el falso profeta de la Meca, cada cosa sucede por una necesidad inevitable, no hay libre arbitrio en el hombre: Dios obra en nosotros todas las acciones, tanto las malas como las buenas; tanto que castiga en los malvados las culpas que él mismo ha obrado en ellos. A los que gritaban contra tal blasfemia, Mahoma daba por sola y única respuesta: Esto es un misterio, un secreto. Sí, el misterio de satanás, autor de todo mal, que quiere hacer recaer todas las culpas sobre Dios mismo, autor de todo bien. Ahora, el mismo misterio de impiedad se revela en el luteranismo. Según el falso profeta de Wittemberg, como según el falso profeta de la Meca, todo sucece en el hombre por una necesidad inevitable, y no hay en nosotros libre arbitrio. Dios obra en nosotros tanto el mal como el bien; y él castigará nos castigará no sólo el mal que no hayamos podido evitar, sino también el bien que habramos hecho lo mejor que hayamos podido. En lo que Lutero vence así en impiedad sobre Mahoma, el cual nunca dijo que Dios nos castigaría por el mismo bien, y que las buenas obras fuesen otros tantos pecados.
   
El mahometismo consiste en decir que Mahoma es el profeta de Dios para reformar la religión de Dios y de Jesucristo; nosotros hemos visto cuál profeta fue y cuál reforma. El luteranismo consiste en decir que Lutero es el profeta de Dios para reformar la religión de Dios y de Jesucristo; nosotros hemos visto y veremos siempre más cuál profeta fue y cuál fue su reforma.
   
Todas las teologías, todas las historias de los protstantes, al reducirlas a su más simple expresión, no dicen sino esto: “Dios ha creado el mundo con una admirable sabiduría: pero, apenas fue creado este mundo, cada cosa se ha estropeado por la rebelión del ángel y del hombre. Es anunciado un Salvador que restaurará todas las cosas: este Salvador es el Hijo de Dios; él viene después de cuatro mil años, enseña y obra con una sabiduría verdaderamente divina. Él funda su Iglesia sobre la roca y asegura que las puertas del infierno no prevalecerán nunca contra ella, prometiendo a sus pastores estar con ellos todos los días hasta el fin del mundo, y que les enviaría además el Espíritu Santo, el espíritu de la verdad, para permanecer siempre con ella. Pero, apenas él partió, su obra se estropea, su religión se va corrompiendo de un siglo al otro, el infierno prevalece contra su Iglesia y el anticristo se establece como su cabeza, introduce el dogma del libre arbitrio del hombre y la necesidad de las buenas obras: hasta que llega finalmente un fraile desalojado de Alemania, el cual ajusta para siempre la obra maestra de Dios y de su Hijo, enseñando a todos que cada uno no tiene otra regla que sí mismo”. He aquí, según las teologías y las historias protestantes, lo que es de Dios y de su providencia, de Jesucristo y de su redención. Queda por concluir a una con el impío que Jesucristo no es Dios, y que Dios mismo no existe.
   
El mahometismo es de su naturaleza una guerra irreconciliable a la Iglesia de Cristo, es una puerta del infierno que opera sin poder prevalecer contra ella. La fuerza de la Iglesia es su santa jerarquía, teniendo por cabeza a San Pedro y su sucesor: el mahometismo destruye donde puede esta jerarquía. La fuerza de la Iglesia es el santo sacrificio de la Misa y los otros Sacramentos. El mahometismo los llama vanas supersticiones y los pisotea. La fuerza de la Iglesia es la castidad de sus sacerdotes, es la adheción de sus religiosos y de sus vírgenes al servicio de Dios y del prójimo con los votos de pobreza, castidad y obediencia; el mahometismo secuestra a las vírgenes cristianas para prostituirlas a la lujuria de sus jefes.
   
Ahora, lo que el mahomoetismo hace antes que cualquier otro, el luteranismo lo repite. Es de su misma naturaleza una guerra irreconciliable a la Iglesia Católica y a su jefe; todo lo que forma la fuerza de esta Iglesia él lo ataca, lo niega, lo pisotea: la jerarquía, el sacrificio, los sacramentos, la castidad sacerdotal, los votos religiosos; él destruye los monasterios y multiplica los lugares de prostitución.
  
Como el mahometano, y sobre las huellas de éste el luterano, destruye las imágenes de los santos, de Jesucristo y de su santa Madre; como el mahometano, y a imitación suya el luterano, escupe sobre la cruz del Salvador, la pisotea y la arroja en el fango.
   
No hay hermano que se asemeje mayormente a su hermano, como el luteranismo al mahometismo».

PADRE RENÉ FRANÇOIS ROHRBACHER, Historia Universal de la Iglesia Católica desde el principio del mundo hasta nuestros días, vol. XII, Turín, 1861, págs. 331-332.

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