jueves, 28 de mayo de 2020

ONCE REGLAS PARA DISCERNIR CUESTIONES MÍSTICAS

Antonio Vivarini, San Pedro Mártir exorciza al demonio enmascarado por una imagen sagrada, c. 1450.
 
El Padre Luis María Barrielle (1897-1983), otrora predicador de los Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey en Francia, y primer director espiritual del Seminario San Pío X de Ecône, donde predicaba los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, presenta estas reglas para discernir si en materia espiritual hay actuar de Dios o del demonio.
  1. Cuando la persona que recibe las revelaciones prueba, tanto en el período de los favores como después, el desprecio de sí misma y el conocimiento de sus propias culpas; cuando se reconoce más débil y miserable que los demás, esto significa que la revelación procede de Dios.
       
    Este signo está siempre presente en los siervos del Señor, mientras que falta en los mistificadores engañados por el demonio. Por una parte humildad y amor, por la otra orgullo y turbamiento. Ver a la Virgen y Santa Isabel (la Anunciación y la Visitación).
  2. Si la persona, una vez recibida la revelación, es llevada al recogimiento y al desprendimiento de todo; si huye del mundo, no le habla ni le estima, tiende a olvidarlo y a despreciarlo, esto es un signo evidente de la proveniencia divina de la revelación. Si en cambio suscita el espíritu de rebelión, el deseo de ser vista y admirada, de mostrar que se reciben favores de Dios, allí no hay sino el engaño.
       
    El amor, el espíritu de Dios y la humidad huyen todo esto y buscan el desprecio del mundo. «Mi secreto es para mí», decía el profeta Isaías.
  3. Observar si la persona es dedicada o no a la oración; si, en las relaciones con el prójimo, se nota un amor de Dios no sólo aparente. Quien persevera en la oración no será nunca engañado por el demonio que, al contrario, empuja a abandonar esta práctica.
  4. Observar si la persona se preocupa de consultar a cualquier experto en la materia, y sobre todo si no esconde nada al confesor. Si sigue sus consejos, es cierto que no estamos frente a un engaño: Dios no abandona a quien está animado por rectas intenciones. Abrirse es un acto de humildad. Al contrario, si rechaza hablar con los competentes que no están dispuestos a aprobar todo, y no se preocupa mucho de buscar la verdad, es de creer que hay una ilusión del demonio.
  5. Atenerse a la opinión de quien conoce hechos milagrosos y de los confesores con quienes acostumbramos abrir la conciencia. Cuando falta la experiencia, y los confesores consultados no están de acuerdo, no basta la ayuda de la sola teología.
  6. Observar si la persona enfrenta oposiciones y contradicciones, sin haber hecho nada para atraerlas. Si después las oposiciones vienen de personas buenas y llenas de celo, y a pesar de ello se mantiene en la paciencia, es signo que Dios vive y habita en su corazón. El demonio no puede engañarla. Ver el caso de Job…
  7. Otra prueba, que solo los confesores o directores espirituales pueden acertar, es la pureza de alma y la altura de la virtud. Esta prueba es segura y eficaz, porque Dios concede sus favores solo a las almas puras y libres de pecado. ¡Beáti mundo corde, «Bienaventurados los de puro corazón»!
  8. Observar el provecho obtenido por aquellos que mantienen estrechas relaciones con esta persona: de hecho, las gracias «gratis datæ» son concedidas para el bien del prójimo. Ver si estos tienen el espíritu de Dios o, al contrario, se resulta la independencia, el orgullo, la búsqueda de ganancias; en este caso la visione no viene de Dios, sino del demonio transformado en «ángel de luz».
  9. Considerar lo que es dicho y revelado. Si tiende a esconder alguna cosa, a huir o despreciar a las personas competentes tratándolas de ignorantes, si relata cosas inútiles o de escasa edificación, es precisamente un engaño del maligno. Pero si se abre con sencillez a aquellos que pueden entender o juzgar, si no esconde nada y todo lo que dice es prudente y conforme a la enseñanza de la Iglesia, es signo que viene del Cielo.
  10. Cuando, observando atentamente, se halla irreprensible su compañía y rica de profunda virtud su conversación, es una razón evidente que esto es verdad. Cuando todos, y especialmente los hombres de doctrina, aprueban a una persona, significa que los hechos que la rodean vienen de Dios.
  11. Darse cuenta del comportamiento del demonio con esta persona. Si le aprueba y manifiesta satisfacción, es mala señal; si la persigue, es buen signo. El demonio se muestra feroz con los buenos; en cambio se muestra calmo con los amigos por él engañados.

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