miércoles, 1 de julio de 2020

MES DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO - DÍA PRIMERO

Compuesto en Italiano por el padre Massimiliano Maria Mesini CPPS y publicado en Rímini en 1884; traducido por un presbítero y publicado en Santiago de Chile en 1919, con aprobación eclesiástica.
   
    
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
  
ORACIÓN PARA TODOS LOS DIAS
¡Oh Sangre Preciosísima de vida eterna!, precio y rescate de todo el universo, bebida y salud de nuestras almas, que protegéis continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia, yo os adoro profundamente y quisiera compensar, en cuanto me fuese posible, las injurias y ultrajes que de continuo estáis recibiendo de las creaturas humanas y con especialidad de las que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. ¡Oh! ¿Quién no bendecirá esa Sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor a Jesús que la ha derramado? ¿Qué sería de mí si no hubiera sido rescatado con esa Sangre divina? ¿Quién la ha sacado de las venas de mi Señor Jesucristo hasta la última gota? ¡Ah! Nadie podía ser sino el amor. ¡Oh amor inmenso, que nos ha dado este bálsamo tan saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, salido de la fuente de un amor inmenso! Haced que todos los corazones y todas las lenguas puedan alabaros, ensalzaros y daros gracias ahora, por siempre y por toda la eternidad. Amén.
   
DÍA PRIMERO
CONSIDERACIÓN: LA DEVOCIÓN A LA PRECIOSA SANGRE

I. Toda dignidad exige reverencia y honor; y mientras más sublime es, tanto mayor obsequio se le debe. Honramos a los Santos porque son amigos y cortesanos de Dios. A la Virgen Santísima tributamos una veneración más especial, porque es Madre de Dios. Pero a la Preciosa Sangre debemos rendir el máximo honor, porque está unida hipostáticamente a la Divinidad, porque es Sangre de un Dios hecho hombre. Almas creyentes, pongamos en práctica eso que nos enseña la fe: encendámonos en el más tierno amor hacia la Divina Sangre, y honrémosla con la más afectuosa devoción.

II. A todo bienhechor se le debe amor y gratitud en proporción de los beneficios que comparte. La Preciosa Sangre es el verdadero precio de nuestra redención, ella nos ha reconciliado con el Padre celestial, nos ha hecho amigos e hijos suyos y nos ha conquistado una felicidad sobrenatural, cual es el eterno goce de Dios mismo, bien infinito. En una palabra, nos ha hecho tales beneficios, que no se puede esperarlos mayores. Por tanto todos debemos encendernos del amor más ardiente, demostrar los más sinceros afectos de gratitud, y profesar sumo reconocimiento a tan benéfica Sangre.

III. Es necesario que los indigentes estén siempre allegados a la fuente de las gracias, y los enfermos al depósito de las medicinas. La Sangre de Jesús, por ser el precio infinito de nuestra redención, constituye la fuente inextinguible de todos los bienes y el remedio de todos los males. Siendo nosotros pecadores y viles creaturas no podemos, ni merecer, ni hacer bien alguno por nosotros mismos; por eso nos conviene correr continuamente a saciar la sed en esta fuente de la Preciosísima Sangre. Vamos pues, piadosos cristianos, vamos a beber las aguas de todas las gracias, que manan de las llagas del Salvador, por medio de una tierna devoción a su Sangre, especialmente en el curso de este mes a ella dedicado, empezándolo y prosiguiéndolo hasta el fin con gran fervor y afectuosa devoción.

EJEMPLO
En Beirut, ciudad de la Siria, habiendo llegado a manos de algunos hebreos una imagen del Redentor, con rabia diabólica renovaron éstos los insultos y tormentos que un día sus padres hicieron sufrir a Jesús cuando vivía en la tierra. Blasfemias, salivas, golpes, clavos, todo ello emplearon para deshonrar esta santa imagen: y al fin con una lanza le traspasaron el costado, el cual apenas herido, comenzó a manar viva Sangre. Sin conmoverse lo más mínimo ante tan gran prodigio, acercaron un vaso a la herida, y una vez lleno de aquella Sangre, lo llevaron a la Sinagoga; donde, entre improperios y burlas, ungieron con él a toda clase de enfermos, los cuales al instante sanaron. Caminaban expeditamente los cojos, veían los ciegos, oían los sordos, hablaban los mudos, y los moribundos mismos recobraban la salud apenas eran ungidos con la milagrosa Sangre. Ante tan portentoso número de curaciones instantáneas, operadas bajo sus propios ojos, no pudiendo ya resistir su obstinación, y arrepentidos todos se condujeron al Obispo de Antioquía para pedirle el bautismo; y con ellos mismos muchos otros hebreos abrazaron la fe de Cristo (César Card. Baronio, Anales Eclesiásticos. Ant. 787, n. 23, etc. El Martirologio Romano conmemora este prodigio el 9 de Noviembre). Procuremos también nosotros la más tierna devoción a la misma Sangre divina, y obtendremos de Jesús gracias espirituales, y aún corporales, si nos sirven para la salvación del alma.

Se medita y se pide lo que se desea conseguir.
  
OBSEQUIO: Rezar cinco Pater noster, Ave María y Gloria a las cinco llagas de Jesús.

JACULATORIA: A vuestra Sangre rendir honor, siempre deseo, caro Señor.

ORACIÓN PARA ESTE DÍA
¡Oh Sangre preciosísima de mi Jesús! Yo os adoro como a Sangre de mi Dios, os doy gracias como a mi perpetuo bienhechor, os alabo y bendigo como al precio de mi redención, os amo como a fuente de los dones celestiales, y quiero amaros y honraros por todo el resto de mi vida. ¿Qué sería de mí, si me alejase de Vos, que sois mi bien, mi vida, mi todo? Ciertamente me perdería. Para evitar tan grande desventura quiero estar siempre unido a Vos, y alimentar para con Vos, la más tierna devoción. Amén.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DIAS
¡Oh Corazón de mi amado Jesús, cargado con la pesada Cruz de mis culpas, coronado con las espinas de mis ingratitudes y llagado con la lanza de mis pecados! ¡Oh Jesús de mi vida! Cruz, espinas y lanza he sido para vuestro Corazón con mis repetidas ofensas: éste es el retorno con que, ingrato, he correspondido a las dulces y amorosas lágrimas de Belén y a la extrema pobreza en que por mi amor nacisteis; éste es el agradecimiento y recompensa que han tenido vuestros trabajos y vuestra Preciosísima Sangre derramada con tanto amor por la salud de mi alma; esta es la paga de aquella excesiva fineza que obrasteis en el Cenáculo, cuando, abrasado en caridad y encendido en divinas llamas, os quedasteis por mi amor sacramentado, buscando amante la bajeza de mi pecho para recreo de vuestra bondad. ¡Oh Jesús de toda mi alma! Parece que hemos andado a competencia los dos, Vos con finezas, yo con ingratitudes; Vos con un amor que no tiene igual, y yo con un menosprecio que no tiene semejante; Vos con tanto amor regalándome y dándome en el Sacramento la dulzura de vuestro Corazón y yo dándoos por la cara con la hiel de mis culpas. ¡Oh Corazón de mi amado Jesús! ¡Oh Jesús de mi corazón, piadosísimo en esperarme! Compadeceos de mi miseria y perdonadme misericordioso cuanto ingrato os he ofendido, concediéndome benigno que esas espinas con que os veo punzado saquen lágrimas de mi corazón contrito, con que llore mis repetidas ingratitudes, y por esas vuestras amorosas y dulces llagas, llagad y herid éste mi corazón con la dulce y ardiente flecha de vuestro amor, para que os ame y sirva, para que os alabe y bendiga, y después eternamente gozaros. Amén.

℣. Señor, nos redimisteis con vuestra sangre.
℟. Y nos habéis hecho un Reino para nuestro Dios.
   
ORACIÓN
Dios omnipotente y eterno, que habéis constituido a vuestro Hijo único Redentor del mundo y que quisisteis ser aplacado con su Sangre; te rogamos nos concedas que de tal modo veneremos el precio de nuestra salvación, y por su virtud seamos preservados en la tierra de los males de la presente vida, que nos regocijemos después con fruto perpetuo en los cielos. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor, que contigo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
  
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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