Por caridad, perdonadme por ese título tan largo, pero no tenía mejor idea para titular este artículo. (Jorge Rondón Santos)
Desde Catolicidad
Agustín de Itúrbide (Agustín I de México)
El 16 de septiembre, decía Sergio Sarmiento en su columna:
"El impoluto Miguel Hidalgo de nuestra mitología, por ejemplo, es distinto del que con "frenesí destructivo" permitió la salvaje matanza de la alhóndiga de Granaditas e hizo asesinar a cientos de españoles en Guadalajara y Valladolid. Muchas de las mujeres y niñas asesinadas por órdenes de Hidalgo fueron también violadas. Un amigo torero de Hidalgo, Joaquín Marroquín, toreaba a los prisioneros y los mataba con estoque. Cuando se le preguntó a Hidalgo en el juicio de la Inquisición por qué no había procesado a los españoles, él respondió que porque sabía que eran inocentes.
"No es malo que Hidalgo haya sido de carne y hueso. Sus debilidades dan realce a sus innegables virtudes. Pero los fabricantes de la "historia de bronce" se han negado a aceptar o divulgar cualquier falta del padre de la patria.
"Así como han creado héroes sin mancha, como Hidalgo, Morelos, Juárez o Madero, para el culto popular, han forjado también villanos a modo, como Iturbide, López de Santa Anna, Miramón o don Porfirio, para contrastarlos con los héroes. Esta visión maniquea de la historia nos impide ver los errores de los próceres o los actos positivos de los "villanos". Se le escatima a Agustín de Iturbide la consumación de la independencia y a Miguel de Miramón su papel como "niño héroe" en la defensa del castillo de Chapultepec en 1847".
En efecto una "historia" maniquea creada a gusto de la facción triunfadora ha deformado la verdadera historia y ha creado una ficción oficial donde se mezclan verdades y mentiras. El pueblo que poco lee e investiga compra todo lo que se le diga y se le enseñe en la escuela y a través de todos los medios informativos de control. Por ello, que algunos escritores empiecen a cuestionar los mitos históricos aunque no siempre atinen en todos sus juicios es promisorio, como es el caso del artículo de Sarmiento. En él reclama que se le escatime a don Agustín de Iturbide la realización -que no la consumación, como él la llama- de la Independencia. Y aunque yerre -como tantos- al suponer que la causa de la independencia la inció Hidalgo y la consumó Iturbide, es un enorme avance el que reclame que se escatimen -a éste último- los méritos correspondientes. Y, efectivamente, se yerra cuando se liga como inicio la guerra civil llevada a cabo por don Miguel Hidalgo y Costilla que con ríos de sangre terminó en un verdadero fracaso y no logró nada, con la realización de la Independencia alcanzada por don Agustín sin derramamiento de sangre.
Por ello también resulta gratificante que don Armando Fuentes Aguirre “Catón”, que en nada puede ser acusado de clerical o conservador, haya dicho:
“A mí me sorprende mucho que hasta los más fervientes admiradores de Iturbide lo llamen ‘el consumador de nuestra independencia’. Me asombra eso porque pasan inadvertido el hecho de que Iturbide no es el consumador de nuestra independencia, sino su hacedor, su único, verdadero autor. A Iturbide le debemos la independencia, la libertad, el nombre de nuestra patria, su bandera y los chiles en nogada”.
“Si tuviéramos todo lo que se necesita para echar por la borda los viejos clichés, estereotipos mentirosos; si de verdad nos apegáramos a la verdad, si hubiera una sola historia de México y no varias, opuestas y contradictorias, Iturbide, y no Hidalgo, sería llamado el Padre de la Independencia Mexicana”.
En este blog ya hemos hablado y demostrado que fue Iturbide y no Guerrero quien realizó la Independencia mexicana (ver: FUE ITURBIDE Y NO GUERRERO QUIEN CREÓ LA BANDERA, IDEÓ EL PLAN DE IGUALA Y REALIZÓ LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO ) como tampoco lo fue Hidalgo (ver: ¿QUÉ CELEBRAMOS HOY LOS MEXICANOS?); también hemos hecho notar las infundadas calumnia contra el libertador al acusarlo de ambicioso y de dizque proclamarse emperador (ver: A PROPÓSITO DEL BICENTENARIO: LA "AMBICIÓN" DE ITURBIDE ); asimismo hemos hablado de la mentira del bicentenario, pues éste se cumplirá hasta el año 2021 (ver: LA MENTIRA DEL BICENTENARIO ); por último, también hemos evidenciado otros muchos errores y calumnias que se profieren contra el libertador (ver: LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO y 27 DE SEPTIEMBRE DE 1821: ITURBIDE REALIZA LA INDEPENDENCIA (BIOGRAFÍA E HIMNO ÍNTEGRO) )
Falta ahora puntualizar la dimensión moral del libertador. Lejos de querer incurrir en el forjamiento de seres fantasiosos de leyendas, deshumanizados, o de santos de mármol, aclaramos que Iturbide fue un héroe... no un santo en vías de canonización. En efecto, Iturbide fue un héroe de carne y hueso, con virtudes y defectos, como todo ser humano. Dejamos el mito y la forjación de seres perfectísimos para los inventores de la historia de bronce pagados por la nómina oficial. Pero sin negar la carga de virtudes y defectos innata a todo hombre, nadie puede honradamente negar el amor de Iturbide por su Patria y su alta calidad moral.
Esto se evidencia, de una manera particular cuando el libertador abdica como emperador para evitar más sangre a su Patria y, más tarde, cuando es apresado a su regreso a México desconociendo el infame decreto del Congreso que lo sentenciaba a muerte si ponía sus pies en suelo mexicano. Entonces, escribe una carta al Congreso en donde inquiere qué delito había cometido y enumerando todos y cada uno de los servicios que realizó a su Patria, preguntaba por cuál de ellos se le condenaba a muerte.
A Iturbide no se le concede su último deseo de asistir al santo sacrificio de la misa y es confesado sacramentalmente por el presidente del Congreso que había decretado el parricidio. Así, la ejecución se apresura pues sus enemigos le temen.
Dejemos que don Alejandro Rosas nos narre ese final:
"A ver, muchachos… daré al mundo la última vista", dijo Iturbide minutos antes de las 6 de la tarde, cuando fue sacado de la prisión para ser llevado al lugar de la ejecución. Se veía sereno. No quiso que nadie le vendara los ojos; lo hizo él mismo con tal naturalidad que parecía haber pasado ya por el trance de la muerte. Se opuso a que le ataran las manos, pero ante la insistencia del oficial de que debía hacerlo no puso más reparos. Minutos antes le entregó al sacerdote una carta para su esposa, su reloj y el rosario que llevaba al cuello a fin de que lo remitiese a su hijo mayor que se había quedado en Londres.
Parado ya en el lugar donde habría de morir expresó: “¡Mexicanos! En el acto mismo de mi muerte os recomiendo el amor a la patria y observancia de nuestra santa religión: ella es quien os ha de conducir a la gloria. Muero por haber venido a ayudaros; no quedará a mis hijos y su posteridad otra mancha: no soy traidor no. Guardad subordinación y prestad obediencia a vuestros jefes, que haciendo lo que ellos mandan, es cumplir con Dios. No digo esto lleno de vanidad porque estoy muy distante de tenerla”.
Rezó el credo por algunos minutos e hizo un acto de contrición; besó el crucifijo que le presentaron y de pronto se oyó la descarga que cegó su vida. Su cuerpo inerte fue recogido, varios vecinos lo reconocieron para beneficio de la autoridad y finalmente lo sepultaron en la iglesia del pueblo de Padilla. En 1838, Anastasio Bustamante trasladó sus restos al altar de San Felipe de Jesús, en la catedral de la ciudad de México, donde se encuentran actualmente. Lejos del reconocimiento nacional; lejos de ocupar un lugar entre los personajes fundadores de la nación mexicana.
Hasta aquí el relato histórico de don Alejandro Rosas.
Por su parte, liberales honrados (Sierra, Bocanegra, Arias, Zavala, Prieto, Toro, Bustamante, Bulnes, Riva Palacio, etc.) contrarios a la postura conservadora han reconocido la calidad moral y los méritos del libertador de México. Citaremos sólo a los dos últimos.
A principios del siglo XX, el intelectual y político liberal Francisco Bulnes escribió:
"Espero que para el Centenario de 2110, dentro de doscientos años, se habrá reconocido que los tres héroes prominentes de nuestra independencia, fueron Hidalgo Morelos e Iturbide. Como los muertos no se cansan de reposar en sus tumbas, Iturbide bien puede esperar algunos cientos de años, a que el pueblo mexicano, en la plenitud de su cultura, le reconozca con moderados réditos lo que le debe. Mientras no se honre como debe ser a los verdaderos héroes de la independencia y se llegue hasta suprimir de los homenajes, la figura de uno o algunos de los más grandes, habrá derecho para decir que en las solemnes fiestas del centenario de la Independencia quedó vacío el lugar del primero de los personajes: la Justicia"...
"¿Cómo se explica el atentado contra la memoria de de Iturbide, denigrándolo y dirigiendo sobre ella la odiosidad del pueblo? La respuesta es tan bochornosa como fácil, dado el analfabetismo de nuestras masas y su organización tan científica para el servilismo demagógico. El jacobinismo dispone temporalmente de todos los lugares de la historia patria, sin que en frente puedan ponérsele los pocos escritores elevados que en México se ocupan de asuntos históricos. Entre nosotros, y desgraciadamente, la historia es una especie de club faccioso, en cuya tribuna dominan los que hacen de la literatura un puñal, de la verdad un delito, de la lógica una ofensa a la nación, y de la justicia un vaso de embriaguez, pérfida y degradante. Mientras que el pueblo mexicano, en sus masa sin instrucción y moral pública, tenga por la demagogia el culto que debía tener por la civilización, no conocerá como debe ser a sus grandes hombres, pues no son todos los que están, ni están todos los son". (Bulnes, Francisco, La Guerra de Independencia, Hidalgo-Iturbide, México, Editora Nacional, 1969. Pgs 417 y 425)
Finalizamos con los juicios de don Vicente Riva Palacio, prominente liberal y nieto de don Vicente Guerrero:
"Iturbide, libertador de México; Iturbide emperador; Iturbide, ídolo y adoración un día de los mexicanos, expiró en el patíbulo y en medio del más desconsolador abandono...yo no vacilaré en repetir que esa sangre derramada en Padilla ha sido y es quizá una de las manchas más vergonzosas de la historia de México.
"El pueblo que pone las manos sobre la cabeza de su libertador es tan culpable como el hijo que atenta sobre la vida de su padre. Hay sobre los intereses políticos de las naciones una virtud que es superior a todas las virtudes: la gratitud.
"El pueblo que es ingrato con sus grandes hombres se expone a no tener por servidores más que los que buscan en la política un camino para enriquecerse y sofocan todas las pasiones nobles y generosas.
"Dios permita que las generaciones venideras perdonen a nuestros antepasados la muerte de Iturbide, ya que la historia no puede borrar de sus fastos esta sangrienta y negra página". (Riva Palacio, Vicente. El Libro Rojo, México, Editorial Leyenda, S.A., 1946, pp 351-352).
Y sin embargo, Iturbide fue nuevamente excluido, ahora de la conmemoración del mal llamado bicentenario.
Y existen pseudomexicanos que aún aplauden el parricidio de quien les dio Patria y libertad.
Escudo de Armas del Primer Imperio Mexicano (29-IX-1821 - 19-III-1823)