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miércoles, 31 de julio de 2019

CARTA ENCÍCLICA “Mens Nostra”, SOBRE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES

Desde su publicación en 1549, los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola han contribuido a la santificación de muchos clérigos, religiosos y laicos. Con las miras para que esta práctica sea más conocida y justamente valorada por los fieles, el Papa Pío XI hizo publicar esta encíclica, en la cual hace una síntesis de su historia y recuerda que, en medio de un mundo inundado por el materialismo y la actividad exterior, debemos volver nuestra mente y nuestro corazón a Dios en silenciosa contemplación, para poder conocerle, amarle y servirle mejor.
 
CARTA ENCÍCLICA “Mens Nostra” DEL SUMO PONTÍFICE PÍO XI, PARA PROMOVER MÁS Y MÁS EL USO DE LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES

PAPA PÍO XI
A los Patriarcas, Primados, Arzobispos, Obispos, y demás Ordinarios de lugares en paz y comunión con la Sede Apostólica. Venerables Hermanos, Salud y Bendición Apostólica.

INTRODUCCIÓN

1. A ninguno de vosotros, venerables hermanos, se le oculta cuál fue nuestra intención o nuestro ánimo cuando, al comenzar este año, anunciamos al orbe católico un jubileo extraordinario para celebrar el quincuagésimo aniversario de aquel día en que, recibida la ordenación sacerdotal, ofrecimos por vez primera el santo sacrificio del altar.

Porque, como solemnemente declaramos en la constitución apostólica Auspicántibus Nobis, promulgada el día 6 de enero de 1929[1], con dicha celebración no sólo queríamos que nuestros queridos hijos, la gran familia cristiana confiada a nuestro corazón por el benignísimo Corazón Divino, participasen en la alegría de su Padre común, y unidos con él diesen gracias al Supremo Dador de todo bien, sino que, además y sobre todo, abrigábamos la dulce esperanza de que, franqueados con paternal liberalidad los tesoros celestiales de que el Señor nos ha hecho dispensadores, tendrían los fieles dichosa oportunidad para fortalecerse en la fe, crecer en la piedad y perfección cristiana y ajustar fielmente a las normas del Evangelio las costumbres públicas y privadas; con lo cual, y como fruto hermosísimo de la total pacificación de cada uno consigo mismo y con Dios, se podría esperar la mutua pacificación de las almas y de los pueblos.

2. No fue vana nuestra esperanza. Porque aquel encendido ardor de devoción, con que fue acogida la promulgación del jubileo, lejos de menguar con el transcurso del tiempo, ha ido creciendo cada vez más, ayudando a ello el Señor con memorables acontecimientos que harán imperecedera la memoria de este año, verdaderamente de salud.

Con indecible consuelo hemos podido ver, en gran parte con nuestros propios ojos, este magnífico aumento de fe y de piedad, y entrañablemente nos hemos complacido en contemplar tan gran muchedumbre de hijos queridísimos, a los cuales pudimos recibir en nuestra casa y, por decirlo así, estrechar con paternal afecto contra nuestro corazón.

Hoy, mientras desde lo más íntimo del alma elevamos al Padre de la misericordia un ardiente himno de gratitud por tantos y tan señalados frutos como El se dignó producir, madurar y cosechar en su viña durante este Año Jubilar, nuestra pastoral solicitud nos mueve e impulsa a procurar que de tan prósperos comienzos resulten en lo sucesivo grandes y permanentes beneficios para la felicidad y salvación de los individuos, y, por tanto, de toda la sociedad.

3. Y meditando Nos cómo podría esto conseguirse, recordamos que nuestro predecesor, de f. m., León XIII, al promulgar en otra ocasión el santo jubileo, con palabras gravísimas, que hacíamos nuestras en la citada constitución Auspicántibus Nobis[2], exhortaba a todos los fieles a recogerse algún tiempo para poner en cosas mejores sus pensamientos apegados a la tierra[3], y recordamos también cómo nuestro predecesor, de santa memoria, Pío X, tan celoso promotor y ejemplo vivo de santidad sacerdotal, al promulgar en el año jubilar de su sacerdocio una piadosísima y memorable exhortación al clero católico[4], daba enseñanzas preciosas y escogidas para elevar a mucha altura el edificio de la vida espiritual.

4. Siguiendo, pues, las huellas de estos Pontífices, hemos juzgado oportuno hacer también Nos algo, aconsejando una práctica excelente, de la cual esperamos que el pueblo cristiano sacará muchísimo y extraordinario provecho. Nos referimos a la práctica de los Ejercicios espirituales, que deseamos ardientemente se promueva y difunda más y más cada día, no sólo en ambos cleros, sino también entre las agrupaciones de seglares católicos, y que nos complacemos en dejar a nuestros amados hijos como recuerdo de nuestro Año Jubilar.

Lo cual hacemos con tanto mayor gusto, al declinar ya el año del quincuagésimo aniversario de nuestra primera Misa, cuanto que nada nos puede ser más grato que recordar las celestiales gracias e inefables consolaciones que muchas veces hemos experimentado al hacer los Ejercicios espirituales, con cuya práctica asidua hemos marcado como con otros tantos jalones las distintas etapas de nuestra vida sacerdotal, y hemos sacado luz y alientos para conocer y cumplir el divino beneplácito. Nada nos es más grato, finalmente, que recordar cuanto en todo el transcurso de nuestro ministerio sacerdotal trabajamos por instruir al prójimo en las cosas del cielo por medio de los mismos Ejercicios, con tanto fruto y tan increíble provecho de las almas, que con razón juzgamos que los Ejercicios espirituales son y constituyen un especial medio para alcanzar la eterna salvación.

I. IMPORTANCIA, OPORTUNIDAD Y UTILIDAD DE LOS EJERCICIOS

Su valor en nuestro tiempo
5. Y en verdad, venerables hermanos, que al considerar, siquiera sea de paso, los tiempos que vivimos, se verá por más de una razón la importancia, utilidad y oportunidad de los santos retiros. La más grave enfermedad que aflige a nuestra época, siendo fuente fecunda de los males que toda persona sensata lamenta, es la ligereza e irreflexión que lleva extraviados a los hombres.

De ahí la disipación continua y vehemente en las cosas exteriores; de ahí la insaciable codicia de riquezas y placeres, que poco a poco debilita y extingue en las almas el deseo de bienes más elevados, y de tal manera las enreda en las cosas exteriores y transitorias, que no las deja elevarse a la consideración de las verdades eternas, ni de las leyes divinas, ni aun del mismo Dios, único principio y fin de todo el universo creado; el cual, no obstante, por su infinita bondad y misericordia, en nuestros mismos días y a pesar de la corrupción de costumbres que todo lo invade, no deja de atraer a los hombres hacia Sí con abundantísimas gracias.

Pues para curar esta enfermedad que tan reciamente aflige hoy a los hombres, ¿qué remedio y qué alivio mejor podríamos proponer que invitar al piadoso retiro de los Ejercicios espirituales a estas almas débiles y descuidadas de las cosas eternas? Y, ciertamente, aunque los Ejercicios espirituales no fuesen sino un corto retiro de algunos días, durante los cuales el hombre, apartado del trato ordinario de los demás y de la baraúnda de preocupaciones halla oportunidad, no para emplear dicho tiempo en una quietud ociosa, sino para meditar en los gravísimos problemas que siempre han preocupado profundamente al género humano, los problemas de su origen y de su fin, de dónde viene el hombre y adónde va; aunque sólo esto fuesen los Ejercicios espirituales, nadie dejaría de ver que de ellos pueden sacarse beneficios no pequeños.

Para formar hombres
6. Pero todavía sirven para mucho más. Porque al obligar al hombre al trabajo interior de examinar más atentamente sus pensamientos, palabras y acciones, considerándolo todo con mayor diligencia y penetración, es admirable cuánto ayudan a las humanas facultades; de suerte que en esta insigne palestra del espíritu, el entendimiento se acostumbra a pensar con madurez y a ponderar justamente las cosas, la voluntad se fortalece en extremo, las pasiones se sujetan al dominio de la razón, la actividad toda del hombre, unida a la reflexión, se ajusta a una norma y regla fija, y el alma, finalmente, se eleva a su nativa nobleza y excelencia, según lo declara con una hermosa comparación el papa San Gregorio en su libro Pastoral:
«El alma humana, a la manera del agua, sí va encerrada, sube hacia la alto, volviendo a la misma altura de donde baja; pero si se la deja libre, se pierde, porque se derrama inútilmente en lo más bajo»[5].

Además, al ejercitarse en las meditaciones espirituales, la mente, gozosa en su Señor, no sólo es avivada como por ciertos estímulos del silencio y fortalecida con inefables raptos, como advierte sabiamente San Euquerio, obispo de Lyón[6], sino que es invitada por la divina liberalidad a aquel alimento celestial, del que dice Lactancio: Ningún manjar es más sabroso para el alma que el conocimiento de la verdad[7], y es admitida a aquella escuela de celestial doctrina y palestra de artes divinas[8], como la llama un antiguo autor (que largo tiempo se creyó fuese San Basilio Magno), donde es Dios todo lo que se aprende, el camino por donde se va, todo aquello por donde se llega al conocimiento de la suprema verdad[9].

De donde se sigue claramente que los Ejercicios espirituales tienen un maravilloso poder, así para perfeccionar las facultades naturales del individuo como principalmente para formar al hombre sobrenatural o cristiano. Ciertamente que en estos tiempos, cuando el genuino sentido de Cristo, el espíritu sobrenatural, esencia de nuestra santa religión, vive cercado por tantos estorbos e impedimentos, cuando por todas partes domina el naturalismo, que debilita la firmeza de la fe y extingue las llamas de la caridad cristiana, importa sobre toda ponderación que el hombre se sustraiga a esa fascinación de la vanidad que obnubila lo bueno[10], y se esconda en aquella bienaventurada soledad, donde, alumbrado por celestial magisterio, aprenda a conocer el verdadero valor y precio de la vida humana para ponerla al servicio de sólo Dios; tenga horror a la fealdad del pecado; conciba el santo temor de Dios; vea claramente, como si se le rasgase un velo, la vanidad de las cosas terrenas, y, advertido por los avisos y ejemplos de Aquel que es el camino, la verdad y la vida[11], se despoje del hombre viejo[12], se niegue a sí mismo, y acompañado por la humildad, la obediencia y la voluntaria mortificación de sí mismo, se revista de Cristo y se esfuerce en llegar a ser varón perfecto, y se afane por conseguir la completa medida de la edad perfecta según Cristo, de la que habla el Apóstol[13]; y más aún, se empeñe con toda su alma en que también él pueda repetir con el mismo Apóstol: «Yo vivo, o más bien, no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí»[14]. Estos son los grados por los que sube el alma a la consumada perfección, y se une suavísimamente con Dios, mediante el auxilio de la gracia divina, lograda más copiosamente durante esos días de retiro, por más fervorosas oraciones y por la participación más frecuente de los sagrados misterios.

Cosas son éstas, venerables hermanos, verdaderamente singulares y excelentísimas, que exceden con mucho a la naturaleza. En su feliz consecución se hallan, y solamente en ella, el descanso, la felicidad, la verdadera paz, que con tanta sed apetece el alma humana, y que la sociedad actual, arrebatada por la fiebre de placeres, busca inútilmente en el ansia de los bienes inciertos y caducos, en el tumulto y agitación de la vida. En cambio, vemos muy bien por experiencia cómo en los Ejercicios espirituales hay una fuerza admirable para devolver la paz a los hombres y elevarlos a la santidad de la vida; lo cual también se prueba por la larga práctica de los siglos pasados, y quizá más claramente por la de nuestros días, cuando una multitud casi innumerable de almas, que bien se han ejercitado en el sagrado retiro de los Ejercicios, salen de ellos arraigadas en Cristo y edificadas sobre El como sobre fundamento[15], llenas de luz, saturadas de gozo e inundadas por aquella paz que supera a todo sentido[16].

Para formar apóstoles
7. Pero de esta plenitud de vida cristiana, que a todas luces producen los Ejercicios espirituales, además de la paz interior, brota como espontáneamente otro fruto muy exquisito, que redunda egregiamente en no escaso provecho social: el ansia de ganar almas para Cristo, o lo que llamamos espíritu apostólico. Porque natural efecto de la caridad es que el alma justa, donde Dios mora por la gracia, se encienda maravillosamente en deseos de comunicar a las demás almas aquel conocimiento y aquel amor del Bien infinito que ella misma ha alcanzado y posee.

Ahora bien: en estos tiempos en que la sociedad humana tiene tanta necesidad de auxilios espirituales, cuando las lejanas tierras de las Misiones blanquean ya para la siega[17] y reclaman cada vez más numerosos operarios, cuando nuestros mismos países exigen escogidísimas legiones de sacerdotes de ambos cleros que sean idóneos dispensadores de los misterios divinos y numerosos ejércitos de piadosos seglares que, unidos estrechamente con el apostolado jerárquico, le ayuden con celosa actividad, consagrándose a las múltiples obras y trabajos de la Acción Católica, Nos, venerables hermanos, enseñados por el magisterio de la historia, consideramos y celebramos los sagrados retiros de los Ejercicios como Cenáculos —alzados como por inspiración divina— donde los corazones generosos, fortalecidos por la gracia, ilustrados por las verdades eternas y alentados por los ejemplos de Cristo, no sólo conocerán claramente el valor de las almas y se encenderán en deseos de salvarlas en cualquier estado de vida en que, después de diligente examen, crean que deben servir a su Creador, sino que, además, aprenderán plenamente el celo, los medios, los trabajos y las arduas empresas del apostolado cristiano.

II. LOS EJERCICIOS EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA

En el principio de la Iglesia
8. Por lo demás, éste fue el procedimiento y método que nuestro Señor empleó muchas veces para formar los pregoneros del Evangelio. Porque el mismo divino Maestro, no satisfecho con permanecer largos años en su retiro de Nazaret, antes de brillar a plena luz ante las gentes e instruirlas con su palabra para las cosas del cielo, quiso pasar cuarenta días enteros en la mayor soledad del desierto.

Y más aún, en medio de las fatigas de la predicación evangélica, acostumbraba asimismo a invitar a los apóstoles al amable silencio del retiro: Venid aparte a un lugar desierto y reposad un poco[18]; y, vuelto ya al cielo desde este mundo de trabajos, quiso que sus apóstoles y discípulos recibieran su última formación y perfección en el Cenáculo de Jerusalén, donde por espacio de diez días perseverando unánimes en la oración[19], se hicieron dignos de recibir al Espíritu Santo: memorable retiro, a la verdad, el primero que bosquejó los Ejercicios espirituales, del que la Iglesia salió dotada de perenne vigor y pujanza, y en el que, con la presencia y poderosísimo patrocinio de la Virgen María, Madre de Dios, se formaron —junto con los apóstoles— aquellos que justamente podríamos llamar los precursores de la Acción Católica.

Desde aquel día, la práctica de los Ejercicios espirituales, si no con el nombre y método que hoy se usa, por lo menos en cuanto a la cosa misma, se hizo familiar entre los antiguos cristianos[20], como enseña San Francisco de Sales y como lo dan a entender los indicios manifiestos que se encuentran en las obras de los Santos Padres.

Así, San Jerónimo exhortaba a la noble matrona Celancia: «Elígete un lugar conveniente y apartado del tráfago familiar, en el cual te refugies como en un puerto. Lee allí tanto la Sagrada Escritura, sea tu oración tan asidua, tan sólido y concentrado el pensamiento sobre todo el futuro, que con esa vacación fácilmente compenses todas las ocupaciones del tiempo restante. Y no decimos esto por apartarte de los tuyos; más bien lo hacemos así, para que allí aprendas y medites cómo habrás de portarte con los tuyos»[21]. Y el contemporáneo de San Jerónimo, San Pedro Crisólogo, obispo de Rávena, dirigía a sus fieles esta conocidísima invitación: «Hemos dado al cuerpo un año, concedamos al alma unos días... Vivamos un poco para Dios, ya que el resto del tiempo lo hemos dedicado al siglo... Resuene en nuestros oídos la voz divina, no ensordezca nuestro oído el tráfago familiar... Armados ya así, hermanos, ordenados así para el combate, declaremos la guerra a los pecados... contando segura nuestra victoria»[22].

En la Edad Media
9. En el decurso de los siglos, los hombres han experimentado siempre en su interior este deseo de la apacible soledad, en la cual, sin testigos, el alma se dedique a las cosas de Dios. Más todavía: es cosa averiguada que cuanto más borrascosos son los tiempos por que atraviesa la sociedad humana, con tanta mayor fuerza los hombres sedientos de justicia y verdad son impulsados por el Espíritu Santo al retiro, «para que, libres de los apetitos del cuerpo, puedan entregarse más a menudo a la divina sabiduría, en el aula de su corazón, y allí, enmudecido el estrépito de los cuidados terrenos, se alegren con meditaciones santas y delicias eternas»[23].

San Ignacio de Loyola
10. Y habiendo Dios suscitado providencialmente en su Iglesia muchos varones, dotados de abundantes dones sobrenaturales y conspicuos por el magisterio de la vida espiritual —los cuales dieron sabias normas y métodos de ascética aprobadísimos, sacados ora de la divina revelación, ora de la propia experiencia, ya también de la práctica de los siglos anteriores—, por disposición de la divina Providencia y por obra de su insigne siervo Ignacio de Loyola nacieron los Ejercicios espirituales, propiamente dichos: Tesoro —como los llamaba aquel venerable varón de la ínclita Orden de San Benito, Ludovico Blosio, citado por San Alfonso María de Ligorio en cierta bellísima carta «Sobre los Ejercicios en la soledad»—, «tesoro que Dios ha manifestado a su Iglesia en estos últimos tiempos, por razón del cual se le deben dar muy rendidas acciones de gracias»[24].

San Carlos Borromeo
11. De estos Ejercicios espirituales, cuya fama se extendió muy pronto por toda la Iglesia, sacó nuevos estímulos para correr más animosamente por el camino de la santidad, entre otros muchos, el venerable y por tantos títulos carísimo para Nos, San Carlos Borromeo, quien, como en otra ocasión recordamos, divulgó su uso entre el clero y el pueblo[25], no sólo con su continuo trabajo y autoridad, sino también con aptísimas normas y directorios, hasta el punto de fundar una casa con el fin exclusivo de que en ella se practicasen los Ejercicios ignacianos. Esta casa, que el mismo santo cardenal denominó Asceterium, viene a ser, en nuestra opinión, la primera de cuantas más tarde, como feliz copia, han florecido por doquier.

Casas de Ejercicios
12. Pues como de día en día creciera en la Iglesia la estima de los Ejercicios, vinieron también a multiplicarse por singular manera las casas a ellos reservadas, verdaderos oasis felizmente colocados en el árido desierto de esta vida, en los que con alimento espiritual se reaniman y confortan a su vez los fieles de uno y otro sexo. Realmente, después del enorme desastre de la guerra, que tan acerbamente perturbó a la gran familia humana; después de tantas heridas como han lastimado la prosperidad espiritual y civil de los pueblos, ¿quién será capaz de enumerar la ingente cifra de los que, viendo cómo se extenuaban y desvanecían las engañosas esperanzas que antes habían alimentado, entendieron claramente cómo habían de posponer las cosas terrenas a las celestiales y, empujados por secreta inspiración del Espíritu Santo, volaron a la conquista de la verdadera paz en el sagrado retiro? Prueba clarísima son todos aquellos que, enamorados de la belleza de una vida más perfecta y santa, o combatidos por las crudelísimas tempestades del siglo o conmovidos por las inquietudes de la vida, o envueltos en los fraudes y sofismas del mundo, o atacados por la terrible pestilencia del racionalismo, o seducidos por los placeres de los sentidos, enderezaron un día sus pasos hacia aquellas santas casas y gozaron del descanso de la soledad, tanto más dulcemente cuanto mayores fueron las pasadas tribulaciones; y con el recuerdo de las cosas del cielo dieron a su vida una orientación sobrenatural.

III. EJERCICIOS ESPIRITUALES PARA LAS DIVERSAS CLASES DE HOMBRES

13. Por nuestra parte, mientras de lo íntimo de nuestro corazón agradecido nos alegramos de esos comienzos de excelente piedad, en cuyo acrecentamiento tenemos por cierto que se halla un eficacísimo remedio y auxilio contra los males que amenazan, nos disponemos a secundar con todas nuestras fuerzas los suavísimos designios de la divina bondad, a fin de que esta secreta inspiración, suscitada por el Espíritu Santo en las mentes de los hombres, no quede privada de la deseada abundancia de los dones celestiales.

Para la Curia Pontificia
14. Y esto lo hacemos con tanto mayor gusto cuanto que ya lo vemos hecho por nuestros predecesores. Largo tiempo hace ya que esta Sede Apostólica, que muchas veces había recomendado los Ejercicios espirituales, enseñaba también a los fieles con su ejemplo y autoridad, convirtiendo los augustos palacios vaticanos, durante unos días, en Cenáculo de la oración y la meditación; costumbre que Nos mismo hemos adoptado espontáneamente con no pequeño gozo y consuelo de nuestra alma. Y para procurar este gozo y consuelo a Nos y a los que cerca de Nos viven, satisfaciendo sus comunes deseos, hemos ordenado ya que se dispongan todas las cosas para que cada año se practiquen los Ejercicios espirituales en nuestros palacios.

Para los obispos
15. Y bien manifiesta está la gran estima que vosotros, venerables hermanos, tenéis a los Ejercicios espirituales: los practicasteis antes de vuestra ordenación sacerdotal y os dedicasteis a ellos antes de recibir la plenitud del orden sacerdotal; más tarde, y no pocas veces, presidiendo vosotros mismos a vuestros sacerdotes, oportunamente convocados, acudís a los mismos para alimentar vuestro espíritu con la contemplación de las verdades eternas. Vuestra conducta a este respecto es tan preclara y meritoria, que Nos no podemos menos de citarla con público elogio. Y no juzgamos dignos de menor recomendación a aquellos obispos de la Iglesia, tanto oriental como occidental, que, junto con el Metropolitano o Patriarca, se han reunido a veces en piadoso retiro, acomodado a sus oficios y cargos. Ejemplo por cierto muy luminoso que esperamos sea imitado con celosa emulación cuando lo consienta la naturaleza de las cosas. Y no habrá, acaso, gran dificultad en esto si tales retiros se hacen con ocasión de aquellas reuniones que celebran por oficio todos los prelados de alguna provincia eclesiástica, ya para atender al bien común de las almas, ya para deliberar sobre lo que más reclame la condición de los tiempos. Esto es lo que Nos pensábamos hacer con todos los obispos de la región lombarda en aquel brevísimo tiempo en que gobernamos la Iglesia de Milán, y sin duda lo habríamos realizado en aquel primer año de pontificado si la Providencia no hubiese tenido otros secretos designios sobre nuestra humilde persona.

Para sacerdotes y religiosos
16. Con razón, pues, estamos convencidos de que los sacerdotes y religiosos que, anticipándose a la ley de la Iglesia, con laudable empeño practicaban con frecuencia los Ejercicios espirituales, en lo futuro emplearán con tanta mayor diligencia este medio de santificación cuanto más gravemente les obliga a ello la autoridad de los sagrados cánones.

Por lo cual exhortamos insistentemente a los sacerdotes del clero secular a que sean fieles en practicar los Ejercicios espirituales, al menos en aquella módica medida que el Código del Derecho Canónico les prescribe[26], de suerte que los emprendan y lleven adelante con ardiente deseo de su perfección, para que adquieran aquella abundancia de espíritu sobrenatural, que les es sumamente necesaria para procurar el provecho espiritual de la grey a ellos encomendada y para conquistar muchas almas para Cristo.

Ese es el camino que han seguido siempre todos los sacerdotes que, ardiendo en celo de las almas, más se han distinguido en dirigir al prójimo por la senda de la santidad y en formar al clero, como, por citar un ejemplo moderno, el beato José Cafasso, recientemente elevado por Nos al honor de los altares. Pues siempre fue cosa ordinaria en aquel varón santísimo el dedicarse asiduamente a los Ejercicios espirituales, con los cuales se santificara más eficazmente a sí propio y a los otros ministros de Cristo y conociera los celestiales designios; siendo al salir de uno de esos sagrados retiros cuando, enriquecido con luz divina, indicó claramente a un sacerdote joven, penitente suyo, que siguiera aquel camino que le condujo a él al sumo grado de la virtud: nos referimos al beato Juan Bosco, cuyo solo nombre es su mayor elogio.

Los religiosos, que están obligados a practicar cada año los santos Ejercicios[27], cualquiera que sea la regla en que militen, hallarán sin duda en estos sagrados retiros una rica e inagotable mina de bienes celestiales, que todos pueden alcanzar según la necesidad de cada uno, para progresar más y más en la perfección y andar con más aliento el camino de los consejos evangélicos. Porque los Ejercicios anuales son un místico Árbol de vida[28], con cuyos frutos tanto los individuos como las comunidades crecerán en aquella laudable santidad con que debe florecer toda familia religiosa.

Y no crean los sacerdotes de uno y otro clero que el tiempo dedicado a los Ejercicios espirituales cede en detrimento del ministerio apostólico. Conviene a este propósito oír a San Bernardo, quien no dudaba en escribir al Sumo Pontífice beato Eugenio III, de quien había sido maestro, estas palabras: «Si quieres ser todo para todos, a imitación de Aquel que se hizo todo para todos, alabo tu humanidad, con tal que sea completa. Mas ¿cómo será completa si te excluyes a ti mismo? También tú eres hombre; luego para que tu humanidad sea completa e íntegra, debe acoger en su seno a ti y a todos los demás; porque de otro modo, ¿de qué te sirve ganar todo el mundo si tú te pierdes? Por lo cual, cuando todos te posean, poséete tú también. Acuérdate, no digo siempre, no digo a menudo, sino a lo menos algunas veces, de volverte a ti mismo»[29].

Para los laicos de Acción Católica
17. Con no menor solicitud, venerables hermanos, aconsejamos que con los Ejercicios espirituales se formen convenientemente las múltiples legiones de la Acción Católica; la cual no desistimos ni desistiremos nunca de fomentar y recomendar con todas nuestras fuerzas, porque tenemos por utilísima (por no decir necesaria) la participación de los seglares en el apostolado jerárquico.

No tenemos ciertamente palabras bastantes con que poder expresar la singular alegría que nos ha inundado al saber que casi en todas partes se han organizado tandas especiales de santos Ejercicios en que se ejercitan estos pacíficos y valerosos soldados de Cristo, y principalmente los grupos de los jóvenes. Los cuales, al acudir frecuentemente a ellos a fin de estar cada vez más preparados y prontos para pelear las sagradas batallas del Señor, en ellos no sólo hallan medios para imprimir en sí más perfectamente el sello de la vida cristiana, sino que tampoco es raro que oigan en su corazón la secreta voz de Dios, que los llama a los sagrados ministerios y a promover la salud de las almas, y hasta los impulsa a ejercitar plenamente el apostolado. Espléndida es, en verdad, esta aurora de bienes celestiales, a la que seguirá y coronará en breve un día pleno con tal que la práctica de los Ejercicios espirituales se propague más extensamente y se difunda con inteligencia y prudencia entre las varias asociaciones de católicos, en especial de jóvenes[30].

Para todos
18. Y como en nuestros tiempos los bienes temporales y las comodidades a ellos consiguientes, juntamente con cierto grado de bienestar, han alcanzado, y no poco, a los obreros y demás personas que viven de un sueldo, alzándolos a un plano mejor de vida, se ha de atribuir a la bondad de Dios misericordioso y próvido el que también se reparta entre el común de los fieles este celestial tesoro de los Ejercicios espirituales, que, a manera de contrapeso, contenga a los hombres, no sea que, oprimidos por el peso de las cosas perecederas y hundiéndose en las comodidades y atractivos de esta vida, caigan miserablemente en las doctrinas y costumbres del materialismo. Por esto, con razón favorecemos con ardiente celo las Obras «en pro de los Ejercicios» que en algunas regiones van creciendo, y, sobre todo, los fructíferos y oportunos «Ejercicios de Obreros» con las anejas «Asociaciones de Perseverancia»; y todas estas cosas, venerables hermanos, deseamos recomendar a vuestra actividad y solicitud pastorales.

IV. MODO DE HACER LOS EJERCICIOS

19. Mas para que los frutos que hemos enumerado se sigan de los santos Ejercicios, es preciso hacerlos con la debida diligencia; porque, si sólo por rutina o perezosa y negligentemente se practican estos Ejercicios, poco o ningún provecho se obtendrá ciertamente de ellos.

Soledad y ausencia de cuidados
20. Por lo tanto, es preciso, ante todo, que en la soledad el alma se entregue a las sagradas meditaciones, alejando todos los cuidados y preocupaciones de la vida ordinaria; pues, como claramente enseña el áureo librito «De la Imitación de Cristo»: En el silencio y la soledad aprovecha el alma devota[31]. Así, pues, aunque pensamos que las santas meditaciones, con que públicamente se ejercitan las masas, son de alabar y se han de promover con toda pastoral solicitud, como enriquecidas por Dios con múltiples bendiciones, sin embargo, recomendamos principalmente los Ejercicios espirituales practicados en secreto, los que llaman «cerrados», en los que el hombre se aparta con más facilidad del trato con las criaturas y recoge las distraídas facultades de su alma para dedicarse sólo a sí mismo y a Dios, por medio de la contemplación de las verdades eternas.

Tiempo suficiente
21. Además, los Ejercicios espirituales genuinos requieren que se invierta en ellos cierto espacio de tiempo. Y aunque, según las circunstancias de las cosas y de las personas, pueden reducirse a pocos días o extenderse a todo un mes, no se han de abreviar demasiado, si se quieren obtener todos los beneficios que prometen los Ejercicios. Porque así como la salubridad de un lugar sólo favorece a la salud del cuerpo cuando se vive allí durante algún tiempo, así el saludable arte de las sagradas meditaciones no ayuda eficazmente al alma si no se ejercita durante cierto tiempo.

Método óptimo
22. Finalmente, interesa en sumo grado, para hacer bien los Ejercicios espirituales y sacar de ellos el debido fruto, que se practiquen con un método bueno y apropiado.

Y es cosa averiguada que, entre todos los métodos de Ejercicios espirituales que muy laudablemente se fundan en los principios de la sana ascética católica, uno principalmente ha obtenido siempre la primacía. El cual, adornado con plenas y reiteradas aprobaciones de la Santa Sede, y ensalzado con las alabanzas de varones preclaros en santidad y ciencia del espíritu, ha producido en el espacio de casi cuatro siglos grandes frutos de santidad. Nos referimos al método introducido por San Ignacio de Loyola, al que cumple llamar especial y principal Maestro de los Ejercicios espirituales, cuyo admirable libro de los Ejercicios[32], pequeño ciertamente en volumen, pero repleto de celestial sabiduría, desde que fue solemnemente aprobado, alabado y recomendado por nuestro predecesor, de feliz recordación, Paulo III[33], ya desde entonces, repetiremos las palabras empleadas en cierta ocasión por Nos, antes de que fuésemos elevado a la cátedra de Pedro, «sobresalió y resplandeció como código sapientísímo y completamente universal de normas para dirigir las almas por el camino de la salvación y de la perfección; como fuente inexhausta de piedad muy eximia a la vez que muy sólida, y como fortísimo estímulo y peritísimo maestro para procurar la reforma de las costumbres y alcanzar la cima de la vida espiritual»[34]. Y cuando, al comienzo de nuestro pontificado, «correspondiendo a los ardentísimos deseos y votos» de los Prelados de casi todo el orbe católico y de uno y otro rito» por la constitución apostólica Summorum Pontificum, fechada el día 25 de julio de 1922, «declaramos y constituimos a San Ignacio de Loyola celestial Patrono de todos los Ejercicios espirituales y, por consiguiente, de todos los institutos, asociaciones y congregaciones de cualquier clase que ayudan y atienden a los que practican Ejercicios espirituales»[35], casi no hicimos más que sancionar con nuestra suprema autoridad lo que estaba en el común sentir de los pastores y de los fieles: lo cual habían dicho implícitamente, junto con el citado Paulo III, nuestros insignes predecesores Alejandro VII[36], Benedicto XIV[37], al tributar repetidos elogios a los Ejercicios ignacianos; los cuales enaltecieron con grandes encomios y aun con el mismo ejemplo de las virtudes que en esta palestra habían adquirido o aumentado todos aquellos que —para decirlo como el mismo León XIII[38]— florecieron más en la doctrina ascética o en santidad de vida[39], en los cuatro últimos siglos.

Y, ciertamente, la excelencia de la doctrina espiritual, enteramente apartada de los peligros y errores del falso misticismo, la admirable facilidad de acomodar estos Ejercicios a cualquier clase y estado de personas, ya se dediquen a la contemplación en los claustros, ya lleven una vida activa en negocios seculares; la unidad orgánica de sus partes; el orden claro y admirable con que se suceden las verdades que se meditan; los documentos espirituales, finalmente, que, una vez sacudido el yugo de los pecados y desterradas las enfermedades que atacan a las costumbres, llevan al hombre por las sendas seguras de la abnegación y de la extirpación de los malos hábitos[40], a las más elevadas cumbres de la oración y del amor divino: sin duda alguna, tales son todas estas cosas que muestran suficiente y sobradamente la naturaleza y fuerza eficaz del método ignaciano y recomiendan elocuentemente sus Ejercicios.

Retiro mensual
23. Resta, venerables hermanos, que para conservar y defender el fruto de los Ejercicios espirituales, que con tantas alabanzas hemos encomiado, y renovar su saludable recuerdo, recomendemos encarecidamente una piadosa costumbre que bien puede llamarse breve repetición de los mismos Ejercicios, esto es, el retiro mensual o a lo menos trimestral. Esta costumbre, que —usando las mismas palabras de nuestro predecesor, de santa memoria, Pío X— vemos gustosos introducirse en muchos lugares[41] y que está en vigor principalmente entre las comunidades religiosas y los sacerdotes piadosos del clero secular, deseamos vehementemente que se introduzca entre los mismos seglares, pues realmente cede en no pequeña utilidad de los mismos; sobre todo entre los que, absorbidos por los cuidados de la familia o enredados en negocios, estén impedidos de hacer Ejercicios espirituales; porque con estos retiros podrán suplir, al menos en parte, los deseados provechos de los mismos Ejercicios.

CONCLUSIÓN

24. De este modo, venerables hermanos, si por todas partes y por todas las clases de la sociedad cristiana se difundieren y diligentemente se practicaren los Ejercicios espirituales, seguirá una regeneración espiritual; se fomentará la piedad, se robustecerán las energías religiosas, se extenderá el fructífero ministerio apostólico y, finalmente, reinará la paz en los individuos y en la sociedad.

Mientras, sereno el cielo y callada la tierra, la noche alcanzaba la mitad de su curso, en el retiro, lejos del concurso de hombres, el Verbo eterno del Padre, hecho carne, apareció a los mortales y en las regiones etéreas resonó el himno celestial: «Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad»[42]. Este pregón de la paz cristiana —la paz de Cristo en el reino de Cristo—, manifestación del deseo mayor de nuestro corazón apostólico, al que intensamente se dirigen nuestras intenciones y trabajos, herirá profundamente las almas de los cristianos que, apartados del tumulto y de las vanidades del siglo, repasaren en profunda y escondida soledad las verdades de la fe y los ejemplos de Aquel que trajo la paz al mundo y se la dejó como herencia: «Mi paz os doy»[43].

Esta verdadera paz, venerables hermanos, anhelamos de corazón para vosotros en este mismo día en que, por favor de Dios, se cumple el quincuagésimo año de nuestro sacerdocio; y la misma con fervorosas oraciones pedimos a Aquel que es saludado como Príncipe de la paz, al aproximarse la dulcísima fiesta del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, que puede llamarse misterio de paz.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el 20 de diciembre de 1929, octavo de nuestro pontificado. PÍO PP. XI

NOTAS
[1] Acta Apostólicæ Sedis, vol. XXI (1929), pág. 5.
[2] Ibíd., 6.
[3] Encíclica Quod auctoritáte (22 de Diciembre de 1885), en Acta Leónis XIII vol. II, pág. 175ss.
[4] Exhortación al clero católico Hærent ánimo (4 de Agosto de 1908); en Acta Sanctæ Sedis vol. XLI, págs. 555-577.
[5] San Gregorio Magno, Pastoral 1, cap. 3, Admonición 15; en Migne, Patrología Latina 77, col.73.
[6] San Euquerio de Lyon, De laude éremi 37; en Migne, Patrología Latina  50, col. 709.
[7] Lactancio, De falsa religióne, libro 1, cap. 1; en Migne, Patrología Latina  6, col. 118.
[8] San Basilio Magno, De laude solitáriæ vitæ, al inicio, en Ópera ómnia (Venecia 1751) tomo II, pág. 379.
[9] Ibíd.
[10] Sabiduría IV, 12.
[11] Juan XIV, 6.
[12] Romanos XIII, 14.
[13] Efesios IV, 13.
[14] Gálatas II, 20.
[15] Colosenses II, 7.
[16] Filipenses IV, 7.
[17] Juan IV, 35.
[18] Marcos VI, 31.
[19] Hechos I, 14.
[20] San Francisco de Sales, Traité de l’amour de Dieu, libro 12, cap. 8.
[21] San Jerónimo, Epístola 148 a Celantia, 24; en Migne, Patrología Latina  22, col. 1216.
[22] San Pedro Crisólogo, Sermón 12; en Migne, Patrología Latina  52, col. 186.
[23] San León Magno, Sermón 19; en Migne, Patrología Latina  54, col. 186.
[24] San Alfonso María de Ligorio, Lettera sull'utilità degli Esercizi in solitudine: Opere ascetiche (Marietti 1847) tomo III, pág. 616.
[25] Constitución Apostólica Summórum Pontíficum (20 de Julio de 1922); en AAS XIV, pág. 421.
[26] Código Pío-Benedictino de Derecho Canónico, canon 126.
[27] Ibíd., canon 595 § 1.
[28] Génesis II, 9.
[29] San Bernardo de Claraval, De consideratióne, libro 1, cap. 5; en Migne, Patrología Latina  182, col. 734.
[30] Cf. Orden del día de Mons. Giacomo Maria Radini-Tedeschi, en el Congreso Católico Italiano (1895).
[31] De la Imitación de Cristo, libro I, cap. 20, 6.
[32] Breviario Romano, en la fiesta de San Ignacio de Loyola (31 de Julio), lección 4.
[33] Letra Apostólica Pastorális offícii, 31 de Julio de 1548.
[34] «San Carlo e gli Esercizi spirituali di Sant’Ignazio», en San Carlo Borromeo nel 3º Centenario dalla Canonizzazione, n.23 (Septiembre de 1910), pág. 488.
[35] Constitución Apostólica Summórum Pontíficum (25 de Julio de 1922); en AAS vol. XIV, pág. 420.
[36] Letra Apostólica Cum sicut (12 de Octubre de 1647).
[37] Letra Apostólica Quántum secéssus (20 de Marzo de 1753); Letra Apostólica Dédimus sane (16 de Mayo de 1753).
[38] Epístola Ignatiánæ commentatiónes (8 de Febrero de 1900); en Acta Leónis XIII vol. VII, pág. 373.
[39] Ibíd.
[40] Epístola Apostólica de Pío XI, Nous avons appris (29 de Marzo de 1929) al Card. Louis-Ernest Dubois.
[41] Exhortación al clero católico Hærent ánimo (4 de Agosto de 1908); en ASS vol. XLI, pág. 575.
[42] Lucas II, 14.
[43] Juan XIV, 27.

martes, 30 de julio de 2019

LOS ALIADOS BOMBARDEANDO CIVILES EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Por Manuel Pérez Villatoro para ABC.
  
LOS CRUELES BOMBARDEOS ALIADOS SOBRE CIVILES: LA VERGÜENZA OCULTA EN LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL
Durante la Segunda Guerra Mundial, oficiales británicos como «Bomberman» Harris abogaron por lanzar explosivos sobre mujeres y niños para provocar el pánico
   
  
La Segunda Guerra Mundial supuso el cénit de los bombardeos sobre la población civil. El ejemplo más conocido fue el de los miles de explosivos que, durante la Batalla de Inglaterra, dejaron caer los nazis sobre los londineses. Sin embargo, lo que suele olvidarse es que los aliados también los utilizaron con el único objetivo de causar el pánico entre las mujeres y niños germanos.

Bajo esta máxima, durante este conflicto Estados Unidos redujo a algunas ciudades como Hamburgo a cenizas para acabar con la resistencia de los hombres de Adolf Hitler o, en su defecto, con la industria germana que -tornillo a tornillo- construía carros de combate y aeroplanos para plantar cara a los aliados en el frente. Con todo, los máximos defensores de los bombardeos sobre la población civil fueron el teniente general británico Arthur Harris y el primer ministro Winston Churchill.

«Ataque absolutamente devastador»
La táctica inglesa de bombardear ciudades empezó a pergeñarse cuando el teniente general Arthur Harris fue puesto al frente del Mando de Bombardeo. Conocido a la postre como «Bomberman» Harris o «Carnicero» Harris, este oficial era partidario de que, si se acosaba a la población, esta se alzaría contra el nazismo. «Los civiles, así se esperaba, se volverían contra sus líderes si se les bombardeaba y se les sacaba de sus casas y no tenían medios para sobrevivir. Se buscaba golpearles con fuerza para que su moral se desmoronara», explica Ian Buruma en «La destrucción de Alemania».
  
Este «bombardeo moral» fue apoyado por Winston Churchill, quien, ya en 1940, había llegado a afirmar que la única forma de derrotar a Alemania era «un ataque absolutamente devastador, exterminador, con bombarderos muy poderosos desde este país sobre el territorio nazi». Al parecer, la idea de que la contienda se extendiera tanto en el tiempo como la Primera Guerra Mundial le parecía intolerable.
  
Sir Arthur Harris - ABC

A nivel práctico la cruel jugada fue perfecta, pues sus continuas misiones de bombardeo obligaron a Albert Speer (el ministro de armamento del Tercer Reich) a trasladar decenas de fábricas hasta una red de túneles excavados bajo los Sudetes. Unos corredores de 213.000 m3 y 58 kilómetros de carreteras para luchar contra los explosivos que caían desde el cielo.
  
Con todo, tan cierto como que Harris era conocido por su cruel uso de los bombardeos era que Hitler también los defendía. Ejemplo de ello es que barajó la posibilidad de reducir la capital inglesa a cenizas. «Göring quiere, mediante innumerables bombas incendiarias de efectos totalmente nuevos, producir incendios en las distintas partes de la ciudad, incendios por todas partes. [...] ¡Destruir Londres por completo! ¿Qué podrán hacer sus bomberos cuando todo esté ardiendo?», explicó en una ocasión el líder nazi.
  
Bombas sobre Hamburgo

Uno de los bombardeos más destacados de la Segunda Guerra Mundialfue el que llevó a cabo el mando aliado sobre Hamburgo (al norte de Alemania). La ciudad era de vital importancia por varias causas. Entre ellas, la cantidad de fábricas que atesoraba y la existencia de un astillero de submarinos.

En el verano de 1943 se estableció que el ataque se llevaría a cabo por sorpresa, y haciendo uso de un curioso sistema de intercepción de radar llamado «Window» (señuelos de aluminio). A su vez, se determinó que sería un bombardeo masivo. Un educado término que implicaba lanzar cuantas más bombas mejor sobre el objetivo con la finalidad de reducirlo a cenizas.
  

Fortaleza volante B-17
   
Tal y como afirma el historiador británico Paul Kennedy en su obra «Ingenieros de la victoria. Los hombres que cambiaron el destino de la Segunda Guerra Mundial», los bombardeos se enmarcaron dentro de la «Operación Gomorra» y comenzaron entre el 23 y el 24 de julio de 1943.

La incursión inicial corrió a cargo de la RAF británica, que atacó la ciudad con nada menos que 791 bombarderos. El 25 le tocó el turno a la fuerza aérea de los Estados Unidos (USAAF). El resultado fueron varios meses de viajes de ida y vuelta acaecidos entre julio y noviembre que se saldaron con la destrucción casi total de la ciudad. Fue uno de los ataques desde el aire más letales de la Segunda Guerra Mundial. Algo similar (en impacto psicológico) que lo sucedido el pasado jueves.

Al final, los aliados contaron 17.000 salidas de bombardeo y una ingente cantidad de bajas realizadas. «Unas 260 fábricas de Hamburgo fueron borradas del mapa, y lo mismo ocurrió con 40.000 casas y 275.000 pisos, 2.600 tiendas, 277 escuelas, 24 hospitales y 58 iglesias. Murieron alrededor de 46.000 civiles», añade el experto inglés en su obra. Este ataque conmocionó sumamente a Alemania y, aunque se quiso minimizar en principio su gravedad, el ministro de propaganda Joseph Goebbels terminó calificando el suceso de un verdadero «desastre».
  
La tristeza de Dresde
Tal y como desvela el famoso periodista e historiador Jesús Hernández en su obra «Las cien mejores anécdotas de la Segunda Guerra Mundial», el bombardeo de la ciudad de Dresde (la capital de Sajonia) fue tan cruel como desconcertante. Y es que, a día de hoy el por qué esta urbe fue borrada del mapa por los aliados sigue siendo un tema que provoca discusiones entre los historiadores. Con todo, la teoría más aceptada es que era «un importante nudo de comunicaciones y contaba con una potente industria». De hecho, el lugar ya había sido objeto de otros ataques a lo largo de la contienda por ello.

Independientemente del objetivo, el bombardeo de Dresde comenzó a las diez de la noche del 13 de febrero de 1945. Durante los últimos estertores de la Segunda Guerra Mundial. «En esta primera oleada participaron 245 cuatrimotores Avro Lancaster que arrojaron 800 toneladas de bombas», explica Hernández en su libro. Esa misma noche, una segunda oleada barrió la urbe. En este caso, mediante una fuerza formada por 529 aparatos.

Una jornada después hicieron su aparición las temibles fortalezas volantes B17 norteamericanas. Unos aparatos equipados con una ingente cantidad de ametralladoras y que eran apodados de esta guisa debido a que su potencia de fuego y su forma de bombardear al enemigo (se apiñaban en grandes formaciones de combate) les hacían ser un verdadero muro frente a los cazas nazis.
  
Pila de cadáveres tras los bombardeos de Dresde

En este caso, la USAAF aportó casi cuatro centenares de estos aparatos, cada uno de los cuales podía portar más de 4.000 kilogramos en explosivos. El 15 los aliados dieron la última pasada, terminando de destruir Dresde. A día de hoy se desconoce el número exacto de bajas que se produjeron, pero Hernández afirma que (entre civiles y soldados) pudieron fallecer más de 300.000 personas, «casi el doble de víctimas de las bombas de Hiroshima y Nagasaki juntas», en palabras del experto.

Las cifras de explosivos lanzados son analizadas por el historiador Andrew Roberts en su libro «La tormenta de la guerra»: «Las 2.680 toneladas de bombas arrojadas arrasaron más de 33 kilómetros cuadrados de la ciudad, y muchos de los muertos fueron mujeres, niños, ancianos y algunos de los cientos de miles de refugiados que huían del Ejército Rojo, que se encontraba a menos de 100 kilómetros al este».

Estos dejaron este mundo asfixiados, calcinados o cocidos, según determina el también historiador Allan Mallinson en uno de sus múltiples estudios sobre el tema. En palabras de Roberts, «cocidos» no es un eufemismo: «Hubo que extraer pillas de cadáveres de un gigantesco depósito de agua contra incendios al que había saltado para escapar de las llamas gente que fue cocida viva».
   
Bombas (no) nucleares en Tokio
A pesar de que los más conocidos a día de hoy son los ataques aliados sobre Europa, Japón también tuvo que padecer los bombardeos aliados (casi exclusivamente los estadounidenses) antes de que los americanos arrojasen sobre Hiroshima y Nagasaki las temibles bombas atómicas.

Entre los destacados es necesario recordar las incursiones de los aeroplanos norteamericanos en 1945 sobre Tokio. Estos fueron llevados a cabo en marzo y, para desgracia de los civiles, se realizaron con explosivos incendiarios con el objetivo de quemar las viviendas de la población (entonces construidas con madera).
  
Vista de Tokio en 1945 tras el bombardeo

Tal y como afirma Néstor Rivero en su libro «Imperio tricéfalo», este bombardeo (llevado a cabo principalmente por aviones B 29) acabó con entre 80.000 y 120.000 vidas. Además, más de un millón de personas se quedaron sin vivienda por culpa de los norteamericanos.

Tal fue la atrocidad de este ataque, que los Estados Unidos decidieron quitar la ciudad de la lista de objetivos sobre los que arrojar la bomba atómica posteriormente. ¿La razón? Que, en palabras de los informes norteamericanos, lo único que provocaría golpear de nuevo a la población civil sería apilar escombros sobre más escombros. Así calificaron los mandos norteamericanos los hechos posteriormente: «Es probable que en incendio de Tokio haya perdido la vida más gente que en cualquier otro período de seis horas en cualquier otro momento de la historia del hombre». Sin duda, una auténtica barbaridad.

lunes, 29 de julio de 2019

NIKITA KRUSCHEV: «LA URSS SÓLO TRAJO MISERIA Y BRUTALIDAD»

Por Israel Viana Silva para ABC (España).

No habían pasado ni seis años desde que Nikita Kruschev había sido destituido como máximo dirigente de la URSS, cuando ABC adquiría en exclusiva para España los derechos de reproducción de sus memorias. «Con un lenguaje directo y expresivo, el exdirigente ha roto el silencio de su retiro para narrar los detalles más desconocidos de la historia contemporánea de la Unión Soviética», anunciaba en el amplio reportaje publicado, el 28 de noviembre de 1970, en «Blanco y Negro». Este diario pagó la cifra más alta de la historia del periodismo español por aquellas confesiones que en Estados Unidos se llevó la revista «Life» y en Inglaterra, «The Times».
  
«Vivo ahora como un ermitaño a las afueras de Moscú. Solo me comunico con los que me guardan de otros (...). Aquí hago resaltar los acontecimientos más sobresalientes del Gobierno de Stalin que dañaron los cimientos de la sociedad soviética. No es mi propósito hacer hincapié en los aspectos positivos», comenzaba Kruschev, el hombre que se convertiría después en el elegido para dirigir los designios del gigante comunista entre 1953 y 1964, en sus escritos. «Si Stalin estuviera vivo, yo votaría para que fuese procesado y castigado por sus crímenes», sentenciaba, antes de empezar a desmenuzar la figura de su antecesor y arremeter contra muchas de sus políticas. En especial, contra la colectivización agraria que condujo a la aniquilación de diez millones de campesinos entre 1928 y 1933.
   
«¿ De cuánta sangre derramada en nuestro país fue responsable Stalin? Los velos que cubrían la respuesta a esta y otras preguntas serán rasgados ahora», advierte antes de retrotraerse hasta 1929, cuando con 35 años fue relevado de sus funciones en el Parlamento de Ucrania y enviado a la Academia Industrial «Stalin», donde su carrera en el Partido Comunista floreció rápidamente hasta convertirse en el jefe del partido en Moscú. «La colectivización había comenzado el año anterior a mi salida de Ucrania, pero hasta un año después de que empezase a trabajar en Moscú no se despertaron mis sospechas sobre sus verdaderos efectos en la población rural. Y hasta muchos años más tarde no me di cuenta del grado de hambre y represión que acompañaron a esta política puesta en marcha bajo Stalin», contaba el exlíder soviético.
   
«Nos suplicaron alimentos»
El objetivo fue imponer sobre el campesinado la completa colectivización de sus tierras en dos años. En los primeros tres meses el número de propiedades campesinas incorporadas a las granjas colectivas pasó de cuatro millones a 14. A principios de la década de 1930, más del 90% de las tierras agrícolas estaban ya colectivizadas, tras convertir los hogares rurales en granjas comunales con sus huertos, ganado y otros bienes. Cuenta Kruschev que su «primer atisbo de la verdad» lo tuvo cuando fue enviado a una de aquellas granjas para entregar un dinero que había recolectado. El objetivo es que compraran herramientas de trabajo con él. «Solo pasamos unos días, pero las condiciones de vida allí eran horribles. Los trabajadores se estaban muriendo de hambre. Convocamos una reunión para entregarles el dinero. Cuando les dijimos que debía ser utilizado para adquirir equipos, nos contestaron que eso no les interesaba, que lo que querían era pan. Nos suplicaron que les diéramos alimentos», recuerda.
  
El entonces colaborador cercano de Stalin reconoció sentirse «horrorizado» por el discurso posterior en el que su líder echó la culpa de los excesos de la colectivización a los miembros activos de los partidos locales, en vez de a él mismo. O cuando se enteró de que parte del ejército había sido movilizado para recoger la cosecha de remolacha en Krasnodar, después de que toda su población hubiera sido enviada a un campo de concentración en Siberia por protestar. «Naturalmente, la cosecha se perdió. Inmediatamente se corrió la voz de que el hambre había estallado en Ucrania. No podía creerlo. Yo había abandonado ese país en 1929, cuando los alimentos eran abundantes y baratos», añade Kruschev, atónito ante las noticias que le llegaban.
   
Comenzaba uno de los periodos más oscuros y sangrientos de la historia de la URSS. El comprendido entre 1932 y 1933 en Ucrania, conocido como «Holodomor», consecuencia de aquella dramática colectivización de la agricultura a la que los campesinos de aquel país —conocido como «el granero de Europa»— se habían resistido en la década anterior. Kruschev asegura que en ese primer año dedicó gran parte de sus esfuerzos a buscar alimentos para la población. «Stalin había sugerido la idea de criar conejos. Y eso fue todo», apunta su sucesor, que aun no era consciente de que, en apenas 24 meses, morirían de hambre entre seis y siete millones de ucranianos. Aproximadamente los mismos que Hitler durante su Holocausto, pero en menos tiempo.
  
Canibalismo
Asegura nuestro protagonista en sus memorias que intentó convencer a Stalin de que aquel país necesitaba ayuda, pero este se «enfado». En ningún momento, eso sí, da señales de enfrentara con más contundencia a su líder para impedir que siguieran muriendo personas inocentes, a pesar de que le habían contado escenas realmente espeluznantes. «Empecé a recibir informes oficiales relativos a las muertes por inanición. Luego, comenzó el canibalismo. Una cabeza humana y dos pies se habían encontrado debajo de un pequeño puente. Al parecer, el cuerpo había sido devorado. Kirichenko me comunicó que había ido a una granja colectiva y describió la escena que encontró de la siguiente manera: “La mujer tenía el cuerpo de su propio hijo sobre una mesa y lo estaba despedazando. Mientras lo hacía, charlaba sin cesar: ‘Ya nos hemos comido a Manechka. Ahora salaremos a Vanechka. Esto no mantendrá durante algún tiempo’. ¿Puedes imaginártelo? ¡Esta mujer se ha vuelto loca por el hambre y había descuartizado a sus propios hijos!”».
  
Muchos historiadores consideran que aquella fue la consecuencia de una política de exterminio deliberadamente planeada por Stalin para aplastar toda resistencia contra el régimen comunista, suprimir los movimientos nacionalistas e impedir la creación de un Estado ucraniano independiente. De hecho, las deportaciones adquirieron dimensiones bíblicas en 1933. Centenares de miles de campesinos fueron enviados en programas de colonización a Siberia, en muchos de los cuales la mortalidad superó el 70% el primer año. La colectivización de la tierra se convirtió en una guerra contra toda la población, a la que se le robaba el trigo, el pan y todos los productos comestibles, bajo amenaza de tortura, deportación o muerte. «Con el método del frío se desnuda al koljoziano (granjero) y se le deja en un hangar. A menudo brigadas enteras sufren desnudas. El método del calor es rociar keroseno en los pies y las faldas de las koljosianas (campesinas). Después se apaga y vuelta a empezar», contaba el escritor Mijail Sojolov en una carta enviada al mismo Stalin, pidiéndole que detuviera aquellas acciones inhumanas. El líder comunista, por supuesto, hizo caso omiso.
  
Y Kruschev, a pesar ser testigo de todas estas atrocidades, tampoco hizo lo suficiente por detenerlo, como él mismo reconoce, por miedo a morir ejecutado como muchos de sus compañeros: «Quizá nunca sabremos cuántas personas perecieron directamente a consecuencia de la colectivización, o indirectamente, como resultado de la manía de Stalin de echar la culpa de sus fracasos a otros. Pero dos cosas son ciertas: primero, la colectivización ideada por él no nos trajo más que miseria y brutalidad; y segunda, que Stalin representaba el papel decisivo en el gobierno de nuestro país en aquel tiempo. Si buscásemos a alguien a quien hacer responsable, honradamente podríamos echar la culpa sobre sus propios hombros. Pero estas reflexiones son ya tardías. Por aquel entonces aun creíamos y confiábamos en él», reconoce el hombre elegido para sucederle.

NOVENA A SAN ALBERTO DE SICILIA

Novena compuesta por un devoto del Santo, e impresa en Murcia por Francisco Benedito en 1783, con las debidas licencias. Los Gozos fueron impresos en Valencia, sin autor ni fecha conocidos.
  
ADVERTENCIA SOBRE EL TIEMPO Y MODO DE HACER LA NOVENA
Siendo el fin de esta Novena la Gloria de Dios nuestro Señor, el aumento de la devoción de San Alberto, y la salud de las almas de sus devotos, los días destinados para hacerla serán: O nueve Domingos seguidos, por haber sido día Domingo en el que nació y murió nuestro glorioso Santo, o nueve días continuos en cualquier tiempo del año. Pero el tiempo más propio para hacerla es en el mes de Agosto, principiándola el dia veinte y nueve de Julio, para dar fin el antes del día siete de Agosto, que es el de la fiesta del Santo: o dar principio la víspera del Santo, para que se concluya el último día de su octava. Mas si el devoto deseare conseguir los efectos saludables de tan Santos ejercicios, deberá prevenirse con una confesión verdadera de sus delitos y con la Sagrada comunión, teniendo por cierto que Ntro. Smo. Padre Clemente X concedió Indulgencia plenaria a todos los Fieles de uno y otro sexo, que asi prevenidos visitaren la Capilla del Santo desde primeras vísperas hasta ponerse el Sol en dicho día siete de Agosto, rogando a Dios nuestro Señor por la paz y concordia entre los Príncipes Cristianos, extirpación de las herejías, &c. 
  
Y porque el mayor obsequio que se hace a los Santos es el imitar sus virtudes, ha de procurar el que hiciere esta Santa Novena reflejar sobre la virtud que se expone en cada uno de los nueve días, que son en las que Dios nuestro Señor hizo singular a nuestro San Alberto, para que meditándolas atentamente se empeñe con ardor en imitarle.
      
NOVENA DEL ÍNCLITO, ESCLARECIDO Y MILAGROSO SEÑOR SAN ALBERTO, TAUMATURGO DE SICILIA
 
  
Por la señal ✠ de la Santa Cruz; de nuestros ✠ enemigos líbranos, Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
 
ACTO DE CONTRICIÓN
Clementísimo Jesús, Padre de las misericordias, y Dios de toda consolación, nosotros pecadores afligidos con el grave peso de nuestras maldades os suplicamos, extendáis piadoso sobre nuestros corazones el benigno rocío de vuestra gracia, para que amorosamente enternecidos lloremos nuestras culpas, las que de todo corazón detestamos, y aborrecemos por ser Vos quien sois, y porque os amamos sobre todas las cosas. Amén.
   
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Dios, y Señor de las Majestades, yo os adoro, reverencio e invoco con todo el afecto de mi corazón, y os doy infinitas gracias y alabanzas porque os dignasteis enriquecer a vuestro glorioso Siervo y Patrón mío Señor San Alberto, destinándole para dechado de todas las Virtudes desde su nacimiento, para cuyo efecto le preveniste con prodigiosas señales; llenándole desde su infancia de vuestras copiosas bendiciones de dulzura, siendo un asombro la gracia de hacer milagros, con que amaneció al mundo; suplícoos Señor, que así como os dignasteis que este admirable Santo cooperase a vuestra gracia desde su misma infancia, conservándose siempre con una honestidad pura y virginal candor, huyendo del Mundo y sus lazos, retirándose a los Templos, y después al Sagrado de la Religión, en cuyo estado os entregó enteramente su corazón, y por vuestro amor convirtió a innumerables almas, y a otras edificó con la práctica de todas las virtudes, haciendo honor especial del Carmelo. Suplícoos, Señor, os dignéis concederme una gran pureza de intención, una continua victoria contra las tentaciones de mis enemigos, una afición cordialísima a los Sagrados Templos, y un continuo pensamiento de que estáis presente a todas mis acciones, para que imitando a San Alberto logre su patrocinio, y vuestra amistad en esta vida, y después gozaros por eternidades en la Gloria. Amen.

DÍA PRIMERO – 29 DE JULIO
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Omnipotente Dios y Señor mío, que por las oraciones y súplicas de vuestros siervos les concedéis liberal hijos pasmosos en Santidad y virtud después de muchos años de infecundos y estériles, para manifestar con estos Prodigios vuestra Soberana Omnipotencia: Favor que recibieron los Padres del Glorioso San Alberto, quienes después de veinte y seis años de esterilidad alcanzaron con repetidas oraciones, y súplicas el tener un hijo tan prodigioso como San Alberto, que fue mas parto de la oración y de la gracia, que efecto de la naturaleza: Humildemente os suplico quitéis de mi corazón y alma la esterilidad que en ella han ocasionando los vicios, y que la fecundéis con la prole hermosa de todas las virtudes, arrancando las terrenas inclinaciones, con que arrastran y maltratan los apetitos al Espíritu, y encendiendo a este en vuestro divino amor, para que os ame como a Dios y Señor mío. Esto espero conseguir de vuestro Soberano poder, por la intercesión del Glorioso San Alberto: como también lo que especialmente en esta Novena os suplico, si conviene, para mayor honra y gloria vuestra, y bien de mi alma. Amén.
  
Dicha esta Oración se rezará una vez el Padre nuestro y dos el Ave María, con Gloria Patri, en reverencia de haberlo rezado así el Santo cuando se disponía para morir.
   
CONCLUSIÓN PARA TODOS LOS DIAS
Amorosísimo Patrón mío Señor San Alberto, esplendor y gloria de la esclarecida Religión de María Santísima del Carmen, a quien reservó la Divina Providencia para universal alivio de los pobres necesitados cuando más abunda el mundo en maldades, atrocidades, y delitos, para que suspendiendo con tu Santísima vida el azote de la Divina Justicia, lograses con tu predicación y ejemplo convertir a innumerables almas del perverso camino de los vicios, siendo amparo de los Pueblos los libraste de grandes opresiones y trabajos con portentosos milagros; oíd mis voces, y compadeceos de mi necesidad, como habéis oído y favorecido a los muchos que os han invocado y experimentado vuestra benigna protección: Interceded con la Majestad Divina para que no me castigue como lo piden mis pecados, y como dicta su Justicia, para que libre mi alma de los lazos de tantos vicios como me rodean, imitándoos con una santa vida en cuanto fuere posible, logre salir con victoria, por medio de una dichosa muerte, de los trabajos y aflicciones de este mundo, para gozaros eternamente en la Gloria. Amén.
    
GOZOS Y LOORES AL GLORIOSO SAN ALBERTO
  
Pues con Dios tan poderoso
Eres, Alberto, al Señor
Pide nos dé por tu amor
Salud y verle glorioso.
   
Antes que al mundo nacieras,
Tu madre Antorcha te vio,
Luz con que a entender les dio
A ella y mundo las veras;
Aun en tus luces primeras
De tu ser tan luminoso:
Pide nos dé por tu amor
Salud y verle glorioso.
    
En el Jardín de María
De ocho años flor naciste,
Con que al Carmelo le diste,
Alberto, un alegre día:
Porque en ti le preveía
María su honor lustroso:
Pide nos dé por tu amor
Salud y verle glorioso.
    
Tu candor procuró ajar
El maldito Lucifer,
Pero le supo vencer
Tu pureza singular:
Y al mismo paso azotar
A tus pies rendido un oso:
Pide nos dé por tu amor
Salud y verle glorioso.
   
Arrojando una chinilla
La lámpara se quebró;
Pero a sí se escalabró,
Pues tu oración pudo unirla:
Y obrar una maravilla
A pesar de su destrozo:
Pide nos dé por tu amor
Salud y verle glorioso.
   
Virgen, pobre y obediente,
Tal ciencia infusa alcanzaste,
Que almas a Dios le ganaste
Tantas, que no hay quien las cuente:
Predicador penitente
Y observante religioso:
Pide nos dé por tu amor
Salud y verle glorioso.
   
Sitio y hambre padeció
Mesina siempre gloriosa,
Y tu oración fervorosa
Su socorro le alcanzó:
En tres galeras que vio
Cargadas de trigo hermoso:
Pide nos dé por tu amor
Salud y verle glorioso.
   
Sobre las aguas pasaste,
Cual si fueran firme suelo,
Para dar a Dios y al Cielo
Los judíos que libraste:
Convertiste y bautizaste
En aquel plátano hundoso:
Pide nos dé por tu amor
Salud y verle glorioso.
   
Con tu agua, maravillas
Tantas, vivo y muerto hiciste,
Y a tantos la salud diste
Que dudo puedan decirlas:
Ciudades, Pueblos y Villas,
A quien vales prodigioso:
Pide nos dé por tu amor
Salud y verle glorioso.
    
Las fragancias olorosas
Que de tu cuerpo salieron,
En tu muerte repitieron
Las campanas milagrosas:
Aquellas fueron de rosas,
Y éstas te aclaman famoso:
Pide nos dé por tu amor
Salud y verle glorioso.
    
El sello en tu santidad
Echó el Cielo en conclusión,
Pues cesó la división
Entre Clero y la Ciudad:
Mostró Dios su voluntad
Contigo siempre amoroso:
Pide nos dé por tu amor
Salud y verle glorioso.
    
Dos Ángeles que bajaron
Con asombro del concurso
(Fue la oración el concurso)
El “Os justi” te entonaron:
Y Santo te declararon
En tu entierro milagroso:
Pide nos dé por tu amor
Salud y verle glorioso.
   
Ciegos, tullidos, llagados,
Hallan en ti la salud,
Y con divina virtud
Libras los endemoniados:
Los dolientes desahuciados
Logran remedio dichoso:
Pide nos dé por tu amor
Salud y verle glorioso.
    
Tu intercesión poderosa,
En curar de calenturas,
Se señala, y de apreturas
De las que encinta penosa
Hora temen peligrosa,
Socorredlas portentoso:
Pide nos dé por tu amor
Salud y verle glorioso.
  
Pues con Dios tan poderoso
Eres, Alberto, al Señor
Pide nos dé por tu amor
Salud y verle glorioso.
           
Antífona: Oh Alberto Santisimo, norma de limpieza, pureza, y castidad, ruega por mí a la que es Madre de Misericordias, para que en este valle de miserias me libre de mis enemigos, y me lleve libre ya de la mortalidad del cuerpo, a gozar para siempre de los descansos eternos.
℣. Bienaventurado Señor San Alberto, rogad por mí a nuestro Señor Jesucristo.
℟. Para que merezca ser oído de su Majestad, y alcance su gracia.

ORACIÓN
Dios y Señor nuestro, que al glorioso San Alberto, libre de las miserias de esta vida, le colocasteis en vuestra Gloria, a donde con los Ángeles y Santos goza de los descansos eternos; mirad con ojos de misericordias nuestros deseos, y oíd nuestras oraciones, para que entre su compañía os gocemos para siempre y por todos los siglos en el monte de la eterna felicidad, a donde vives y reinas con el Padre y con el Espíritu Santo. Amén.

En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

DÍA SEGUNDO – 30 DE JULIO
Por la Señal,...
Oración de Preparación
 
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Criador y Señor de todo el Universo, que siendo el más rico y poderoso por tener en vuestras manos los tesoros todos del Cielo y de la tierra, elegisteis por nuestro amor la necesidad y pobreza para enriquecer a los mortales con ella, y para enseñarnos que para ser verdaderos discípulos vuestros, es necesario dar de mano a todo lo temporal y terreno, consejo que practicó puntualmente San Alberto, despreciando por vuestro amor, con una resolución sin segunda todas las conveniencias y riquezas de sus padres, y todas las esperanzas dulces con que le brindaba el mundo, abrazando gustoso la religiosa pobreza en la Religión de vuestra Santísima Madre y nuestra María Santísima del Carmen, para buscar con menos embarazo y con más vivas ansias las riquezas verdaderas del Cielo: humildemente os suplico me concedáis un generoso desprecio de los bienes engañosos de esta vida, para que rica mi alma con la verdadera pobreza de espíritu, solicite ansioso los bienes verdaderos y eternos, siendo por medio de esta virtud verdadero discípulo vuestro. Esto espero de vuestra piadosa mano, como también el que me concederéis liberal lo que especialmente os pido en esta Novena, si conviene, para mayor gloria vuestra y bien de mi alma. Amén.
    
Rezar un Padre nuestro, dos Ave Marías y el Gloria. La Oración y los Gozos se rezarán todos los días.
 
DÍA TERCERO – 31 DE JULIO
Por la Señal,...
Oración de Preparación

ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Amantísimo Dios y Señor mío, cuyo purísimo Espíritu ama tanto la celestial virtud de la castidad, que por ella concedió a muchas almas singulares prerrogativas y excelencias, y eligiéndolas por Templo y morada suya tiene con los puros y castos sus gustos y complacencias: Virtud que practicó con tanta perfección San Alberto, que tentado, siendo Novicio, por el bello rostro de un bien formado cuerpo de una Dama, que tomó para este fin el Demonio, le venció valiente, arrojando al disfrazado Dragón a las penas eternas del Infierno; por cuya victoria, y por otros muchos triunfos, le llama la Iglesia Norma y regla de pureza, dechado de castidad y continencia: Humildemente os suplico, me concedáis esta Virtud Angélica, para que siendo casto y puro en mis pensamientos, palabras y obras logre la dicha de ser Templo y Casa vuestra, y teniéndoos tan de asiento en mi alma, consiga el adorno hermoso de las Virtudes, y el ser en mí vuestra delicia y complacencia, y lo que especialmente os pido en esta Novena, si conviene, para vuestra mayor honra y gloria, y bien de mi alma. Amén.
    
Rezar un Padre nuestro, dos Ave Marías y el Gloria. La Oración y los Gozos se rezarán todos los días.
    
DÍA CUARTO – 1 DE AGOSTO
Por la Señal,...
Oración de Preparación

ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Eterno Dios de mi alma, que siendo impasible por esencia, quisisteis vestir el tosco barro de la humana naturaleza, padeciendo en ella dilatados ayunos, repetidos trabajos y continuas asperezas, para enseñarnos la Virtud excelsa de la Penitencia, a fin de que pagásemos con ella las cuantiosas deudas que causaron nuestras culpas, y restituyésemos a la razón el perdido señorío de nuestras potencias; virtud que ejerció con tanta admiración San Alberto, que no obstante no haber cometido jamás pecado mortal alguno, fue pasmo y asombro de penitencia, discurriendo siempre su industria exquisitos modos de castigar los sentidos de su mortificado cuerpo: Humildemente os suplico me concedáis, Señor, esta virtud, para que con ella pague en esta vida las crecidas sumas de penas que debo a vuestra Justicia causadas por mis ofensas, para que quite del alma la fea mancha del pecado que borró la hermosa imagen vuestra, y para que despojadas mis pasiones del usurpado señorío, mandando la razón como debe, cumpla en todo vuestra divina Voluntad y preceptos, y lo que especialmente os pido en esta Novena, si conviene, para vuestra mayor honra y gloria, y bien de mi alma. Amén.
      
Rezar un Padre nuestro, dos Ave Marías y el Gloria. La Oración y los Gozos se rezarán todos los días.
  
DÍA QUINTO – 2 DE AGOSTO
Por la Señal,...
Oración de Preparación
   
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Enamorado Señor de nuestras almas, cuyo amor, no satisfecho con emplear tres años de vuestra vida en predicar para enseñarnos el verdadero camino del Cielo, eligió con admirable Providencia en todos tiempos Varones insignes en Santidad, para que apartasen con su predicación a los hombres del peligroso camino del Infierno, entre los cuales disteis en Sicilia al glorioso San Alberto, cuando más desenfrenado aquel Reino corría al precipicio, cometiendo horribles y sacrílegos pecados, adornándole con tanto fervor y espíritu, que no había corazón protervo y obstinado que no se rindiese a su voz, siendo la materia más usada de sus Sermones el amor de Dios y del prójimo: Humildemente os suplico. Señor, me comuniquéis vuestros auxilios, para que oyendo con fruto a los Ministros de vuestra Iglesia, logre mi alma por su doctrina y enseñanza apartarse del errado camino de los vicios, y abrasada con el fuego de la caridad os ame sobre todas las cosas, y al prójimo como a mí mismo, y que me concedáis lo que especialmente os pido en esta Novena, si conviene, para mayor honra y gloria vuestra, y bien de mi alma. Amén.
      
Rezar un Padre nuestro, dos Ave Marías y el Gloria. La Oración y los Gozos se rezarán todos los días.
  
DÍA SEXTO – 3 DE AGOSTO
Por la Señal,...
Oración de Preparación
   
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Benignísimo y Piadosísimo Señor, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, que por vuestra bondad inmensa nos comunicáis alivio cuando más los trabajos y enfermedades nos molestan: Piedad que experimentó el glorioso San Alberto, pues logró, estando enfermo, que en defecto del religioso enfermero, vuestra Madre María Santísima como enfermera suya le asistiese: y cuando estaba afligido, consiguió repetidas veces por muchas horas la gustosa visita de esta Soberana Princesa, que como Madre de Clemencia quería aliviar con su vista los desconsuelos y trabajos de su Siervo: Humildemente os suplico, disponga vuestra Clemencia que visitando nuestras almas la que es Madre de misericordias, quite de ellas todo lo que sea ofensa vuestra, y arrancando las profundas raíces del pecado, plante de nuevo las de vuestra Santísima gracia, para que den frutos copiosísimos de honor y honestidad, y siempre estén adornadas con las hermosas flores de todas las virtudes, y así logremos el alivio de nuestras necesidades, consuelo en todas las aflicciones y trabajos, y lo que especialmente os pido en esta Novena. si conviene, para mayor honra y gloria vuestra, y bien de mi alma. Amén.
     
Rezar un Padre nuestro, dos Ave Marías y el Gloria. La Oración y los Gozos se rezarán todos los días.
  
DÍA SÉPTIMO – 4 DE AGOSTO
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Oración de Preparación
   
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Omnipotente Dios y Señor de todo lo Criado, que comunicáis a vuestros Santos virtud para obrar portentosas maravillas, y así sois admirable en ellos por medio de sus obras y alabado por las criaturas todas: Una y mil veces os alabo por el gran poder que liberal comunicaste al glorioso San Alberto, en quien siempre resplandecieron los poderes de vuestra Omnipotencia, por los muchos prodigios que para alivio de los afligidos Pueblos obraba su ardentísima caridad a cada paso, ejercitándose en expeler al Demonio de los cuerpos que poseía: en dar salud a los enfermos, libertad a los Cautivos, serenidad y buen tiempo a los navegantes: en caminar sobre las aguas para libertar y salvar a muchos fluctuantes que devotos le invocaban, y en estorbar la última ruina de Sicilia por medio de un portentoso milagro: Humildemente os suplico manifestéis el poder infinito de vuestro Omnipotente brazo, en reducir al gremio de vuestra Santa Iglesia a todos los que están fuera del Catolicismo, ca la conversión de todos los pecadores, en la mudanza de mis costumbres, para que mi conducta sea semejante a la de San Alberto, y en concederme piadoso lo que especialmente os pido en esta Novena, si conviene, para mayor honra y gloria vuestra, y bien de mi alma. Amén.
    
Rezar un Padre nuestro, dos Ave Marías y el Gloria. La Oración y los Gozos se rezarán todos los días.
 
DÍA OCTAVO – 5 DE AGOSTO
Por la Señal,...
Oración de Preparación
   
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Soberano Remunerador de nuestras almas, que premiando liberal con grande exceso lo bueno de nuestras obras, para honra y gloria vuestra, hacéis patentes al mundo las virtudes de vuestros Santos, entre los cuales el glorioso San Alberto recibió aquel admirable premio, jamás oído, de ser Canonizado antes de enterrarse su cuerpo, disponiendo Vuestra altísima Providencia que por ministerio de dos Ángeles se publicase estar ya gozando en la Gloria los eternos premios de sus Virtudes: Humildemente os suplico, Señor, que por los méritos infinitos de vuestra Pasión y Muerte, y por los grandes del glorioso San Alberto, me comuniquéis vuestra Santísima gracia, para que empleando mi vida en obras de vuestro agrado, logre una buena y dichosa muerte, y con ella consiga el veros eternamente en la Gloria. Así lo espero, Señor, de vuestras misericordias por la intercesión poderosa del glorioso San Alberto: como el que concedáis liberal, lo que especialmente os en esta Novena, si conviene, para mayor honra y gloria vuestra, y bien de mi alma. Amén.
      
Rezar un Padre nuestro, dos Ave Marías y el Gloria. La Oración y los Gozos se rezarán todos los días.
   
DÍA NOVENO – 6 DE AGOSTO
Por la Señal,...
Oración de Preparación
   
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Misericordiosísimo Señor de Cielos y tierra, en cuyas manos está la medicina y remedio de todas nuestras dolencias y enfermedades: Vos, Señor, que para nuestro alivio comunicasteis a las Reliquias del Glorioso San Alberto aquel tan singular Privilegio de que tocadas al agua que en su nombre se bendice, le comunicasen tal virtud y eficacia para librarnos y sanarnos de toda especie de enfermedad, que parece ser una fuente perenne de sanidad, a vista de los repetidos prodigios que cada día experimentamos: Humildemente os suplico, me concedáis el agua cristalina de vuestra gracia para que libre de la maligna fiebre de mis pasiones y vicios, logre mi alma siempre salud perfecta. También os pido, Señor, la salud del cuerpo, si tengo de emplearle en obras de vuestro agrado. Confío lograr de vuestras misericordias estas gracias por la intercesión poderosa del Glorioso San Alberto, y lo que especialmente os he suplicado, y de nuevo pido en esta Novena, si conviene, para mayor honra y gloria vuestra, y bien de mi alma. Amén.
      
Rezar un Padre nuestro, dos Ave Marías y el Gloria. La Oración y los Gozos se rezarán todos los días.