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martes, 31 de marzo de 2020

LOS ENGAÑOS DE LA DICTADURA COMUNISTA CHINA (Para los que les gusta el comunismo chino)

Tomado de NOTICIERO DIGITAL.
   
VARGAS LLOSA Y LA PESTE CHINA
AMÍLCAR APONTE OCHOA
El recién pasado domingo 15 de este mes y año, como lo acostumbra semanalmente en el diario El País de España, nuestro Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa escribió un artículo que tituló “¿Regreso al Medioevo?”, donde destaca a la actual pandemia de la “Peste China”, como realmente debiera llamarse y no alcahuetamente Covid-19 o Coronavirus; donde en un párrafo apunta:
“Nadie parece advertir que nada de esto podría estar ocurriendo en el mundo si China Popular fuera un país libre y democrático y no la dictadura que es. Por lo menos un médico prestigioso, y acaso fueran varios, detectó este virus con mucha anticipación y, en vez de tomar las medidas correspondientes, el Gobierno intentó ocultar la noticia, y silenció esa voz o esas voces sensatas y trató de impedir que la noticia se difundiera, como hacen todas las dictaduras. Así, como en Chernóbil, se perdió mucho tiempo en encontrar una vacuna. Sólo se reconoció la aparición de la plaga cuando ésta ya se expandía. Es bueno que ocurra esto ahora y el mundo se entere de que el verdadero progreso está lisiado siempre que no vaya acompañado de la libertad. ¿Lo entenderán de una vez esos insensatos que creen que el ejemplo de China, es decir, el mercado libre con una dictadura política, es un buen modelo para el tercer mundo? No hay tal cosa: lo ocurrido con el coronavirus debería abrir los ojos de los ciegos.”
La franqueza allí condensada, de la responsabilidad del gobierno comunista Chino en esta catástrofe planetaria, catalogada por la OMS como una pandemia de consecuencias impredecibles e inimaginables, como es su costumbre cuando se le dice la verdad, le causó ira y de inmediato ordenó censurar a Vargas Llosa, sacando de circulación sus obras, a pesar de ser el escritor de habla hispana más leído en ese país.
   
Así mismo, la embajada China en la República del Perú emitió un comunicado donde entre otras cosas dice lo siguiente:
“No sabemos qué contribuciones ha hecho el Sr. Vargas Llosa para el combate contra el Covid-19 tanto en Europa como el Perú……”
No es del oficio o profesión de Vargas Llosa salir a contribuir a combatir esa “Peste China” en ninguna parte, pero sí es de su oficio como intelectual y escritor, además, por su talante democrático y como defensor a ultranza de la libertad de la ciudadanía de cualquier país oprimido, expresar públicamente mediante la denuncia certera, cuando se trate de disfrazar, matizar, esconder o reprimir la voluntad de los pueblos a ser libres, aún, a costa de sufrir cualquier represión en su contra por parte de los opresores y la China comunista ni con su propaganda, esto lo puede ocultar.
    
Lo que sí puede estar segura la dictadura comunista china, es que Vargas Llosa no ha contribuido en nada para que ese virus se haya propagado y cobrado tantas vidas, y una hecatombe planetaria, como ellos si lo han hecho.
   
Continúa el comunicado con: “Respetamos la libre expresión, pero eso no implica aceptar arbitrarias difamaciones y estigmatizaciones”; …la desfachatez y el cinismo son características que identifica a los comunistas, al grado de causar risa, como eso de que la dictadura comunista china respete la libre expresión, ni de pensamiento ni de nada; y creen que pueden jugar con el castellano: decir la verdad no es difamar, y estigmatizar según el diccionario es “Marcar a uno con un hierro candente”, el único hierro candente que utiliza el gobierno dictatorial y comunista chino es la opacidad, ocultismo, falacias, embustes y las mentiras que dicen.
Concluye el escrito de la embajada china con: “La embajada china seguirá defendiendo firmemente la imagen y dignidad de nuestro país”; sería muy bueno que lo hicieran devolviendo la libertad a un pueblo oprimido, censurado, sin libertad y que alguna vez digan la verdad.
Es público, notorio y comunicacional, el basamento de lo expuesto por Vargas Llosa, verdades que a continuación indicamos:
  1. La peste que asola al planeta es de origen Chino, aunque por celestinaje la OMS no lo diga, o es que acaso no se inició en una población denominada Wuhan, ¿Dónde queda, pues?
  2. En diciembre del 2019 tenían identificado el virus y comprobado que se trasmitía a los seres humanos, la dictadura impidió que los científicos alertaran al mundo y dar la información, antes por el contrario ordenaron destruir las muestras de laboratorio que explicaban la causa de la neumonía viral.
  3. Durante todo el mes de enero los asesinos del gobierno chino negaron que lo que ocurría fuera un caso de transmisión persona a persona.
  4. Esa dictadura comunista es tan brutal y malévola que hicieron callar a los médicos y científicos que querían alertar al mundo de la gravedad de la “Peste China”.
  5. El Dr. Li Weliang en diciembre empezó a alertar a sus compañeros de la escuela de medicina sobre lo contagioso del virus, parecido al SARS que el año 2000 se esparció desde China al resto del mundo y causó muchos muertos.
  6. El Dr. Li Weliang fue arrestado por la dictadura y para liberarlo tuvo que suscribir un documento donde aceptaba haber cometido un error, hacer declaraciones falsas en las redes sociales y se comprometía a reflexionar sobre sus errores.
  7. La policía de la dictadura utilizó durante varias semanas la televisión pública, única que hay, para desacreditar a dicho Médico y pedían a la población a no creer en rumores.
  8. El Dr. Li Weliang junto a otros Médicos fueron silenciados, murió a los 34 años contagiados por el virus y dejó una esposa embarazada y un pequeño hijo, así respetan la libertad de expresión los comunistas chinos.
  9. Una dictadura comunista tan genocida, que promovió el banquete del año nuevo lunar a finales de enero, festividad tradicional donde millones de chinos se trasladaron a otras localidades para visitar familiares, a pesar de la información que tenía pero ocultaban, y de la velocidad del contagio entre personas.
  10. El 23 de enero aproximadamente 5 millones de chinos abandonaron Wuhan, y prominentes chinos que criticaron la actitud de la dictadura, fueron desaparecidos.
  11. Escondieron información, destruyeron muestras de laboratorio, frenaron pruebas, negaron durante varias semanas la transmisión viral, y no tomaron ninguna medida para evitar que el virus se propagara por el planeta.
  12. Un estudio publicado este mes concluyó que si la dictadura comunista china hubiera actuado en diciembre del 2019 diligentemente, la cantidad de contagios podría haberse reducido en un 95% y su extensión geográfica se habría limitado.
  
Con todos estos elementos y partiendo del principio según el cual, todo aquel que cause un daño está en la obligación de repáralo y resarcirlos, la dictadura comunista china debe subvencionar a los países que están sufriendo de esta pandemia, en el caso de Venezuela el gobierno en vez de solicitar préstamo al FMI, debe exigirle a su socio china la indemnización por los daños causados por el virus, pero además, por su contribución al desastre económico que padecemos.
  
La dictadura comunista china ha cometido un delito de lesa humanidad, y debe buscarse la manera de solicitar su enjuiciamiento.
  
Mario Vargas Llosa es de nuestro patrimonio, del mundo libre y no debemos permitir que sea denigrado por unos asesinos, opresores, déspotas, tiranos comunistas.
   
¡¡¡¡Libertad!!!!, difúndelo.

EL CRUCIFIJO DE SAN MARCELO, DAÑADO POR LA LLUVIA

Noticia publicada en FINESTRE SULL’ARTE.
    
IL MESSAGGERO: “DAÑADO EL CRUCIFIJO DE SAN MARCELO EN EL CORSO”. LA LLUVIA HABRÍA INFLADO LA MADERA
Artículo escrito el 29 de marzo de 2020, 14:31:29 (hora local)
   
   
No fue una buena idea exponer el Crucifijo de San Marcelo en el Corso bajo la lluvia batiente que antier, viernes 27 de marzo, caía sobre Roma: las imágenes de la bendición urbi et orbi del papa Francisco, del resto, nos han mostrado que la escultura del siglo XIV fue expuesta al agua y, en algunos primeros planos, se veían las gotas correr inequivocablemente el cuerpo de Cristo clavado en la cruz. Es una obra de los años setenta del Trecento (os hemos contado la historia), y estando a cuanto hoy informa el Messaggero, la exposición bajo la lluvia habría provocado serios daños a la escultura.
  
“Casi dos horas bajo el agua han inflado el secular leño” [sic], se lee en el artículo firmado por Franca Giansoldati. “Los estucos en diversos puntos han saltado, así como partes del ligero barniz antiguo, en algunas secciones después la témpera utilizada por el anónimo artista para diseñar la sangre que brota del costado se ha soltado, se ha rizado la superficie lígnea labrada sobre los cabellos, y arruinados algunos particulares sobre los brazos. Los daños están en fase de evaluación y para esto la estatua fue recubierta con prisa y prontitud en el Vaticano donde hay a disposición laboratorios de reconstrucción y restauración. Parece que a ninguno ayer al medio día haya tenido de en mente que una pieza de tal antigüedad como esa podría afrontar alteraciones bajo el temporal. Y ahora hay quien se pregunta por qué el antiguo crucifijo no fue puesto en otra parte, protegido quizá bajo el gran cobertizo papal, protegido de la lluvia batiente. Habría quedado poco espacio, cercano al escaño sobre el cual se sentaba el papa Francisco”.
  
No parecen haber llegado comentarios al respecto por el Vaticano, ni mucho menos del Estado italiano, visto que el Crucifijo de San Marcelo en el Corso es una obra de propiedad estatal, tutelada por el Fondo de Edificios de Culto del Ministerio del Interior, al cual pertenece la iglesia de la vía del Corso junto con todo su patrimonio.
   
“Los malignos”, reporta Giansoldati, “afirman que la decisión de abandonar el crucifijo milagroso a la intemperie vino del jefe de ceremonias litúrgicas, monseñor Guido Marini, a fin de poder dejar íntegra la coreografía esencial: el Papa solo bajo el cobertizo iluminado, sobre el sagrado, sin ningún otro elemento”. Pero de cada quién sea la culpa, ahora nos encontramos con una obra que habría sufrido daños importantes, porque es como si alguien le hubiese tirado encima cubetadas de agua, y obviamente todos saben cuántos daños puede provocar la humedad a la madera, especialmente si es antigua. Ahora tocará evaluar qué ha sucedido y, en el caso que los daños sean ingentes, comprender si será posible recuperar la obra, y cuánto costará hacerlo. Cuando bastaba sencillamente ponerla a resguardo.
  
Por Federico Giannini e Ilaria Baratta*
   
   
“Hizo la planta y modelo, y después comenzó a hacer murar la iglesia de San Marcelo de los hermanos de los Servi, obra verdaderamente bellísima”: la iglesia de la que habla Giorgio Vasari en sus Vidas es aquella de San Marcelo en el Corso, antiguamente conocida como San Marcelo en la vía Lata, el espléndido edificio que se encuentra en el tramo final de la vía  del Corso, casi llegando a la plaza Venecia, y el autor es el arquitecto florentino Jacopo Sansovino (Jacopo Tatti; Florencia, 1486 - Venecia, 1570), que en 1519 se ocupó de su reconstrucción, proseguida por mucho tiempo a causa de diversas vicisitudes (el saqueo de Roma que alejó a Sansovino de la ciudad, una riada, retrasos varios), tanto que solo en el siglo XVII  la iglesia pudo ser completada con la fachada proyectada oir Carlo Fontana (Rancate, 1638 - Roma, 1714). El edificio precedente, que tenía una orientación diferente (la fachada estaba sobre el lado opuesto respecto a la actual), fue destruida en la noche entre el 22 y el 23 de mayo de 1519: la tradición afirma que la única manufactura sobreviviente del incendio fue un crucifijo lígneo que decoraba el altar mayor.
  
Se trata de una obra del Trecento tardío, de la cual todavía ignoramos el autor: en la época, Roma registraba una conspicua presencia de obras similares, obras consideradas frecuentemente como taumatúrgicas y por esto objeto de constante devoción, sobre todo en la época de la Contrareforma, cuando la Iglesia debía restablecer una fe que estaba vacilante bajo la oleada de la reforma protestante. El crucifijo de San Marcelo en el Corso, fijado por los estudiosos (la última fue la historiadora del arte Claudia D’Alberto) en los años setenta del siglo XIV, está inserto en una estrecha red de envíos de obras similares, presentes en las iglesias romanas, y pertenecientes al mismo período: el nuestro, por ejemplo, está puesto en relación de dependencia con el más antiguo crucifijo de la iglesia de San Lorenzo en Dámaso, del cual toma la estructura con la parte superior del cuerpo que forma un triángulo, el fortísimo patetismo del rostro sufriente, las costillas y los pectorales muy señalados. Hay una distancia de casi cincuenta años entre las dos obras (el de San Lorenzo en Dámaso sería de la primera década del 1300), y por consecuencia la obra de San Marcelo en el Corso se presenta estilísticamente más actualizada, pero la la matriz es común: el modelo, en específico, parecería llegar del norte de Europa, circunstancia tenida en aquel tiempo en gran consideración en cuanto el crucifijo de San Lorenzo en Dámaso parecería ligado al culto de Santa Brígida de Suecia. La patrona del estado escandinavo, que vivió entre 1303 y 1373, transcurre entre la última parte de su propia existencia en Roma, y sus escritos (en particular por el Sermo Angélicus) parece que fuese devota del crucifijo de San Lorenzo en Dámaso: fácil pues imaginar cómo los artistas se han prodigado en numerosas reproducciones de la imagen arquetípica, y el mismo crucifijo de San Marcelo en el Corso es una prueba.
  
De todos modos, el crucifijo, salido ileso de las llamas que destruyeron la iglesia de San Marcelo en el corso en 1519, fue enseguida considerado milagroso por la población, y esta su luminosa fama creció cuando, en agosto de 1522, el cardenal español Raimundo Vich, obispo de Valencia y Barcelona, para desterrar una pestilencia que estaba desatada en Roma quiso llevar el crucifijo en procesión por toda la ciudad. El rito duró dieciocho días y terminó con el ingreso del crucifijo de San Marcelo en Corso en la basílica de San Pedro: en el entretiempo, la epidemia se había ralentizado, y este evento contribuyó a la reputación del crucifijo, que devino después protagonista de ulteriores procesiones, porque casi desde entonces se ha mantenido la usanza de llevar el crucifijo de San Marcelo en el Corso en ocasión de años santos o de eventos particulares. La procesión del crucifijo de San Marcelo es pues atestiguada durante diversos jubileos: en 1675, del aparato escenográfico dispuesto en torno a la procesión se ocupó el mismo  Carlo Fontana, una ulterior procesión fue organizada para el jubileo extraordinario del 1933-1934, y el crucifijo fue aún el centro de los eventos religiosos para el jubileo del 2000, cuando fue llevado a San Pedro y fue abrazado por Juan Pablo II en ocasión de la Jornada del perdón. Los eventos nos traen después al 27 de marzo del 2020, cuando el crucifijo hizo también el recorrido desde San Marcelo en el Corso a San Pedro, pero sin procesión a causa de las medidas de contención dispuestas para contrastar la pandemia de Covid-19 [sic] por coronavirus que se abate sobre el mundo entero: en esta ocasión, el papa Francisco hace poner el crucifijo ante la entrada de la basílica de San Pedro para invocar la gracia de Dios contra el dilagar de la pandemia.
   
Volviendo a la historia antigua, el evento del 1522 llevó a un grupo de fieles, guiados por algunos nobles romanos, a fundar ese mismo año una confraternidad, la Compañía de los disciplinados, cuyo estatuto fue aprobado por el papa Clemente VII en 1526 y confirmado por Julio III en 1550. Los cofrades obtuvieron el juspatronato de la cuarta capilla de la derecha en la nueva iglesia de San Marcelo en el Corso: se trata del ambiente que, hasta ahora, alberga el crucifijo trecentesco. Una de las primeras providencias de los cofrades fue la de ornar de frescos la capilla, y para hacerlo decidieron dirigirse a uno de los más importantes pintores de la época, Perin del Vaga (Piero di Giovanni Bonaccorsi; Florencia, 1501 - Roma, 1547). Sigue contando Giorgio Vasari el acontecimiento en sus Vidas: “por las alabanzas dadas en la primera obra hecha en San Marcelo, fue deliberado por el prior de aquel convento y por algunos jefes de la Compañía del Crucifijo, la cual tiene una capilla fabricada por sus hombres para reunirse, que ella se debía pintar; y así otorgaron a Perino esta obra, con esperanza de tener algo excelente de él”.
  
Perin del Vaga decoró la capilla presumiblemente entre 1525 y 1527 antes de dejar la ciudad, también él por el saqueo de Roma, tanto que terminó los frescos fue Daniel de Volterra (Daniele Ricciardelli; Volterra, 1509 - Roma, 1566), y tal vez el proyecto original afrontó modificaciones, porque hoy está degorada solamente la vuelta de la capilla, mientras el resto del local está sin adornos. Además, una ruinosa restauración de 1866 ha causado la pérdida de algunas figuras que decoraban la vuelta: en particular, no vemos más los ángeles con los instrumentos de la Pasión y los desnudos dispuestos sobre las cornisas del arco (sustituidos por modernas decoraciones en estuco). Perino pinta, en el centro de la vuelta, la escena de la Creación de Eva, mientras que sobre los lados los evangelistas: ejecutó en autonomía las figuras de Marcos y Juan, mientras que las de Mateo y Lucas fueron terminadas por el pintor volterrano. Vasari describe con claridad estas labores: “hizo en la vuelta a medio barril, en el medio, una historia cuando Dios, hecho Adán, saca de su costilla a Eva su mujer, en la cual se ve a Adán desnudo, bellísimo y artificioso, que yace oprimido del sueño, mientras que Eva se levanta vivísima con las manos juntas y recibe la bendición de su hacedor: la figura del cual esta hecha de aspecto riquísimo y grave, en majestad, derecha, con muchos paños alrededor, que van en solapas hacia el desnudo, y por una banda en mano derecha dos Evangelistas, de los cuales acabó completos San Marcos y San Juan, excepto la cabeza y un brazo desnudo. Hizo en medio entre uno y otro dos putti que abrazan para ornamento un candelabro, que verdaderamente son vivísimos de carne, y semejantemente muy bellos los Evangelistas, en las cabezas y en los paños y brazos y todo lo que Él hizo de su mano”.
  
Si los santos Marcos y Juan están muy arruinados (infiltraciones de humedad han dañado en modo grave las pinturas) y los otros son en parte signados por la intervención de Daniel de Volterra, que en la época en que se completó (entre 1540 y 1543) tenía más de 30 años como aytudante de Perin del Vaga, pero también comenzaba a madurar los primeros trabajos como artista independiente, el recuadro central con la Creación de Eva es uno de los más finos testimonios del arte de Perin del Vaga, que funda su estilo sobre la simplicidad compositiva, sobre el empleo de fuertes cangiantismos (dos colores en contraste), sobre la monumentalidad de los volúmenes que remiten a los precedentes de Miguel Ángel (y esto vale también y sobre todo para los evangelistas), sobre las posturas elaboradas. La Creación de Eva es por otra parte la obra que suscitó el interés de un gran historiador del arte como Giuseppe Fiocco, que en el 1913, en su ensayo publicado en el Bollettino d’arte, después de haber reconstruido la historia de la obra, criticó antes la figura del Padre Eterno, “desde la bella cabeza libremente inspirada en el Moisés de Buonarroti”, pero “que tiene como ahogado el cuerpo en los muchos pliegues de los paños”, y “la Eva corpulenta, aunque vivacísima en el movimiento”, para después alabar sin reservas “el artificioso desnudo de Adán, menos ciegamente calcado sobre su terrible modelo, y sumergidísimo en el abandono del sueño y en la elegante proporción del cuerpo”. Un desnudo que no será hacer difícil resaltar, dada la postura, al Dios fluvial de Miguel Ángel hoy propiedad de la Academia de las Artes del Diseño. Fiocco resaltaba después los reclamos rafaelescos, en particular en los putti que animan los recuadros con los evangelistas y que reclaman al Rafael de los frescos de Santa María de la Paz.
  
No son estas sin embargo las únicas obras de arte que acompañan la historia del crucifijo de San Marcelo en el Corso: hay de hecho pinturas que narran precisamente los acontecimientos. En 1564, la Compañía de los disciplinados fue elevada al rango de archiconfraternidad y por consecuencia aumentó el número de los miembros, tanto que el sodalicio tuvo la necesidad de dotarse de una nueva sede, de un lugar de culto más grande de la capilla en la iglesia de San Marcelo en el Corso: ya que algunos años antes, en 1556, dos miembros de la confraternidad, Cencio Frangipani y Tommaso de’ Cavalieri (Roma, 1509 - 1587), este último conocido por su gran amistad con Miguel Ángel, individualizaron el posible lugar (un terreno ocupado por dos stalle, no lejano de la iglesia de San Marcelo en el Corso) sobre el cual se habría edificado el Oratorio del Crucifijo. La primera pieda fue solemnemente puesta por el cardenal Ranuccio Farnesio (una lápida recuerda que el cantero pudo partir gracias a los recursos ofrecidos por él y de su hermano Alejandro) el 3 de mayo de 1562 y la edificación del oratorio terminó ya al año siguiente: los trabajos, sin embargo, fueron completados en 1568 cuando fue erigida la fachada, según el proyecto del joven arquitecto Giacomo della Porta (Porlezza, 1532 - Roma, 1602), que fue responsable de todo el edificio (tenía solo treinta años cuando presentó el diseño del oratorio a la confraternidad) En los años siguientes se sucedieron las intervenciones artísticas: el cielo raso de madera artesonada fue terminado entre 1573 y 1574 (será sustituido después en 1879), y entre 1578 y 1583 se procedió con los frescos de las paredes laterales, que debían relatar las Historias de la Cruz, en las cuales trabajaron, bajo la supervisión del mismo Tommaso de’ Cavalieri y del pintor Girolamo Muziano (Acquafredda, 1532 - Roma, 1592), algunos entre los más grandes pintores de la época, y entre ellos Giovanni de’ Vecchi (Borgo Sansepolcro, 1536 circa - Roma, 1614), al cual se debe la elaboración del esquema general, Niccolò Circignani llamado el Pomarancio (Pomarance, 1530 circa - después 1597), Cesare Nebbia (Orvieto, 1536 - 1614), el otro Pomarancio, o sea Cristoforo Roncalli (Pomarance, 1553 circa - 1626), Baldassarre Croce (Bolonia, 1558 - Roma, 1628) y Paris Nogari (Roma, 1536 circa - 1601). De’ Vecchi era el pintor preferido de Alessandro Farnesio, Nebbia era el mejor de los alumnos de Muziano, Circignani había trabajado con todos los otros tres, mientras Croce, Nogari y Roncalli fueron “reclutados” por las canteras de la Galería de las Cartas Geográficas del Vaticano, donde todos los tres estaban activos en los años ochenta junto a Circignani (fue con toda probabilidad él quien recomendó a sus colegas).
   
La contrafachada fue en cambio totalmente decorada con frescos que relatan las historias de la confraternidad, en las cuales están obviamente incluidos los acontecimientos del crucifijo milagroso de San Marcelo en el Corso. A fin de la lectura cronológica de los sucesos narrados, tenemos el crucifijo de San Marcelo que sobrevive al incendio de la iglesia (obra de Cristoforo Roncalli), la procesión del crucifijo de 1522 (de Paris Nogari), la aprobación de los estatutos de la Compañía de los disciplinados (de Baldassarre Croce) y la fundación del convento de las monjas capuchinas en el Quirinal (de Cristoforo Roncalli): este último fue construido en 1571 por la Compañía de los disciplinados después de recibir en donación el área que habría albergado el edificio de la noble Juana de Aragón Colonna, duquesa de Tagliacozzo. La decoración de la pared de entrada comenzó en 1583, poco después de completar las paredes laterales, lo hipotizamos sobre la base del único pago que se conserva, relativo a la escena de la fundación del convento de las capuchinas del Quirinal): los frescos fueron conducidos estilísticamente en forma muy homogénea, tanto que la escena con la aprobación de los estatutos fue en el pasado atribuida a Nogari, pero en 1963, durante los trabajos de restauración que involucraron todo el oratorio, fue descubierta la firma de Baldassarre Croce y fue posible por tanto reconducir al boloñés la escena. Típicos ejemplos de la manera romana, los frescos del Oratorio del Crucifijo se distinguen por su gran facilidad de lectura, la presencia de pocas figuras dotadas de proporciones importantes, la amplitud de los volúmenes (se ven las figuras en primer plano en la escena de la procesión). Sobre las escenas destacan las de Cristoforo Roncalli, que se distinguen de la de Croce (esta última, por otra parte, muy arruinada) y por el episodio representado por Nogari para una mayor precisión formal, por las figuras menos esteoretipadas, por el lenguaje más potente (basta ver la figura en primer plano en la escena del incendio).
   
El Oratorio continuó enfrentando refacciones en los siglos siguientes, comenzando por el altar mayor, restaurado en 1740 para acoger mejor el crucifijo cinquecentesco, inspirado en el de San Marcelo en el Corso, donado por un fiel en 1561. Diversas restauraciones siguieron en el siglo XIX, en el momento que la pequeña iglesia fue dañada durante la ocupación napoleónica, mientras que entre los siglos XIX y XX la pérdida de fieles y la menor actividad de la confraternidad arrojaron al oratorio en el olvido: solo en el 1963, cuando el edificio fue confiado al cuidado de las Hermanas de Betania, resurgió con una restauración dirigida por Arnolfo Crucianelli, y posteriores intervenciones se han conducido en 1989 y en el 2000, estas últimas en ocasión del jubileo de aque año, con la restauración de la fachada. Hoy, el oratorio del crucifijo es sede del Oratorio Musical Romano, que prosigue la secular tradición de los conciertos de música sacra que se tienen siempre dentro del edificio casi desde el siglo XVI.
  
En cuanto al crucifijo de San Marcelo en el Corso, la obra continúa siendo objeto de fuerte veneración. Y para mantener vivo el culto de la obra milagrosa, está hoy la archiconfraternidad del Santísimo Crucifijo en la Urbe, heredera de la Compañía de los disciplinados, y activa en el edificio de culto de la vía del Corso, que sigue acogiendo a millares de fieles y devotos que concurren a orar ante esta escultura. Como por quinientos años a esta parte.
  
Bibliografía de referencia
  • Kira Maye Albinski, Art, ritual and Reform: the archconfraternity of the Holy Crucifix of San Marcello in Rome, tesis doctoral en Historia del Arte, The State University of New Jersey, 2017
  • Claudia D’Alberto, Roma al tempo di Avignone. Sculture nel contesto, Campisano Editore, 2013
  • Stefano Pierguidi, Un cantiere ‘gregoriano’ fuori dal Vaticano: l’oratorio del SS. Crocifisso in Claudia Cieri Via, Ingrid D. Rowland, Marco Ruffini (editor), Unità e frammenti di modernità: arte e scienza nella Roma di Gregorio XIII Boncompagni, 1572 - 1585, Serra, 2012, pp. 265-275
  • Emanuela Chiavoni, Il disegno di oratori romani: Rilievo e analisi di alcuni tra i più significativi oratori di Roma, Gangemi, 2008
  • Rhoda Eitel-Porter, The Oratorio del SS. Crocifisso in Rome Revisited in The Burlington Magazine, Vol. 142, No. 1171 (octubre 2000), pp. 613-623
  • Laura Gigli, San Marcello al Corso, Palombi Editore, 1996
  • Sandro Benedetti, Sergio Zander, L’Arte in Roma nel secolo XVI, Cappelli, 1992
*Federico Giannini e Ilaria Baratta son los fundadores de FINESTRE SULL’ARTE.

MES DE MARZO EN HONOR A SAN JOSÉ - DÍA TRIGÉSIMOPRIMERO

  
PREPARACIÓN PARA CONSAGRARSE COMO ESCLAVO DE CONFIANZA AL CASTO CORAZÓN DE SAN JOSÉ
   
La verdadera devoción a San José consiste esencialmente en la confianza ilimitada en la intercesión de este Santo Varón, en la imitación de sus virtudes y en el amor filial que se le profese. Ser su devoto quiere decir tratar de amar al Padre Celestial como él lo hizo; y poner la vida, los bienes y todos los actos del día bajo su paternal patrocinio.
  
Los que quieran ser fieles devotos del Padre Protector de la Iglesia, y verdaderos servidores de su culto, deben consagrarse a él como sus esclavos. Pero como se ama lo que se conoce, es fundamental para esta alianza admirarse con su vida a través de la Vida y Mes del glorioso patriarca San José que escribiera el Padre Antonio Casimiro Magnat, incluido a continuación.
   
La esclavitud del santo exige recitar una fórmula que indica la dedicación de la vida entera al servicio de su piedad. Significa alabar al benditísimo Patriarca desde que aparece la primera luz del día hasta que se va al lecho, para lo cual, también el último día de este mes, entregaremos una pequeño Devocionario Josefino con las oraciones del cristiano al amparo de San José.
   
Quienes deseen manifestarse como verdaderos devotos del Castísimo Esposo de Nuestra Santa Madre, deben luchar por ser almas de oración que frecuenten los sacramentos, amantes del silencio, la pureza, modestia y humildad, tener una encendida caridad y una vida que se realice en la laboriosidad y el ocultamiento. Y para alcanzar tan altas aspiraciones, es que a él recurriremos diciendo cada día en el Acordaos: “que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado sin consuelo”.
  
ACTO DE CONTRICIÓN
¡Oh, Dios Omnipotente!, arrepentido por las muchas culpas que he cometido contra vuestra divina majestad, vengo a solicitar de vuestra misericordia infinita generoso perdón. Por la valiosa intercesión del Santísimo Patriarca Señor San José os suplico humildemente que me concedáis nuevas gracias para serviros y amaros, a fin de que después de haber combatido denodadamente en esta vida, tenga la dicha de alcanzar el galardón eterno a la hora de la muerte. Así sea.
   
DÍA TRIGÉSIMOPRIMERO — 31 DE MARZO
  
CATECISMO DE SAN JOSÉ
40- ¿Cómo fue favorable a los hombres la exaltacion de José?
Así como la gloria de José fue un homenaje a sus méritos, del mismo modo el poder con que Dios le honró es un recurso en nuestras necesidades. No podemos dudar de ningun modo, dice San Francisco de Sales, que este glorioso Santo tenga mucho crédito en el Cielo, cerca de aquel que tanto le ha favorecido y que le elevó en cuerpo y alma.
   
PREEMINENCIA DE SAN JOSÉ EN EL CIELO.
Si es verdad que San José recibió del Cielo una plenitud superabundante de gracias, proporcionada a los empleos que Dios le confió, a las pruebas a que le ha expuesto y a los servicios prestados, y que él por su parte cooperó fielmente a todas estas gracias, debemos deducir de aquí que este gran santo adquirió tesoros de méritos tan sublimes, que sólo Dios puede tener un conocimiento perfecto de ellos, y que por consecuencia posee en el Cielo un grado de gloria excelentísimo y singularísimo. «Muy lejos, pues, dice el docto y piadoso Francisco Suarez, de ser temerario el sentimiento de los que aseguran que San José sobrepuja a los demás santos, creo que es sumamente piadoso y conforme con la verdad».

Sin duda, dice el célebre Gerson, hay en el Cielo santos colocados en un puesto muy elevado; por ejemplo, San Juan Bautista, los apóstoles, sin mencionar los Ángeles; sin embargo, creo que San José es superior en jerarquía a todos los bienaventurados. Si los apóstoles ocupan el primer puesto, es en el orden jerárquico de la Iglesia, pero no en el orden de la unión hipostática, donde no vemos figurar más que a María y José. Ahora bien; como el misterio de la Encarnación domina todo en el Cielo como en la tierra, la gloria de estos santos esposos es superior a la de los demás santos.

Para convencernos mejor de esta verdad, almas cristianas, recordemos los servicios que San José tuvo el honor de prestar a Dios en la tierra. Trabajó con éxito en el asunto más importante que se ha emprendido hasta ahora. Gobernó la santa Familia con tanta prudencia como fidelidad. Fue el custodio de aquel que guarda a todos los seres creados, el ángel del gran consejo, prestándoles los buenos oficios que nuestros ángeles nos rinden; el redentor del Redentor de los hombres que rescató de las manos de los sacerdotes, en el día de su presentación en el templo; el salvador del Salvador del mundo por haberle salvado de mil peligros; el señor del Señor, el superior del Rey y de la Reina del cielo; su tutor, su nutricio, su guía, su ayuda, su amigo su defensor, su todo. Tuvo la ventaja como lo notan los santos doctores, que sus cuidados, sus trabajos, sus solicitudes tuvieran por objeto inmediato la persona adorable del Salvador. Los que alimentan a Jesucristo en los pobres que son sus miembros enfermos, merecen una recompensa y el Espíritu Santo les promete la abundancia de los bienes temporales y eternos; pero nada hay comparable a la gloria y a la dicha de José que alimentó efectivamente al Hijo de Dios mismo y a quien el Salvador pudo decir en el rigor de la verdad más exacta: «Tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber». ¿Y cómo podemos dudar que el pecado de los judíos, que crucificaron a Jesucristo, no tuvo una malicia particular, como lo enseña Suárez: «Peccatum peccávit Jerúsalem», debemos creer, también que los servicios que sal José prestó al Salvador del mérito extraordinario. Si Dios en otro tiempo prometió hombres que recibieran un profeta, la recompensa debida al profeta mismo, ¿no está obligado, por la misma ley a dar a José, que recibió un Dios en nombre de Dios, recompensas dignas de la munificencia de un Dios?

¿El derecho natural, la razón y la santidad de José no piden que Nuestro Señor haga sentar a este santo Patriarca sobre un trono más cercano al suyo, después del de su augusta Madre? El Hijo de Dios tiene todo el poder en el Cielo como en la tierra, y en este reino habría servidores interpuestos entre su padre y Él. ¿Es creíble que este bondadoso Salvador haya colocado lejos de sí a un santo que durante treinta años le llevó en sus brazos, que le amó con un amor tan tierno y tan constante?

María es la soberana de los cielos, dice la santa Iglesia, “Regina Coeli”, y en el imperio de esta augusta Reina no puede haber nadie colocado en superior categoría a su casto esposo. Estaban demasiado unidos en la tierra para que estén separados en la eternidad. Los ángeles y los bienaventurados llaman a María su reina y su soberana; sólo San José tiene el derecho de llamarla su esposa y su angélica compañera. Si en virtud de la adopción divina debemos esperar ver a Dios y gozar de una gloria semejante a la suya; qué recompensa más magnífica estará reservada al que fue escogido para ser padre del Hijo único de Dios. ¡Ah! ¿Decidnos, oh bienaventurado José, los honores que Jesús, vuestro hijo adoptivo os rindió en presencia de los ángeles y bienaventurados, haciéndoos sentar en el cielo en el trono de gloria que os había erigido él mismo con su mano portentosa? ¿Qué consuelo tan inefable llenaría vuestro corazón cuando visteis salir de su divina boca estas palabras dirigidas a su padre: «Padre mío, ¿qué recompensa daremos a este hombre, que pueda igualar a los buenos oficios que recibí de él? Él ha sido el fiel custodio y protector de la virginidad de mi madre; me hizo una cuna el día de mi nacimiento; me llevó a Egipto para librarme del furor deseado de Herodes; me ha educado con grandes cuidados; me ha amado y colocado en toda clase de bienes: Bonis omnibus per eum repletti sumus. ¿Qué le daremos?»?

Gran Dios, que tomáis parte en las obligaciones que el Verbo encarnado cree tener con San José; bondad soberana, que nunca os dejáis superar en generosidad por vuestras criaturas; Dios del Cielo, que habéis prometido vuestra gloria a los que dieran en vuestro nombre un vaso de agua al pobre mendigo, qué testimonio de gratitud no daríais a este santo Patriarca. Padre de bondad, le suplicaríais dispusiera de la mitad de vuestras riquezas, recompensaríais la fidelidad y la prudencia, de este fiel servidor concediéndole la mitad de vuestros bienes y la libertad de disponer de ellos en favor de los que le honran le invocan, ¡Y vos, oh Jesús! Hijo único de Dios, idea perfectísima de la perfecta gratitud, ¿qué disteis a aquel de quien recibisteis tantos honores y bienes? Fiel a vuestra promesa: «Dad y se os dará, se verterá en vuestro seno una medida, colocada, apretada y derramándose por los bordes; le daríais un palacio en el cielo por una casa en la tierra; el seno de un Dios por el seno de un hombre; la gloria eterna por los honores temporales; vuestro corazón por el suyo, y amor por amor.

«Cuando Jesús, dice Bossuet, aparezca en su gloria, descubriréis las maravillas de la vida oculta de José; sabréis lo que ha hecho durante tantos años y cuán glorioso es ocultarse con Jesús! Es indudable que no es de los que recibieron su recompensa en este mundo; por esto aparecerá entonces, porque no ha comparecido aún; brillará porque aún no ha brillado. .

¡Ojalá que pudiéramos, oh bienaventurado José! tener parte en todos estos bienes que coronan vuestros méritos y a las alegrías superabundantes en que rebosa vuestro corazón, después de haber contribuido con todas nuestras fuerzas a la gloria que Dios os ha destinado y estamos obligado à rendiros.

Ahora que estáis en el Cielo, lleno de dicha, sentado sobre un trono elevado al lado de vuestro amadísimo Jesús, que tan sumiso estuvo a vuestra voluntad en la tierra. San José, tened piedad de nosotros. Considerad que vivimos rodeados de innumerables enemigos, de demonios, de pasiones malditas que vienen a asaltarme continuamente para hacerme perder la gracia de Dios. ¡Ah! os suplico en nombre del favor que os fue concedido en la tierra de gozar continuamente de la compañía de Jesús y de María, alcanzarnos el favor de vivir el resto de nuestros días siempre unidos a Dios, resistir todos los asaltos del Infierno y morir después amando a Jesús y María a fin de que podamos un día ser admitidos a gozar de su compañía en el reino de los bienaventurados».
  
ACTO DE CONSAGRACIÓN A SAN JOSÉ, PARA CONCLUIR EL MES DE MARZO
  
Glorioso San José digno entre todos los santos de ser venerado, amado é invocado, a causa de la excelencia de vuestras virtudes, de la eminencia de vuestra gloria y de la omnipotencia de vuestra intercesión, en presencia de la adorable Trinidad, de Jesús vuestro hijo adoptivo, de María, vuestra casta esposa y mi tierna Madre, os tomo hoy por mi abogado para con ambos, por mi protector y padre: me propongo firmemente no olvidaros nunca, honraros todos los días de mi vida y hacer todo lo que dependa de mí para inspirar vuestra devoción a todos los que me están confiados. ¡Dignaos, os lo ruego encarecidamente, oh amadísimo Padre! concededme vuestra protección especial. No soy digno; pero sin embargo, en nombre del amor que tenéis a Jesús y María, recibidme por vuestro servidor perpetuo, en nombre, pues, de esta dulce sociedad que formaron con vos Jesús y María durante todo el tiempo de vuestra vida, protegedme mientras viva, a fin de que nunca me separe de Dios perdiendo su santa gracia. En nombre de la asistencia que encontrasteis en Jesús y en María en la hora de vuestra muerte, protegedme especialmente en la hora de la mía, a fin de que muriendo acompañado de vos, de Jesús y de María, vaya un día a daros gracias en el Paraíso, pueda, en vuestra compañía, alabar y amar eternamente a nuestro Dios. Así sea.
    
LETANÍAS DE SAN JOSÉ.
  
Señor, tened piedad de nosotros.
Jesucristo, tened piedad de nosotros.
Señor, tened piedad de nosotros.
  
Jesús, óyenos.
Jesús, acoge nuestras súplicas.
  
Padre celestial, que sois Dios, tened piedad de nosotros.
Hijo redentor del mundo, que sois Dios, tened piedad de nosotros.
Espíritu Santo, que sois Dios, tened piedad de nosotros.
Santísima Trinidad, un solo Dios, tened piedad de nosotros.
   
Santa María, Madre de Dios, Esposa de San José, ruega por nosotros.
San José, nutricio del Verbo encarnado, ruega por nosotros.
San José, coadjutor del gran consejo, ruega por nosotros.
San José, hombre según el corazón de Dios, ruega por nosotros.
San José, fiel y prudente servidor, ruega por nosotros.
San José, custodio de la virginidad de María, ruega por nosotros.
San José, dotado de gracias superiores, ruega por nosotros.
San José, purísimo en virginidad, ruega por nosotros.
San José, profundísimo en humildad, ruega por nosotros.
San José, altísimo en contemplación, ruega por nosotros.
San José, ardientísimo en caridad, ruega por nosotros.
San José, que habéis sido declarado justo por el Espíritu Santo, ruega por nosotros.
San José, que fuisteis instruido divinamente en el misterio de la Encarnación, ruega por nosotros.
San José, que tuvísteis bajo vuestra protección y vuestra obediencia al Señor de los señores, ruega por nosotros.
San José, que tuvísteis durante tantos años la vida del mismo Dios por regla de la vuestra, ruega por nosotros.
San José, que vísteis con María, en las acciones de Jesús, tantos secretos ignorados de los duros hombres, ruega por nosotros.
San José, fidelísimo imitador del gran silencio de Jesús y María, ruega por nosotros.
San José, que fuísteis ignorado de los hombres y conocido sólo de Dios, ruega por nosotros.
San José, que ocupáis el primer puesto entre los Patriarcas, ruega por nosotros.
San José, que habeis muerto santamente en los brazos de Jesús y de María, ruega por nosotros.
San José, que anunciásteis la venida de Cristo a los limbos, ruega por nosotros.
San José, a quien se cree resucitado con Jesucristo, ruega por nosotros.
San José, que habeis sido recompensado en el Cielo con una gloria especialísima, ruega por nosotros.
San José, padre y consolador de los afligidos, ruega por nosotros.
San José, protector de los pecadores arrepentidos, ruega por nosotros.
San José, poderosísimo para socorrernos en los peligros de la vida y en la hora de la muerte, ruega por nosotros.
  
Por vuestra infancia, escúchanos Jesús.
  
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, acoge nuestros ruegos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, perdónanos, Señor.

℣. Ruega por nosotros, bienaventurado San José.
℞. A fin de que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.

ORACION
¡Oh Dios! cuya bondad y sabiduría son infinitas, y que al elevar al justo José a la dignidad de esposo de María, le dísteis los derechos y autoridad de padre sobre vuestro único Hijo, haced que, imitando el respeto, la sumision y el cariño que el mismo Jesucristo y su santísima Madre tuvieron a este gran Santo, le veneremos tambíen con piedad filial, a fin de obtener por su intercesion, la gracia de amaros y serviros en este mundo, en espíritu y verdad, para tener la dicha de poseeros.

¡Jesús, María y José, os doy mi corazón, mi espíritu y mi vida!
¡Jesús, María y José, asistidme en vida y en mi última agonía!
¡Jesús, María y José, haced que expire en vuestra compañía! (Cien días de indulgencias cada vez que se recite cada una de estas invocaciones. Pío VII, 28 de abril de 1803).
   
MEMORÁRE
Acordaos, ¡oh castísimo esposo de la Virgen María, San José, mi amable protector!, que nunca se ha oído decir que ninguno de los que ha invocado vuestra protección o implorado vuestros auxilios, hayan quedado  sin consuelo. Lleno de confianza en vuestro poder, llego a vuestra presencia, y me recomiendo con fervor. ¡Ah! No desdeñéis mis oraciones, oh vos, que ha­béis sido llamado padre del Redentor, sino escu­chadlas con benevolencia, y dignaos recibirlas favo­rablemente. Así sea. (Trescientos días de indulgencias, una vez por día, apli­cables a los difuntos. Breve de Nuestro Santo Padre el Papa León XIII).