En algún momento a comienzos del siglo VI, un sacerdote de Orléans (Francia), llamado Donato, en busca de soledad, hizo su camino a los Alpes. La montaña de Lure parecía ser el lugar que estaba buscando; y con la aprobación del obispo de Sisteron, se estableció allí.
En la ladera de la montaña construyó un oratorio para el cual se hizo una estatua de Nuestra Señora, tallándola de la piedra nativa. Cuando murió después de 32 años, habiendo pasado estos años en penitencia y labor apostólica, fue remplazado por los benedictinos de Val-Benoît.
Se construyó una capilla para remplazar el oratorio que resultó ser muy pequeño para acomodar a los muchos peregrinos. Cuando los sarracenos invadieron Provenza, los religiosos tuvieron que huir y así escondieron la estatua. Los bárbaros saquearon la región varias veces y el convento fue destruido.
Hacia el año 1110, la condesa Adelaida, a quien pertenecía la tierra de Lure, dio el sitio del oratorio original al obispo de Sisteron. Varios nobles ayudaron a la restauración del monasterio de Nuestra Señora de Lure. La antigua estatua fe hallada y puesta sobre la tumba de San Donato. La iglesia se hizo reconocida y las peregrinaciones fueron numerosas. En 1318, el papa Juan XXII unió el santuario de Nuestra Señora de Lure al área metropolitana o sede de Aviñón. En 1481, Sixto IV llamó de vuelta a Aviñón los doce canónigos en el santuario, y la iglesia, mal cuidada, cayó en pedazos en 1557.
Durante 80 años, el lugar permaneció desolado. Un día, un pastor que estaba cerca de las ruinas, oyó una voz diciendo: “¡Oh, cuántas gracias daría a los hombres en este lugar, si mi santuario fuese reconstruido!”
Los eclesiásticos a los cuales él contó su historia tomaron muy en serio al pastor. El santuario fue reconstruido, y la estatua rescatada de los escombros, fue puesta en un nuevo altar que fue consagrado en 1637. Las peregrinaciones florecieron nuevamente. Durante la Revolución Francesa, la capilla fue pillada y la estatua mutilada.
Con el retorno de la paz, los peregrinos volvieron una vez más. En varias ocasiones, la Santísima Virgen alcanzó el milagro de una lluvia abundante a los peregrinos que habían venido a pedir este favor. La mayor cantidad de peregrinos llegaban para Pentecostés, la fiesta de la Asunción y la Natividad de Nuestro Señor.
Todo es gracia y paz
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