EL HISTÓRICO VETO CONTRA EL MASÓN RAMPOLLA, PROTECTOR DE LOS MONTINI
La mañana del 1 de agosto de 1903
comenzaron los escrutinios (el Papa León XIII falleció), dos al día, uno por la mañana y el otro por
la tarde. Para ser elegido hacía falta lograr la mayoría de los dos
tercios, es decir, 42 votos.
En el primer
escrutinio, Rampolla obtuvo 24 votos, Gotti, 12, Sarto, 5, Vannutelli,
4. Por la tarde Rampolla llega a 29 y Sarto a 10, mientras Gotti a 16.
Esta situación parece poco favorable a Rampolla, si se examina con
atención: de los 38 electores que por la mañana habían votado a otros
candidatos, sólo 5 se han decidido a darle a él su voto.
El cónclave se
presenta estancado antes de que se pronuncie el famoso veto. El
patriarca de Venecia, que ha obtenido 10 votos, comenta: «Vólunt jocári
supra nomen meum», quieren divertirse con mi nombre. No se considera un
candidato.
La mañana del 2
de agosto, después de haber informado a Rampolla, Jan Puzyna lee en
latín el texto de la “exclusión” con la que le dice al camarlengo «tenga
a bien saber para su información y notificar y declarar de manera oficiosa,
en nombre y con la autoridad de Su Majestad Apostólica Francisco José,
emperador de Austria y rey de Hungría, que deseando su majestad usar un
antiguo derecho y privilegio, pronuncia el veto de exclusión contra el
eminentísimo señor cardenal Mariano Rampolla del Tíndaro».
Su Imperial y Real Majestad Apostólica, Francisco José I de Austria-Hungría: El hombre providencial que salvó a la Iglesia de caer en manos de la masonería.
Más que un veto, parece la expresión de un deseo, declarado “de manera oficiosa”.
Rampolla y el
cardenal camarlengo protestan inmediatamente. Todos se asocian,
considerando absurda e inoportuna la injerencia. Pese a ello, esa
mañana, durante la votación, el ex secretario de Estado de León XIII no
gana ni siquiera un voto con respecto a los 29 de la tarde anterior.
Sarto, en
cambio, consigue 21, mientras desaparece la candidatura de Gotti, que
obtiene 9 votos. Es una señal clara de la división del cónclave.
Por la tarde,
los cardenales franceses, irritados por la derrota de Rampolla, deciden
pronunciar una protesta contra el veto. Es una estratagema para tratar
de recuperar votos en favor del ex secretario de Estado.
Inmediatamente
después toma la palabra el cardenal Sarto: «Es seguro que no aceptaré
nunca el papado, para el que no me siento digno. Pido que los
eminentísimos olviden mi nombre». En el siguiente escrutinio Rampolla
gana sólo un voto, Sarto pasa de 21 a 24 y Gotti baja a 3.
El cardenal Ferrari, frente a esta situación de estancamiento, intenta convencer a Sarto, que se resiste:
«No me siento
idóneo para tanto peso. No es posible que yo cargue con él… Mis primeros
enemigos serán los más cercanos a mí; los mismos que me apoyan, los
conozco bien, no pueden ser benévolos…». Ferrari insiste: «Un rechazo
podría costarle muy caro y ser muy duro para toda su vida… Piense en las
responsabilidades y en los daños que le derivarían a la santa Iglesia
de una elección que sería mal vista en Italia y fuera de Italia, o de
una prolongación del cónclave que no se puede decir (y en esto todos
están de acuerdo) si sería de días, semanas, o incluso de meses».
LA ELECCIÓN DE UN SANTO: JOSÉ SARTO
El cardenal Ferrari insistió de nuevo,
aunque en vano, la mañana del 3 de agosto de 1903. En el primer
escrutinio, Sarto logra 27 votos, mientras que Rampolla comienza a
perder y obtiene sólo 24.
El patriarca de Venecia pide nuevamente
la palabra: «Insisto para que olvidéis mi nombre. Ante mi conciencia y
ante Dios no puedo aceptar vuestros votos». Palabras que son como una
ducha de agua fría para sus partidarios, que no quieren elegirlo para
que luego no acepte.
Mientras tanto, los cardenales franceses
le plantean a Rampolla la posibilidad de concentrar sus votos en otro
candidato de su agrado. Pero el ex secretario de Estado se resiste: «Hay
que sostener y defender la independencia del Sagrado Colegio», dice, «y
la libertad de la elección del papa. Por eso considero que es mi deber
no retirarme de la lucha».
En realidad, el veto austriaco, en este caso, más que un impedimento decisivo a la elección de Rampolla, es para
él casi un pretexto para seguir tenazmente resistiendo, frente a una
situación de estancamiento que ya era evidente antes de la decisión
imperial.
Fue decisiva en aquellas horas la
intervención del cardenal Francesco Satolli, que, encontrándose con
Sarto mientras salía de su celda, le reprocha: «Su eminencia quiere
resistirse a la voluntad de Dios manifestada tan abiertamente por el
Sagrado Colegio…». Sarto por fin se rinde y afirma: «Hágase la voluntad
de Dios».
La noticia pasa de boca en boca en el
cónclave. En la votación de la tarde el patriarca de Venecia consigue 35
votos y Rampolla 16.
Comentará el cardenal americano James
Gibbons:
«Tras cada escrutinio en el que veía aumentar los votos a su favor, el cardenal Sarto tomaba la palabra para suplicarle al Sagrado Colegio que abandonara la idea de elegirle: todas las veces le temblaba la voz, se le encendía la cara y se le saltaban las lágrimas.
Trataba de documentar cada vez más detalladamente los títulos que parecían faltarle para el papado. Y, en cambio, ¿lo cree?, fueron estos discursos, tan llenos de humildad y sabiduría, los que hicieron cada vez más vanas sus súplicas».
«ME LLAMARÉ PÍO»
La mañana del día siguiente los
cardenales franceses, irritados por la resistencia de Rampolla, apoyan
la elección de Sarto, que gracias a ellos obtiene 50 votos (eran
suficientes 42), Rampolla 10, Gotti 2.
El elegido responde así a la pregunta ritual: «Quóniam calix non potest tránsire, fiat volúntas Dei» [Puesto que el cáliz no puede pasar, hágase la voluntad de Dios].
Lleno de confianza en la protección
divina y de los santos apóstoles Pedro y Pablo y de los santos
pontífices que se han llamado con el nombre de Pío, sobre todo de los
que extremadamente combatieron contra las sectas y los errores del siglo
pasado, asumo el nombre de Pío X».
El veto a Rampolla permitió que José Melchor Sarto fuera uno de los Papas más enérgicos y santos de la Iglesia: SAN PÍO X
LA CONEXIÓN RAMPOLLA-MONTINI REVELADA POR UN TESTIGO
El veto contra el cardenal satanista Mariano Rampolla del Tíndaro
(miembro de la Ordo Templi Oriéntis) por parte del Sacro Imperio
Austro-Húngaro fue al momento de que el Cardenal Jan Puzyna de Cracovia
convenció, con ayuda de Monseñor Ernest Jouin, al Emperador para que
impidiera la coronación de un hebreo, miembro de la rama masónica más
peligrosa del mundo, la encabezada por el “papa negro” Aleister Crawley [1].
Mark Winckler, en calidad de intérprete del
italiano para los Estados Mayores de los Aliados vivió en Roma varios años en tiempos de S.S. Pío XII y conoció del “cardenal” Sergio Pignedoli el fracaso del
complot para entronizar a Rampolla y el nuevo intento a realizarlo con
un joven descendiente de la misma rama, llamado Giovanni Batista Montini
Alghisi.
Winckler continúa explicando que:
«…los católicos de origen judío que trabajaban en una Secretaría Especial del Vaticano que era una especie de departamento financiero, y que esas personas le buscaron, y le invitaron a pertenecer a una llamada “Asociación de Diplomados de la Universidad”, el capellán de la cual era Monseñor Juan B. Montini, en aquel entonces Substituto de la Secretaría de Estado de Pío XII. Que sus nuevos amigos le habían dicho significativamente refiriéndose a Montini: “ÉL ES DE LOS NUESTROS”…» [2].
Y “por esos años precisamente arribó también a Roma a estudiar teología Karol Wojtyła…” [3].
Karol Wojtyła Katzorowski era alumno del Seminario teológico Angelicum de Roma cuando se desarrolla el relato. Fue grande amigo de Montini Alghisi.
«Monseñor Pignedolli le habló de una gran revancha que se preparaba. Le hizo la reseña de todo el suceso del veto de Austria, cuyo resultado, según Monseñor había sido el de volver a hundir a la Iglesia durante más de medio siglo en el oscurantismo y en el aislamiento de la Edad Media; insistió en la necesidad de una apertura y de una adaptación de la Iglesia; finalmente le hizo entrever que se aproximaba una NUEVA ERA, y esto para muy pronto, gracias al éxito ya seguro (notemos que esto lo decía Pignedolli en 1945) gracias a uno que tendría éxito ahí donde Rampolla había tenido la desgracia de fracasar…».
“¿Quién es él?” le había preguntado Winckler; Pignedolli había respondido: “Usted le sirve en la misa todos
los días”… Se trataba de Juan Bautista Montini [4].
[3] Idem.
[4] Ibídem.
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