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domingo, 14 de septiembre de 2014

TIEMPOS MASÓNICOS

Desde LUMEN MARÍAE
  
 
  
Muchos están en la Iglesia y no tienen ni idea de lo que pasa dentro de Ella.
   
Muchos han hecho de la Iglesia un lugar más para su ocio en la vida: es un encuentro entre los hombres para hacer, en común, una serie de ritos que nadie sabe lo que significan. Viven en la Iglesia lo que viven en el mundo.
 
Y la mentalidad hoy dominante ataca los fundamentos mismos de la moral de la Iglesia. Y esa mentalidad mundana la tienen muchos católicos. Y, con esa mentalidad, van a la Iglesia, y como no quieren ser anacrónicos, dejan de ser fieles a lo que es la Iglesia, para estar con el mundo.
     
Son esos católicos que tienen la intención de ser creíbles ante los demás, de dar una iglesia que comprenda la situación del mundo y que, por tanto, -para estos católicos-, es una obligación tener que escoger entre ser disconforme con la sociedad y ser disconforme con el Magisterio de la Iglesia.
    
Muchos han elegido esto último y así aparece en ellos la idea masónica.
     
Los miembros de la Jerarquía son masones; es decir, han fornicado con la idea masónica. Y han perdido la fe en Cristo y la fe en la Iglesia. Buscan teorías y sistemas que permitan una situación de compromiso entre el catolicismo y los criterios en boga en el mundo.
    
Esto produce un divorcio, una división, que se hace creciente día a día y que provoca consecuencias más que lastimosas: provoca una auténtica vida de abominación dentro de la Iglesia, entre los miembros de la Jerarquía.
   
El fariseísmo que se observa en toda la Jerarquía proviene de aceptar la idea de la masonería. Ellos siguen estando en sus ministerios, son sacerdotes, Obispos, hacen exteriormente lo de todos, pero tienen una doble vida.
   
En lo exterior parecen santos; pero sus obras son del pecado y del demonio.
    
Y ha llegado a tal perfección este fariseísmo en algunos miembros de la Jerarquía, que ya no ocultan sus obras de pecado, sino que las manifiestan a todos como un camino en la Iglesia.
  
Estamos viviendo el tiempo en que el pecado es una vida: La Jerarquía justifica, con frecuencia, las relaciones prematrimoniales; la masturbación, que es presentada como un fenómeno normal de la naturaleza humana; se admite a los divorciados, vueltos a casar, a participar de los sacramentos; el feminismo es apoyado como opción para un nuevo sacerdocio, una nueva religiosidad en los conventos; los homosexuales son justificados y apoyados, cediendo las iglesias para que los gays celebren sus festivales; toda la gama de la contracepción es rechazada en amplios sectores eclesiásticos.

Cuando el pecado se ha convertido en un camino entre los fieles, es que antes, en la Jerarquía, se volvió camino para ellos.

Si se justifican las relaciones prematrimoniales significa que muchos sacerdotes y Obispos andan en brazos de mujeres; si la masturbación es algo normal, es porque la Jerarquía la obra sin más, es una parte de su trabajo, de su vida; si se admiten a la comunión a gente que vive en pecado, es que la Jerarquía, viviendo en pecado, sigue comulgando y celebrando la misa como si nada; si se da más importancia a la mujer, significa que sacerdotes y Obispos han renunciado a la Divinidad de Jesús, a su Misterio, para estar en su humanidad, creando un Cristo para un ideal humano, para una lucha social, poniendo la figura de la mujer como emblema de esa lucha; si la Jerarquía dice sí a la contracepción es que su vida ya no es el matrimonio con Cristo, sino con los placeres de la carne; si se abrazan a los homosexuales es que su vida es para ellos.

Hoy se vive el orgullo de la persona, que se pone por encima de su misma naturaleza humana. Como si la persona humana, el yo, y sus exigencias estuviesen en lucha con su naturaleza. Yo quiero masturbarme, aunque la naturaleza me grite que no puede hacerlo, que eso va en contra de la propia ley natural. Es el querer de la persona contra el querer de la naturaleza. Y de ahí nacen todas las aberraciones y abominaciones.
   
¿Por qué la Jerarquía, viendo la realidad de lo que es Francisco, decide callar, y seguirlo, y someterse a él? Respuesta: el orgullo de la persona. Yo quiero seguir en el sacerdocio sabiendo que ese hombre es hereje. Y quiero porque conviene a mi naturaleza humana: ese hombre me sigue dando de comer, me da un techo. Por tanto, aunque clame la naturaleza espiritual y divina en mi sacerdocio, que me exige renunciar a todo lo que hay en la Iglesia, me pongo por encima de ese querer divino, y sigo sirviendo a un hereje y cismático.
      
Esto es la esencia del fariseísmo: el orgullo de la persona, que se inventa en lo exterior una vida de santidad, de justicia, de amor al prójimo. Pero sus obras son demoniacas.
    
Es el tiempo de la masonería. Y entre la Jerarquía, tienen la idea del masón. La han aceptado y siguen externamente en la Iglesia, pero ya no tienen fe. Han perdido la fe. Son constructores de la apostasía de la fe: han alejado a las almas de los alimentos celestiales para darles lo propio de lo humano.
   
Vivimos en la herejía, en el cisma y en la gran apostasía. Y lo vemos en Roma. Y lo vemos en cada parroquia. Y ya no hay vuelta atrás. Es imposible. Están todos ciegos. Y, en sus cegueras, guían a los demás por caminos de maldad, de oscuridad, del demonio.

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