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miércoles, 1 de octubre de 2014

EL VERDADERO PELIGRO NO ES UNA 3.ª GUERRA MUNDIAL

Si bien se habla continuamente de la inminencia de una 3.ª Guerra Mundial (y el mismo Francisquito recientemente habló en el cementerio militar italiano de que esta Guerra mu es «combatida “por partes”»), no hemos de perder de vista que esto no es el mayor de los males, como sí lo es la Apostasía. De esto escribió el padre Basilio Méramo hace seis años:

EL VERDADERO PELIGRO NO ES UNA 3.ª GUERRA MUNDIAL

El verdadero peligro para la Iglesia verdadera, para el fiel, no lo constituyen los enemigos que matan el cuerpo, nunca lo fue y nunca lo será. Al contrario la Iglesia siempre consideró el martirio y los mártires que derramaban su sangre al igual que Cristo en su pasión y muerte en la Cruz, simiente de cristianos. Es un engaño del diablo hacernos pensar lo contrario a lo que siempre pensó la Iglesia Católica, es un vil y cruel engaño, fomentado por los enemigos camuflados (judíos, gnósticos‐masones, rosacruces, etc.), que desvía el foco (el centro) del problema, del verdadero peligro, para las almas, para los fieles.
   
Tal serían hoy en día todos los presagios de una terrible y espantosa 3.ª guerra mundial que no haría más que limpiar la faz de la tierra de la descreída e impía humanidad. Sería a lo sumo un castigo material, justo y merecido por un gran pecado espiritual religioso; por la apostasía y corrupción de la Fe y la Iglesia.

El verdadero peligro es la pérdida de la vida eterna, del cielo, es la condenación eterna, la muerte espiritual de las almas, fieles a Cristo y a su Iglesia.
  
El verdadero peligro es que los pocos fieles que quedan aun, pierdan la fe, sean corrompidos religiosamente y esto se está logrando, masiva, pública y oficialmente con la Nueva Iglesia, con la nueva religión instaurada con el atípico y no infalible Concilio Vaticano II, lo cual es teológica y doctrinalmente un contra sentido in terminis, cual un círculo cuadrado, o un triángulo bilátero.
  
La corrupción religiosa, la falsificación de la religión católica, la adulteración religiosa es la gran obra y maniobra del Anticristo‐Pseudoprofeta en plena y total connivencia con los Reyes (poderes visibles y ocultos) de esta tierra que representan a la Bestia del Mar (relaciones internacionales político‐económicas) que configuran al Anticristo secular o político (Bestia de 7 cabezas).
   
Todo el mal que puede propinar la Bestia del Mar (Anticristo secular) nada sería sin el mal que puede causar la Bestia de la Tierra (Anticristo religioso) con todo el poder moral y el prestigio espiritual que con el sacerdocio y la Iglesia esta bestia tiene, para lograr la corrupción, falsificación, adulteración, perversión de la Religión y de la Iglesia Católica, aprovechando la sagrada investidura de la autoridad espiritual y religiosa conferida por Dios.
  
Esta bestial (abominable) e inaudita perversión de la religión católica y de la sacrosanta e inmaculada Iglesia se produce formalmente con la finalización y clausura del Concilio Vaticano II, gracias al cual la Revolución Anticristiana cobra carta de ciudadanía dentro de la misma Iglesia. Baste recordar la famosa alocución de clausura del Concilio Vaticano II con las palabras del enigmático Pablo VI el 5 de Diciembre de 1965, que no fueron advertidas suficientemente por nadie en su momento denunciándolas como una sutil y fina proclamación de la nueva religión antropoteísta:
“El humanismo laico y profano ha aparecido, finalmente en toda su terrible estatura y, en cierto sentido, ha desafiado al Concilio. La religión del Dios que se ha hecho hombre, se ha encontrado con la religión –porque tal es– del hombre que se hace Dios. ¿Qué ha pasado? ¿Un choque, una lucha, una condenación? Podía haberse dado, pero no se produjo. (…) Una simpatía inmensa lo ha penetrado todo. (…) Vosotros, humanistas modernos, que renunciáis a la trascendencia de las cosas supremas, conferidle siquiera este mérito y reconoced nuestro nuevo humanismo: también nosotros –y más que nadie– tenemos el culto del hombre.
    
Todo esto y cuanto podríamos aún decir sobre el valor humano del Concilio, ¿ha desviado acaso la mente de la Iglesia en Concilio hacia la dirección antropocéntrica de la cultura moderna? Desviado, no; vuelto, sí. (…) nuestro humanismo se hace cristianismo, nuestro cristianismo se hace teocéntrico; tanto que podemos afirmar también: para conocer a Dios es necesario conocer al hombre.”
Esto es el humanismo vuelto teocéntrico, el hombre vuelto dios, gracias a la dialéctica gnóstico cabalística que así lo concibe y permite.
    
No olvidemos que el Concilio Vaticano II se inaugura como renacer espiritual, cual nuevo Pentecostés, en franca oposición a presagios de desgracias apocalípticas tal como lo dijo Juan XXIII en su discurso de apertura del Concilio Vaticano II el 11 de octubre de 1962: “Mas nos parece justo disentir de esos profetas de calamidades que siempre están anunciando infaustos sucesos como si fuera inminente el fin de los tiempos.” Esta es la alergia visceral antiapocalíptica que optimistamente nos propinó el Concilio Vaticano II, y por lo cual se abren no sólo las ventanas, sino hasta las puertas. Lo cual expresó con más crudeza y verdad el pensador Nicolás Gómez Dávila: “Pensando abrirle los brazos al mundo moderno la Iglesia le abrio las piernas.” (Les Horreurs de la Démocratie, ed. Du Rocher, Mónaco 2003, p. 230).
  
Si nos atenemos a las características del Concilio Vaticano II, y ver que le falta la nota fundamental y esencial de todo Concilio Ecuménico, que por propio derecho e intrínseca constitución requiere, cual es la infalibilidad, vemos el gran engaño sutilmente propinado al presentar un Concilio Ecuménico no infalible, pues la Iglesia no se puede permitir el lujo de fallar, de errar en su Magisterio solemne y universal como lo es todo legítimo y verdadero Concilio.  
   
Es lógico y obvio que un Concilio Ecuménico no puede no ser infalible, pues no puede la Iglesia reunida en su magisterio universal en Concilio ser defectible. Por esto Marín Sola O.P., sucesor de la cátedra de Norberto del Prado en la Universidad de Friburgo (Suiza) de célebre memoria, regida por los Dominicos, afirma: “Está revelado que ‘todo Concilio ecuménico es infalible’ o lo que es lo mismo, está revelado que ‘todo Concilio es infalible si es ecuménico’.” (La Evolución homogénea del Dogma Católico, BAC, Madrid 1963, p. 435). Conste que esta obra fue escrita en 1923 y fue avalada por el famoso ex‐secretario de San Pío X, Cardenal Merry del Val.
    
Lamentablemente la ignorancia parece imperar aún en los medios tradicionalistas, pues hasta ahora no ha sido esto detectado ni valorado, a pesar del transcurso del tiempo, como lógicamente debería de ser.

Monseñor Lefebvre en una de sus últimas conferencias espirituales señaló: “¿Qué valor tiene un Concilio no infalible? Ninguno.” Obvio, pues si un Concilio Ecuménico no es infalible, sencillamente no es un Concilio legítimo de la Iglesia, pues ninguna autoridad en la Iglesia, sea el Papa, o el resto de los Obispos o ambos, tiene poder para excomulgar la presencia infalible del Espíritu Santo, o dicho de una manera más “light”, no tienen autoridad para darle vacaciones al Espíritu Santo cuando se reúnen en Concilio Ecuménico, pues la Iglesia no sería divina, de Dios, si se permite el impase de no estar garantizada de estar libre de todo error en cosas que atañen a la fe y la moral. La fe de la Iglesia no se puede vulnerar, sin afectar la infalibilidad y la indefectibilidad de la misma Iglesia.
   
Concebir una Iglesia defectible es concebir que la Iglesia no es divina, luego es humana, mundana y esto es una herejía. Un Concilio Ecuménico no infalible es una Iglesia falible en su magisterio extraordinario, lo cual es como concebir un círculo cuadrado, o un matrimonio no indisoluble por voluntad de los contrayentes que deciden casarse legítimamente.
    
Un Papa puede él solo querer o no querer ser infalible y según el caso ejercer su Magisterio infalible ex cáthedra, pero no puede pretender convocar un Concilio Ecuménico dictaminando no sea infalible, tanto como un hombre puede querer o no casarse, pero si se casa no puede pretender que el matrimonio no sea indisoluble, y sí es esa su verdadera intención, es inválido el casamiento pues se conculca un elemento esencial al sacramento.
   
Así, un Concilio Ecuménico no infalible es de plano un no Concilio, un pseudoconcilio, un falso concilio, un anticoncilio y esto es lo que en realidad es el atípico y no infalible Concilio Vaticano II a la luz de la teología católica. Que esto no haya sido expuesto anteriormente es un misterio, y peor que se siga no admitiéndolo, lo cual sería un misterio de iniquidad.
    
La no infalibilidad está reflejada en las declaraciones mismas de Juan XXIII y Pablo VI por si algún distraído en la materia asoma queriendo igualar en Vaticano II con los otros Concilios Ecuménicos como pretende el Cardenal Ratzinger, el hoy Benedicto XVI que afirma: “… hay que dejar bien claro, ante todo, que el Vaticano II se apoya en la misma autoridad que el Vaticano I y que el Concilio Tridentino: es decir, el Papa y el colegio de los obispos en comunión con él.” (Informe sobre la Fe, BAC, Madrid 1985, p. 34). Y por si fuera poco remata diciendo: “Quien niega el Vaticano II, niega la autoridad que sostiene a los otros dos concilios y los arranca así de su fundamento.” (Ibid. p. 35).
   
Decir esto para legitimar un Concilio Ecuménico no infalible es un abuso y un absurdo, pues cómo va a tener el mismo valor si el fundamento de la infalibilidad de la Iglesia fue rechazado, y sin infalibilidad qué valor y autoridad tiene un concilio como había señalado Monseñor Lefebvre.
   
Juan XXIII había manifestado que la misión del Concilio no era definir verdades “ateniéndose a las normas y exigencias de un magisterio de carácter prevalentemente pastoral”. (Discurso de inauguración, 11 de noviembre de 1962).
   
Pablo VI, quien retomó y rubricó formalmente el Concilio Vaticano II (que hubiese quedado en nada con la muerte de Juan XXIII, si él no lo hubiera continuado y revivido), afirmó retomando a Juan XXIII: “Ni nuestra obra mira como fin principal el que se discutan algunos puntos principales de la doctrina de la Iglesia…; hay que buscar aquellas formas de exponerla que más se adapten al magisterio cuyo carácter sea prevalentemente pastoral.” Y más adelante continúa: “Nos parece que ha llegado la hora en que la verdad acerca de la Iglesia de Cristo debe ser estudiada, organizada y formulada, no, quizá, con los solemnes enunciados que se llaman definiciones dogmáticas, sino con declaraciones que dicen a la misma Iglesia con el magisterio más vario, pero no por eso menos explícito y autorizado, lo que ella piensa de sí misma.” (Discurso de apertura de la segunda sesión del Concilio Vaticano II de Pablo VI del 29 de septiembre de 1963).
   
En otra ocasión Pablo VI aclara: “Hay quienes se preguntan cuál es la autoridad, la calificación teológica que el Concilio ha querido atribuir a su enseñanza, sabiendo que ha evitado dar definiciones dogmáticas solemnes comprometiendo la infalibilidad del magisterio eclesiástico. Y la respuesta es conocida para quien recuerda la declaración conciliar del 6 de marzo de 1964, repetida el 16 de noviembre de 1964: dado el carácter pastoral del Concilio, ha evitado pronunciar de modo extraordinario dogmas dotados de la infalibilidad…” (Audiencia General de Pablo VI, Miércoles 12 de enero de 1966). En otra Audiencia del 8 de marzo de 1967 señala también la no infalibilidad del Concilio.  
    
Así tenemos que el Concilio Vaticano II no es infalible, y en consecuencia tenemos un Magisterio Universal de la Iglesia no garantizado con la infalibilidad, luego tenemos una Iglesia que se puede equivocar, que deja la puerta abierta al error al ejercer ex offício su Magisterio más solemne y extraordinario, lo cual es negar la
divinidad de la Iglesia. Como esto es imposible, la única explicación teológica es afirmar que lo que falló fue el Concilio, es decir, no fue un verdadero y legítimo Concilio Ecuménico infalible de la Iglesia, y esto por voluntad de sus autores.
  
Desde entonces tenemos un Pseudoconcilio que instaura una Nueva Iglesia, Pseudoiglesia, una nueva religión con apariencia de católica, pero que no lo es, pues está vaciada de su contenido.
    
Así se tiene la Revolución Francesa dentro de la Iglesia como observa Monseñor Lefebvre: “El Concilio es 1789 en la Iglesia, declaró el Cardenal Suenens.” (Le Destronaron, ed. Voz en el Desierto, México 2002, p. 14). Y también tenemos el contrasýllabus, negando y anulando el Sýllabus que condena los errores modernistas, tal como admite el Cardenal Ratzinger y hoy Benedicto XVI:
“El problema del Concilio fue asimilar los valores de dos siglos de cultura liberal, dijo el Cardenal Ratzinger. Y explica: Pío IX con el Sýllabus, había rechazado definitivamente el mundo surgido de la Revolución, al condenar esta propuesta: ‘El Pontífice romano puede y debe reconciliarse y acomodarse con el progreso, con el liberalismo y con la civilización moderna’ (n°. 80). El Concilio, dice abiertamente Joseph Ratzinger, ha sido un ‘Contra Sýllabus’ al efectuar esta reconciliación de la Iglesia con el liberalismo, particularmente por medio de la Gáudium et Spes, el más largo documento conciliar.” (Ibid. p. 14).
Esto únicamente encaja y se explica en profundidad al percatarse de que en realidad el Concilio Vaticano II al no tener la nota de la infalibilidad se trata de un Pseudoconcilio, y así tenemos la Pseudoiglesia del Anticristo‐Pseudoprofeta.

Estamos ante una realidad apocalíptica descomunal difícil de desenmascarar, pero no queda otro remedio para preservarnos del veneno del maligno que carcome desde adentro la Iglesia, para quedar ésta reducida (medición del Templo) a un pequeño rebaño que permanece aún fiel disperso por el mundo y a punto de ser absorbido (tragado) por las fauces del dragón infernal.

Se trata de lo que el Padre Castellani ya había previsto: “…la Mujer ramera y blasfema es la religión adulterada, ya formulada en Pseudoiglesia en el fin del siglo, prostituida a los poderes deste mundo, y asentada sobre la formidable potencia política y tiránico imperio del Anticristo.” (El Apokalypsis de San Juan, ed. Paulinas, 1963 p. 261).

¿Cómo se puede llegar a esta calamidad terrible, desconcertante y evidentemente apocalíptica? El venerable Padre Lacunza nos dice:
“Nuestro sacerdocio, que como buen pastor y no mercenario, debía defender el rebaño de Cristo, y poner por el su propia vida, será en aquellos tiempos, su mayor y su más próximo peligro. ¿Qué tenéis que extrañar esta posición? ¿Ignoráis acaso la historia? ¿Ignoráis los principales y más ruidosos escándalos del sacerdocio Hebreo? ¿Ignoráis los escándalos horribles y casi continuados por espacio de XVII siglos del sacerdocio Cristiano? ¿Quién perdió enteramente a los Judíos, sino su sacerdocio? Este fue el que resistió de todos modos al Mesías mismo, no obstante que lo tenía a la vista, oía su voz, y admiraba sus obras prodigiosas. Este fue el que cerrando los ojos a la luz, se opuso obstinadamente a los deseos y clamores de toda la nación, que estaba prontísima a recibirlo, y lo aclamaba a gritos por hijo de David y rey de Israel. Este fue el que cerró los ojos a todos con miedos, con amenazas, con persuasiones, con calumnias groseras, para que no viese lo mismo que tenía delante, para que desconociesen a la esperanza de Israel, para que olvidasen enteramente sus virtudes, su doctrina, sus beneficios, sus milagros, de que todos eran testigos oculares. Éste en fin les abrió la boca, para que lo negasen, y reprobasen públicamente, y lo pidiesen a grandes voces para el suplicio de la cruz. Ahora digo yo: ¿Este sacerdocio lo era acaso de algún ídolo, o de alguna falsa religión? ¿Había apostatado formalmente de la verdadera religión que profesaba? ¿Había perdido la fe de sus Escrituras y la esperanza, de su Mesías? ¿No tenía en sus manos las Escrituras? ¿No podía mirar en ellas como un espejo clarísimo, la verdadera imagen de su Mesías, y cotejarla con el original que tenía presente? Sí. Todo esto es verdad; más en aquel tiempo y circunstancias todo esto no bastaba, ni podía bastar. ¿Por qué? Porque la iniquidad de aquel sacerdocio generalmente hablando, había llegado a lo summo. Estaba viciado por la mayor y máxima parte. Estaba lleno de malicia, de dolo, de hipocresía, de avaricia de ambición; y por consiguiente lleno también de temores y respetos puramente humanos que son los que se llaman en la Escritura prudéntia carnis, et amicítia hujus mundi incompatibles con la amistad de Dios. Esta fue la verdadera causa de la reprobación del Mesías y de todas sus funestas consecuencias, la cuál no se avergonzó aquel inicuo sacerdocio de producir en pleno concilio: ‘hic homo multa signa facit, si dimíttimus eum sic, omnes credent in eum, et vénient Románi, et tollent nostrum locum, et gentem’ (Juan, Cap. 11, ver. 47).
   
¿Que tenemos pues, que maravillarnos de que el sacerdocio Cristiano pueda en algún tiempo imitar en gran parte la iniquidad del sacerdocio hebreo? ¿Que tenemos que maravillarnos de que sea el únicamente simbolizado en esta bestia de dos cuernos? Los que ahora se admiraren de esto, o se escandalizaren de oírlo o lo tuvieren por un propósito increíble, es muy de temer, que llegada la ocasión sean los primeros que encuentren en el escándalo y los primeros prendidos en el lazo. Por lo mismo que tendrán por increíble tanta iniquidad en personas sagradas, tendrán también por buena la misma iniquidad. ¿De qué hay que maravillarse después de tantas experiencias? Así como en todos los tiempos han salido del sacerdocio Cristiano bienes verdaderos, e inestimables, que han edificado y consolado la Iglesia de Cristo, así han salido innumerables y gravísimos males que la han escandalizado y afligido. ¿No gimió todo el orbe Cristiano en tiempo de los Arrianos? ¿No se admiró de verse Arriano casi sin entenderlo, según la expresión viva de San Jerónimo? ‘¿Ingémuit orbis terrárum et se Ariánum esse mirátur est?’ ¿Y de dónde le vino todo este mal, sino del sacerdocio?” (La Venida del Mesías en Gloria y Majestad, Londres 1816, Tomo 1, 2ª parte, pp. 454‐456).
Y por si algún erudito, pero poco avisado o superficial, que pretenda impugnar al P. Lacunza, he aquí lo que manifiesta (otro erudito y sabio historiador de renombre y fama reconocida)Menéndez Pelayo sobre la integridad doctrinal del Padre Lacunza:  
¿Puede contarse entre los heterodoxos españoles al Padre Lacunza?
Tradición antigua y venerable así de los hebreos como de los cristianos, aceptada y confirmada por algunos de los Padres apostólicos y por el apologista San Justino, afirmaba que el estado presente del mundo perecerá dentro del sexto millar. Para ellos, los seis días del Génesis eran, a la vez que relato de lo pasado, anuncio y profecía de lo futuro. En seis días había sido hecha la fábrica del mundo y seis mil años había de durar en su estado actual, imperando luego justicia y bondad sobre la tierra y siendo desterrada toda prevaricación e iniquidad. Este séptimo millar de años llámase comúnmente el reino de los milenaristas o chiliastas. San Jerónimo (sobre el c. 20 de Jeremías) no se atrevió a seguirla ni tampoco a condenarla, ya que la habían adoptado muchos santos y mártires cristinos, por lo que opina que a cada cual es lícito seguir su opinión, reservándolo todo al juicio de Dios. Lo que desde luego fue anatemizado es la sentencia de los milenarios carnales, que suponían que esos mil años habían de pasarse en continuos convites, francachelas y deleites sensuales. El parecer de los milenarios puros o espirituales tuvo en el siglo XVIII un defensor fervorisísimo en el jesuita chileno Padre Lacunza, uno de los desterrados, varón tan espiritual y de tanta oración, que de él dice su mismo impugnador, el P. Bestard, que ‘todos los días perseveraba inmoble en oración por cinco horas largas, cosido su rostro con la tierra’. Ahogose en uno de los lagos del Alta Italia muy a principios de este siglo, y no parece sino que aquellas aguas ahogaron también toda noticia de su persona, aunque esta obscuridad, que no han conseguido disipar los mismos bibliógrafos de su Orden, no alcanza a su doctrina, que tuvo larga resonancia y provocó muchas polémicas, ni a su obra capital, La venida del Mesías en gloria y majestad. Compúsola en lengua castellana; pero otro jesuita americano la tradujo al latín, y así corrió manuscrita por Europa. Del original hay por lo menos tres ediciones y algunos manuscritos, todos discordes en puntos muy sustanciales. La obra, desde 1824, fue incluída en el Indice de Roma, razón bastante para que quedara con nota y sospecha de error. Pero no todo libro prohibido es herético; y, al ver que notables y ortodoxísimos teólogos ponen sobre su cabeza el libro del P. Lacunza, como sagaz y penetrante expositor de las Escrituras, por más que no consideren útil su lección a todo linaje de gentes, ocúrrese desde luego esta pregunta: ¿Fue condenada La venida del Mesías por su doctrina milenarista o por alguna otra cuestión secundaria?
  
Cierto que un teólogo mallorquín, Fr. Juan Buenaventura Bestard, comisario general de la Orden de San Francisco en Indias, combatió con acritud el sistema entero del P. Lacunza en unas Observaciones, impresas a seguida de la prohibición de Roma, en 1824 y 1825. Pero todos sabemos que la cuestión del milenarismo (del espiritual se entiende) es opinable, y aunque la opinión del reino temporal de Jesucristo en la tierra tenga contra sí a casi todos los padres, teólogos y expositores desde fines del siglo V en adelante, comenzando por San Agustín y San Jerónimo, también es verdad que otros padres más antiguos la profesaron y que la Iglesia nada ha definido, pudiendo tacharse, a lo sumo, de inusitada y peregrina la tesis que con grande aparato de erudición bíblica y con no poca sutileza de ingenio quiere sacar a salvo el P. Lacunza. Ni ha de tenerse por herejía el afirmar, como él lo hace, que Jesucristo ha de venir en gloria y majestad, no sólo a juzgar a los hombres, sino a reinar por mil años sobre sus justos en el mundo renovado y purificado, que será un como traslado de la celestial Sión.
   
Otras debieron ser, pues, las causas de la prohibición del libro del supuesto Ben Ezra, y, a mi entender, pueden reducirse a las siguientes:
1ª. La demasiada ligereza y temeridad con que suele apartarse del común sentir de los expositores del Apocalipsis, aún de los más sabios, santos y venerados, tachándolos desde el discurso preliminar de su obra de haber enderezado todo su conato a acomodar las profecías a la primera venida del Mesías…, ‘sin dejar nada o casi nada para la segunda, como si sólo se tratase de dar materia para discursos predicables o de ordenar algún oficio para el tiempo de Adviento’.
2ª. Algunas sentencias raras y personales suyas, de que apenas se encuentra vestigio en ningún otro escriturario antiguo ni moderno, es decir, la de que el anticristo no ha de ser una persona particular, sino un cuerpo moral, y la de la total prevaricación del estado eclesiástico en los días del anticristo.
3ª. Las durísimas y poco reverentes insinuaciones que hace acerca de Clemente XIV, autor del breve de extinción de la Compañía.
4ª. El peligro que hay siempre en tratar de tan altas cosas, de misterios y profecías, en lengua vulgar, por ser ocasión de que muchos ignorantes, descarriados por el fanatismo, se arrojen a dar nuevos y descabellados sentidos a las palabras apocalípticas, como vemos que cada día sucede.
Por todas estas razones, y sin ser hereje, fue condenado el P. Lacunza, y por todas ellas debe hacerse aquí memoria de él, salvando sus intenciones y su catolicismo y no mezclándolo en modo alguno con la demás gente nonsancta de que se habla en este libro.” (Historia de los Heterodoxos Españoles, BAC, Madrid 1967, pp. 667‐669).
Queda así disipada cualquier objeción o reparo sobre el P. Lacunza, “profundo religioso y hombre de oración de 5 horas diarias el rostro cocido en tierra”, que pudiera surgir, así como de paso también respecto al Milenarismo patrístico, que algún fariseo moderno pueda esgrimir.
   
Vemos como un Concilio de impíos (fariseos) condenó a Cristo, y hoy un Concilio cual Vaticano II reprueba nuevamente a Cristo en su cuerpo místico la Iglesia para acomodarse al mundo, para configurarse o ponerse en sintonía con el mundo moderno, yendo contra la explícita y clara advertencia antiliberal de San Pablo: “no os acomodéis a este siglo” (Rom 12, 2).
   
¿Qué es lo que hace difícil el aceptar estas cosas? entre ellas están la falsa concepción del triunfo intramundano de la Iglesia muy acorde al espíritu de la gentilidad de origen sobre todo bárbaro‐germánico en oposición al espíritu latino–romano, y a las falsas ideas sobre el Anticristo, que comúnmente se tienen.  
    
Respecto al triunfo de la Iglesia en este mundo, muchos lo esperan cuando en realidad las Escrituras Sagradas dicen otra cosa. Sí habrá un triunfo pero es el de Cristo Rey cuando vuelva el día de la Parusía, antes habrá si un triunfo efímero, trunco del Anticristo por 3 ½ años, mitad de la plenitud que el 7 simboliza. Así comenta Monseñor Straubinger: “Siendo siete el número de perfección, tres y medio puede ser propio de lo contrario, de algo incompleto y malo, esto es, una persecución que no alcanza su objetivo.” (Nota a Dan. 7, 24).
   
El Padre Castellani advierte sobre el falso triunfo de la Iglesia que muchos esperan:
“En la presente edad no será la Iglesia mediante un triunfo del espíritu del Evangelio, sino Satanás, mediante un triunfo del espíritu apostático, quien ha de llegar a la pacificación total (aunque perversa, aparente y breve) y a un Reino que abarcará todas las naciones; pues el Reino mesiánico de Cristo será precedido del reino apóstata del Anticristo. La gran apostasía parece que comienza a perfilarse en el mundo, porque las impulsiones de la herejía han adquirido por fin volumen cósmico.” (Decíamos ayer… ed. Sudestada, 1968, p. 27).
Sobre la falsificación de la religión, de la fe, el P. Castellani advierte:
“En tiempo de San Pablo ya existían lo que él llama los falsos hermanos‐perículum in falsis frátribus. Pero en la forma y en la extensión de hoy, la situación es nueva. Sobre ese fenómeno que se puede llamar el desalambrado de la Iglesia, se está injertando la peor falsificación del cristianismo que hicieron Lutero, Calvino y Knox; pero esta vez de una sutileza y una potencia increíbles” (Decíamos ayer… ed. Sudestada, 1968, p.30).
Y para los que acarician soluciones políticas, el P. Castellani precisa con gran tino y dejándonos una consigna capital para perseverar en el bien y la verdad:
“Es muy posible que bajo la presión de las plagas que están cayendo sobre el mundo y de esa nueva falsificación del catolicismo que aludí arriba, la contextura de la cristiandad occidental se siga deshaciendo en tal forma que dentro de poco no haya nada que hacer, para un verdadero cristiano, en el orden de la cosa pública. Ahora, la voz de orden es atenerse al mensaje esencial del cristianismo: huir del mundo, creer en Cristo, hacer todo el bien que se pueda, desapegarse de las cosas criadas, guardarse de los falsos profetas, recordar la muerte. En una palabra, dar con la vida testimonio de la Verdad y desear la vuelta de Cristo.” (Ibid. p. 31).
Esta corrupción de la fe es también corrupción de la Iglesia en su parte humana, pues la Iglesia tiene por fundamento de la fe como dice Santo Tomás, luego si la fe se corrompe, se falsifica, se adultera, la Iglesia se corrompe, se falsifica y se adultera, y así tenemos la Nueva Religión Ecuménica, la Nueva Misa, la Nueva Iglesia conciliar y postconciliar, es la Pseudoiglesia del Anticristo‐Pseudoprofeta.
   
Esto es lo que está señalado, como hace ver el P. Castellani, en la gran meretriz del Apocalipsis: 
  • “la Mujer ramera y blasfema es la religión adulterada, ya formulada en Pseudoiglesia en el fin del siglo, prostituida a los poderes deste mundo, y asentada sobre el formidable poder político anticristiano… “ (El Apokalypsis, ed. Paulinas, Buenos Aires 1963, p. 261).
  • “Las dos mujeres del Apokalypsis representan la religión verdadera en sus dos polos extremos, la religión corrompida y la religión fiel: la ‘Forneguera’ sobre la Bestia roja y la Parturienta vestida del sol de la fe…” (Ibid. p. 256).
  • “Cuando vino Cristo eran tiempos confusos y tristes. La religión estaba pervertida en sus jefes y consiguientemente en parte del pueblo. ‘Haced todo cuanto os dijeren, pero no hagáis conforme a sus obras’. Cristo no abandonó por eso la Sinagoga, sino que se hizo matar por purificarla. De su corazón abierto nació la Iglesia que primordialmente fue judía.
       
    Cuando Cristo vuelva la situación será parecida. Solamente el fariseísmo, el pecado contra el Espíritu Santo, es capaz de producir esa magna apostasía que Él predijo: ‘la mayor tribulación desde el Diluvio acá’, será producida por la peor corrupción, la corrupción de lo óptimo. El dolor solo remediable por Dios en persona es el causado por la corrupción irremediable, ‘la sal que pierde su salinez’.
        
    Por eso San Juan vio en la frente de la Ramera la palabra MISTERIO, y dice se asombró sobremanera; y el Ángel le dice: ‘Ven, y te explicaré el misterio de la Bestia’. Es el misterio de iniquidad, la abominación de la desolación: la parte carnal de la Religión ocultando, adulterando y aun persiguiendo la Verdad. ‘Synagóga Sátanæ’.
       
    Por eso la parte fiel de la Religión padecerá entonces ‘dolores como de parto’, y el Dragón estará a punto de tragar a su hijo, que se salvará por milagro; y ella se salvará huyendo a la soledad con dos alas de águila, y aun allí la perseguirá la oleada de agua sucia y torrentosa que el Dragón lanzará contra ella…” (Ibid. pp. 257‐258).
Más adelante prosigue el P. Castellani describiendo a la Mujer vestida de púrpura y que en la frente tiene grabado este nombre: Misterio Babilonia la grande madre de las prostituciones y asquerosidades de la tierra:
“Vamos a ver este misterio, este enigma, este ‘signo’ que espanta al mismo Juan Águila, que ha mirado de frente al sol, y ha visto tantos misterios y asombros. ‘Kai etháumasa idoón autéen tháuma mega’. Y viéndolame asombré en asombro grande.
   
La fiera cabalgadura conocemos. ¿Quién es la ‘Forneguera’? Luego el Ángel se lo explicará a Juan netamente. ¿Por qué ‘Forneguera” o Fornicaria? Esto es importante. La ‘fornicación’ en el dialecto profético es la idolatría. Esta Mujer que ‘fornica con los Reyes de la tierra’ y que ‘hizo beber del vino de su fornicación a los moradores de la tierra’ es la Cabeza y Canal de una religión adulterada, idolátrica. ‘Fornicar con los Reyes de la tierra’ es poner la religión al servicio de la política; de la ‘poténtia sæculáris’, que es el instrumento del Anticristo; convirtiéndola por el mismo hecho en un dios falso. ‘Embriagar desa fornicación’, es propagar la religión ‘nacional’. Si los pueblos de la tierra se embriagaron de ese vino, es porque la Mujer está primero embriagada de la sangre de los mártires.
  
No cabe duda que la ‘fornicación’ significa la religión idolátrica del Estado (‘totalitarismo’, que le dicen hoy) que se convertirá después en la religión sacrílega del Anticristo. Las palabras ‘fornicación’, ‘adúltera’, ‘prostituta’, ‘ramera’, y semejantes, se hallan alrededor de 100 veces en los antiguos Profetas con el significado de ‘idolatría’; y aplicadas (mucho de notar) a Jerusalén solamente, jamás a Nínive, Babel o Menfis: Israel es la Esposa o la Prometida de Dios. Les bastará leer el terrible y casi obsceno capítulo décimosexto de Ezequiel. Es un Misterio ahora; una cosa que nunca se había visto, un arcano, ‘las profundidades de Satán’.” (Ibid. pp. 262‐264).
Y como dice el Padre Castellani, para quien todo esto le parezca lejano, basta mirar lo que está sucediendo para reconocerlo:
“La vista de las fuerzas del Mal es hoydía aplastante, sobre todo a los que han  tenido una terrible apertura a lo que la Escritura llama ‘las profundidades de Satán’; la confusión mental que reina en nuestros contemporáneos es espantosa; y tiene a su favor TODO, por decirlo así, las Ciencias profanizadas, la filosofía caótica, la situación política de los Estados, la potencia del Grandinero, el arte perverso o degenerado, y los instrumentos eficacísimos de difusión, que no son sino una confusión; de modo que la cosa parece desahuciada. Pero hemos de parar mientes en que si las fuerzas del Mal no son contrarrestadas; lo único que pueden hacer es apresurar la catástrofe, y por ende la subsiguiente rehabilitación sobrenatural, y nada más: no pueden construir nada estable ni permanente, siendo esencialmente parasitarias y destructivas. El Mal es un parásito del Ser; y el Ser depende intrínsecamente de Dios. Hasta el diablo trabaja para Dios.” (Ibid. p. 375).
El gran peligro está en que aun después de producirse la Gran y Universal Apostasía de las Naciones de los Gentiles (la Iglesia formada de la gentilidad), el resto fiel, el pequeño rebaño fiel a la fe, a la religión y a la Iglesia, disperso por el mundo y perseguido, pierda la fe, pierda su fidelidad a la Tradición Católica de la Iglesia, y esto acontecería, si los tiempos no fuesen abreviados (acortados) pues ninguna carne (ningún hombre) se salvaría. (Mt, 24, 22).
    
El gran castigo es la pérdida de la fe, la crisis actual, los falsos pastores, la adulteración de la religión y no una III Guerra Mundial que sería el coletazo purificador para arrasar una humanidad corrompida, pervertida que no ama la verdad. Sería desvirtuar el peligro y la gravedad de las cosas pensar lo contrario, pues el gran castigo es en primer lugar espiritual, la pérdida de la fe por la defección de la Alta Jerarquía y en segundo lugar un castigo temporal como podría ser una 3.ª Guerra Atómica Mundial que sería fin y término del mal y castigo medicinal que permitiría la conversión final de los que se arrepienten al ver el desastre físico.
   
San Juan Eudes ya advertía señalando cual era el más terrible castigo de la ira de Dios:
“La mayor señal de la ira de Dios sobre un pueblo y el más terrible castigo que sobre él pueda descargar en este mundo, es permitir que, en castigo de sus crímenes, venga a caer en manos de pastores que más lo son de nombre que de hecho, que más ejercitan contra él la crueldad de lobos hambrientos que la caridad de solícitos pastores, y que, en lugar de alimentarle cuidadosamente, le desgarren y devoren con crueldad; que en lugar de llevarle a Dios, le vendan a Satanás; en lugar de encaminarle al cielo, le arrastren con ellos al infierno; y en lugar de ser la sal de la tierra y la luz del mundo, sean su veneno y sus tinieblas.” (El Sacerdote, San Juan de Eudes, ed. Vizcaína, Bilbao 1936, Capítulo 2).
El peligro consiste en que el pequeño rebaño, pierda la fe, y esto en nombre de Dios, de la autoridad, de la obediencia, de la jerarquía (corrompidas), ese es el gran peligro, el verdadero enemigo más que la posibilidad de una III Guerra Mundial catastrófica para el cuerpo y que todas las muertes, pues la muerte espiritual, la corrupción de la fe, y de la Iglesia en sus miembros humanos es mucho peor, esa es la razón por la cual los pocos fieles firmes en la Fe, el pequeño rebaño peligra y perdería la fe si los tiempos no son acortados.
   
Por esto el Padre Castellani dice:
“¿Creen ustedes que una gran apostasía general sería posible si la Iglesia estuviera vigente, llena de pureza, de justicia, de caridad y de luz? Es imposible. La gran apostasía hace concebible la gran persecución, pero la gran apostasía no es concebible sin una contaminación…” (Los Papeles de Benjamín Benavides, ed. Dictio, Buenos Aires 1978, p. 273).
Por increíble que esto parezca, como hace ver el Padre Castellani hubo santos y teólogos que admitieron esta hecatombe de la Iglesia en su parte humana, aunque jerárquica:
  • “Llegará un día en que serán solamente un puñado de hombres porque cuándo vuelva el Hijo del Hombre ¿creéis que encontrará fe sobre la tierra?; porque fe habrá, aunque pocos y perseguidos en los últimos tiempos. Pero la fe en este sentido, significa la fe organizada, es decir la Iglesia. La Iglesia –dice el teólogo Domingo Soto‐ ‘será quitada del medio’.” (Catecismo para Adultos, ed. Grupo Patria Grande, Buenos Aires 1979, pp. 35‐36).
  • “San Victorino Mártir continuamente dice que la Iglesia será quitada: ‘El cœlum recéssit tánquam liber qui invólvitur’ y el intérprete interpreta: ‘el cielo es plegado, es decir la Iglesia es quitada’; ‘de médio fiet’ –escribe Victorino en su bajo latín – que en latín significa más todavía: ‘La Iglesia liquidada’. (Los Papeles de Benjamín Benavides, p. 273).
Si esto pueda para alguno oler a herejía, el Padre Castellani resalta:
“Domingo Soto defendió que la Iglesia ‘desaparecería’. Yo no lo sigo, conste. Pero quiero decir que esa opinión no fue condenada…” (Ibid. p. 273).
Y aclara con este texto lo que quiere decir:
  • “San Victorino Mártir netamente asevera que ‘la Iglesia será quitada’; pero eso no significa que será extinguida del todo y absolutamente, como opinó Domingo Soto, sino su desaparición de la sobrehaz de la tierra y su vuelta a unas más oscuras y hórridas catacumbas” (Ibid. p. 344).
  • “El mundo quiere unirse –dijo– y actualmente el mundo no se puede unir sino en una religión falsa. O bien las naciones se repliegan sobre sí mismas en nacionalismos hostiles –posición nacionalista que ha sido superada– o bien se reúnen nefastamente con la pega de una religión nueva, un cristianismo falsificado; el cual naturalmente odiará de muerte al auténtico. Sólo la religión puede crear vínculos supranacionales, bien lo probaron los romanos al instituir como necesaria liga de su inmenso imperio pagano la religión obligatoria e idolátrica del Emperador: ‘Numen Imperatóris’. Esa religión tenía delante Juan cuando describió la Bestia; y el carácter, el nombre, el signo y el culto de la Bestia; o en griego, de la Fiera.
        
    La presión enorme de las masas descreídas y de los gobiernos o bien maquiavélicos o bien hostiles pesará horriblemente sobre todo lo que aún se mantiene fiel; la Iglesia cederá en su armazón externo; y los fieles ‘tendrán que refugiarse’ volando ‘en el desierto’ de la Fe. Sólo algunos contados, ‘los que han comprado’ con la renuncia a todo lo terreno, ‘colirio para los ojos y oro puro afinado’ mantendrán inmaculada su Fe, esos contados 144.000 de la Visión Cuarta y la Doce, agrupados en torno a los Dos Testigos. Es curioso que en la Cuarta Visión todos ellos pertenecen al pueblo hebreo, con la excepción de dos tribus, Dan y Efraín; y en la duodécima son llamados ‘vírgenes’. Ésos son el santuario; el atrio será pisoteado por los gentiles ‘por un poco de tiempo’; lo cual quizás significa que no todos los demás se perderán, pues alrededor de los fidelísimos San Juan divisa en el Cielo ‘una multitud innumerable de todas tribus y razas y lenguas’.
       
    Esos pocos ‘no podrán comprar ni vender’, ni circular, ni dirigirse a las masas por medio de los grandes vehículos publicitarios, caídos en manos del poder político; y, después, del Anticristo: por eso serán pocos. Las situaciones de heroísmo, sobre todo de heroísmo sobrehumano son para pocos; y si esos días no fuesen abreviados no quedaría ni uno. Pero la Iglesia no está por hacer, ya está hecha; hoy está construida, inmensa catedral de piedra y barro, con una luz adentro. No desaparecerá como si fuese de humo: quedarán los muros, quedarán al menos los escombros, y en los altares dorados y honrados con huesos de mártires se sentará un día el Hijo de Perdición, el Injusto, cuya operación será en todo poder de Satanás, para perdición de los que no se asieron a la verdad mas consintieron con la iniquidad. 
       
    Un mundo nuevo lleno de maravillas técnicas que no darán la dicha a los hombres se construirá con la argamasa de la omnímoda mentira, el fraude religioso y la opresión y el engaño del pobre.” (Ibid. p. 292‐293).
  • “La Iglesia creó la Cristiandad Europea, sobre la base del Orden Romano. La Fe irradió poco a poco en torno suyo y fue penetrando sus entornos: la familia, la sociedad, el trabajo, la cultura, las costumbres, las leyes, la política. Hoy día todo eso está cuarteado y contaminado, cuando no netamente apostático, como en Rusia; un día será ‘pisoteado por los gentiles’ del nuevo paganismo. Ése es el atrio del Templo. Quedará el santuario, es decir, la Fe pura y oscura, dolorosa y oprimida; el recinto medido por el profeta con la ‘caña en forma de vara’, que es la esperanza doliente en el Segundo Advenimiento, la caña que dieron al Ecce Homo y la vara de hierro que le dio su Padre para quebrantar a todas las gentes.” (Ibid. p. 294).
El venerable Holzhauzer (1650) dice lo mismo de otra forma: “la Iglesia latina será desgarrada y, a excepción de los elegidos, habrá defección total de la fe.” (Revelation du Passé et de l’Avenir, interpretation de l’Apocalipse, p. 91).
   
Melania, la vidente de la Salette ya decía: “Nosotros estamos abandonados a nosotros mismos sin pastor.” (Lettres de Mélanie, Bergere de la Salette, au Chanoine de Brand, lettre n°. 275, p, 120).
“Pero es muy natural, mi muy querido Padre; Ribot y Félix Faure, luciferinos, cumplen su deber como tales; pero el Episcopado, el Clero, los Cristianos ¿se molestan en lo más mínimo para defender su fe, el honor de Dios, su culto, etc., etc? ¡Hacen menos que nada!... ¿Instruyen al menos al pueblo sobre las verdades de fe? ¡De ningún modo!... Es horroroso, la apostasía, si no es todavía oficial para todos, es hecho casi cumplido para las obras. Los francmasones luciferinos no tendrán gran combate a darnos, la plaza se les ha dado.” (Ibid. lettre n°. 450, p. 319).
Y prosigue en la misma carta: 
  • “Cuando hace algunos años hablé del Anticristo, y de los francmasones que le preparan su reino, fui mirada como una ilusionada. Sin embargo, ¡se tenía a los Profetas! ¡se tenía el Apocalipsis! ¿Por qué no leen la historia verídica de nuestra época?... Podremos aun sorprendernos bastante por otros acontecimientos.” (Ibid. lettre n°. 450, p. 320).
  • “Esperemos un poco más y veremos las Iglesias cedidas, dadas a las logias luciferinas.” (Ibid, lettre n°. 450, p. 320).
  • Y hacia el final de la misma carta expresa: “Si queremos guardar la fe, es preciso quedarse en casa, el espíritu del mal está en el aire mismo.” (Ibid. lettre n°. 450, p. 321).
Para los que no quieren aceptar que estamos en esos tiempos apocalípticos, oigamos lo que decía un gran y famoso escritor francés citado por el P. Combe, confesor de Melania:
“Joseph de Maistre escribía en los primeros años del siglo XIX: ‘Es preciso estar listos para un acontecimiento inmenso dentro del orden divino… Oráculos temibles anuncian que los tiempos han llegado.’ Él agregaba que la generación con la cual vivía no vería esas cosas: luego somos nosotros que las veremos.” (Le Secret de Mélanie et la Crise Actuelle, par l’Abbé Gilbert-Joseph‐Emile Combe, 1906, p. 187).
Cuánto más podemos decir hoy nosotros sobre todo después del Concilio Vaticano II, viendo el error en la Iglesia, en la Cátedra de Pedro, la Jerarquía oficial corruptora de la fe. Ya lo había dicho Monseñor Lefebvre en su último libro:
“De cuanto más arriba vienen los escándalos, más desastres provocan. Es verdad que la Iglesia en sí misma conserva toda su santidad y sus fuentes de santificación, pero cuando sus instituciones están ocupadas por papas infieles y por obispos apóstatas, se arruina la fe del clero y de los fieles, se esterilizan los instrumentos de la gracia y se favorecen los asaltos de todas las potencias del infierno, que parecen triunfar. Esta apostasía convierte a estos miembros en adúlteros y en cismáticos opuestos a toda tradición, en ruptura con el pasado de la Iglesia y, por lo tanto, con la Iglesia de hoy en la medida en que permanece fiel a la Iglesia de Nuestro Señor. Todo lo que sigue siendo fiel a la verdadera Iglesia es objeto de persecuciones salvajes y continuas.” (Itinerario Espiritual, ed. Voz en el Desierto, México 2005, p. 78).
Monseñor Lefebvre no teme calificar al actual ecumenismo de apóstata: 
“Es un misterio que no surgieran cincuenta o cien obispos como Monseñor de Castro Mayer y yo, que reaccionaran contra los impostores, como verdaderos sucesores de los apóstoles.
  
No es orgullo ni suficiencia decir que Dios, en su misericordiosa sabiduría, ha salvado la herencia de su sacerdocio, de su gracia y de su revelación, mediante estos dos obispos. No somos nosotros quienes nos hemos escogido, sino Dios, que nos ha guiado en el mantenimiento de todas las riquezas de su Encarnación y de su Redención. Los que piensan que deben minimizar estas riquezas e incluso negarlas sólo pueden condenar a estos dos obispos, lo cual no hace más que confirmar su cisma de Nuestro Señor y de su Reino, por su laicismo y su ecumenismo apóstata.
   
Tal vez alguien me diga: ‘¡Usted exagera! Cada vez hay más obispos buenos que rezan, que tienen fe y que son edificantes…’ Aunque fuesen santos, desde el momento en que aceptan la falsa libertad religiosa, y por consiguiente el Estado laico, el falso ecumenismo (y con ello la existencia de varias medios de salvación), la reforma litúrgica (y con ello la negación práctica del sacrificio de la Misa) y los nuevos catecismos con todos sus errores y herejías, contribuyen oficialmente a la revolución en la Iglesia y a su destrucción.
    
El Papa actual y estos obispos ya no transmiten a Nuestro Señor Jesucristo, sino una religiosidad sentimental, superficial y carismática, por la que ya no pasa la verdadera gracia del Espíritu Santo en su conjunto. Esta nueva religión no es la religión católica; es estéril e incapaz de santificar la sociedad y la familia.” (Ibid. p. 17).
También advierte Monseñor Lefebvre por si fuera poco con lo ya dicho: “Hoy en día hay en la Iglesia una enseñanza llena de errores, cuando no de herejías sobre los sacramentos y especialmente el bautismo.” (Ibid. p. 71).
   
Vemos cómo la jerarquía de la Iglesia no sólo no cumple con su deber, si no que hace todo lo contrario en vez de estar al servicio de la fe, como declara Monseñor Lefebvre: “Toda la jerarquía instituida por Nuestro Señor está al servicio de la fe...” (Ibid. p. 77).
  
¿Qué pasa cuando la sal pierde su salinez? las Escrituras no dejan lugar a dudas, es categórica, pues bien, exactamente lo que acontece con la jerarquía, contrariando su función esencial, puesto que como señala Monseñor Straubinger: 
“En cuanto a la jerarquía, su sagrada misión consiste ante todo en transmitir fielmente y plenamente a la grey de Cristo las palabras de la Verdad eterna, que San Pablo llama ‘el depósito’. En efecto, la palabra jerarca viene de ‘hierarches’ = guarda, custodio de un santuario o de cosas sagradas.  ‘Jerarquía’. ‘Hierarja’ es el oficio de un ‘hierarjes’, de un ‘custodio de cosas sagradas’…” (Nota I Tim., 3,15).
Esto es lo terrible y dramático que el custodio de lo sagrado deje de custodiar y se convierta en corruptor de lo sagrado.
    
Esto es lo que el Padre Lacunza advierte con suma claridad cuando muestra el peligro mucho mayor de parte de la Bestia de la Tierra (poder religioso) que de la Bestia del Mar (poder político):
“Persecuciones de la potencia secular, las padeció la Iglesia de Cristo terribilísima y casi continuas por espacio de trescientos años; y con todo esto, se salvaron tantos, que no se cuentan a centenares, ni a millares sino a millones. Lejos de ser aquellos tiempos de persecución peligrosos para la Iglesia, fueron por el contrario los más a propósito, los más conducentes, los más útiles, para que la misma Iglesia creciese y arraigarse, se fortificase, y se dilatase por toda la tierra. No fue necesario, ni conveniente abreviar aquellos días por temor de que pereciese toda carne; antes fue convenientísimo dilatarlos para conseguir el efecto contrario. Así los dilató el Señor muy cerca de tres siglos cierto, y seguro, de que por esta parte nada había de temer; más en la persecución, o tribulación horrible, de que vamos hablando, se nos anuncia clarísimamente por boca de la misma verdad, que deberá suceder todo lo contrario: ‘Erit enim tunc tribulátio magna, quális non fuit ab inítio mundi úsque modo, néque fiet, et nisi breviáti fuíssent dies illi, non fíeret salva omnis caro’. Pensad amigo, con formalidad, cual podrá ser la verdadera razón de una diferencia tan grande; y difícilmente hallaréis otra, que la bestia nueva de dos cuernos, que ahora consideramos, o lo que es lo mismo, el sacerdocio Cristiano, ayudando a los perseguidores de la Iglesia, y de acuerdo con ellos por la abundancia de su iniquidad.
    
En las primeras persecuciones hallaban los fieles en su sacerdocio, o en los pastores no sólo buenos consejos, instrucciones justas, y santas, exhortaciones favorosísimas, sino también la práctica de su doctrina. Los veían ir adelante por el ejemplo; los veían ser los primeros en la batalla; los veían no estimar, ni descanso, ni hacienda, ni vida por la honra de su Señor, y por la defensa de su grey. Si leéis el martirologio Romano apenas hallaréis algún día del año que no esté ennoblecido y consagrado, con el sacrificio de estos santos pastores. Más la persecución Anticristiana en la que el sacerdocio estará ya, por la mayor y máxima parte, inimícos crucis Christi; en que estará mundano sensual y por eso tibio, y provocando a vómito; como lo anuncia claramente San Juan (Apoc., 3, 16) en que estará, resfriado enteramente en la caridad por la abundancia de la iniquidad. (Mt 24, 12). Será ya imposible que los fieles hallen en él lo que no tiene, esto es: espíritu, valor, desinterés, desprecio del mundo y celo de la honra de Dios, y será necesario, que hallen lo que sólo tiene, esto es: sensualidad, vanidad, avaricia, cobardía; y todo lo que de aquí resulta en perjuicio del mísero rebaño; esto es, seducción, tropiezo, escándalo y peligro. No por esto se dice, que no habrá en aquellos tiempos algunos pastores buenos, que no sean mercenarios. Si los habrá, ni se puede creer menos de la bondad y providencia del sumo pastor, más estos pastores buenos serán tan pocos y tan poco atendidos respecto a los otros, como lo fue Elías respecto de los falsos profetas de su tiempo; que unos y otros resistieron obstinadamente, y persiguieron a los profetas de Dios; unos y otros hicieron inútil su celo, e infructuosa su predicación; unos y otros fueron la causa inmediata así de la corrupción de Israel como de la ruina de Jerusalén.
   
Si todavía os parece difícil de creer, que el Sacerdocio Cristiano de aquellos tiempos sea el únicamente figurado en la terrible bestia de dos cuernos, reparad con nueva atención en todas las palabras y expresiones de la profecía, pues ninguna puede estar de más; dice San Juan que vio a esta bestia salir, o levantarse de la tierra; el vidi áliam béstiam ascendéntem de terra; que tenía cuernos como de cordero: et habébat córnua duo simília agni; pero que su voz, o modo de hablar era, no de cordero sencillo, e inocente, sino de un maligno y astuto dragón: et loquebátur sicut draco. Dice más, que con esta apariencia de cordero manso y pacífico y con la realidad del dragón, persuadió  a todos los habitantes de la tierra que adorasen o rindiesen, tomasen partido por la primera bestia; que para este fin hizo grandes señales, o milagros todos fingidos y aparentes, con los cuales y al mismo tiempo, con su voz de dragón, o con sus palabras seductivas, engañó a toda la tierra; que obligó a fin a todos los habitantes de la tierra a traer públicamente en la frente, o en la mano el carácter de la primera bestia, so pena de no poder comprar ni vender. Decidme ahora amigo, con sinceridad. ¿A quién pueden competer todas estas cosas, piénsese, como se pensare, sino a un
sacerdocio iniquo y perverso, como lo será el de los últimos tiempos? […].
   
No es menester decir para esto, que el sacerdocio de aquellos tiempos, persuadirá a los fieles que adoren a la primera bestia con adoración de latría como a Dios. El texto no dice tal cosa, ni hay en todo él una sola palabra de donde poderlo inferir.
   
Sólo habla de simple adoración, nadie ignora lo que significa en las Escrituras esta palabra general, cuando no se nombra a Dios, o cuando no se infiere manifiestamente el contexto: ‘et fecit terram, et habitántes in adoráre béstiam primam’. Así el hace adorar a la primera bestia no puede aquí, significar otra cosa, sino hacer que se sujeten a ella; que obedezcan a sus órdenes por inicuas que sean, que no resistan, como debían hacerlo; que den señales externas de su respeto y sumisión; y todo ello por temor de sus cuernos. Tampoco.es menester decir, que el sacerdocio de que hablamos habrá ya apostatado de la religión Cristiana. Si hubiesen algunos apóstatas formales, públicos (que sí los habrá, y no pocos) esto no deberá mirarse como miembros de la segunda bestia, sino de la primera. Bastará, pues, que el sacerdocio de aquellos tiempos peligrosos se halle ya en aquel mismo estado, y disposiciones, que se hallaban en tiempo de Cristo el sacerdocio Hebreo. Quiero decir: tibio, sensual, mundano, con la fe, o muerta o dormida, sin otros pensamientos, sin otros deseos, sin otros afectos, sin otras máximas, que de tierra, de mundo, de carne, de
amor propio y olvido total de Cristo, y de Evangelio. Todo esto parece que suena a aquella expresión metafórica, de que usa el apóstol, diciendo que vio a esta bestia salir, o levantarse de la tierra: et vidi áliam béstiam ascendénten de terra.
   
Añade que la vio con dos cuernos semejantes a los del cordero: et habébat córnua dua simília agni” la cual similitud (aunque prescindiendo de la alusión a la mitra que reparan tantos doctores) parece por otra parte, siguiendo la metáfora, un distintivo propísimo del sacerdocio, que a el sólo puede competer. De manera que así como los cuernos coronados de la primera bestia significan visiblemente la potestad, la fuerza, las armas.de la potencia secular, de que aquella bestia se servirá para herir y hacer temblar a toda la tierra; así los cuernos de la segunda semejantes a los de cordero, no pueden significar otra cosa que las armas, o las fuerzas de la potestad espiritual; las cuales aunque de suyo, poco a propósito para herir, para forzar, o para espantar a los hombres; más por eso mismo se concilia esta potencia mansa, y pacífica, el respeto, el amor y la confianza de los pueblos; y por eso mismo es infinitamente más poderosa, y más eficaz para hacerse obedecer, no solamente con la ejecución, como lo hace la potencia secular, sino con la voluntad, y aun también con el entendimiento. Más esta bestia, en la apariencia inerme, pues como se le veían otras armas, que dos pequeños cuernos semejantes a los de un cordero: esta bestia tenía un arma terrible, y ocultísima, que era su lengua; la cual no era de cordero, sino de dragón, y así hablaba como un dragón: et loquebátur sicut draco; lo que quiere decir esta similitud, y a lo que alude manifiestamente lo podéis ver en el cap. 3 del Génesis; allí entenderéis cuál es la lengua, o la lóquela del dragón, por esta loquela, entenderéis también fácilmente la lóquela de la bestia de dos cuernos en los últimos tiempos: et loquebátur sicut draco. Como habló el dragón en los primeros tiempos et décepit muliérem, así hablará en los últimos la bestia de dos cuernos, o por medio de ella el dragón mismo. Hablará con dulzura, con halagos, con promesas, con artificio, con astucia, con apariencias de bien; abusando de la confianza, simplicidad de las pobres ovejas, para entregarlas a los lobos; para hacerla rendirse a la primera bestia; para obligarlas a que la adoren, la obedezca, la admiren y entren a participar, o a ser iniciados a su misterio de iniquidad. Y si algunas se hallaren entre ellas, tan entendidas que conozcan el engaño, y tan animosas, que resistan a la tentación (como ciertamente las habrá) contra éstas se usarán, o se pondrán en gran movimiento las armadas de la potestad espiritual, o los cuernos como de cordero: prohibiendo ne quis possit émere, aut vendére, nisi qui habet caractérem béstiæ. Estas serán separadas de la sociedad, y comunicación con las otras; a estas nadie les podrá comprar, ni vender, sino traen públicamente alguna señal de apostasía: Jam enim conspiraverant Judǽi, dice el Evangelio (Jn. cap. 9) ut si quis eum confitétur esse Christum, extra sinagógam fúeret. Aplíquese la semejanza.” (La Venida del Mesías en Gloria y Majestad, Tomo 1, 2ª parte, pp. 459‐467).
Comúnmente se ha puesto la mira en la primera Bestia del Mar, el Anticristo (político) y tenérselo como el único, olvidando a la segunda Bestia de la Tierra, Pseudoprofeta, mucho más peligrosa que la primera, pues se trata del poder religioso, del poder espiritual y que es tan Anticristo como el primero y mucho peor, pues corrompe y mata el alma, mientras que el otro solo puede dañar y matar el cuerpo.
   
El gran peligro es la falsa religión, la falsa Iglesia, la falsa doctrina, sumamente seductoras. Mucho peor que una 3.ª Guerra Mundial que sería ciertamente un castigo, pero temporal y benéfico, pues liquidaría esta humanidad impía, este impío mundo, además que sería una purificación para el alma aunque el cuerpo muera, si ante el dolor y el sufrimiento se arrepiente.
   
El verdadero castigo es la pérdida de la Verdad de la religión, de la fe, de la pérdida de Dios.
   
Esto es lo que Santo Tomás señala como la gran tribulación que es el gran castigo de la pérdida de la Verdad, la conversión a la falsa doctrina: 
“Habrá entonces una gran tribulación, porque habrá una perversión de la doctrina cristiana por la doctrina falsa. Y si no se abreviaran esos días, esto es la enseñanza de la doctrina por el refuerzo de la verdadera doctrina, no se salvaría carne alguna, o sea todos se convertirían a la falsa doctrina.” (In Mat. commentaria c.24‐21‐22).
Una 3ª Guerra Mundial sería el castigo material pero no es lo peor y más grave cuál es el castigo espiritual, sería una consecuencia del castigo espiritual en el orden corporal, físico, si se quiere sería la parte material del castigo espiritual. También sería un remedio por un lado el fin de la impiedad y perversión humanas, del mundo moderno que lleva al aborto sistemático de la fe y a la condenación eterna, sería un castigo saludable pues sirve como último remedio para hacer recapacitar e implorar el perdón del cielo, de arrepentirse, pues nada enseña tanto como el sufrir y el llorar.
     
El gran castigo, el gran mal, es la pérdida de la fe, de la luz sobrenatural, la corrupción de la verdad, la gran Apostasía, y lo peor que el pequeño rebaño fiel corra el peligro de claudicar en la fe, si los tiempos no son abreviados. Es lo que hoy estamos viendo y viviendo desde hace más de cuarenta años.
    
Más peligroso que el Anticristo (político), es aún el Anticristo (religioso), el Pseudoprofeta, con la
Pseudoiglesia, el Pseudoconcilio Vaticano II, la pseudopaz.
    
El grave peligro es caer en la seducción apóstata del Anticristo‐Pseudoprofeta, tal como muestra el P. Lacunza, pues hace perder la fe y con ella el alma, mucho peor que perder la vida. Produce el abortoespiritual de la fe y se pierden las almas.
   
De otra parte, si no vemos al Anticristo es quizás por dos razones: una, que no miramos su carácter doble o completo fijandose en el Anticristo político y relegando o casi olvidando el Anticristo religioso (poder espiritual), que es mucho más peligroso, puesto que mata el alma, el otro sólo puede matar el cuerpo.
    
La otra razón es quizás que nos hacemos una idea falsa del Anticristo político. Que el Anticristo completo es doble lo señala el Padre Castellani en varias partes:
  • “El Anticristo será, pues un Imperio Universal Laico unido a una Nueva Religión Herética; encarnados ambos en un hombre o quizá en dos hombres, el Tirano y el Pseudoprofeta.” (Cristo ¿vuelve o no vuelve? ed. Dictio, Buenos Aires, 1976, p. 48‐49).
  • “…y la visión de la derrota definitiva de los Anticristos (las dos cosas siendo dos aspectos de una misma)…” (El Apokalypsis, ed. Paulinas, Buenos Aires 1963, p. 279).
  • “No agarrará a los dos Anticristos para hundirlos en el Orco: ‘serán agarrados’ por un Ángel, dice el texto…” (Ibid. p. 289).
El Padre Florentino Alcañiz también afirma lo mismo:
“Respecto de Jesucristo Cabeza, el Anticristo fue el poder religioso o Sinagoga, y el poder político o Pilatos, pero el peor fue la Sinagoga. Respecto de Jesucristo Miembros, el Anticristo será el poder religioso o Iglesia jerárquica y el poder político; pero el peor será la Iglesia. Los más culpables en la Iglesia serán también sus Doctores o maestros. Pero en tiempos del Señor hubo dos cabezas dirigentes: la Religiosa: Anás‐Caifás, y la política: Pilatos; también en los últimos tiempos habrá dos cabezas dirigentes: la religiosa, el Jefe Supremo de la Iglesia, y la política, el Jerarca Supremo de las naciones. En tiempo de Jesucristo el cuerpo dirigente de la Sinagoga lo constituía el Sanedrín; en los últimos tiempos el cuerpo de dirigentes eclesiásticos lo constituirá el Concilio Ecuménico. Ésta será la fuerza más potente, que encarnará más de lleno la idea de Anticristo, como lo fue el Sanedrín.” (…) p. 103. Pero además se profetiza una Revolución estilo Core para destruir al Papa y cambiar el régimen de la Iglesia de monárquico en democrático. (…) Tenemos pues que en el asunto del Anticristo jugará un gran papel el Concilio. (…) Dos cabezas también: política y religiosa integrarán al Anticristo.” p. 106. [Texto tipografiado inédito].
Lo dice también el Padre Lacunza cuando muestra que no sería de tanto temor, ni de tanto peligro el Anticristo primera bestia del mar, sin la segunda bestia de la tierra:
“No obstante, yo me atrevo a decir, sin que me quede ni aun sospecha de duda; que si todo el Anticristo que esperamos, y con que estamos tan
amenazados, quedase solamente en la potencia, y el furor de esta bestia temible, no había ciertamente por qué temerla; no nos pudiera hacer tanto daño como está profetizado; hubiera necesidad alguna de abreviar aquellos días; y el cuerpo de Cristo, lejos de padecer algún detrimento real, por eso mismo crecería más, se fortificaría más, y adquiriera nuevos grados de perfección. El gran trabajo es que el Antecristo, que nos anuncian las Escrituras, no es solamente la bestia de siete cabezas y diez cuernos. Le falta a esta bestia o a esta máquina para su total complemento, una pieza importante, y esencial, sin la cual la gran máquina quedara sin efecto, y no tardará mucho en disolverse.” (La Venida del Mesías en Gloria y Majestad, Tomo 1, 2ª parte, ed. Londres 1879, pp. 447‐448).
Este texto es claro e importantísimo para percatarnos de que el peligro del Anticristo está mucho más en la Bestia de la tierra, el Pseudoprofeta (Anticristo‐Pseudoprofeta) que en la Bestia del Mar, el Anticristo, primera Bestia, cosa que no se ha tenido mucho en cuenta en la mayoría de los comentadores, fijándose casi exclusivamente en el Anticristo (poder civil), primera Bestia salida del Mar.
    
Otro motivo que puede hacernos también pasar desapercibido el reino y la presencia del Anticristo es hacer de esta Bestia del Mar, un monarca o emperador judío que reina al estilo medieval, a la Carlomagno o a la Carlos V, sobre todo en estos tiempos democráticos y humanistas como los nuestros.
    
Por esto dice el Padre Lacunza:
“Si esperamos ver este hombre singular, este Judío, este monarca universal, este Dios de todas las naciones; si esperamos ver cumplido en este hombre todo lo que se dice de la bestia, y lo que por tantas otras partes nos anuncian las Escrituras, es muy de temer, que suceda todo lo que está escrito, sicut scriptum est, y su Anticristo no parezca; y que lo estemos esperando aún después de tenerlo en casa. Así mismo muy de temer, que esta idea, que nos hemos formado del Antecristo, y que hallamos en toda suerte de libros, menos en la Escritura Santa, sea la causa verdadera, o la principal, de aquel descuido tan grande en que estarán los hombres cuando llegue el día del Señor.” (Op. cit. Tomo 1, 2ª parte, p. 443).
Y para que no quede duda al respecto de las falsas ideas (imaginaciones) sobre el Anticristo, cual puede equipararse al caso de los niños de catecismos que para quienes se les suele proporcionar imágenes del Demonio (con cuernos, cola, un trinche, alas y todo rojo, etc.) que pueden ayudar a captar la realidad, pero que si lo tomamos cono una “fotografía” del Demonio, y esperamos verlo así en realidad, jamás lo veremos así, negando quizás hasta su misma existencia por no verlo como lo hemos pintado. Lo mismo o parecido es lo que puede ocurrir con el Anticristo, y por eso el Padre Lacunza hace la siguiente reflexión:
“Quien lee, por otra parte, en los profetas, en el Apocalipsis, y en los evangelios aquellas grandes señales, que deben preceder inmediatamente a la venida del Señor, y entre ellas la tribulación del Antecristo, naturalmente se hace difícil de concebir, como pueda caber un descuido tan grande en medio de señales tan manifiestas. Paréceme a mi (piensen otros lo que quisieren) que una de las causas de este descuido, y tal vez la mayor, o la más inmediata, será sin duda, la que vamos considerando, quiero decir: las falsas ideas, no menos de la venida de Cristo, que de la venida o manifestación del Antecristo mismo. De modo, que se verán todas las señales y se cumplirán todas las profecías, y su Antecristo no aparecerá.” (Op. cit. Tomo 1, 2ª parte, p. 444).
Esto hay que tener hoy más que nunca muy en cuenta, par que no nos pase lo que con visión de águila preveía el Padre Lacunza, y sea la causa de tanto distraimiento sobre el asunto.
   
Siendo la hora presente (actual) tan delicada para mantenerse firmes en la fe, en medio de una defección de la fe, sin recurso a la autoridad, a la jerarquía, a Roma, pues desde Roma, y con ella toda la jerarquía oficial ejercen la autoridad en contra de la fe, de la doctrina, de la Tradición Católica, y esto desde hace ya más de 40 años, desde el Concilio Vaticano II, no se puede esperar una catástrofe mayor a nivel espiritual, sobrenatural y doctrinal, sumadas la confusión, la desorientación, y la ceguera que todo esto arrastra.
    
Ya decía el obispo de Fátima Do Amaral refiriéndose al famoso tercer secreto de Fátima (tercera parte de un mismo secreto):
“El secreto no habla ni de bombas atónicas, ni de cabezas nucleares, ni de misiles Pershing o SS‐20. Su contenido no concierne más que a la fe. Identificar el secreto con anuncios catastróficos o con un holocausto nuclear es de formar el sentido del mensaje. La pérdida de la fe de un continente es peor que la aniquilación de una nación…” (Frère François de Marie des Anges, Fátima, Joie Intime, Evenement Mondial, ed. La Contre‐Reforme Catholique 1993, p. 400).
El gran castigo según los peritos del Tercer Secreto de Fátima, es el castigo espiritual, la pérdida de la fe, el desfallecimiento, el fallo (defección) de la Jerarquía:
  • “Los castigos materiales que nos amenazan, como por ejemplo la guerra nuclear intercontinental, están ya anunciadas en el segundo Secreto. Y es probable que estas profecías las más temibles conciernen aun nuestro futuro. Como el Secreto está compuesto de ‘tres partes’, coherentes pero distintas, y cuyas fechas indicadas por el Cielo para su divulgación no eran las mismas, podemos estar seguros que a algunas líneas de intervalo la tercera parte del Secreto no repite la misma cosa que la segunda, o al menos si hace alusión a castigos materiales, no será el tema esencial.” (Ibid. p. 398).
  • “El último Secreto de Nuestra Señora no anunciaría, en efecto, más castigos temporales, pero profetizaría acontecimientos de otro orden: un castigo espiritual”. (Ibid. p. 399).
  • “El P. Alonso escribía: ‘Por consiguiente es completamente probable que el texto del tercer Secreto hace alusiones concretas a la crisis de la fe de la Iglesia y a la negligencia de los Pastores mismos’. Habla también de ‘luchas intestinas en el seno mismo de la Iglesia y de graves negligencias pastorales de la alta jerarquía, de deficiencias de la alta jerarquía de la Iglesia’.” (Ibid. p. 403).
Luego es absurdo hacer consistir el gran peligro de la humanidad en una 3.ª Guerra Mundial que sería un castigo material, pues peor que morir físicamente es morir sin fe y condenarse.  Si el gran castigo espirituales la defección de la fe, comenzando por la cabeza: la Alta Jerarquía de la Iglesia, que pontifica en el error y la herejía. El gran castigo espiritual es perder la fe por culpa de los que deberán confirmarnos en ella. Por esto, Frère Michel de la Saint Trinite ve en el tercer Secreto:
  • “…el anuncio profético de la apostasía que ha precedido, acompañado y seguido a la Reforma conciliar”. (Toute la Verité sur Fatima, Tomo III, Le Troisiéme Secret. p. 570).
  • “…la guerra, los cataclismos y el hambre, el gulag bolchevique extendido a todo el planeta, varias naciones aniquiladas, todo esto es infinitamente menos grave que la apostasía de la Iglesia misma y la apostasía de sus Pastores.” (Ibid. p. 474).
  • “Que el tercer Secreto anuncia no solamente una apostasía cuasi universal, sino que pone igualmente en evidencia, y probablemente con algunas precisiones, suficientemente reconocibles, los graves desfallecimientos de las almas consagradas –sacerdotes, religiosos, religiosas– como también y principalmente los miembros de la jerarquía y de los mismos Soberanos Pontífices, eso explicaría un conjunto de datos diversos e independientes concernientes a este misterioso Secreto que sin esta llave, permanecerán tan enigmáticamente impenetrables.” (Fátima, Joie Intime…, p. 404).
  • “El tercer Secreto, anunciando una temible apostasía en la Iglesia, corresponde de manera sorprendente a las profecías de la Escritura concernientes a la apostasía de los últimos tiempos.” (Ibid. p. 412). Éste es el gran castigo espiritual y el gran peligro de sucumbir en esta Apostasía Universal.
Esta pasando lo que ya decía el Padre Lacunza sobre el gran peligro que deberían enfrentar los fieles al hablar del Anticristo‐Pseudoprofeta, asemejándose la situación a lo que hoy nos toca vivir y sufrir como fieles a la Tradición de la Iglesia Católica, afrontando el mismo peligro: 
“Pues esta bestia nueva… será sin duda en aquellos tiempos, infinitamente más perjudicial, que toda la primera bestia compuesta de siete cabezas y armada con diez cuernos todos coronados. No espantará tanto al rebaño de Cristo la muerte, los tormentos, los terrores y amenazas de la primera bestia, cuanto el mal ejemplo de los que debían dar lo bueno, y junto con el mal ejemplo, la persecución, la mentira, las órdenes, las insinuaciones directas o indirectas y todo con aire de piedad y máscara de religión, todo confirmado con fingidos milagros que el común de los fieles no es capaz de distinguir de los verdaderos. Es más que visible, a cualquiera que se aplique a considerar seriamente esta bestia metafórica, que toda ella es una profecía formal y clarísima del estado miserable, en que estará en aquellos tiempos la Iglesia Cristiana, y del sumo peligro en que se hallarán los más justos”. (Op. Cit. Tomo 1, 2ª parte, pp. 452‐453).
Y para los antiapocalípticos recalcitrantes en su optimismo ignorante, que ni quieren admitir la posibilidad más mínima de ser los nuestros, estos tiempos últimos y apocalípticos, pensando que la crisis actual es como tantas otras que hubo en la historia de la Iglesia, con cismas, herejías, el P. Lacunza formula la pregunta para dar enseguida la respuesta:
“¿No ha gemido en todos los tiempos la Iglesia de Dios entre tantas herejías, cismas y escándalos nacidos todos del sacerdocio y sostenidos por él obstinadamente? ¿Y qué diremos en nuestros tiempos? Consideradlo bien y entenderéis fácilmente cómo la bestia de dos cuernos pueda hacer tantos males en los últimos tiempos. Entenderéis, digo, como el sacerdocio de los últimos tiempos corrompido por la mayor parte, pueda corromper todo, y arruinarlo todo, como lo hizo el sacerdocio Hebreo. Entenderéis, en suma, como el sacerdocio mismo de aquellos tiempos, con su pésimo ejemplo, con persuasiones, con amenazas, con milagros fingidos, etc., podrá deslumbrarlos, podrá cegarlos, podrá hacerlos desconocer a Cristo, y declararse en fin sus enemigos… ¡Oh, que tiempos aquellos! ¡Qué obscuridad! ¡Qué tentación! ¡Qué peligro! ‘si no fuesen abreviados aquellos días, no se salvaría nadie’. Que pensáis que será, cuando las simples ovejas de Cristo, de toda edad, de todo sexo, de toda condición, viéndose perseguidas de la primera bestia, y amenazadas con la potencia formidable de sus cuernos, se acoja al abrigo de sus pastores, implorando su auxilio, ¿y los encuentren con la espada en la mano? ¿No cierto para defenderlos como era su obligación sino para afligirlas más, para espantarlas más, y para obligarlas a rendirse a la voluntad de la primera bestia? ¿Qué pensáis que será, cuando en su único refugio y esperanza, los vean temblando de miedo, mucho más que ellas mismas, a vista de la bestia y sus cuernos coronados? Por consiguiente ¿los vean aprobando prácticamente toda la conducta de la primera bestia, aconsejando a todos que se acomoden con el tiempo por el bien de la paz, que por este bien de la paz (falsa a la verdad) tomen el carácter de la bestia en las manos, o en la frente, esto es, que se declaren públicamente por ella, fingiendo para esto milagros y portentos para acabar de sacudirlas con apariencia de religión? ¿Qué pensáis, que será, cuando muchos fieles justos y bien instruidos en sus obligaciones, conociendo claramente que no pueden en conciencia, obedecer a las órdenes, que saldrán en aquel tiempo de la potencia secular, se determinen a obedecer a Dios, y arriesgarlo todo por Dios, y se vean por esto abandonados de todos, arrojados de sus casas, despojados de sus bienes, separados de sus familias, privados de la sociedad y comercio humano, sin hallar quien les de, ni quien les venda, y todo esto por orden y mandato de sus propios pastores? ¿Todo esto porque no se les ve, ni en las manos (obras), la frente (pensamientos), señal de ser Contracristo? ¿Todo esto porque no se declaran públicamente por Antecristos? Con razón, dice San Pablo, quod in novíssimis diébus instábunt témpora periculósa: y con razón dice el mismo Jesucristo: nisi breviáti fuíssent dies illi, non fíeret salva omnis caro.” (La Venida del Mesías en Gloria y Majestad, Londres 1816, Tomo 1, 2ª parte, pp. 454 – 459).
Tal como vemos hoy que acontece con el que se declara fiel a la Tradición (los tradicionalistas), quien puede negarlo, no verlo es ya pensar y obrar como el Anticristo, es ya haber sido marcados en la frente (pensamiento y principios) y en las manos (obras y conducta).
   
Aquí está el terrible peligro y el tremendo castigo, peligro para los pocos fieles, el pequeño rebaño disperso por el mundo, excomulgados de la sociedad, sin poder comprar ni vender, comercio humano, social, civil, aislados de la sociedad como leprosos), y el gran castigo de las tinieblas, la obscuridad, la ceguera de los hombres por rechazar la luz, por no amar la verdad (el misterio de sabiduría y amor de Dios y amar la iniquidad, el misterio de iniquidad, aceptar la abominación y desolación en la Iglesia, todo esto, es apocalíptico y es la historia actual.
   
Y si a causa de todo esto Dios permite una 3.ª Guerra Mundial, que no obedece a un plan sinárquico‐cabalístico, sino que se les escape de las manos el fuego infernal, que manipulan las fuerzas ocultas que rigen el mundo, Dios permita y se valga de esto para castigo de la impía humanidad apóstata y medicina que erradique el mal, con la Parusía y Gloria de Cristo Rey, y así se haga su voluntad en la tierra como lo es en el cielo. Esto es la gran esperanza que nos enseñó Cristo en el Padre Nuestro para que siempre y cada día pidamos su reino.
  
Antes de terminar, citaremos algunos textos de la monumental obra del P. Lacunza –ya mencionada– sobre
el número 666 del Anticristo y de la reducción simbolizada en la cola de la bestia:
“Entre las varias combinaciones que se han hecho de las letras griegas, que forman el número 666, se halla una, que es de Primacio (de la cual se ha hecho poco caso, como de las otras, sin duda porque en la idea ordinaria del Antecristo no se ha hallado en que hacerla servir). Esta combinación da puntualmente la palabra griega αρνυµας, arnoume o arnouma, que corresponde a la palabra latina abrenúntio y la española reniego. (…) Así, el tomar este carácter, no será otra cosa, que un tomar partido por la libertad, un sólvere Jesum público, y manifiesto, (…) Se dice, que este carácter lo llevarán en la frente o en las manos, para denotar la publicidad y el descaro con que ya se profesará entonces el Antecristianismo, pues la frente y las manos son las partes más públicas del hombre, y al mismo tiempo, son dos símbolos propísimos, el primero del modo de pensar, el segundo del modo de obrar. Desatados de Jesús, desatados de la verdad y sabiduría eterna, no hay duda, que quedarán la frente, y las manos, esto es, los pensamientos y las operaciones, en una suma libertad, pero libertad no ya de racionales, sino de brutos. (Op. Cit. Tomo 2, pp. 15. 17‐18).
Esto muestra por quď la idea tan difundida de la marca del 666, relacionada con chips y cosas semejantes en publicaciones que son en gran medida de origen protestante. Una artimaña más para despistar con la fantasía y la técnica.Pues en realidad como adiverte sabiamente el Padre Lacunza:
“Se dice, que no podrán comprar ni vender, los que no llevaren este carácter, para denotar el estado lamentable de desprecio, de burla, de odio, de abandono, en que quedaran los que quisieren conservar intacta su fe, y también para denotar la tentación terrible, y el sumo peligro que será para este desprecio, burlas, odio y abandono, viéndose descomulgados de todo el linaje humano. El mismo Jesucristo nos asegura en particular, que en aquellos tiempos de tribulación, los mismos parientes y domésticos serán los mayores enemigos de los que quisieren ser fieles a Dios.” (Op. Cit. Tomo II, pp. 18‐19).
Tal cual como hoy acontece con los fieles tradicionalistas en medio de este mundo. Si no poder comprar o vender significa esa situación de no tener comercio normal con los demás, el abandono, el rechazo de los demás por no pensar y obrar como todo el mundo; incluso llegar a perder el puesto, el trabajo, si se llega a manifestar opuesto al espíritu reinante que diluye a Cristo, suave, dulce, pacífica, humana y democráticamente hablando. Se está social, civil y políticamente al margen de la sociedad, eso es no poder comprar ni vender, si no se tiene la marca de la bestia 666 (reniego) en la frente (pensamientos) y en las manos (obras).

El gran peligro es la seducción del Dragón (Satanás) del Apocalipsis (Ap. 12, 4) que arrastra con su cola la tercera parte de las estrellas. La cola símbolo propio de la lisonja, del halago, de la seducción según el Padre Lacunza, con lo cual se evidencia el carácter más peligroso de la seducción que el de la violencia como arma diabólica contra la Iglesia de Cristo perseguida en los últimos tiempos en los pocos fieles pequeño rebaño, disperso por el mundo.
    
La cola del Dragón que arrastra (derriba) la tercera parte de las estrellas (luminarias) por obra de la seducción: “…por otra parte innumerables estrellas, que ha arrancado del cielo con su cola, símbolo propio del engaño y la seducción” (Op. Cit., Tomo 3, p. 121).
    
La gran seducción, éste es el gran peligro para el reducido rebaño de fieles firmes en la fe sin componendas y compromisos seductores pero traidores y claudicantes; ante lo cual más vale una 3.ª Guerra Mundial (atómica) que fulminantemente abrevie los días sin lo cual nadie se salvaría permaneciendo firmes en la fe, teniendo presente que todo debe servir a la fe directa o indirectamente, pues como advierte San Pablo: “Y todo lo que no procede de la fe, es pecado.” (Rom. 14, 23).
   
Estamos viendo ante nuestros ojos la Medición del Templo, junto con, la religión adulterada tal como deja ver el siguiente texto del Padre Castellani:
“Todos los Santos Padres han visto en esta visión el estado de la Iglesia en el tiempo de la Gran Apostasía: reducida a un grupo de fieles que resisten a los prestigios y poderes del Anticristo (mártires de los últimos tiempos) mientras la Religión en general es pisoteada durante 42 meses o 3 años y medio. Pisotear no es eliminar: el ‘cristianismo’ será adulterado. (…) El mismo Templo y la Ciudad Santa serán profanados, ni serán ya Santos. No serán destruidos. La Religión será adulterada, sus dogmas vaciados y rellenados de substancia idolátrica; no eliminada, pues en alguna parte debe estar el Templo en que se sentará el Anticristo “haciéndose adorar como Dios”, que dice San Pablo. La Gran Apostasía será a la vez una grande, la más grande Herejía. ¿Qué es lo que puede corromper a la Iglesia? Lo mismo que corrompió a la Sinagoga, el Fariseísmo”. (El Apokalypsis de San Juan, ed. Paulinas, 1963, pp. 152‐153).
Nuestro deber es permanecer firmes en la fe, resistiendo hasta el fin, sin claudicar, esperando que la hora del Señor llegue, para que se haga su voluntad así en la tierra como en el cielo.
   
Basilio Méramo Pbro.
14 de Marzo de 2008.

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