Páginas

lunes, 8 de diciembre de 2014

"MARÍA SANTÍSIMA: DEVOCIÓN Y DOGMAS DESDE LA BIBLIA" (II): MARÍA SANTÍSIMA RECIBIÓ EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO

Luego de varios meses, recapitulamos la serie "MARÍA SANTÍSIMA: DEVOCIÓN Y DOGMAS DESDE LA BIBLIA", tratando sobre el Sacramento del Bautismo, y que la Virgen Santísima lo recibió de manos de Nuestro Señor. Es verdad de Fe que María Santísima fue preservada del pecado original desde el primer instante de su Inmaculada Concepción, pero también lo es que el Bautismo es necesario para recibir el carácter, la insignia que distingue a los cristianos de los que no lo son, por lo cual nadie está exonerado de recibirlo. Por tanto, Nuestra Señora estaba obligada a recibir el Bautismo, y en efecto, lo recibió.

MARÍA SANTÍSIMA RECIBIÓ EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO
    
(Tomado de VATICANO CATÓLICO)
   
Como hoy es la fiesta de la Inmaculada Concepción, creo oportuno tratar un tema acerca de la Santísima Virgen María. El título de este libro es Historia de la Vida y Excelencias de la Virgen María Nuestra Señora escrito por Fray José de Jesús, de la Orden de los Descalzos de Nuestra Señora del Carmen, que vivió desde 1562 hasta 1629.
   
El capítulo que quiero leerles trata de los sacramentos y cómo la Virgen usó de ellos. En particular quiero enfocarme en el sacramento del Bautismo. Antes de leer este capítulo voy a citar la bula Benedictus Deus del Papa Benedicto XII (1332). Esta bula define infaliblemente como dogma que ningún apóstol, mártir, confesor o virgen podría recibir la visión beatífica sin haber sido bautizado. Esto refuta las teorías de la salvación por un “bautismo de deseo” o “bautismo de sangre”.

Papa Benedicto XII, Benedictus Deus, 1336, ex cathedra, sobre las almas de los justos que reciben la visión beatífica: “Por esta constitución que ha de valer para siempre, por autoridad apostólica declaramos… los santos Apóstoles, los mártires, confesores, vírgenes y los otros fieles que murieron después de recibir el bautismo de Cristo, en los que no había nada que purgar al salir de este mundo… y que las almas de los niños renacidos por el mismo bautismo de Cristo o de los que han de ser bautizados cuando hubieren sido bautizados, que mueren antes del uso del libre albedrío… estuvieron, están y estarán en el cielo…” (Denzinger 530).
  
Otro punto que quiero hacer antes de leer el capítulo de Fray José, es que este libro es una prueba adicional; no es necesario citarlo para probar la necesidad absoluta de recibir el sacramento del Bautismo, celebrado en agua, para la salvación, ya que esto ha sido definido en numerosas declaraciones papales infalibles. El mismo Concilio de Trento, que interesantemente finalizó un año después de haber nacido Fray José, condenó a todos los que dijesen que el sacramento del bautismo no es necesario para la salvación. Teniendo en cuenta estos puntos, comenzaré a leer el segundo libro, cap. XIII “Del uso de los Sacramentos, que es un acto de religión, y cómo la Virgen usó de ellos”, dice así:  
1. Una duda que se presenta entre los Doctores, es si la Virgen Nuestra Señora recibió en esta vida los Sacramentos de la ley de gracia que Cristo Nuestro Señor instituyó para nuestra salud y santificación, pues no se halla en la Escritura un lugar que diga que los haya recibido; y puesto que el uso de los sacramentos es un acto de religión, es forzoso abordar aquí este punto, para que quede más claro cómo la religiosísima Virgen ejercitó todos los actos de esta virtud que le fueron posibles. Que la Virgen recibió en esta vida los sacramentos de la Iglesia que ella pudo, lo afirman muchos y gravísimos autores, y fue muy conveniente que los recibiese, por muchas razones. La primera, para su humillación; porque cuanto fue ella la más santa de todos, tanto más fue conveniente que se humillase al uso de los Sacramentos de la ley de gracia; pues ella no se dedignó en humillarse a la observancia de la ley antigua y de sus preceptos, como al de la purificación, sin estar obligada a ello. La segunda, por el cumplimiento del precepto que obliga a todos, según aquello de San Juan: No entrará en el reino de Dios, sino el que renaciere del agua y del Espíritu Santo (San Juan III). La tercera, por evitar el escandalo que pudiera haber entre los demás cristianos que usaban de los Sacramentos, viendo que la Madre de Cristo, que los había instituido, no usaba de ellos. La cuarta, para mayor suma de merecimiento de la misma Virgen, y ejemplo e instrucción de los fieles, así perfectos como imperfectos; para que usando todos de este socorro del Cielo, los imperfectos se perfeccionasen, y los perfectos fuesen más santos. La quinta, para convencer a los herejes que, deslumbrados (como dicen Alberto Magno y Dionisio Richelio) con los resplandores de su admirable excelencia, decían (como ya vimos) que no era criatura humana [la Virgen], sino Ángel, negando con esto la naturaleza humana de Cristo.
  
2. Viniendo pues a tratar en particular de cada sacramento, recibió la Virgen el primero, el Sacramento del Bautismo; porque, además de obligar a todos el precepto de Cristo Nuestro Señor, que referimos anteriormente, no fuera la Virgen perfectísima observadora de los preceptos y consejos de su Hijo si no usara de los Sacramentos. Y como dice San Alberto Magno, si la Virgen no se hubiera bautizado, no habría recibido el carácter e insignia por el cual los cristianos se distinguen de los judíos y gentiles: y además de esto, como ella fue humildísima, no es de creer que despreciase ningún grado de humildad; lo cual no contradice que el bautismo sea medicina contra el pecado original, y el no haber la Virgen tenido necesidad de él, como preservada de esta dolencia. Porque también Cristo no tuvo necesidad de bautizarse y se bautizó; y como dice Santo Tomás, y comúnmente los Doctores, ninguno está desobligado al bautismo, aunque haya sido santificado en el vientre de su madre, por cada una de tres razones: La primera, para adquirir el carácter e insignia con la cual es conocido el pueblo de Dios, y se dispone para percibir los secretos divinos. La segunda, para que, por la recepción del bautismo, se conforme también corporalmente con la pasión de Cristo. La tercera, por el merito de la obediencia; porque el precepto del bautismo fue dado a todos. Además de lo anterior, no fue la recepción del bautismo un acto inútil de la Virgen: porque por él recibió ella, junto con la impresión del carácter el cúmulo de gracia, aumento de merecimientos, y ejercicio de virtudes.
 
[…]
  
8. El Sacramento del Bautismo, lo recibió la Virgen de manos del mismo Cristo Nuestro Señor, como lo dice San Eutimio por estas palabras: 'Algunos de los muy cercanos a los tiempos de los Apóstoles, escriben que Cristo bautizó a la Virgen su Madre y a San Pedro, y San Pedro a los demás Apóstoles: lo cual fue así conveniente a su dignidad; porque no quedase [la Virgen] en este privilegio inferior a San Pedro, ni a San Juan Bautista, habiéndoles sido tan superior en todos los demás'.

Hay algunos puntos interesantes a tomar en cuenta. Era clarísimo para este sacerdote fray José, que el bautismo de agua es absolutamente necesario para la salvación. Nótese que, entre las razones que él da del por qué la Virgen recibió el bautismo fue por “el cumplimiento del precepto que obliga a todos” y en seguida cita a Juan III, 5. En otras palabras, Fray José de Jesús entendía literalmente las palabras de Jesucristo. Cualquier persona que sea lo suficiente honesta podrá ver que esas palabras de Nuestro Señor deben entenderse literalmente. De hecho, así las ha entendido la Iglesia católica, como se indica en la declaración infalible de los concilios de Florencia y de Trento
Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, Exultate Deo, 22 de noviembre de 1439, ex cathedra: “El primer lugar entre los sacramentos lo ocupa el santo bautismo, que es la puerta de la vida espiritual pues por él nos hacemos miembros de Cristo y del cuerpo de la Iglesia. Y habiendo por el primer hombre entrado la muerte en todos, ‘si no renacemos por el agua y el Espíritu’ como dice la Verdad, ‘no podemos entrar en el reino de los cielos’ (Juan 3, 5). La materia de este sacramento es el agua verdadera y natural” (Denzinger 696).
  
Papa Paulo III, Concilio de Trento, del pecado original, sesión V, ex cathedra: “Por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte… para que en ellos por la regeneración se limpie lo que por la generación contrajeron. ‘Porque si uno no renaciere del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de Dios’ (Juan 3, 5)” (Denzinger 791).
  
El segundo punto que encontré interesante es el hecho que fray José cita a San Alberto Magno, que dijo que, si la Virgen no hubiese sido bautizada, ella no habría recibido el carácter indeleble por el cual los cristianos se distinguen “de los que no profesan la fe”, como lo dice el Catecismo del Concilio de Trento. Pues bien, muchos herejes del bautismo de deseo han promovido la errónea idea que dado que la Virgen no tuvo el pecado original, ella no recibió del bautismo de agua. Sin embargo, este es un problema, porque entonces ello significaría que Nuestra Señora, si se presume que no recibió el carácter e insignia que se imprime por el bautismo, ella entonces no habría sido reconocida como parte del pueblo de Dios, sino más bien formaría parte de aquellos que no profesan la fe católica. Esto es totalmente erróneo y falso.
  
En tercer lugar, Fray José dice que Santo Tomás de Aquino, junto con muchos otros teólogos, creyó que nadie está desobligado al bautismo, es decir, que nadie está libre del bautismo. Esto es interesante porque el bautismo de deseo, por definición, es una excepción al sacramento del bautismo; o sea, la persona, para salvarse, está libre del bautismo de agua. Y sabemos que fue infaliblemente definido por el Concilio de Trento, en el canon 5 sobre el sacramento del bautismo, que es necesario para la salvación recibir el bautismo de agua; por lo tanto, nadie está libre de él, ninguno está desobligado, ni siquiera lo estuvo Nuestra Señora
Papa Paulo III, Concilio de Trento, can. 5 sobre el sacramento del bautismo, sesión 7, 1547, ex cathedra: “Si alguno dijere que el bautismo es libre, es decir, NO NECESARIO para la salvación (Juan 3, 5), sea anatema” (Denzinger 861).
  
Por último, existe una confirmación bastante interesante que quiero señalar, y es que en el libro se cita a un antiguo padre de la Iglesia, San Eutimio (vivió en el siglo V), que había declarado que hubo algunos escritores cristianos antiguos, que vivieron muy cercanos a los tiempos de los Apóstoles, que habían dejado escrito de que N. S. Jesucristo bautizó a la Virgen María y a San Pedro y que San Pedro bautizó a los demás Apóstoles. Esta es una confirmación adicional de lo que el Papa Benedicto XII definió infaliblemente, esto es, que los Apóstoles sí fueron bautizados. No es de extrañar que, unas décadas después de publicarse la obra de fray José, durante la colonia, hubo pinturas mexicanas, como las siguientes del siglo XVII en donde vemos a Nuestro Señor bautizando a su Madre, la Virgen María, o por ejemplo a San Juan Bautista.
  
Jesucristo bautizando a su Madre, la Virgen Santa María (Antonio de Torres. Museo de Guadalupe, Zacatecas, México)

Bautismo de San Juan Bautista (José Joaquín Magón. Tecamachalco, Puebla, México)
  
Estuvo clarísimo para los católicos de entonces que las palabras de Nuestro Señor Jesucristo en Juan 3, 5 –QUIEN NO RENACIERE DEL AGUA Y DEL ESPÍRITU, NO PUEDE ENTRAR EN EL REINO DE LOS CIELOS– tienen un solo significado único: que todos necesitamos recibir el bautismo para entrar en el reino de los cielos. Nadie está libre de él. No hay bautismo de deseo. No hay bautismo de sangre. De hecho, fue creído por la Iglesia primitiva que los santos del Antiguo Testamento resucitaron de entre los muertos y fueron bautizados. 

6 comentarios:

  1. Muy interesante el artículo y pregunto: quién bautizó a los Santos Inocentes?

    ResponderEliminar
  2. No es fácil el asunto, pero en el libro "Fuera de la Iglesia Católica No Hay Absolutamente Ninguna Salvación" de los Hnos. Miguel y Pedro Dimond, se define que los Santos Inocentes y el Buen Ladrón NO pueden usarse como ejemplo del herético "Bautismo de Sangre", ya que ellos murieron estando vigente la Ley antigua, cuando el Bautismo no estaba establecido como obligatoriedad. La obligatoriedad de recibir el Sacramento del Bautismo se estableció después de la Resurrección (para más exactitud, en el momento de la Ascensión), como lo declara el Catecismo del Concilio de Trento: “Porque están conformes los sagrados escritores que, después de la resurrección del Señor, cuando manda a los Apóstoles: Id e instruid a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, desde entonces todos los hombres, que habían de conseguir la salvación eterna, comenzaron a estar obligados a la ley del bautismo”

    Ahora, ¿Donde estaban los Santos Inocentes y el Buen Ladrón hasta la Ascensión del Señor? En el Limbo de los Justos (o Seno de Abraham, como también se le denomina), que era donde los justos del Antiguo Testamento aguardaban la Redención.

    ResponderEliminar
  3. Y de Santa Emerenciana virgen y mártir, hermana de leche de Santa Inés, virgen y mártir romana, que me dice?
    Pues Santa Emerenciana era aún Catecúmena cuando padeció el martirio. Y fué bautizada con el Bautismo de sangre.
    En cuanto al Bautismo de la Santísima Virgen es sentencia opinable, no de Fe. Alabo al Padre José de Jesús María (Quiroga) por su devotísima y bien razonada opinión, pero no estoy obligado a seguirla. Aunque si la humildísima Virgen se sometió al rito mosaico de la Purificación, es probable, con mayor razón, que fuera bautizada por Su Divino Hijo, como lo representa la devotísima pintura que ilustra este artículo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Citando a los hermanos Dimond en su libro “Fuera de la Iglesia Católica No Hay Absolutamente Ninguna Salvación”, no hay necesidad de examinar en detalle todos los menos de 20 casos individuales de martirios de santos (entre miles), que algunos dicen se produjeron sin el bautismo. Y en el caso de Santa Emerenciana de Roma, se podría señalar que el relato de su martirio ofrece una situación que, en sí misma, sugiere que ya estaba bautizada, porque ella no se habría expuesto al peligro de esa manera durante la persecución de Diocleciano si aún no hubiese estado bautizada. O incluso si no fue bautizada antes de que ella fuera atacada (lo que es muy poco probable), ella ciertamente pudo haber sido bautizada después del ataque por su madre que la acompañaba en la tumba de Santa Inés para orar (según los relatos).

      Y sobre el Bautismo de la Santísima Virgen, visto que no admite una opinión basada en San Alberto Magno y en Santo Tomás de Aquino ni la tradición apostólica recopilada por San Eutimio, la misma Virgen le relató a Sor María de Jesús Ágreda en la “Mística Ciudad de Dios”, libro V, cap. XI, n. 831, que Ella tuvo particular inteligencia del Sacramento del Bautismo, su forma y materia y efectos en las almas, y «luego se le pidió a su Hijo santísimo, con ardentísimo deseo de recibirle a su tiempo, y Su Majestad [Cristo] se lo prometió y dio después», luego del cual «se oyó una voz del Eterno Padre, que dijo: “Esta es mi Hija querida, en quien yo me recreo”. Y el Verbo humanado dijo: “Esta es mi Madre muy amada, a quien yo elegí, y me asistirá en todas mis obras”. Y otra voz del Espíritu Santo dijo: “Esta es mi Esposa escogida entre millares”» recibiendo aumentos singulares de gracia en muchos grados, por lo que Ella hizo muchos hacimientos de gracias (n. 1030). Todo esto fue hacia diciembre del año 30 AD, antes de la promulgación general del mandato del Bautismo en la Ascensión (5 de mayo del 33). ¿Acaso dirá que es simple opinión, o conoce a la Virgen más y mejor de lo que es permitido a una pura criatura?

      Eliminar
    2. Le recomiendo que lea la voz BAUTISMO en el Diccionario Mariano del Padre Gabriel María Roschini, ilustre mariólogo servita quien le responderá adecuadamente en la misma línea que lo ha hecho este servidor.

      Eliminar
    3. Leímos la entrada en el diccionario, y nos confirmamos que por elementos así es que la apostasía y el odio a la Virgen (porque esa es la palabra que cabe allí: “ODIO”, con todas sus letras y mayúsculas) tuvieron tanto avance en el Vaticano II, y que ahora con el anticristo Bergoglio rebasa cualquier cota.

      Despreciar la creencia del Bautismo de la Virgen como una prisión escolástica es algo que sólo se puede esperar de un modernista como lo fue Gabriel María Roschini OMS, que durante el concilio y después de él, fue enfriando su fervor mariano (si es que él tuvo fervor alguna vez) y reconoce al fin de sus días que vio cándidamente (según su propio dicho) en la obra de María Valtorta (a quien él mismo re-inhumó en la capilla capitular de Santa María Annunziata en Florencia el 2 de Julio de 1973, y elogió como «Divinárum Rerum Scriptrix») “El poema del Hombre-Dios” «una imagen tan clara, tan viva, tan completa, tan luminosa o tan fascinante, simple como sublime, de María, la obra maestra de Dios» y no en ningún otro escrito mariano, ni en los de él mismo (cuando tal libro es herético, inmoral, ofensivo a las almas piadosas y judeófilo donde los haya - http://wwwmileschristi.blogspot.com/2014/02/las-herejias-de-maria-valtorta.html).

      Pero lo irónico es que ni así logró que el obsceno de Yves Congar OP lo bajara de “trouduc...” (no traduciremos la palabra) en su diario de 1946-1956; y el hecho que Wojtyła, el adulterador del Rosario (que a punto fijo dirá Vd. que la Virgen no se lo dio a Santo Domingo de Guzmán), lo elogiara como «uno de los mayores teólogos que haya vivido» no le hace más recomendable ni autorizado en el tema. Quizá para vosotros los conciliares él sea una autoridad, pero para nosotros los Católicos tradicionalistas NO lo es ni será. Punto.

      Eliminar

Preferiblemente, los comentarios (y sus respuestas) deben guardar relación al contenido del artículo. De otro modo, su publicación dependerá de la pertinencia del contenido. La blasfemia está estrictamente prohibida. La administración del blog se reserva el derecho de publicación (sin que necesariamente signifique adhesión a su contenido), y renuncia expresa e irrevocablemente a TODA responsabilidad (civil, penal, administrativa, canónica, etc.) por comentarios que no sean de su autoría.