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sábado, 3 de octubre de 2015

CONSAGRACIÓN A LA SANTA FAZ DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, ESCRITA POR SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS

"Del mismo modo que, en un reino, se consigue todo lo que uno desea con la efigie del príncipe, así con la pieza preciosa de mi santa humanidad, que es mi adorable Faz, obtendrás todo cuanto desees". (Nuestro Señor a Sor María de San Pedro, OCD)
 
Imagen de la Santa Faz pintada por sor Genoveva de la Santa Faz (hermana de Santa Teresita del Niño Jesús), según la Sábana Santa de Turín.
  
¡Oh Faz adorable de Jesús!, ya que habéis querido elegir nuestras almas de manera especial para entregaros a ellas, venimos a consagrarlas a Vos...
  
Nos parece, Jesús, oír que nos decís: "Abridme, hermanas mías, esposas mías queridísimas, que tengo la Faz cubierta de rocío y los cabellos del relente de la noche" (Cant., V, 2). Nuestras almas comprenden vuestro lenguaje de amor, nosotros queremos enjugar vuestra dulce Faz y consolaros del olvido de los malvados. A sus ojos, ¡Vos estáis todavía escondido, os consideran como objeto de desprecio! (Is., LIII, 3)...
  
¡Oh Faz más bella que los lirios y las rosas de primavera, Vos no estáis escondida a nuestros ojos!... Las lágrimas que velan vuestra mirada divina nos parecen diamantes preciosos que queremos recoger para con su valor infinito comprar las almas de nuestros hermanos.
   
De vuestra boca adorada hemos escuchado la amorosa queja. Y sabiendo que la sed que os consume es una sed de amor, ¡quisiéramos, para poder apagárosla, poseer un amor infinito!...
   
Esposo amadísimo de nuestras almas, si tuviésemos el amor de todos los corazones, todo ese amor sería para Vos... Pues bien, dadnos ese vuestro amor y venid a apagar vuestra sed en tus pobres esposas...
  
¡Almas, Señor, tenemos necesidad de almas!..., sobre todo de almas de apóstoles y de mártires, para que gracias a ellas podamos iluminar con vuestro Amor a la multitud de los pobres pecadores.
  
¡Oh Faz adorable, lograremos alcanzar de Vos esta gracia! Olvidándonos de que estamos desterradas junto a los canales de Babilonia, os cantaremos al oído las más dulces melodías, y como Vos sois la verdadera, la única Patria de nuestros corazones, esos nuestros cantos no serán cantados en tierra extranjera (Ps. CXXXVI, 4).
  
¡Oh Faz adorada de Jesús!, mientras esperamos el día eterno en que contemplaremos vuestra gloria infinita, nuestro único deseo es encantar vuestros divinos ojos escondiendo también nosotras nuestro rostro para nadie aquí en la tierra pueda reconocernos... Vuestra mirada velada: he ahí nuestro cielo, ¡oh Jesús!

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