NOTA: Cantuariense es el gentilicio de la ciudad inglesa de Canterbury (cuyo nombre en latín, portugués y castellano antiguo es Cantuária).
Rowan Williams (“Arzobispo” de Canterbury), y Joseph Ratzinger Tauber (Antipapa Benedicto XVI), en la Abadía de Westminster
Muchos presenciaron (y recuerdan) este hecho: Hace cinco años, el 17 de Septiembre de 2010, Antipapa Benedicto XVI se reunió con Rowan
Williams, “Arzobispo” de Canterbury en la Abadía de Westminster. Ratzinger Tauber hizo este viaje a Inglaterra no sólo con las miras ecumenistas que caracterizan a la iglesia conciliar, sino con la misión de alentar a los obispos conciliares del Reino Unido para que aceptaran a los anglicanos que quisieran pertenecer a los ordinariatos personales que había creado (específicamente el de Nuestra Señora de Walsingham, para Inglaterra y Gales). Cinco años más tarde, el sucesor de
Williams (Justin Welby), oficialmente anunció que efectivamente la Comunión Anglicana mundial como la conocemos llegó a su fin. Las divisiones internas en materia doctrinal han causado que una unidad religiosa o algo similar a un nivel doctrinal sustancial sean imposibles en el seno de la misma. En contraste, Welby ha convocado a todos los primados anglicanos de todo el mundo (estén afiliados o no a la Sede de Canterbury) para discutir la posibilidad de fundar una ‘nueva comunión’, basada en menores y más laxos estándares doctrinales. En pocas palabras, propugna por una federación débil, unida más por la historia que por una doctrina concreta o una moral común, como una sombrilla ecuménica, nada lejana al Consejo Mundial de Iglesias. Pero hay algo más profundo: es admitir tácitamente lo que ya se sabía de años. El Anglicanismo como lo conocíamos desapareció. Su tiempo se terminó. La Comunión Anglicana se ha fracturado y no ha sido reparada.
La Comunión Anglicana FUE una asociación internacional de iglesias consistente en la Iglesia de Inglaterra y las iglesias anglicanas nacionales y regionales en plena comunión con ella. Hasta ahora, el estatus de‘ plena comunión’ significaba que había mutuo acuerdo en doctrinas esenciales (los Treinta y Nueve Artículos y demás normas complementarias), y la total participación en la vida sacramental de cada iglesia era disponible a todos los anglicanos (el Libro de Oración Común)...
La Comunión fue formada en resultas del Imperio Británico, con el cual el modelo protestante de Inglaterra (que conservó las apariencias católicas) se esparció por todas las partes del mundo que fueron influenciadas, controladas, u ocupadas por Gran Bretaña. A nivel mundial, la Comunión Anglicana blasona tener una mebresía de aproximadamente 80 millones de fieles, pero esto es disputado por quienes aseguran que esa cifra es inflada artificialmente con las provincias liberales como los Estados Unidos. Cada provincia de la Comunión es gobernada por un arzobispo que llaman ‘primado’, y en términos generales, es parte de la Comunión por su comunión con el Arzobispo Cantuariense de la Iglesia de Inglaterra.
Hasta el año 2013, la Comunión Anglicana estaba repartida en 165 países que conformaban 38 provincias. (Fuente: Wikipedia)
Vale la pena esta nota al pie. Legalmente hablando, la ‘cabeza’ de la Iglesia de Inglaterra es el monarca británico (la reina Isabel II hoy en día), pero en verdad, el Arzobispo de Canterbury siempre ha sido su director espiritual. En contraste, la Monarquía no ejerce influencia sobre las otras provincias de la Comunión Anglicana. Sólo sobre la Iglesia de Inglaterra.
Transcurriendo los años surgió una triple división (o mejor, una grieta) en la Comunión Anglicana, que acabó resultando en su fractura, el estado actual del colapso oficial. Anteriormente habían dos estilos, nacidos casi al tiempo que el cisma de Enrique VIII: La Iglesia Alta (“High Church”), de apariencia doctrinal y litúrgica cercana al Catolicismo; y la Iglesia Baja (“Low Church”), próxima al calvinismo. En principio fue una división menor, por reflejar más un estilo que una doctrina o moral práctica, pero durante el siglo XIX y principios del XX fue un punto polémico, porque precisamente en la High Church surgió el Movimiento de Oxford, que propugnaba un retorno a las raíces católicas de la Iglesia de Inglaterra, y al final, varios de sus integrantes se convirtieron al Catolicismo, como fue el caso de Henry Edward Manning y John Henry Newman. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX, nació una división más seria, por causa de la Conferencia de Lambeth de 1930 (foro consultivo de las iglesias anglicanas), donde fue aprobado por la jerarquía de la Comunión Anglicana el uso de anticonceptivos. Sin embargo, los efectos de esta declaración no serían visibles hasta cuarenta años después: A finales de la década de 1960, y durante la década siguiente, la ola del Modernismo, que había agitado a todas las religiones, golpeó fuertemente en las provincias anglicanas de Norteamérica. Esto marcó una tendencia en la Comunión Anglicana en el mundo desarrollado. La Iglesia Episcopal de los Estados Unidos (ECUSA, por sus siglas en inglés) tomó la batuta con innovaciones como:
- Revisionismo litúrgico: El Libro de Oración Común de 1928 fue remplazado por la versión de 1979 (con influencia del modernista Movimiento Litúrgico del Vaticano II que engendró el Misal Montinano).
- Admisión en el presbiterado para las mujeres: En 1974, un grupo conocido como “las 11 de Filadelfia” fue “ordenado” por los obispos retirados Daniel N. Corrigan, Robert L. DeWitt y Edward R. Welles II. Al año siguiente, otro grupo de cuatro mujeres fue ordenado por el también obispo retirado George W. Barrett en Washington D. C. En 1976, la Convención General de la ECUSA aprobó la ordenación de mujeres, “saneando” la irregularidad de las ordenaciones anterior citadas.
- Consagración de mujeres como obispos (Bárbara Harris fue consagrada como la primera “obispa” anglicana el 11 de Febrero de 1989. En 2006, Katharine Jefferts fue electa “Primada” de la ECUSA, siendo la primera mujer en toda la Comunión Anglicana en ocupar dicho estatus)
- Aceptación del aborto y el feminismo.
- Aceptación de la homosexualidad: La Convención General de 1976 también se inclinó a favor de los homosexuales, declarando que “Es el sentir de esta Convención General que las personas homosexuales son hijos de Dios que tienen un total e igual clamor que todas las otras personas por la aceptación amorosa, y la preocupación y cuidado pastoral de la iglesia”. Lo que aconteció después en la ECUSA fue lo siguiente:
- Ordenación de clérigos abierta y manifiestamente homosexuales: En 1977, la activista lesbiana Ellen Marie Barrett fue ordenada “presbítera” por Paul Moore Jr., obispo episcopaliano de Nueva York.
- Cambio de perspectiva: En 1994, los episcopalianos prohibieron toda terapia para dejar la homosexualidad, como consecuencia de aceptar la opinión de que el homosexual lo es por causa genética.
- Elección y consagración como obispos de presbíteros abiertamente homosexuales: Gene Robinson fue electo obispo de Nueva Hampshire el 7 de Junio de 2003 y consagrado el 2 de Noviembre del mismo año, con gran escándalo a ambos lados del mar. Las provincias de Ruanda, Nigeria y el Sudeste Asiático se desligaron de la ECUSA, fundando diócesis misioneras en EE. UU. y Canadá.
- El ‘matrimonio’ homosexual: Dos años después de la elección de Robinson, la ECUSA afirmó a raíz de los hechos anteriores “la santidad (sic) de las uniones homosexuales” y que “contrasta con muchas formas pecaminosas de sexualidad que hay en el mundo”, mandando al traste la Sagrada Escritura. En 2009, la ECUSA aprobó formalmente las uniones homosexuales, y creóse una “fórmula de bendición” ad experiméntum para éstas en 2012. A los dos años de la aprobación, las presbíteras Mally Lloyd y Katherine Hancock Ragsdale (reconocida pro-abortista) se casaron en la catedral episcopal de San Pablo en Chicago, ceremonia presidida por el obispo retirado Marvil Thomas Shaw. Finalmente, el 29 de Junio de 2015, la Convención General removió la definición tradicional del matrimonio.
- Y un largo etcétera, que están adoptándose en otras provincias anglicanas.
Como se esperaba, surgió la segunda grieta, dividiendo la
Comunión Anglicana en tres partes: Los anglicanos de Low Church, la mayor rama del Anglicanismo en África, América del Sur y Asia, constuituyen ahora una división. En el ínterim, la High Church se dividió entre los anglocatólicos y los liberales (los defensores del modernismo en la religión y la moralidad). En el tereno litúrgico, no hay mucha diferencia entre ambas (todas siguen el Rito Eduardiano, aunque algunos anglocatólicos celebran la Misa Tradicional -en inglés-). Pero en la práctica, la división no era tan notoria.
El punto donde las divisiones tomaron mayor evidencia fue la Conferencia de Lambeth de 1998, y muchos vieron allí la “escritura en la pared”. Como se indicó arriba, la ECUSA consagró su primer obispo homosexual en 2003. Este hecho significó el mayor éxodo de la Comunión anglicana desde la Independencia de los Estados Unidos (la mayoría del clero anglicano, leal al monarca británico, migró de las Trece Colonias durante la Guerra de Independencia. Por eso, cuando Samuel Seabury fue consagrado como el primer obispo de la Unión Americana en 1783, recurrió a los episcopalianos -anglicanos de Escocia-, que no juraban lealtad al monarca británico). Otras jurisdicciones anglicanas ya se habían separado desde décadas atrás, pero la consagración de Robinson fue el punto de no retorno. Mientras algunos se convirtieron al Catolicismo, a la Ortodoxia (que les reconoce sucesión apostólica) o al Luteranismo, otros fundaron su provincia propia: la Iglesia Anglicana de Norteamérica, que acogió en su seno a los episcopales y anglicanos inconformes de Estados Unidos y Canadá. La Conferencia de Lambeth de 2008 resultó ser un desastre, en la cual los anglicanos de filiación evangélica de los países emergentes lideraron el boicot y organizaron su propia conferencia en Jerusalén, llamada la Conferencia Global para el Fututo Anglicano (GAFCON por sus siglas en inglés). Sin resolución firme al respecto, y continuando el deterioro, la Conferencia de Lambeth de 2018 fue cancelada por Welby en 2014. El 16 de Septiembre de 2015, el “arzobispo” Welby anunció que en Enero de 2017 se hará la reunión mencionada inicialmente para considerar la creación de una nueva “Comunión Anglicana”, que como dijimos, será más histórica que doctrinal. En efecto, esta es el acta de defunción de la Comunión Anglicana, pero ya oficial.
La decadencia del Anglicanismo, como lo sabemos, es situación de largo tiempo. En cierto modo, es tan terrorífico como ver el descarrilamiento de un tren en cámara lenta, con todo, era lógico. La precipitación de ésto fue el asunto de la autoridad -o mejor, la falta de la misma-: Desde que el Anglicanismo existe, no existe una estructura de autoridad que reconduczca a las provincias rebeldes cuando amenacen la unidad de la Comunión Anglicana. De hecho, no existe el “Papa anglicano”. Rowan Williams, el anterior “arzobispo” hizo este análisis durante su mandato. Él hizo la sugerencia de que la Comunión Anglicana considerara adoptar algo similar, concediéndole al arzobispado de Canterbury no sólo el primus inter pares, sino también la autoridad jurisdiccional. La idea fue discretamente rechazada por los demás miembros de la Comunión. Williams efectivamente recomendó un Papado anglicano, y muchos anglicanos no quisieron enfilar a ello su intención. Aun si la propuesta de Williams hubiera sido aceptada e implementada, sería debatible cómo trabajaría. Un poderoso Arzobispo de Canterbury pudiera haber determinado detener el eventual colapso de la Comunión Anglicana, pero no prevenirlo. Este es, después de todo, el tema de la sucesión apostólica, de la cual carece el anglicanismo por dos razones:
Sin una real sucesión apostólica, la iglesia se desmoronará. Muchas denominaciones protestantes lo han descubierto a lo largo de los siglos de su existencia, y muchas más lo descubrirán en el futuro. Toda denominación protestante alardea sobre el “Sola Scriptúra”, que la Biblia es su autoridad. Este grito tiende a funcionar por poco tiempo, y a veces resulta en un crecimiento fenomenal, pero de corta vida, y rápidamente decae en las subsiguientes generaciones. La falta de autoridad apostólica inevitablemente crea anarquía. Los evangélicos anglicanos (GAFCON) pronto descubrirán por sí mismos esta verdad, probablemente en 20 años o menos, a menos que encuentren un modo para regresar a la noción Católica de la sucesión y autoridad apostólica. PERO... en la secta del Vaticano II no la hallarán, ya que en ésta la sucesión se ha perdido irremisiblemente. El Rito montiniano de ordenación y consagración no transmite la potestad del sacerdocio, porque es una forma inválida y porque los obispos conciliares no son sino simples laicos.
Entre aquellos que abandonaron las provincias anglicanas de Reino Unido, Estados Unidos, Canadá y Australia; unos cuantos comprendieron la situación. Entendieron que el problema no comienza en la oleada modernista de finales del siglo XX, ni mucho menos con la Conferencia de Lambeth de 1930. EL PROBLEMA COMENZÓ EN EL SIGLO XVI, BAJO ENRIQUE VIII Y SU HIJA ISABEL I. La causa fue el separarse de la Iglesia Católica porque le negaron la nulidad del matrimonio y el arrogarse la jefatura de la Iglesia de Inglaterra (los reyes de Inglaterra, desde el nacimiento de la herejía anglicana, se proclamaron Jefes de la Iglesia de Inglaterra). La causa fue el Acta de Supremacía, el Libro de Oración Común, los Treinta y nueve Artículos, la Misa de Cranmer y el Rito Eduardiano de Ordenación. Por eso, la Comunión Anglicana se fundó sobre arena movediza. Sólo es cuestión de tiempo que ésta se derrumbe.
Esta nueva afiliación anglicana no tendrá nada que proteger. Lo que Justin Welby quiere es una forma para que los anglicanos continúen estando juntos, pero sólo por una historia en común. Cualquier lazo doctrinal en esta nueva afiliación que pueda proponerse tendrá que ser extremadamente limitado, y realmente no más significativo que los lazos doctrinales que podemos ver en otros foros ecuménicos, como el Consejo Mundial de Iglesias. Las provincias de la anterior Comunión Anglicana nunca estarán dispuestas a acordar en asuntos morales nuevamente. De hecho, si alguno puede ponerse de acuerdo en todo, el fin resultante será que las provincias anglicanas se sobrepongan una sobre otra, y los anglicanos puedan encontrar y elegir qué tipo de anglicanos quieren ser, encontrando y eligiendo a qué provincia afiliarse. Dichas provincias competidoras, sin unidad doctrinal o moral, crearán una afiliación que no tendrá ninguna significación en el sentido práctico, porque en el mundo real, el seglar promedio se preocupa sólo por su afiliación a una parroquia local y su denominación. Eso es lo que estáis viendo, eso es lo que Welby propuso -múltiples denominaciones bajo una sombrilla ‘anglicana’. Un “patrimonio anglicano” (católicamente hablando, sólo puede ser el Rito de Sarum en la Misa y el Oficio -cobijado por cierto, por San Pío V en Quo Primum Témpore; y rescatado por algunos anglocatólicos-, pero para la secta deuterovaticana, lo es la Misa de Cranmer y el Libro de Oración Común) no podrá ser preservado así en esas circunstancias. Quizás algunas provincias locales (o denominaciones) podrán conservar algunos elementos del patrimonio, a nivel local, pero un ethos anglicano significante internacionalmente no habrá. En un sentido realista, esto es lo que pasa.
Ahora bien, ante este amargo futuro, muchos volverán sus ojos a Roma, queriendo ser reconocidos y admitidos en la iglesia conciliar con la posiblidad de conservar el rito anglicano (está el caso de la Provisión Pastoral de 1980 en Estados Unidos, y los Ordinariatos Personales surgidos por Anglicanórum Cœ́tibus, que les permitieron conservar el Uso Anglicano -cranmeriano- en la Liturgia y el Oficio). Pero como lo comprobara por experiencia la Comunión Anglicana Tradicional, se hallarán con el desdén de personas como Walter Kasper Bacher o Francisco Bergoglio, que verían las conversiones como una carga de profundidad contra el diálogo con Canterbury; con el Vaticano II (que tiene los mismos “errores que causaron la apostasía final en el Anglicanismo”) y el Novus Ordo Missæ (ya se impuso en el ordinariato de Inglaterra) y con el Rito Montiniano de Ordenación (remplazando el Ritual Eduardiano de Ordenación, pero afectado por la misma nulidad e invalidez que Apostólicæ Curæ definió). Súmese a lo anterior la anarquía en la iglesia conciliar, con Conferencias episcopales nacionales o regionales más poderosas que el mismísimo Papa conciliar, enemigas también de la Tradición (recuérdese la oposición al Motu Proprio Summórum Pontíficum). En una palabra, LA IGLESIA CONCILIAR TAMPOCO OFRECE GARANTÍAS PARA ELLOS.
Respetados anglicanos tradicionalistas, CANTERBURY HA APOSTATADO HACÍA RATO, Y EL VATICANO CONCILIAR TIENE LAS MISMAS O PEORES HEREJÍAS QUE AQUELLA. Los ordinariatos que Ratzinger creó por la Anglicanórum Cœ́tibus (e inspirados en las Ecclésia Dei) SON UNA VERSIÓN MÁS DE LA High Church. Sabemos que estáis perlejos porque los sucesos actuales en vuestra Comunión son cada vez peores y la apostasía ha calado en el seno de ella desde mucho tiempo atrás, y Dios está mostrando a vuestros ojos que EL CATOLICISMO TRADICIONAL SEDEVACANTISTA ES LA ÚNICA OPCIÓN PARA LLEVAR A CABO EL OBJETIVO DE LA RESISTENCIA. Que tendréis que hacer la Profesión de Fe, recibir la Confirmación en forma válida, y vuestros clérigos (si fueren célibes) tendrán que recibir nuevamente las Órdenes (y si es el caso, la Confirmación) de manos de Obispos Católicos legítimos y válidos, bueno, sí... Pero podéis recuperar el Rito Sarum, porque está autorizado por la Iglesia en razón de su antigüedad y ortodoxia.
Hermanos Católicos, pidámosle a la Santísima Virgen María y a San Eduardo el Confesor, por la conversión de Inglaterra y de los anglicanos todos.
El punto donde las divisiones tomaron mayor evidencia fue la Conferencia de Lambeth de 1998, y muchos vieron allí la “escritura en la pared”. Como se indicó arriba, la ECUSA consagró su primer obispo homosexual en 2003. Este hecho significó el mayor éxodo de la Comunión anglicana desde la Independencia de los Estados Unidos (la mayoría del clero anglicano, leal al monarca británico, migró de las Trece Colonias durante la Guerra de Independencia. Por eso, cuando Samuel Seabury fue consagrado como el primer obispo de la Unión Americana en 1783, recurrió a los episcopalianos -anglicanos de Escocia-, que no juraban lealtad al monarca británico). Otras jurisdicciones anglicanas ya se habían separado desde décadas atrás, pero la consagración de Robinson fue el punto de no retorno. Mientras algunos se convirtieron al Catolicismo, a la Ortodoxia (que les reconoce sucesión apostólica) o al Luteranismo, otros fundaron su provincia propia: la Iglesia Anglicana de Norteamérica, que acogió en su seno a los episcopales y anglicanos inconformes de Estados Unidos y Canadá. La Conferencia de Lambeth de 2008 resultó ser un desastre, en la cual los anglicanos de filiación evangélica de los países emergentes lideraron el boicot y organizaron su propia conferencia en Jerusalén, llamada la Conferencia Global para el Fututo Anglicano (GAFCON por sus siglas en inglés). Sin resolución firme al respecto, y continuando el deterioro, la Conferencia de Lambeth de 2018 fue cancelada por Welby en 2014. El 16 de Septiembre de 2015, el “arzobispo” Welby anunció que en Enero de 2017 se hará la reunión mencionada inicialmente para considerar la creación de una nueva “Comunión Anglicana”, que como dijimos, será más histórica que doctrinal. En efecto, esta es el acta de defunción de la Comunión Anglicana, pero ya oficial.
La decadencia del Anglicanismo, como lo sabemos, es situación de largo tiempo. En cierto modo, es tan terrorífico como ver el descarrilamiento de un tren en cámara lenta, con todo, era lógico. La precipitación de ésto fue el asunto de la autoridad -o mejor, la falta de la misma-: Desde que el Anglicanismo existe, no existe una estructura de autoridad que reconduczca a las provincias rebeldes cuando amenacen la unidad de la Comunión Anglicana. De hecho, no existe el “Papa anglicano”. Rowan Williams, el anterior “arzobispo” hizo este análisis durante su mandato. Él hizo la sugerencia de que la Comunión Anglicana considerara adoptar algo similar, concediéndole al arzobispado de Canterbury no sólo el primus inter pares, sino también la autoridad jurisdiccional. La idea fue discretamente rechazada por los demás miembros de la Comunión. Williams efectivamente recomendó un Papado anglicano, y muchos anglicanos no quisieron enfilar a ello su intención. Aun si la propuesta de Williams hubiera sido aceptada e implementada, sería debatible cómo trabajaría. Un poderoso Arzobispo de Canterbury pudiera haber determinado detener el eventual colapso de la Comunión Anglicana, pero no prevenirlo. Este es, después de todo, el tema de la sucesión apostólica, de la cual carece el anglicanismo por dos razones:
- Matthew Parker, primer “Arzobispo” anglicano de Canterbury, fue obispo inválido porque él fue NOMBRADO, NO CONSAGRADO como tal. Por tanto, sus actos no tienen ningún valor, porque él fue instalado con el rito del Libro de Oración Común (independientemente de si la ceremonia tuvo lugar en la capilla del Palacio Lambeth o en la taberna de Nag’s Head, con imposición de manos o con la biblia al cuello).
- El Libro de Oración Común, en su ritual de ordenación y consagración, no contiene la forma ni la intención de otorgar al consagrando la dignidad presbiteral y la potestad de ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa (y en el caso de los obispos, de conferir a otros esa misma atribución), porque fue cambiado para eliminar toda traza de Catolicismo en el ritual (cuando quiseron agregarle a la forma “Recibe el Espíritu Santo” la frase “para el oficio y obra del presbítero” y “para el oficio y obra de un obispo” respectivamente, ya la sucesión apostólica se había extinguido y la potestad de ordenación desapareció). En consecuencia, NO HAY SACRAMENTO DEL ORDEN en el Rito anglicano, como lo sentenció el Papa León XIII en Apostólicæ Curæ.
Sin una real sucesión apostólica, la iglesia se desmoronará. Muchas denominaciones protestantes lo han descubierto a lo largo de los siglos de su existencia, y muchas más lo descubrirán en el futuro. Toda denominación protestante alardea sobre el “Sola Scriptúra”, que la Biblia es su autoridad. Este grito tiende a funcionar por poco tiempo, y a veces resulta en un crecimiento fenomenal, pero de corta vida, y rápidamente decae en las subsiguientes generaciones. La falta de autoridad apostólica inevitablemente crea anarquía. Los evangélicos anglicanos (GAFCON) pronto descubrirán por sí mismos esta verdad, probablemente en 20 años o menos, a menos que encuentren un modo para regresar a la noción Católica de la sucesión y autoridad apostólica. PERO... en la secta del Vaticano II no la hallarán, ya que en ésta la sucesión se ha perdido irremisiblemente. El Rito montiniano de ordenación y consagración no transmite la potestad del sacerdocio, porque es una forma inválida y porque los obispos conciliares no son sino simples laicos.
Entre aquellos que abandonaron las provincias anglicanas de Reino Unido, Estados Unidos, Canadá y Australia; unos cuantos comprendieron la situación. Entendieron que el problema no comienza en la oleada modernista de finales del siglo XX, ni mucho menos con la Conferencia de Lambeth de 1930. EL PROBLEMA COMENZÓ EN EL SIGLO XVI, BAJO ENRIQUE VIII Y SU HIJA ISABEL I. La causa fue el separarse de la Iglesia Católica porque le negaron la nulidad del matrimonio y el arrogarse la jefatura de la Iglesia de Inglaterra (los reyes de Inglaterra, desde el nacimiento de la herejía anglicana, se proclamaron Jefes de la Iglesia de Inglaterra). La causa fue el Acta de Supremacía, el Libro de Oración Común, los Treinta y nueve Artículos, la Misa de Cranmer y el Rito Eduardiano de Ordenación. Por eso, la Comunión Anglicana se fundó sobre arena movediza. Sólo es cuestión de tiempo que ésta se derrumbe.
Esta nueva afiliación anglicana no tendrá nada que proteger. Lo que Justin Welby quiere es una forma para que los anglicanos continúen estando juntos, pero sólo por una historia en común. Cualquier lazo doctrinal en esta nueva afiliación que pueda proponerse tendrá que ser extremadamente limitado, y realmente no más significativo que los lazos doctrinales que podemos ver en otros foros ecuménicos, como el Consejo Mundial de Iglesias. Las provincias de la anterior Comunión Anglicana nunca estarán dispuestas a acordar en asuntos morales nuevamente. De hecho, si alguno puede ponerse de acuerdo en todo, el fin resultante será que las provincias anglicanas se sobrepongan una sobre otra, y los anglicanos puedan encontrar y elegir qué tipo de anglicanos quieren ser, encontrando y eligiendo a qué provincia afiliarse. Dichas provincias competidoras, sin unidad doctrinal o moral, crearán una afiliación que no tendrá ninguna significación en el sentido práctico, porque en el mundo real, el seglar promedio se preocupa sólo por su afiliación a una parroquia local y su denominación. Eso es lo que estáis viendo, eso es lo que Welby propuso -múltiples denominaciones bajo una sombrilla ‘anglicana’. Un “patrimonio anglicano” (católicamente hablando, sólo puede ser el Rito de Sarum en la Misa y el Oficio -cobijado por cierto, por San Pío V en Quo Primum Témpore; y rescatado por algunos anglocatólicos-, pero para la secta deuterovaticana, lo es la Misa de Cranmer y el Libro de Oración Común) no podrá ser preservado así en esas circunstancias. Quizás algunas provincias locales (o denominaciones) podrán conservar algunos elementos del patrimonio, a nivel local, pero un ethos anglicano significante internacionalmente no habrá. En un sentido realista, esto es lo que pasa.
Ahora bien, ante este amargo futuro, muchos volverán sus ojos a Roma, queriendo ser reconocidos y admitidos en la iglesia conciliar con la posiblidad de conservar el rito anglicano (está el caso de la Provisión Pastoral de 1980 en Estados Unidos, y los Ordinariatos Personales surgidos por Anglicanórum Cœ́tibus, que les permitieron conservar el Uso Anglicano -cranmeriano- en la Liturgia y el Oficio). Pero como lo comprobara por experiencia la Comunión Anglicana Tradicional, se hallarán con el desdén de personas como Walter Kasper Bacher o Francisco Bergoglio, que verían las conversiones como una carga de profundidad contra el diálogo con Canterbury; con el Vaticano II (que tiene los mismos “errores que causaron la apostasía final en el Anglicanismo”) y el Novus Ordo Missæ (ya se impuso en el ordinariato de Inglaterra) y con el Rito Montiniano de Ordenación (remplazando el Ritual Eduardiano de Ordenación, pero afectado por la misma nulidad e invalidez que Apostólicæ Curæ definió). Súmese a lo anterior la anarquía en la iglesia conciliar, con Conferencias episcopales nacionales o regionales más poderosas que el mismísimo Papa conciliar, enemigas también de la Tradición (recuérdese la oposición al Motu Proprio Summórum Pontíficum). En una palabra, LA IGLESIA CONCILIAR TAMPOCO OFRECE GARANTÍAS PARA ELLOS.
Respetados anglicanos tradicionalistas, CANTERBURY HA APOSTATADO HACÍA RATO, Y EL VATICANO CONCILIAR TIENE LAS MISMAS O PEORES HEREJÍAS QUE AQUELLA. Los ordinariatos que Ratzinger creó por la Anglicanórum Cœ́tibus (e inspirados en las Ecclésia Dei) SON UNA VERSIÓN MÁS DE LA High Church. Sabemos que estáis perlejos porque los sucesos actuales en vuestra Comunión son cada vez peores y la apostasía ha calado en el seno de ella desde mucho tiempo atrás, y Dios está mostrando a vuestros ojos que EL CATOLICISMO TRADICIONAL SEDEVACANTISTA ES LA ÚNICA OPCIÓN PARA LLEVAR A CABO EL OBJETIVO DE LA RESISTENCIA. Que tendréis que hacer la Profesión de Fe, recibir la Confirmación en forma válida, y vuestros clérigos (si fueren célibes) tendrán que recibir nuevamente las Órdenes (y si es el caso, la Confirmación) de manos de Obispos Católicos legítimos y válidos, bueno, sí... Pero podéis recuperar el Rito Sarum, porque está autorizado por la Iglesia en razón de su antigüedad y ortodoxia.
Hermanos Católicos, pidámosle a la Santísima Virgen María y a San Eduardo el Confesor, por la conversión de Inglaterra y de los anglicanos todos.
Jorge Rondón Santos
13 de Octubre de 2015
Traslación de San Eduardo el Confesor
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