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lunes, 5 de octubre de 2015

MEDIO MILENIO DE DEPRAVACIÓN TOTAL (Una crítica del impacto de Lutero en la víspera de su apoteosis "católica")

El próximo año (del 27 de Junio al 8 de Julio, más exactamente), el Simposio Anual de Verano del Foro Romano en Gardone Riviera (Italia), se dedicará a criticar a Martín Lutero y los devastadores efectos que él tuvo en la civilización cristiana -previo a las "celebraciones" inevitables que se realizarán en 2017 por parte de la iglesia luterana de Alemania y la iglesia conciliar-. Como preámbulo, podemos presentar esta reflexión del director del Foro Romano, el historiador John C. Rao (Tomado de RORATE CAELI - Traducción no oficial).

Resumen de la presentación general del Simposio
  
MEDIO MILENIO DE DEPRAVACIÓN TOTAL (1517- 2017)
 Una crítica del impacto de Lutero en la víspera de su apoteosis "católica"
Por el Dr. John C. Rao, Director del Foro Romano
  
Nuestra civilización está tan enferma que aún los mejores esfuerzos para apuntalar los pocos remanentes tambaleantes manifiestan la patética enfermedad que paso a paso ha estado tratando de desmoronar su estructura por entero. La enfermedad en cuestión es una concupiscente, soberbia, irracional e ignorante obsesión con la “libertad”. Pero esto es un mal que tuvo su entrada inicial efectiva en la Cristiandad en unión con el concepto del mundo natural como el reino de la “total depravación”.
 
Es de crucial importancia que reconozcamos tanto la suprema resposabilidad de este espantoso deseo de libertad para la destrucción de nuestra cultura Clásica y Cristiana, como también el rol que jugó la idea que la “encarnó” históricamente en nuestro medio por dos razones. La primera es tanta como podamos intentar seriamente librarnos de su monstruosa influencia sobre nuestro espíritu, alma y cuerpo. La segunda es porque un gran intento para enmascarar la verdad concerniente a su real carácter y alianza será montado en conjunto con el quincentésimo (esto es, el 500°) aniversario de la devastadora aparición de Martín Lutero en la escena pública en 2017; y esto con el objeto de mantener su nefasto impacto sobre los fieles y darle a la Fe su disparo de gracia como una fuerza social relevante.
  
Me permito citar a Philip Hughes sobre Lutero y sus antecedentes para encaminar el punto que quisiera llevar en este fragmento:
Todos esas fuerzas antiinstitucionales y antiintelectualistas que han plagado y estorbado a la Iglesia medieval durante siglos, cuya acción maléfica ha sido crónica, de hecho, han sido la causa principal de por qué —como estemos propensos a decir— tan poco se hizo para mantener un nivel generalmente alto de vida Cristiana; todas las fuerzas que fueron la distracción crónica del papado medieval, ahora fueron estabilizadas e institutionalizadas en la nueva iglesia "cristiana reformada". El entronizamiento de la voluntad como la suprema facultad humana; la hostilidad a la actividad de la inteligencia en materia espiritual y en la doctrina; el ideal de una perfección cristiana que fuera independiente de los sacramentos y de la enseñanza autorizada de los clérigos; una santidad alcanzable por medio de actividades espirituales autárquicas; la negación la verdad de que el Cristianismo, como el hombre, es un ente social; —todas las crudas, foráneas y oscurantistas teorías engendradas del degradado orgullo que arriba con la ignorancia electa, la soberbia de los ignorantes porque no pueden ser sabios excepto por medio de la sabiduría de otros-, ahora tienen su lanzamiento. La propia contribución especial de Lutero —sobre y por encima de las doctrinas clave que en representan toda esta pérdida problemática— es la noción de la vida como algo radicalmente maligno. (Hughes, A History of the Church, Sheed & Ward, 1949, Tomo III, pág. 529).
  
Elocuentemente Hughes hace hincapié en el hecho central que nuestro problema subyacente es en principio preluterano. En otras palabras, 1517 no es el principio de nuestra desgracia -en ninguna manera, por esa razón, como lo fue 1962 y la apertura del Concilio Vaticano II-. Todos los males espirituales, intelectuales, políticos y sociales que se han cernido por siglos sobre el Campo de los Santos se han presentado juntos, listos para inocularse en el sistema linfático de la Catolicidad como una “mega epidemia”, desde mucho antes de esas fechas. Todo eso refleja en últimas una repulsión a la necesidad para el individuo y su ambiente de ser corregidos, perfeccionados y transformados por la Realeza de Cristo con los auxilios, por una parte, de la Fe, la Gracia y la Razón, y por la otra, de una autoridad social, tanto en el orden natural como en el sobrenatural. Nadie en 1516 buscaría una explicación simple sobre por qué debería rechazar esas ayudas, y tener disponibles una confusión de argumentos de una miríada de fuentes indicando que la única cosa que importaba fuera el individuo y sus sentimientos voluntarios; y esa confianza sobre esto era de alguna forma el único modo de agradar a Dios.
 
Sin embargo, la mente conflictuada de la última Edad Media claramente necesitaba de alguien con las miras y la talentosa retórica venenosa de Lutero para inocular esta mega enfermedad en el seno de la Cristiandad. El hombre cristiano estaba tan consciente del pecado para ser directamente conducido a  una adulación de su voluntad individual. El concepto de Lutero de la “depravación total” del individuo y del mundo en el cual vivía después del Pecado Original ha dado a cada hombre la piadosa entrada en la obsesión con la libertad que requería. Después de todo, se le veía tan humilde para argüirle a cada creyente la necesidad de apoyarse solamente en la gracia de Dios para salvarse; por su necesidad de afirmar esa “liberación” de la “esclavitud” del “despotismo” de “la Ley” que le permitiría evitar el “desesperado” y el arrogante intento espiritual de enderezar la vida, los pensamientos y acciones diarias para alinearlas con los mandatos de Cristo.
 
Aún, se probó que sería muy fácil que en el curso de un par de generaciones, esta definición negativa de la “libertad” -una “liberación” de la Ley-, se transformara, en el Siglo de las Luces, en el significado positivo de un nuevo y redentor orden de cosas. En resumen, no se tomaría más la liberación de las restricciones para la anárquica voluntad individual de la humanidad depravada de Lutero, sino que será vista como la herramienta providencial para modelar los desenfrenados pensamientos y acciones humanas en los bloques constructores de una nueva Edad de Oro. En otras palabras, más que una liberación de las restricciones, la “libertad” actualmente asegura que las pasiones pecaminosas de la humanidad serán todas desatadas en orden a que los individuos, sin vergüenza alguna, puedan verdaderamente convertirse en depravados, más aún, que esa depravación fuera ahora vista como algo intrínsecamente maravilloso, bueno, e incluso, agradable a Dios.
 
Es precisamente porque este venenoso atentado para construir una civilización sobre la liberación de un esfuerzo de luchar con el Pecado Original y sus efectos en los individuos es tan tentador que éste ha infectado a casi todos nosotros en una forma u otra. Casi todos caemos presa de la seducción simplemente por encontrar que la “libertad” apela fuertemente a nuestra pasión particular, declarándola agradable a Dios, y condenando cada vez la aplicación del mismo principio cuando personalmente encontramos inaceptable cuando otros la usan, e ignorando la naturaleza de suyo completamente ponzoñosa de ese mismo concepto. Y, francamente, casi todos caemos presa de la cínica tentación de movilizar el argumento de “depravación total” de nuevo cuando nos reímos de la ingenua y utópica visión de los oponentes que quieren usar la ley y la authoridad para ayudar a hacer personas virtuosas en los lugares donde nosotros queremos “libertad”. Aunque despreocupadamente hacemos causa común con la “libertad” en un mundo que no tiene que ser totalmente depravado (pero que hace todos los esfuerzos para convertirse en ello), cabalgamos sobre de un monstruo soberbio -con el actual apelo autodestructivo a la libertad religiosa en el tope de la lista-. Es la única libertad positiva para usar nuestra Fe, la Gracia, nuestra Razón, y el auxilio de las autoridades sociales, tanto sobrenaturales y naturales, para corregir y transformarnos bajo la Realeza Social de Cristo que podemos tener una vida digna en este mundo y la felicidad eterna en el otro.
  
Es triste decirlo, pero es absolutamente cierto que la mayoría de nuestros líderes eclesiásticos, como militantes del Zeitgeist que son, convertirán el 2017 en un año de panegíricos para Lutero & Cía. y “todas esas fuerzas antiinstitucionales y antiintelectualistas”; “todas las crudas, foráneas y oscurantistas teorías engendradas del degradado orgullo que arriba con la ignorancia electa, la soberbia de los ignorantes porque no pueden ser sabios excepto por medio de la sabiduría de otros” que Philip Hughes nos dijo estaban ocultas por siglos. Es nuestro deber como Católicos Tradicionalistas reforzarnos contra las mentiras que vendrán preocupadas por el maravilloso valor de esos ocultos y voluntariosos principios que ahora están “teniendo su lanzamiento” por 500 años. Es nuestro deber demoler el mal que han causado. Porque este cáncer ignorante, voluntarioso e individualista de 500 años se ha infiltrado en todos lados en la linfa de la Cristiandad, en todas las instituciones y en la mente de todos, los Católicos creyentes deberían emplear los próximos dos años a aquellos que están menos despiertos entre nosotros para ceñir sus costados. 2017, como 1517, será un juicio para todos nosotros. Y el 24° Simposio Anual de Verano del Foro Romano espera ser el despertar de una espantosa pesadilla.

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