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viernes, 1 de abril de 2016

ORACIÓN DEL PAPA CLEMENTE XI PARA OBTENER TODO LO NECESARIO PARA SALVARSE

Papa Clemente XI
 
LATÍN
Credo, Dómine, sed credam fírmius; spero, sed sperem secúrius; amo, sed amem ardéntius; dóleo, sed dóleam veheméntius.
  
Adóro te ut primum princípium; desídero ut finem últimum; láudo ut benefactórem perpétuum; invóco ut defensórem propítium.
  
Tua me sapiéntia dírige, Justítia cóntine, cleméntia soláre, poténtia prótege.
  
Óffero tibi, Dómine, cogitánda, ut sint ad te; dicénda, ut sint de te; faciénda, ut sint secúndum te; ferénda, ut sint propter te.
  
Volo quidquid vis, volo quia vis, volo quómodo vis, volo quámdiu vis. Oro, Dómine: intelléctum illúmines, voluntátem inflámmes, cor emúndes, ánimam sanctífices.
  
Défleam prætéritas iniquitátes, repéllam futúras tentatiónes, córrigam vitiósas propensiónes, éxcolam idóneas virtútes.
  
Tríbue mihi, bone Deus, amórem tui, ódium mei, zelum próximi, contémptum mundi.
  
Stúdeam superióribus obœdíre, inferióribus subveníre, amícis consúlere, inimícis párcere.
  
Vincam voluptátem austeritáte, avarítiam largitáte, iracúndiam lenitáte, tepiditátem fervóre.
  
Redde me prudéntem in consíliis, constántem in perículis, patiéntem in advérsis, húmilem in prósperis.
  
Fac, Dómine, ut sim in oratióne atténtus, in épulis sóbrius, in múnere sédulus, in propósito firmus.
  
Curem habére innocéntiam interiórem, modéstiam exteriórem, conversatiónem exemplárem, vitam regulárem.
  
Assídue invígilem natúræ domándæ, grátiæ fovéndæ, legi servándæ, salúti promeréndæ.
  
Discam a te quam ténue quod terrénum, quam grande quod divínum, quam breve quod temporáneum, quam durábile quod ætérnum.
  
Da, ut mortem prævéniam, judícium pertímeam, inférnum effúgiam, paradísum obtíneam. Per Christum Dóminum nostrum. Amen.
  
TRADUCCIÓN
Creo, Señor, afirma mi fe; espero en Ti, asegura mi esperanza; Te amo, inflama mi amor; me arrepiento, aumenta mi arrepentimiento.
  
Te adoro como primer principio; Te deseo como mi fin último; Te alabo como mi bienhechor perpetuo; Te invoco como mi defensor propicio.
  
Dirígeme con tu sabiduría, conténme con tu justicia, consuélame con tu clemencia, protégeme con tu poder.
  
Te ofrezco, Dios mío, mis pensamientos para pensar en Ti, mis palabras para hablar de Ti, mis obras para actuar según Tu voluntad, mis sufrimientos para padecerlos por Ti.
  
Quiero lo que Tú quieres, porque Tú lo quieres, como Tú lo quieres, y en tanto Tú lo quieras.
  
No me inficione la soberbia, no me altere la adulación, no me engañe el mundo, no me atrape en sus redes el demonio.
  
Concédeme la gracia de depurar la memoria, de refrenar la lengua, de recoger la vista, y mortificar los sentidos.
 
Te ruego, Señor, ilumina mi entendimiento, inflama mi voluntad, purifica mi corazón, santifica mi alma.
 
Que llore las iniquidades pasadas, rechace las tentaciones futuras, corrija las inclinaciones viciosas, cultive las virtudes necesarias.
 
Concédeme, oh buen Dios, amor a Ti, odio a mí, celo del prójimo, desprecio del mundo.
  
Que procure obedecer a los superiores, asistir a mis inferiores, favorecer a mis amigos, perdonar a mis enemigos.
 
Que venza la sensualidad con la mortificación, la avaricia con la generosidad, la ira con la mansedumbre, la tibieza con la devoción.
 
Hazme prudente en las determinaciones, constante en los peligros, paciente en las adversidades, humilde en la prosperidad.
 
Haz, Señor, que sea en la oración fervoroso, en las comidas sobrio, en mis deberes diligente, en los propósitos constante.
 
Que me aplique a alcanzar la inocencia interior, la modestia exterior, una conversación edificante, una conducta regular.
 
Que me esfuerce por someter mi naturaleza, secundar a la gracia, observar Tu ley y merecer la salvación.
  
Dame a conocer cuán frágil es lo terreno, cuán grande lo celestial y divino, cuán breve lo temporal, cuán perdurable lo eterno.
  
Haz que me prepare para la muerte, que tema el juicio, que evite el infierno y que obtenga el paraíso. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
 
Mons. José María de Jesús Díez de Sollano y Dávalos, Obispo de León (México), se dignó conceder mediante decreto del 28 de Noviembre de 1878, cuarenta días de indulgencia por cada uno de los conceptos encerrados en esta oración, aun cuando algunos se contengan en una sola palabra.

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