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lunes, 23 de mayo de 2016

FRANCISCO I, EL “PAPA” SOÑADO POR LOS PACTANTES DE LAS CATACUMBAS

   
El día 16 de noviembre de 1965, cuando estaba terminando el Concilio Vaticano II (1962-1965), algunos obispos, animados por Dom Helder Câmara, celebraron una misa en las Catacumbas de Santa Domitila e hicieron el Pacto de las Catacumbas de la Iglesia sierva y pobre:
PACTO DE LAS CATACUMBAS DE LA IGLESIA SIERVA Y POBRE
  
“Nosotros, obispos, reunidos en el Concilio Vaticano II, conscientes de las deficiencias de nuestra vida de pobreza según el evangelio; motivados los unos por los otros, en una iniciativa en que cada uno de nosotros quisiera evitar la excepcionalidad y la presunción; unidos a todos nuestros hermanos de episcopado; contando sobre todo con la gracia y la fuerza de Nuestro Señor Jesucristo, con la oración de los fieles y de los sacerdotes de nuestras respectivas diócesis; poniéndonos con el pensamiento y la oración ante la Trinidad, ante la Iglesia de Cristo y ante los sacerdotes y los fieles de nuestras diócesis, con humildad y con conciencia de nuestra flaqueza, pero también con toda la determinación y toda la fuerza que Dios nos quiere dar como gracia suya, nos comprometemos a lo siguiente:
  1. Procuraremos vivir según el modo ordinario de nuestra población, en lo que concierne a casa, alimentación, medios de locomoción y a todo lo que de ahí se sigue. Cf. Mt 5,3; 6,33ss; 8,20.
  2. Renunciamos para siempre a la apariencia y a la realidad de la riqueza, especialmente en el vestir (tejidos ricos, colores llamativos, insignias de material precioso). Esos signos deben ser ciertamente evangélicos: ni oro ni plata. Cf. Mc 6,9; Mt 10,9s; Hch 3,6.
  3. No poseeremos inmuebles ni muebles, ni cuenta bancaria, etc. a nuestro nombre; y si fuera necesario tenerlos, pondremos todo a nombre de la diócesis, o de las obras sociales caritativas. Cf. Mt 6,19-21; Lc 12,33s.
  4. Siempre que sea posible confiaremos la gestión financiera y material de nuestra diócesis a una comisión de laicos competentes y conscientes de su papel apostólico, en la perspectiva de ser menos administradores que pastores y apóstoles. Cf. Mt 10,8; Hch 6, 1-7.
  5. Rechazamos ser llamados, oralmente o por escrito, con nombres y títulos que signifiquen grandeza y poder (Eminencia, Excelencia, Monseñor…). Preferimos ser llamados con el nombre evangélico de Padre. Cf. Mt 20,25-28; 23,6-11. Jn 13,12-15.
  6. En nuestro comportamiento y en nuestras relaciones sociales evitaremos todo aquello que pueda parecer concesión de privilegios, prioridades o cualquier preferencia a los ricos y a los poderosos (ej: banquetes ofrecidos o aceptados, clases en los servicios religiosos). Cf. Lc 13,12-14; 1Cor 9,14-19.
  7. Del mismo modo, evitaremos incentivar o lisonjear la vanidad de quien sea, con vistas a recompensar o a solicitar dádivas, o por cualquier otra razón. Invitaremos a nuestros fieles a considerar sus dádivas como una participación normal en el culto, en el apostolado y en la acción social. Cf. Mt 6,2-4; Lc 15,9-13; 2Cor 12,4.
  8. Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón, medios, etc. al servicio apostólico y pastoral de las personas y grupos trabajadores y económicamente débiles y subdesarrollados, sin que eso perjudique a otras personas y grupos de la diócesis. Apoyaremos a los laicos, religiosos, diáconos o sacerdotes que el Señor llama a evangelizar a los pobres y los trabajadores compartiendo la vida y el trabajo. Cf. Lc 4,18s; Mc 6,4; Mt 11,4s; Hch 1,3s; 20, 33-35; 1Cor 4,2 y 9, 1-27.
  9. Conscientes de las exigencias de la justicia y de la caridad, y de sus relaciones mutuas, procuraremos transformar las obras de “beneficencia” en obras sociales basadas en la caridad y en la justicia, que tengan en cuenta a todos y a todas, como un humilde servicio a los organismos públicos competentes. Cf. Mt 25,31-46; Lc 13, 12-14 y 33ss.
  10. Haremos todo lo posible para que los responsables de nuestro gobierno y de nuestros servicios públicos decidan y pongan en práctica las leyes, las estructuras y las instituciones sociales necesarias a la justicia, a la igualdad y al desarrollo armónico y total de todo el hombre en todos los hombres, y, así, al advenimiento de otro orden social, nuevo, digno de los hijos del hombre y de los hijos de Dios. Cf. Hch 2,44s; 4,32-35; 5,4; 2Cor 8 y 9 completos; 1Tm 5,16.
  11. Porque la colegialidad de los obispos encuentra su más plena realización evangélica en el servicio en común a las mayorías en estado de miseria física, cultural y moral ―dos tercios de la humanidad―, nos comprometemos a:
    • participar, conforme a nuestros medios, en las inversiones urgentes de los episcopados de las naciones pobres;
    • pedir juntos a nivel de los organismos internacionales, dando siempre testimonio del evangelio como lo hizo el Papa Pablo VI en las Naciones Unidas, la adopción de estructuras económicas y culturales que no fabriquen más naciones pobres en un mundo cada vez más rico, sino que permitan a las mayorías pobres salir de su miseria.
  12. Nos comprometemos a compartir nuestra vida, en caridad pastoral, con nuestros hermanos en Cristo, sacerdotes, religiosos y laicos, para que nuestro ministerio constituya un verdadero servicio; así:
    • nos esforzaremos para “revisar nuestra vida” con ellos;
    • buscaremos colaboradores que sean más animadores según el Espíritu que jefes según el mundo;
    • procuraremos hacernos lo más humanamente presentes y ser acogedores;
    • nos mostraremos abiertos a todos, sea cual sea su religión. Cf. Mc 8,34s; Hch 6,1-7; 1Tm 3,8-10.
  13. Cuando volvamos a nuestras diócesis, daremos a conocer a nuestros diocesanos nuestra resolución, rogándoles nos ayuden con su comprensión, su colaboración y sus oraciones.
Que Dios nos ayude a ser fieles».
 
Ahora, ¿quiénes fueron los participantes de esa  conspiración? No hay acuerdo entre quiénes fueron, pero sabemos que ese día hubo 42 firmantes, el grupo que fue a misa ese día, casi todos miembros del grupo de estudio conciliar “Iglesia de los Pobres”, y fueron los siguientes:
  • Los brasileños Hélder Pessoa Câmara (el “Arzobispo rojo” de Olinda-Recife, redactor del documento y miembro de la comisión que redactó Gáudium et Spes), Antônio Batista Fragoso (primer Obispo de Crateús, Ceará), Francisco Austregésilo de Mesquita Filho (Obispo de Afogados da Ingazeira, Pernambuco), João Batista de Mota e Alburquerque y Luiz Gonzaga Fernandes (respectivamente Arzobispo y Obispo auxiliar de Vitória, Espírito Santo), Jorge Marcos de Oliveira (Obispo de Santo André, São Paulo), Henrique Hector Golland Trinidade OFM (Arzobispo de Botucatu, São Paulo), José Maria Pires (Arzobispo de Paraíba), y Cândido Rubens Padín OSB (Obispo auxiliar de Rio de Janeiro –en 1968 será Obispo de Lorena, São Paulo–).
  • Los franceses Georges-Louis Mercier M.Afr. (Obispo de Laghouat, Argelia), Guy-Marie-Joseph Riobé Abafour (Obispo de Orléans), Gérard-Maurice-Eugène Huyghe Deroo (Obispo de Arrás-Bolonia-Saint-Omer), Adrien-Edmond-Maurice-Xavier-Marie-Joseph Gand Macau (Obispo auxiliar de Lila), y Marcelo Mendiharat Pommies (Obispo auxiliar de Salto, Uruguay –tres años después asumió como titular de dicha diócesis–. Participó en la infame II Conferencia del CELAM llevada a cabo en la ciudad colombiana de Medellín entre el 24 de Agosto y el 6 de Septiembre de 1968, que entronizó la “Teología de la Liberación” en las diócesis latinoamericanas).
  • Los colombianos Tulio Botero Salazar CM (Arzobispo de Medellín y anfitrión de la II Conferencia del CELAM), Miguel Antonio Medina Medina (Obispo de Montería), Raúl Zambrano Camader (Obispo de Facatativá, Cundinamarca. Murió en un accidente aéreo en 1972 regresando de Repelón, Atlántico, donde entregó tierras a unos campesinos), Gerardo Valencia Cano MXY (Vicario Apostólico de Buenaventura, quien apoyó al infame Grupo Golconda y murió en un accidente aéreo en 1972 cerca al municipio antioqueño de Ciudad Bolívar), y Aníbal Muñoz Duque (Arzobispo de Nueva Pamplona y presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana en ese tiempo –cuatro años después será designado Arzobispo de Bogotá y creado Cardenal-presbítero de San Bartolomé en la Isla Tiberina–. Presidió el no menos lamentable Congreso Eucarístico Internacional de 1968, epicentro del libro “La nueva Iglesia Montiniana” del Padre Joaquín Sáenz y Arriaga).
  • Los argentinos Alberto Pascual Devoto (Obispo de Goya), Vicente Faustino Zazpe Zarategui (Obispo de Rafaela –en 1968 pasará a ser Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz–), Juan José Iriarte Amadeo (Obispo de Reconquista –en 1984 será elevado a Arzobispo–), y Enrique Ángel Angelelli Carletti (Obispo auxiliar de Córdoba –en 1968 será nombrado Obispo de La Rioja–. El “Obispo fragotero” o “Monseñor Satanelli” es tristemente célebre porque apoyó a los Montoneros y porque quiso acabar con la espiritualidad tradicional de La Rioja. Murió en 1976 en un accidente de tráfico que los comunistas pretenden pasar por crimen de lesa humanidad; y ¡Bergoglio lo proclamó “mártir” en un servicio religioso!).
  • Los mexicanos Carlos Sergio Méndez Arceo (el “Obispo rojo” de Cuernavaca), y Samuel Ruíz García (Obispo de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, cuna del Ejército Zapatista de Liberación Nacional dirigido por Rafael Sebastián Guillén Vicente alias “Subcomandante Marcos”, “Delegado Zero” o “Subcomandante Galeano”).
  • Los italianos Angelo “Lino” Cuniberti IMC (Vicario Apostólico de Florencia en Caquetá, Colombia), y Luigi Maria Bettazzi Maglione (Obispo auxiliar de Bolonia –al año siguiente de firmar el Pacto, fue nombrado Obispo de Ivrea–. Es el único de los firmantes que aún está vivo [ACTUALIZACIÓN: Falleció el 16 de Julio de 2023]. Firmó en representación del cardenal Giacomo Lercaro Picasso, Arzobispo de Bolonia).
  • Los belgas Charles-Marie Himmer Laurent (Obispo de Tournai. Él fue quien presidió la misa y dio la homilía ese día), y Charles Joseph van Melckebeke CICM (Obispo de Yinchuán, China –de donde fue expulsado por los comunistas en 1953, siendo hasta su muerte Visitador Apostólico de la Diáspora china en Singapur–).
  • Los canadienses Gérard-Marie Coderre Béliveau (Obispo de San Juan de Québec), y Paul-Émile Charbonneau Delvigne (Obispo de Gatineau-Hull en Québec).
  • El egipcio Máximo V Hakim (Archieparca de San Juan de Acre, Haifa, Nazaret y toda la Galilea –en 1967 será nombrado Patriarca de Antioquía, Alejandría y Jerusalén de los Greco-Católicos Melquitas–).
  • El libanés Gregóire Hadad Nawfal (Eparca auxiliar –en 1967, Archieparca– de Beirut y Jbeil de los Greco-Católicos Melquitas. Por su carácter revolucionario fue llamado “el Eparca rojo de Beirut”, y fue separado de sus funciones por el Sinodo Melquita diez años después de firmar el Pacto).
  • El español Rafael González Moralejo (Obispo auxiliar de Valencia –luego Obispo de Huelva–).
  • El alemán Julius Angerhausen Darup (Obispo auxiliar de Essen).
  • El marfileño Bernard Yago (Arzobispo de Abiyán).
  • El holandés Joseph Blomjous M.Afr. (Obispo de Mwanza, Tanzania)
  • El chileno Manuel Larraín Errázuriz (Obispo de Talca y fundador del CELAM).
  • El zoneíta (nacido en la antigua Zona del Canal de Panamá) Marcos Gregorio McGrath Renauld CSC (Obispo de Santiago de Veraguas –designado en 1969 como Arzobispo de Ciudad de Panamá–).
  • El ecuatoriano Leonidas Eduardo Proaño Villalba (Obispo de Riobamba).
  • El uruguayo Alfredo Viola Traversa (Obispo de Salto).
  • El vietnamita Philippe Nguyễn Kim Ðiễn PFJ (Obispo de Cần Thơ –en 1968 será nombrado Arzobispo de Huế, en un atentado montiniano para apartar más a un desterrado Mons. Pierre Martin Ngô Đình Thục, cercano al tradicionalista Cœtus Internationális Patrum de los arzobispos Marcel Lefebvre y Antônio de Castro-Mayer, y los cardenales Alfredo Ottaviani, Antonio Bacci y Giuseppe Siri–).
Posteriormente, habrán más adhesiones al pacto, sobre todo de obispos de Vietnam e Indonesia, llegando a contabilizarse 500 rúbricas en total. Entre estos adherentes están:
  • Los franceses Gabriel Auguste François Marty (Arzobispo de Réims), Paul-Joseph-Marie Gouyon (Arzobispo de Rennes), Lucien Bernard Lacoste SCJ de Bétharram (Obispo de Dali, China –desterrado en 1952 por los comunistas y nombrado Prefecto Apostólico de Chiang Mai, Tailandia–), Barthélemy Pierre Joseph Marie Henri Hanrion (Prefecto Apostólico –luego Obispo– de Dapango, Togo), Amand Louis Marie Antoine Hubert SMA (Vicario Apostólico de Heliópolis, Egipto), Georges-Hilaire Dupont OMI (Obispo de Pala, Chad), y Henri Alfred Bernardin Hoffmann (Obispo de Yibuti, República de Yibuti).
  • Los hindúes Raymond D’Mello (Obispo de Allahabad), Angelo Inocente Fernandes (Arzobispo de Delhi), Joseph Albert Rosario MSFS (Obispo de Amravati), Venmani S. Selvanather (Obispo de Pondicherry-Cuddalore), y Stanislaus Tigga (Obispo emérito de Raigarh-Ambikapur).
  • Los belgas Joseph Guffens SJ (Vicario coadjutor emérito de Kwango/Kikwit, Congo belga), Antoon Demets C.Ss.R. (Obispo emérito de Roseau, Dominica), y Oscar Sevrin SJ (Obispo emérito de Raigarh-Ambikapur, India).
  • El suizo Marcel Olivier Maradan Chavaillaz OFM Cap. (Obispo de Victoria, Seychelles).
  • El griego Antonios Grigorios Voutsinos AA (Arzobispo emérito de Corfú, Zante y Cefalonia).
  • El holandés Tarcisius Henricus Josephus van Valenberg van Welie OFM Cap. (Vicario Apostólico emérito de Pontianak, Indonesia).
  • El surcoreano Paul Marie Kinam Roh (Arzobispo de Seúl).
  • El estadounidense Philip Côté Boissoneau SJ (Obispo de Xuzhou, China).
  • El brasileño José Alberto Lopes de Castro Pinto (Obispo auxiliar de Rio de Janeiro).
  • El cubano Eduardo Tomás Boza Masvidal (Obispo auxiliar de La Habana –irónicamente, por su postura anticomunista fue expulsado de la diócesis por Fidel Castro cuatro años antes de firmar el Pacto–).
  • El chino Paul Yü Pin (Arzobispo de Nankín –expulsado de su diócesis por los comunistas en 1949 por haber sido consejero del presidente nacionalista Chiang Kai Shek. Irónicamente, cuando se discutía el párrafo sobre el ateísmo en el Esquema XIII “La Iglesia en el mundo moderno”, que sería la constitución “Gáudium et Spes”, Yü presentó junto a otros 70 obispos una solicitud para que el Concilio condenara el comunismo, solicitud que fue ignorada–).
  • El croata Josip Pavlišić Krizmanić (Obispo auxiliar de Senj-Modruš –en 1969 se fusionará con el Arzobispado de Fiume/Rijeka–).
  
Nadie de ellos se imaginaba que esos ideales calenturientos se entronizarían en el Solio de San Pedro, y quien lo hizo, no los conocía tampoco. Sí, Jorge Mario Bergoglio Sívori NUNCA OYÓ HABLAR DEL DOCUMENTO (claro, si en ese tiempo él era un simple seminarista). Sólo llegó a conocerlo cuando el 21 de Marzo de 2013, el escritor Adolfo Pérez Esquivel le entregó una copia del mismo. Pérez Esquivel relata que:
«Cuando recibió el documento, Francisco leyó la lista de quienes adhirieron (Hélder Câmara, Antônio Fragoso, Luigi Betazzi, Manuel Larraín, Leonidas Proaño, Vicente Faustino Zazpe y Sergio Méndez Arceo, entre otros) y exclamó “¡Uy, quiénes están aquí!”».
  
Según el teólogo de la liberación Leonardo Boff, Francisco ha dado actualidad al Pacto, presentando los ideales del mismo en su pontificado. Y tiene razón, estamos asistiendo a la encarnación de esos ideales. Veamos qué tal:
  • «Vivir del modo ordinario de la población»... BAJO EL RÉGIMEN COMUNISTA, que no es más que el mismo Capitalismo, pero ejercido por el Estado de partido único.
  • «Renunciar a la apariencia y a la realidad de la riqueza, especialmente en el vestir (tejidos ricos, colores llamativos, insignias de material precioso)». Lejos de parecerse a San Elías Profeta, San Juan Bautista, San Francisco de Asís y Santo Domingo de Guzmán, el clero conciliar se acomoda a las exigencias de un mundo que sólo ve bien la ostentación en los Rockefeller, los Windsor y las Kardashian (aunque ellas ostentan “otra cosa”).
  • «No tener inmuebles ni muebles, ni cuenta bancaria, etc. a nuestro nombre»... Fácil: Existe una palabra mágica, y que en ciertos países se ve a diario en su tráfago jurídico: TESTAFERRATO.
  • «Abandonar el ser llamados, oralmente o por escrito, con nombres y títulos que signifiquen grandeza y poder (Eminencia, Excelencia, Monseñor…), pref[iriendo] ser llamados con el nombre evangélico de Padre». A Francisquito no le duró el experimento. Y más aún, Jesucristo fue claro en decirle a sus discípulos: «No llaméis “padre” a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre en el cielo» (Mateo XXIII, 9), atendiendo a la ambición que tenían los fariseos por los títulos grandilocuentes.
  • «Evitar todo aquello que pueda parecer concesión de privilegios, prioridades o cualquier preferencia a los ricos y a los poderosos». Entonces, ¿qué carajos son Leonardo Di Caprio, Barack Obama, Wanda Nara, Milagro Sala, Juan Manuel Santos, el guitarrista The Edge de U2, el milagrero Ignacio Periés, el equipo Bayer Múnich, los directivos de Ferrari y tantos otros? ¿Cómo se llamará salir en medios como La Nación, Paris Match, La Reppublica y Time?
  • «Transformar las obras de “beneficencia” en obras sociales basadas en la caridad y en la justicia, que tengan en cuenta a todos y a todas, como un humilde servicio a los organismos públicos competentes». «Bienvenidos musulmanes simpatizantes del Dáesh, LGTBI y judíos. ¿Cristianos? ¡Fuera con ellos! ¿Son de los tradicionalistas? ¡Con más razón no los quiero!». ¡Ese es el maldito discurso del Novus Ordo Sæculórum, repetido por la forneguera iglesia conciliar!
  • «Haremos todo lo posible para que los responsables de nuestro gobierno y de nuestros servicios públicos decidan y pongan en práctica las leyes, las estructuras y las instituciones sociales necesarias a la justicia, a la igualdad». Sabemos para quién trabaja Bergoglio.
  • «Participar, conforme a nuestros medios, en las inversiones urgentes de los episcopados de las naciones pobres». Bueno, mientras ellos estén “en la línea correcta”.

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