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jueves, 9 de marzo de 2017

FRAY GERUNDIO: ANIVERSARIO TENEBROSO

Los aniversarios son siempre recordados con cierta sacudida de la memoria. Cuando se refieren a sucesos alegres y agradables, parece que requieren algún tipo de celebración festiva, con una obligada acción de gracias. Cuando son tristes y penosos, suscitan una oración, un recuerdo, un intento de olvido, unas lágrimas de compasión, un momento de sentido respeto…todo ello, mezclado con la pena del corazón.
  
Ahora se celebran los aniversarios y centenarios de todo, y -en ellos-, unos y otros recuperan el recuerdo colectivo, aunque tal como cada uno los ve, claro está: el centenario de la Revolución Rusa, por ejemplo, suscita el encantamiento y la sabrosura en un concejal podemita, mientras cariacontece y apesadumbra a cualquiera que lo haya estudiado a fondo y no sea partidario de las chekas comunistas. Así es la vida. Pero el caso es que tendemos a volver a recordar cada aniversario, tanto para bien como para mal.
  
Esta semana se cumple el cuarto aniversario de la salida de Francisco al balcón, investido como nuevo Pontífice. Bueno, en realidad, desvestido como nuevo Pontífice. Porque ya en el primer momento, en la pole position de salida, sin ornamentos propiamente papales, ante los ojos atónitos de los espectadores más conspicuos, quiso transmitir que su pontificado iba a ser una especie de strip-tease de doctrina católica. De inmediato, pasados unos pocos segundos, volvió a despojarse de su capacidad para dar la bendición, pidiendo a los fieles congregados que lo bendijeran a él. Los que entonces quedaron abrumados por el acontecimiento y se echaron las manos a la cabeza, pueden demostrar cuatro años después, que fueron adivinos del porvenir. Un porvenir negro que ahora conocemos a la perfección, porque lo hemos sufrido.
  
A lo largo de estos cuatro largos años, el proceso ha seguido su curso, como si de una despedida de solteras se tratara. La Iglesia Católica –desde los ojos del elegido y de los corruptos electores: la Mafia de St. Gall dixit-, tenía tantos ropajes doctrinales, litúrgicos, ecuménicos, culturales, diplomáticos, costumbristas, arquitectónicos… que poco a poco el stripper sigue quitándose piezas sin que se vea el final, aunque se conoce cuál ES el pretendido final: Desnudez total de una Iglesia, convertida ya en un Templo Masónico, en donde puedan convivir fraternalmente todos los hijos del Gran Arquitecto.
  
Comentaba con Fray Malaquías que cada día hay menos gente que quiera ver esto, aunque también es verdad que cada día hay más gente cansada de este pontificado, por más que sigan las consignas de los corifeos y papagayos que tienen banqueta vip en Santa Marta, nueva Sede de los Apartamentos Pontificios. Porque hasta en esto ha habido strip-tease petrino. Nada de suntuosas estancias. El Papado se merece la humildad de una Fonda en la que se pueda coleguear y tomar mate con amiguetes judíos. Hay un sentimiento de cansancio en la catolicidad, aunque en ocasiones sea de forma inconsciente.
    
El bueno de Fray Malaquías, experimentado en mil guerras interiores y exteriores, dice que él piensa celebrarlo con su habitual traguito de licor monástico. Dice que cada año que pasa, queda más claro que el rey va desnudo y se cumplen a la perfección las palabras del apocalipsis de San Juan: Te crees rico y no sabes que eres pobre y estás ciego y desnudo y necesitas de mí vestiduras blancas para que no aparezca tu desnudez. Porque desde luego, a la vista está.
  
La desnudez es patente. Pero como dice la norma masónica, cada cosa que se quita hay que sustituirla por otra que la reemplace. El famoso solve et coagula. Hasta Francisco tiene que someterse a esta norma elemental. Disuelve a los Franciscanos de la Inmaculada y reparte ánimos a la monja Caram, a Enma Bonino y a las obispas luteranas. Jubila anticipadamente a obispos con ligero acento tradicional, mientras tolera al descarado arzobispo Paglia, ahora convertido en majo semidesnudo (con solideo) en el presbiterio obsceno de su catedral y defensor de abortistas. Destruye los seminarios tradicionales porque son fuente de sicologías raras, mientras tolera los seminarios repletos de homosexuales, siempre que no se dediquen a sus labores. No quiere príncipes de la Iglesia, ni carreras eclesiásticas, pero aúpa a sus compiches a arzobispados y puestos de honor. Ama a los pobres, pone duchas en el Vaticano, reparte pizzas en la plaza, invita a cenar a los sin techo. Mientras ejercita un clericalismo feroz sobre gobiernos e instituciones. Y así podríamos continuar. Seguro que en estos días no faltará en internet algún resumen de estos aciagos y malhadados cuatro años de despojamientos. Y para celebrar la efemérides, parece que con claro intento provocador, el rezo de Vísperas con los anglicanos, junto a la tumba de San Pedro en el Vaticano. Todo muy amoroso y misericordioso, contraviniendo expresamente el Derecho Canónico. Pero, si se contradice con naturalidad el Derecho Divino, ¿qué puede importar el famoso Codex?
  
Francisco se ha despojado y desvestido; ha despojado y desvestido a la Iglesia, ante los ojos atónitos de la Cristiandad. Él sabrá. Pero también pretende despojarnos a los católicos de nuestro depósito de la fe. Quiere quitarnos nuestras doctrinas milenarias. Quiere acabar con lo que ha constituido la fe de los fieles, repartiendo la Eucaristía en pecado -echando las perlas a los cerdos, en frase del Señor-; atrayendo a las parroquias -e instando a ello a los párrocos- a las parejas que conviven en adulterio, aunque no hayan recibido el sacramento del matrimonio (un puro detalle de papeleo). Y quiere acabar con el sacerdocio anunciando ya un próximo Sínodo, del que todavía nada se sabe, salvo que ya las alcantarillas bergoglianas andan zascandileando e intrigando, para que sea otro Sínodo sonado. De momento, cabildeando y brujuleando con el tema de las diaconisas, para poder unirnos mejor con nuestras hermanas luteranas. Y echando a la palestra a sus palmeros (bajo la forma de Cocopalmero), para comenzar a decir que eso de validez o no validez, es un cuento chino que hay que revisar.
  
Ya recordé hace tiempo, que el Señor advirtió que los siervos que aprovechando que el Amo está fuera se dediquen a maltratar a los otros siervos, y a comer y beber con los borrachos, recibirán muchos azotes. Y que sólo sea eso. Porque de Dios nadie se ríe.
 
Yo me tomaré la copita con Fray Malaquías, para acompañarle en esa noche tenebrosa de aniversario. Pero no tenemos nada que celebrar. Salvo que debemos estar más cerca del final. Brindemos para que esto acabe pronto.
 
Fray Gerundio

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