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martes, 24 de octubre de 2017

LA DEUTEROVATICANIDAD Y LOS SEPARATISTAS CATALANES

COMENTARIO PREVIO: Uno de los objetivos de la Iglesia Conciliar dentro del Nuevo Orden Mundial es la destrucción de los Estados nacionales (máxime si tales Estados nacionales fueron tradicionalmente católicos) a fin de facilitar un Gobierno único. Y de ello es prueba España, como reseñamos en nuestro artículo Vaticano II, el Concilio antiespañol o la venganza de los republiquetos.
  
Ahora bien, con los sucesos en torno al 1-O, en el que los independentistas catalanes pretenden secesionarse de España, cabe apuntar con más razón el dedo acusador contra la falsa iglesia porque ésta, con sus acciones y omisiones, ha fomentado el adoctrinamiento político en las escuelas y los medios, el silencio frente a los desmanes contra las fuerzas de seguridad españolas y los catalanes que no apoyan el órdago separatista, la financiación de la sediciosa y autodenominada Conferencia Episcopal Tarraconense, izamiento de la Estelada (bandera separatista) en algunos campanarios, etc.

Sin más, el artículo del abogado Oriol Trillas publicado en el diario EL MUNDO de España. En dicha columna editorial, el autor describe el rol de parte de la iglesia catalana en apoyar el proceso separatista y el referéndum ilegal. Apoyo que brindan muy a despecho que durante la II República y la Guerra Civil los independentistas apoyaban el expolio de los templos y el asesinato de sacerdotes, monjas y laicos (que es lo que algunos clérigos locales temen se repita de seguir adelante la intentona de un Carles Puigdemont Casamajó cuyo abuelo, Francisco Puigdemont Pedrosa, tuvo que huir a la Zona Nacional con el apoyo de su cuñado el cura Juan Oliveras Galcerán).
  
JORGE RONDÓN SANTOS
24 de Octubre de 2017 (Año Mariano)
Fiesta de San Rafael Arcángel
   
IGLESIA Y PROCESO SOBERANISTA
Oriol Trillas*. (Diario EL MUNDO, 23 de Octubre de 2017)
  
Juan José Omella, arzobispo de Barcelona y el presidente de la Generalidad de Cataluña, Carles Puigdemont
  
Así como Stalin se preguntaba, con intención sarcástica, cuántas divisiones tenía el Papa, no podemos dudar de que el independentismo catalán posee sus divisiones eclesiales. Unas divisiones eclesiales en las que se incluyen los batallones más preciados: las escuelas. Ahí donde se adoctrina a los niños desde su más tierna edad. Esas escuelas cristianas han sido colaboradores eficacísimos de la logística del referéndum del 1-O. Ellas y unas parroquias, capitidisminuidas en su feligresía, pero que todavía conservan un cierto aura de respetabilidad. Siempre ha querido contar el nacionalismo catalán con una pátina eclesial. Aunque ahora aparezca impregnado de laicismo, bebe sus fuentes de un cristianismo bastante primario e infantil, pero jamás puede ocultar esa procedencia, en la que se apoya siempre cuando vienen momentos complicados.
   
Para el referéndum ilegal del 1-O, el Gobierno de la Generalitat había decidido que los locales electorales se establecerían en los centros de educación públicos. Hete aquí, por eso, que el número de colegios de primaria e institutos en Barcelona y algunas otras grandes poblaciones no eran suficientes para garantizar la asistencia de votantes en todos los barrios. En Barcelona existieron 89 centros de educación públicos, cuando en cualquier convocatoria se habilitan 264 colegios electorales. ¿Quién acudió a solucionar el contratiempo? ¿Cuál es la force de frappe que ha venido coadyuvando a la absorción del independentismo? No podían ser otros que los colegios religiosos, representados por la Fundación de Escuelas Cristianas de Cataluña.
  
La Fundación es un lobby que engloba el 60% de los colegios privados de Cataluña, con 264.000 alumnos y 434 centros; en sus diversas ramas de preescolar, infantil, primaria, ESO, bachillerato y formación profesional. La fundación está dirigida por el jesuita Enric Puig. Este miembro de la Compañía de Jesús fue director general de Juventud de la Generalitat desde 1980 a 1989. Sí, parece mentira, pero un cura era director general de los primeros gobiernos de Pujol. Un sacerdote fue designado por Pujol para cuidarse de la política juvenil. Ese director general pasaría con el tiempo a dirigir la escuela concertada cristiana en Cataluña. Y su número dos, hasta hace casi un año, fue Carles Armengol Siscares. Un pedagogo barcelonés, cuya carrera se desarrolló a la sombra del jesuita. Cuando este fue designado director general de Juventud de la Generalitat en el primer Gobierno convergente, Armengol fue nombrado, con 22 años, jefe de la sección de Comunicación, Relaciones y Estudios. Tras el largo paso de Puig por aquella dirección general (1980-1989), fue designado director de la Escola de l’Esplai del Arzobispado de Barcelona y después director de la Fundación Pere Tarrés y secretario general adjunto de la Fundación de Escuelas Cristianas y vicepresidente de la Fundación de Escuelas Parroquiales. Hoy en día, Armengol es el promotor del grupo Cristians per la Independència, que organizó una velada de oración a favor de la independencia en el Santuario de Pompeya el pasado 28 de septiembre, utilizando la nave central del templo para rezar por el éxito del referéndum.
   
Tan presto acudió el lobby del padre Puig a solucionar el apuro logístico del 1-O que aportó, en la ciudad de Barcelona, una veintena de colegios religiosos. Y ahí estuvieron las dominicas de Horta, los jesuitas de Caspe, San Gervasi y el Clot; los escolapios de San Antonio; las Vedrunas de Gracia, el Corazón de María de Nou Barris, el Padre Mañanet de Les Corts, los colegios maristas y los de La Salle.
  
A nadie se le escapa que, sin el adoctrinamiento de estos colegios religiosos, no se habría alcanzado jamás el delirio independentista del que participan casi la mitad de los habitantes de Cataluña. A nadie se le escapa que, sin la inmersión lingüística y sin la imposición del catalán, jamás se habría dado lugar al discurso del odio que anida en una parte de nuestra población. A nadie se les escapa que, sin la tergiversación de la Historia que se enseña en estos centros, jamás habría podido fructificar ese ánimo anti-español que ha hecho mella en una parte de nuestra juventud. Llevan más de 30 años educando de la misma manera. Son varias generaciones las que han pasado por ellos. De profesores y de alumnos. Profesores que ya se han olvidado, incluso, de escribir en castellano. El problema que tendrían si el artículo 155 se aplicase en el mundo de la educación: hallarían serios problemas en encontrar maestros que tan siquiera supiesen hablar con corrección el español.
  
La Fundación de la Escola Cristiana ha realizado una verdadera labor de ingeniería cultural, pasando de cristianizar alumnos a convertirlos en militantes del secesionismo. Una política siempre arropada por el poder establecido. Ese pacto que se alcanzó en los primeros años del pujolismo: yo os cubro económicamente y respeto vuestras inmensas propiedades a cambio de que contribuyáis a «la construcción del país». Y debe afirmarse que se han aplicado con esmero. Ahí están esos jesuitas del Clot que explicaron a sus párvulos un cuento en el que moría el rey y los policías malos. A niños de 5 años. Desde esa tierna edad inculcados en el odio y en la división entre catalanes buenos y españoles malos. Esa es la escuela cristiana en Cataluña.
  
Mucho se ha hablado de la parroquia de Vilarodona (Tarragona) donde se contaron votos mientras el cura cantaba el Virolai, revestido con alba y estola. Una parroquia a la que van cuatro gatos, pero que en ese domingo se reunió la mitad del pueblo, amparados por el párroco Francesc Manresa. Pero no se ha hablado mucho de que hubo urnas que se escondieron en templos y locales parroquiales. Eran los sitios de máxima seguridad y fiabilidad para el independentismo. Y uno de los puntos más estratégicos que no podían fallar era Sant Julià de Ramis, donde se había anunciado que votaría Puigdemont. Allí contaron con la complicidad total del párroco, Sebastià Aupí Escarrà, que además es el delegado episcopal de Pastoral de la Salud del Obispado de Gerona. Lógicamente el sacerdote guardó perfectamente el secreto y las urnas salieron de su parroquia el 1 de octubre con destino al colegio electoral donde tenía que votar Puigdemont.
  
O la iglesia de Sant Pere i Sant Pau de Canet de Mar (diócesis de Gerona), que no sólo guardó las urnas sino que sacó sus bancos a la calle como barricada para evitar la intervención policial, facilitados, con todas las bendiciones, por el párroco Felip Hereu Pla, después de administrar la Eucaristía. O la de Les Planes d’Hostoles o Pineda de Mar (curiosamente también en la diócesis de Gerona), donde se celebraron las votaciones en los locales parroquiales.
   
Mientras tanto, los obispos han mirado hacia otro lado y cuando ha arreciado la polémica, como en el caso de Vilarodona, ha tenido que salir el arzobispo de Tarragona, Jaume Pujol, a sacar una inane nota pidiendo que no se utilicen los lugares sagrados para cuestiones políticas. Pero ni una medida disciplinaria. Han permitido las esteladas en las torres de las iglesias; carteles de democracia y apoyo al referéndum en los atrios; homilías groseramente independentistas de sus curas; incluso cantos políticos en sus celebraciones.
  
Por el contrario, al padre Custodio Ballester se le impuso por el cardenal Omella un año sabático y se le cesó como párroco de la iglesia de la Inmaculada Concepción de Hospitalet de Llobregat por participar en una manifestación españolista con el Cristo de la Legión. Él que no había utilizado lugares sagrados para cuestiones políticas, sino que simplemente había acudido a una manifestación, después de haber sufrido una campaña de acoso y derribo iniciada desde el Ayuntamiento de la segunda población catalana por haber dejado participar a la Legión en una procesión de Jueves Santo. La doble vara de medir de la Iglesia en Cataluña.
  
*Oriol Trillas es abogado de Barcelona experto en asuntos eclesiásticos.

2 comentarios:

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    1. Ante todo ofrecemos sinceras disculpas por la supresión accidental del comentario una vez publicado; mas en respuesta a tu solicitud, sabemos que hubo unas apariciones de Nuestra Señora en el pueblo de Ezquioga (España) en el año 1931 -cuyos videntes fueron perseguidos por el obispo de Vitoria Mateo Múgica Urrestarazu y el Partido Nacionalista Vasco por el solo “pecado” de profetizar para toda España y no para el nacionalismo vasco-, que anunciaron no sólo el advenimiento de la II República y la persecución religiosa que esta movió, sino también que “Dentro de cinco años justos se iniciaría una guerra, y que un Ángel Salvador sería el destructor de la República”. Así las cosas, San Francisco Franco sería el “Ángel Salvador” del que la Virgen habló.

      Aún más, él era devoto de la Virgen del Pilar y de Santa Teresa de Ávila (de la cual conservó la reliquia su mano derecha, y la llevaba consigo donde quiera estaba). Y siempre le agradeció a la Virgen de África (patrona de Ceuta) que, en plena guerra, ayudase a los Legionarios a cruzar en lanchas el estrecho de Gibraltar a salvo sin ser detectados por la marina republicana.

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