Hoy se celebra la fiesta de Nuestra Señora de la Merced, que desde 1813 es reconocida como Generala y Patrona del Ejército Argentino. Pero también es la patrona de los que están en cautividad, especialmente aquellos que están presos injustamente. Y de eso se puede apreciar detalladamente en la Argentina, donde por el odio revanchista de los terroristas comunistas (que actualmente acaparan prensa y ocupan altos puestos políticos y judiciales), los militares y policías que lucharon por la libertad en los años 70 y 80 del pasado siglo, hoy están en prisiones federales (hasta la fecha, 471 de ellos han muerto), bajo acusaciones de presuntas violaciones a los “derechos humanos”, cuando en realidad estaban combatiendo al comunismo importado desde la extinta Unión Soviética vía Cuba.
Esto, sin dudas, no es un caso aislado: Así sucede en España con la “Memoria Histórica” pepesoepodemita que pretende para los republiquetos ganar con leguleyadas una guerra que perdieron hace rato, sucede en Argentina y Chile por los gobiernos tanto izquierdistas como derechistas “light” (criminales los unos, lambetuercas los otros) de ambos países, y en Colombia se está ad portas de lo mismo por la “Jurisdicción Especial para la Paz”, consecuencia de los espurios e ilegítimos “acuerdos de La Habana” impuestos por los narco-terroristas de las FARC y Juan Manuel Santos Calderón alias “Santiago”, acuerdos a los que el actual gobierno de Iván Duque Márquez parece plegarse también (y desde la alt-historia, con Gustavo Francisco Petro Urrego alias “Comandante Aureliano” y “Comandante Andrés” irán para peor).
Decía el generalísimo Augusto Pinochet, y con justa razón: «Cuando la Patria está en
peligro, se recurre a Dios y al Soldado. Cuando el peligro pasa, Dios es
olvidado y el Soldado... ¡juzgado!».
ORACIÓN DE LOS CAUTIVOS (José Luis Milia)¡Señor!, Tú sabes que nuestro cautiverio se debe a que, en cumplimiento de un juramento que prestamos ante Ti, fuimos a la guerra para defender a nuestra Patria.
Muchos pueden pensar que por esto, por ser cautivos, nos sobra tiempo para rezarte, pero Tú sabes, Señor, que en nuestro ser más profundo explota a cada instante la rebelión, y aunque nos sobre el tiempo para rezarte, solo Tú sabes lo que le cuesta rezar a quienes la injusticia y la venganza han privado de la libertad.
Es difícil rezar, y Tú que nos conoces sabes cuánto cuesta creer cuando uno se siente abandonado por amigos, por camaradas, por aquellos que nos mandaron a cumplir nuestro juramento y nos olvidaron en su conveniencia.
Sé que nos comprendes porque desde Getsemaní al Gólgota también Tú supiste del dolor de la soledad, de los azotes que mordían tus carnes, de la burla y el dolor de la bofetada, el manto y la corona de espinas. Porque Tú también en la Cruz tuviste que gritar tu angustia, tu cólera, tu desilusión, tu amargura: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?”.
Quizás sea esta la única oración que podamos hacer.
A Ti, Señor, Víctima Viva de todas las injusticias humanas, dirigimos nuestro grito. Humildemente te pedimos que los aceptes como oración de reconciliación para con los que nos persiguen, los que nos abandonaron y los que nos olvidaron. Amén.
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