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sábado, 24 de noviembre de 2018

EL FUNDAMENTALISMO RENIEGA DE SU PROPIA MADRE

Tomado de CATÓLICOS ALERTA.
 
La devoción mariana es básica para honrar a Dios.

I

Examinemos las Escrituras a ver si se puede arrojar algo de luz sobre si María tuviera otros hijos además que Nuestro Señor.
  
En el Evangelio de San Lucas (1:26) se lee que “fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José”.
  
Lo que hay que comprender aquí es que según la antigua ley judía, “estar desposada” significaba estar prometida ya en matrimonio. Lo único que quedaba era la ceremonia pública. Así se puede decir que de cierta manera, San José ya se consideraba  marido de Nuestra Señora.
  
Pues bien, el fundamentalista puede pedirnos que justifiquemos esto, y ciertamente lo podemos hacer de tal manera que aun él lo comprendería claramente, si tan sólo se quitase el prejuicio anticatólico de delante. Apelamos al evangelio de San Mateo (1:19): “Su marido José, como era justo...”. Más adelante en el mismo pasaje se lee el relato de la visita del ángel: “José, hijo de David, no temas tomar contigo a María, tu mujer”.
   
No se puede disputar que María y José ya se habían comprometido en matrimonio a la hora de la visitación angélica, ni tampoco se puede ignorar fácilmente. En efecto, lo que pasó en estos momentos es de gran importancia y explica muchas cosas.
  
La pregunta que da la respuesta 
Aquí tenemos a una joven, ya comprometida a un hombre llamado José, quien, cuando el ángel la anunció: “vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo”, respondió con una pregunta: “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?”.
   
Esta pregunta es sorprendente en tanto que se pronuncie por lo que llamaríamos en nuestros días una “recién casada”. La Bienaventurada Madre seguramente no ignoraba la biología. Seguramente conocía el plan divinamente decretado para la propagación de la raza humana, y aún así contesta a San Gabriel: “¿Cómo será esto?”.

Si ella y San José habían pensado vivir juntos como marido y mujer en el sentido normal, ella no habría tenido razón alguna de cuestionar el anuncio del arcángel. Pero, con su pregunta indica que ella y su esposo castísimo no intentaban vivir como marido y mujer en el sentido normal. Implica que su estado de virginidad no era simplemente para el presente (era un estado permanente). La que Dios había escogido desde toda la eternidad para ser su Madre, con su propio voto de virginidad, se había excluido de este honor ávidamente buscado por toda joven judía. ¡María no aspiraba a tan gran honor! [N. de la T.]
   
Sellado con un Voto
San Bernardo lo explica y la Iglesia lo enseña: Nuestra Señora era “virgen en cuerpo, virgen en mente, virgen que había sellado su virginidad por un voto”.
   
Si no, su pregunta no tendría ningún sentido. No existiría razón alguna para su vacilación y duda sin la oposición entre consentir a la petición del ángel y guardar su voto de virginidad. Y así es el parecer de las más primitivas interpretaciones de la Biblia.
  
Considera también el alto honor con que estimaban los judíos el puesto de ser la madre del Mesías. Seguramente toda niña judía soñaba que esta singular condición especial sería suya. Pero en el relato del Evangelio, la que fue escogida para el honor era tan humilde que se asustó por la declaración angélica.
   
Una Institución Honrada 
Entre los judíos, el matrimonio se reconocía como una institución honorable, y aquellos que estaban sin hijos en el matrimonio se estimaban malditos de Dios.
  
La situación de María sólo puede ser la de una doncella que, siguiendo las costumbres y prácticas de su religión, tomó marido, pero que intentaba vivir su vida obligada por el voto de la virginidad. A lo contrario, en absoluto tiene sentido alguno su pregunta: “¿Cómo será esto?”.

Además, el ángel no anunció que la concepción milagrosa del Hijo de Dios tendría lugar inmediatamente al consentir ella a la petición divina.  Por lo tanto María habrá preguntado: “¿Cómo será esto?” solamente cuando su consentimiento conllevaba la rotura de su voto, no sólo para el presente, sino a lo largo de su vida entera de casada.

A la luz de este razonamiento lógico no es pecado que nosotros interpolemos en su pregunta: “¿Cómo será esto, ya que no conozco varón?”, para incluir “ni tampoco lo conoceré, para poder guardar mi voto”.
  
Instrucciones Más Específicas
También parece que se pregunta: “¿Cómo será esto?  ¿He de romper mi voto y vivir con José en la manera normal para concebir a mi Hijo?”.
   
Casi podemos entrever esto en su pregunta, pues inmediatamente después de su pregunta, Gabriel se lo aclara todo, y podemos imaginarnos su suave sonrisa mientras explicaba: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios”.
   
¡Ya! ¡Ya comprendía! Y ahora estaba resuelta la dificultad con su voto y el cumplimiento del plan divino a través de ella.
   
Por el poder de Dios concebiría a su Hijo sin padre humano, su virginidad quedaría intacta y su voto se mantendría. Entonces es cuando asintió: “Hágase en mí según tu palabra”.
    
No Normal; Tampoco Antinatural
Por supuesto, el fundamentalista, para apoyar sus prejuicios anticatólicos, afirmaría que sería antinatural que José y María se hubiesen quedado vírgenes incluso en el estado matrimonial.

No es normal entrar en un matrimonio así, pero tampoco es antinatural que los esposos vivieran “como hermanos”.
   
No Era la Familia Promedio 
El fundamentalista no tiene problema alguno en aceptar el nacimiento virginal del Salvador; también acepta la proposición de que Dios Encarnado vivía en el ambiente de una familia humana. Pero totalmente equivocado insiste en que esta familia era “la familia promedio”. ¿Cómo se podría considerar como tal a la Sagrada Familia? Es la familia ideal, el modelo establecido por Dios para que toda familia lo alcance.
  
¡Y todo esto está solamente sobre un nivel natural! Hay que tener siempre en cuenta que la Sagrada Familia era completamente distinta de cualquier otra familia —era una familia especial—, era una familia predestinada al propósito único de criar el Hijo Encarnado de Dios. Sería ridículo que esperásemos que los miembros de la Sagrada Familia se portaran como nosotros.
  
Insulto al Espíritu Santo 
Insulta al Espíritu Santo, Quien reclamó y santificó a la Bienaventurada Virgen como santuario Suyo, la noción que María tuviera otros hijos después de Nuestro Señor, hijos engendrados y criados en la manera humana. Insulta a Jesucristo, Quien fue el único nacido de Su Madre, igual que fue el Unigénito de Su Padre. Insulta a la Virgen María, que sería culpable de ingratitud ante Dios si hubiera descartado el don de la virginidad que Dios tan cuidadosamente preservó para ella en la concepción de Su Hijo. E insulta a San José, quien sabía que el Niño que iba a nacer de María no tenía ningún padre terrenal, sino que era el mismísimo Hijo de Dios.

Pero el fundamentalista no siente remordimiento alguno de insultar tal compañía. Blasfemo, insiste en que María tuvo otros hijos y que hay que interpretar “los hermanos del Señor” en su sentido más estricto.
  
Más Pruebas Falsas 
Reivindican indicios que María y José consumaron el matrimonio después del nacimiento de Jesús, y señalan el Evangelio de San Mateo (1:18 y 25) donde está escrito: “antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo”. “Y no la conocía hasta que ella dio a luz su primogénito”.

Las palabras claves aquí (dicen) son las preposiciones: “antes de empezar a estar juntos”, y “no la conocía hasta que ella dio a luz su primogénito”. Ellos ven en estas expresiones lo que consideran ser pruebas que llegó el momento en que Nuestra Señora y San José vivían como marido y mujer en el sentido normal y que tuvieron varios hijos.
   
Este error se fundamenta en el hecho de que hacen que las expresiones usadas por los judíos para expresar algo totalmente distinto, asumen un significado moderno.
   
Pasajes Paralelos
En el lenguaje bíblico, “antes de” y “hasta que” se usaban para indicar que tal cosa no había pasado hasta cierto momento. Y punto. Las expresiones no quieren decir que después del momento o acontecimiento mencionado, lo que antes se prohibía, ahora realmente pasaba.
  
Investiguemos otros pasajes que, si se interpretan como el fundamentalista interpreta a Mateo 1:18 y 25, aparecerían estrafalarios y ridículos.
  
Se lee lo siguiente en Deuteronimo 34:6 en referencia al entierro de Moisés: “Y nadie hasta hoy ha conocido su tumba”, que significa simplemente que jamás nadie ha descubierto la tumba de Moisés.
   
Génesis 8:6-7 describe los últimos días de Noé en el arca: “Abrió Noé la ventana que había hecho en el arca, y soltó al cuervo, el cual salió y no retornó hasta que se secaron las aguas sobre la tierra”. Pues sabemos que el cuervo no volvió al arca, Noé soltó la paloma más tarde para traer la información que el cuervo no trajo nunca. Pero el fundamentalista nos haría creer que el cuervo volvió después de bajar las aguas.
   
Gracia y Chistes Bíblicos
Siguiendo la iniciativa del fundamentalista en otros pasajes similares nos conduce a unas conclusiones no intencionales, pero extrañas y graciosas de verdad.
   
Como ejemplo tenemos en el 1º de Macabeos 5:54, que describe el regreso de la batalla de Rafón: “Subieron al monte Sion con alborozo y alegría y ofrecieron holocaustos porque ninguno de los suyos fue muerto hasta que regresaron en paz”. ¿Significa esto que después de regresar “en paz” algunos guerreros murieron?
     
¿Y qué decir de 2º de Reyes 6:23? “Y Mikal, hija de Saúl, no tuvo ya hijos hasta el día de su muerte”. El fundamentalista tendría que admitir la posibilidad de que Mikal dio a luz después de su muerte, si aquí vamos a entender “hasta” de la misma manera que lo interpreta en Mateo 1:18 y 25.
       
El Salmo 109 nos proporciona exactamente la misma dificultad: “Siéntate a mi diestra, hasta que yo haga de tus enemigos el estrado de tus pies”. ¿Es la interpretación fundamentalista la verdadera en este salmo mesiánico? (Pues Nuestro Señor lo usó para apoyar sus reclamaciones de Dios y Mesías en Mateo 22:44). Si así es, pues, una vez que sus enemigos se hagan estrado de sus pies, ¿pierde Cristo entonces su sitio a la diestra del Padre?
    
“Primogénito”
Es probable que el fundamentalista recurra a los textos que refieren a Nuestro Señor como el “primogénito” de María para apoyar su aseveración blasfema de que tuvo hijos con San José. Tales argumentos son débiles y poco profundos, y le incumbiría dejarlo en paz, pues es un intento muy débil de probar lo que los textos jamás intentaron probar.
       
De nuevo, el conocimiento de la antigua cultura judía brilla por su ausencia. Cuando los judíos usaban el término “primogénito”, querían decir lo que decía: el hijo que abrió el seno materno, aún cuando el “primogénito” fuera el único nacido.
    
Los textos del Antiguo Testamento que usan esta expresión apoyan al católico, no al fundamentalista. Exodo 13:1-2 afirma: “Habló Yahveh a Moisés, diciendo: ‘Conságrame todo primogénito, todo lo que abre el seno materno”. No puede haber duda alguna de que se refiere al hijo que abre el seno materno, pues los padres no tenían que esperar hasta que el siguiente hijo convirtiera al único nacido en “primogénito” antes de consagrarle.
   
Exodo 11:5, al describir la décima plaga, dice: “Morirá en el país de Egipto todo primogénito”. La plaga golpeó las casas egipcias en donde había un sólo hijo tanto como aquéllas en donde había varios, pues “primogénito” se refiere al hijo que abre el seno materno (ni más, ni menos).
   
El Hijo Único
Cuando leemos el relato de la Sagrada Familia en Jerusalén durante la Pascua (Lucas 2:41-51), está claro que Nuestro Señor es el único hijo mencionado de María. No hay la más mínima indicación de otro hijo alguno, y no olvidemos que este acontecimiento ocurrió ¡cuando Él tenía doce años! El fundamentalista se ve obligado a admitir que María dio a luz a Nuestro Señor primero, y luego pasaron doce años antes de que llegara en escena el primero de Sus “hermanos”.
       
De nuevo, al pie de la Cruz, Nuestra Señora se entregó al cuidado de San Juan, que no era su hijo biológico. ¿Por qué no se entregó a alguno de sus “otros hijos” (a Santiago, a José, a Simón, o a Judas)? Seguramente sería más apropiado entregarla a su gente en vez de entregarla a alguien que no era hijo suyo. Para los judíos, a quienes la familia tenía una importancia suprema, la acción de Cristo era impensable.
   
“Hijo de María”
Más allá de esto, no podemos no tener presente el hecho de que en ningún sitio de los evangelios se llama “hijo de María” a nadie más que a Nuestro Señor Jesucristo. Este título fue claramente reservado para Él y a Él solamente. Ni siquiera se refieren a los “hermanos del Señor” como “hijo de María”.

San Próculo escribió una vez: “A no ser que Su Madre quedase virgen, su Hijo hubiera sido tan sólo un hombre, y el misterio del nacimiento habría desaparecido. Mas, si después de su parto, María quedase virgen, ¿cómo no será Él Dios, y el misterio inefable?”.
  
II
 MÁS COSAS EN CONTRA DE MARÍA: Los prejuicios reemplazan a la lógica en el campo fundamentalista
 
LA IGLESIA ENSEÑA: “Tota pulchra es, María, et macula non est in te” (“Toda hermosa eres, María, y en ti no hay mancha alguna”).
  
Esta enseñanza crispa los nervios de los fundamentalistas, y desaprueban apasionadamente toda mención de la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora y de su exención de pecado. Sus libros y folletos despotrican contra estas doctrinas de la Iglesia, y las usan agresivamente para demostrar que en verdad los católicos “adoran a María”.
  
Como de costumbre, los fundamentalistas recurren a las Escrituras para asegurar su posición. Como de costumbre, comprenden y interpretan los pasajes de la Sagrada Escritura mal para apoyar su pretensión que María era pecadora como todos nosotros y por lo tanto no podía haberse concebido inmaculada. Procederemos a examinar los textos que usan y los colocaremos a la clara luz católica.
   
“Dios Mi Salvador”
En el primer capítulo del Evangelio de San Lucas, el versículo 47 dice lo siguiente: “Mi espíritu regocija en Dios mi Salvador”. Estas son las palabras del gran cántico de María, el Magníficat, que compuso bajo la inspiración del Espíritu Santo en el momento de su visitación a su prima Isabel. Los fundamentalistas usan este pasaje para demostrar que María desde luego pecó, o por lo menos fue sujeto al pecado original, pues solamente el pecador necesita de un salvador.
  
Sin embargo, aquél que se da cuenta de que la Virgen María, como criatura igual que nosotros, dependía totalmente de su Creador, no tendrá ninguna dificultad para reconciliar las dos posiciones aparentemente contradictorias. La lógica es la siguiente.
Premisa mayor: Todo descendiente de Adán está sujeto a contraer el pecado original.
Premisa menor: María es descendiente de Adán.
Conclusión: Luego, María estaba sujeta a contraer el pecado original.
Toda la Verdad, Por Favor
El pobre fundamentalista detiene su tren de lógica aquí y grita victorioso que la Iglesia Católica está equivocada, que desafía las Escrituras, y que eleva a María a un estado cuasi divino. Deja de considerar el argumento contrario (el que demuestra con magnificencia el poderío omnipotente de Dios al abrogar la sentencia del pecado original para obrar una maravilla aún más grande, la Encarnación).
  
Si la Madre de Dios hubiera contraído el pecado original, luego habría tomado su carne en pecado, como todos los hombres. Esta carne también llegaría a hacerse carne del Verbo Encarnado, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Dios Mismo, cuando María consintió al plan divino de la encarnación y la redención. En resumen, Dios se hubiera revestido de carne pecaminosa. La paradoja de que Dios realmente habitase y se encerrase en carne manchada por el pecado es una paradoja mayor que la abrogación del pecado original para proporcionar una habitación apropiada a Dios hecho hombre.
  
Ciertamente no está fuera del campo de lo posible que Dios preservase a María milagrosamente del pecado original por el privilegio de la Inmaculada Concepción. Ciertamente es más lógico concluir que esto es exactamente lo que hizo para adaptar a María a su posición elevada y exaltada en Su plan para la redención del hombre. La adaptó para proporcionar la sangre manada de su propio cuerpo con la que redimiría a la raza de Adán de la culpa y del castigo del pecado.
  
Revelado Implícitamente
Pero nuestros pobres amigos fundamentalistas aún apalean el punto de que no hay pruebas bíblicas de la Inmaculada Concepción. Se asombrarían enormemente al aprender que de verdad las hay.
  
En las Escrituras encontramos las verdades reveladas “explícitamente” e “implícitamente”. La revelación pública cesó con la muerte del último apóstol, y nadie puede afirmar revelaciones de nuevas doctrinas necesarias para la salvación, ni siquiera la Iglesia.

La Iglesia tiene la autoridad, sin embargo, de definir explícitamente lo que está revelado implícitamente a través de las Escrituras y la Tradición. El Papa Pío IX hizo eso exactamente cuando definió el dogma de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre de 1854. Citó dos pasajes en los que se revela implícitamente que María fue preservada del pecado original.
  
El primer pasaje ocurre enseguida en las Escrituras, Génesis 3:15. Hablando a la serpiente que ocasionó la Caída, Dios dice: “Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: ella te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañar”.

Enemigos, no Sujetos, del Pecado
Cuando contemplamos estas palabras: “Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje”, vemos claramente que en este mismo momento, allá en el Jardín de Edén, la Bienaventurada Virgen María ya se había concebido en la mente de Dios. Incluso entonces, estaba concebida inmaculada, pues la enemistad de que habla Dios no admite reconciliación en ningún momento, ni siquiera con el pecado más mínimo, porque no era posible que un Dios Infinitamente Puro pudiera haber nacido de una mujer que hubiera estado bajo el dominio de Satanás siquiera durante el momento más insignificante.
  
Ambos (Cristo y María) se citan como enemigos de Satanás y del pecado: Él, absolutamente sin pecado como Hijo de Dios; Ella, sin pecado por un don especial de Dios.
  
“Llena de Gracia”
El segundo pasaje en que se revela implícitamente la Inmaculada Concepción es la escena de la Anunciación, descrita por San Lucas en el primer capítulo, versículo vigesimoctavo de su Evangelio: “Alégrate, llena de gracia”.
 
San Gabriel usó este saludo para entregar un mensaje de Dios mismo a la humilde virgen de Nazaret. Por tanto, no es sólo un mensajero angélico el que habla, sino Dios mismo quien saluda a María como “llena de gracia”.
  
Ahora bien, la gracia excluye el pecado, y la plenitud de gracia tendría que excluir aún el pecado más mínimo. Dios mismo declaró en aquel momento que María estaba “llena de gracia”, y por lo tanto lo tenemos no meramente por la autoridad de la lógica humana, sino por las mismas palabras de Dios, que María nunca tuvo la más mínima mancha de pecado en su alma, jamás.
  
Nuevas Traducciones, Nuevos Significados
Llegado a este punto, permítanos mencionar que en las traducciones más recientes de la Biblia, “llena de gracia” se ha reemplazado por “altamente favorecida” o “hija altamente favorecida”. Cuando se colocan al lado de las palabras tradicionales de la Anunciación, es obvio que las ediciones nuevas de la Sagrada Escritura pretenden expresar un significado totalmente distinto del de las más antiguas.
   
No es incorrecto afirmar que María estaba “altamente favorecida” por Dios. Sin embargo, es incompleto y menos enérgico. Reduce a María al mismo nivel que gozaban las demás mujeres heroicas del Antiguo Testamento, tales como Sara, Isabel, Ana, la madre de Samuel, Judit, Rebeca, Rut, y otras tantas. A pesar de sus grandes privilegios, ninguna de ellas parió el Hombre-Dios. Solamente María, y por esto su posición, única en la historia, es única en la Iglesia Católica.
  
Simplemente Perfecta
Los eruditos católicos nos dicen que “llena de gracia” es la traducción más acertada del griego kecharitómene. Este término realmente representa el nombre propio de la persona a quien se dirige el ángel. Expresa una cualidad característica de María, en cuanto que esta gracia es permanente y única. Expresa e indica una perfección de gracia y esa perfección ha de ser perfecta no sólo intensivamente, sino extensamente también. Así que María estaba llena de gracia no sólo en ese momento en el que recibió el mensaje de San Gabriel, sino que se extendía allá hasta su concepción.
  
Por amor a la claridad, pues, que el católico se atenga a la traducción tradicional: “llena de gracia”.
  
Claramente se ve que ella debía haber gozado del estado de gracia santificante desde el primer momento de su existencia para que se llamara “llena de gracia”.
  
La Purificación
Publicaciones Chick imprime un folleto en el que se afirma que después del nacimiento de Nuestro Señor, “María hizo algo sorprendente. Los Evangelios nos cuentan que como toda madre judía, María trajo al templo su sacrificio de dos tórtolas por el pecado”. El folleto cita a Lucas 2:21-24 como referencia del acontecimiento, y a Levítico 12:6-8 como referencia al sacrificio por el pecado.
   
Como si la deducción no fuera suficiente clara (¿Por qué dejaría María un sacrificio por el pecado si no hubiera cometido pecado?), el folleto cita la epístola de San Pablo a los Romanos (Rom. 3:23): “todos pecaron y están privados de la gloria de Dios”.
  
Otra vez he aquí el viejo truco fundamentalista: tomar sólo el significado literal de las palabras, y no hacer caso de las consecuencias de la posición literal. Aquí de nuevo se derriba la posición anticatólica fácilmente.
  
En cuanto al ritual de la purificación, contestamos que era la costumbre y la ley en aquellos días que “al cumplirse los días de su purificación, sea por niño o niña, presentará al sacerdote, a la entrada de la Tienda del Encuentro, un cordero de un año como holocausto, y un pichón o una tórtola como sacrificio por el pecado. Esta es la ley” (Levítico 12:6-7). Nuestra Señora siempre hacía lo que se esperaba de ella según las costumbres y la ley. Por lo tanto trajo el holocausto y el sacrificio por el pecado. Su acatamiento a la ley no es lo mismo que una confesión de pecado.
  
La posición católica siempre ha defendido que lo que hizo Nuestra Señora aquel cuadragésimo día después del nacimiento milagroso de Nuestro Señor no fue más que dar buen ejemplo a sus hijos. Aunque era exenta de pecado, no era exenta de los preceptos de la Ley. El buen ejemplo que dio es lo mismo que la bajada de Su Hijo al Río Jordán para bautizarse por Su primo Juan. Estuvo entre pecadores, y a todos los que Le rodeaban, parecía ser pecador. Sin embargo, no lo era.
  
Cualquier “cristiano” ni por un momento interpretaría este episodio en el Río Jordán como una confesión por Cristo que fuera sujeto al pecado. Tenía la intención de edificar a la gente, y después de algo de persuasión, San Juan honró la petición de bautismo del Salvador: “Déjame ahora, pues conviene que así cumplamos toda justicia” (Mateo 3:15).
   
Conveniente, no Necesario
Debemos fijarnos especialmente en que Jesús no dijo, “es necesario,” sino que “es conveniente”, y ciertamente no estaba obligado a someterse al bautismo de Juan.
    
De un modo parecido, la acción de Nuestra Señora no fue necesaria, pero de verdad era conveniente, y no era menos aceptable a Dios que lo hiciera.
  
¿Pecan Todos?
La referencia a la epístola de San Pablo a los Romanos igualmente cae bajo un examen más cuidadoso. Los fundamentalistas usan este pasaje como palo para golpear el dogma de la exención de pecado de María. Pero cuando lo ponemos en forma de pregunta: “¿Pecan todos?”, es asombroso descubrir (si se es fundamentalista) que hay que hacer distinciones antes de atreverse a contestar.
  
Para cometer el pecado, uno tiene que darse cuenta de que su acto es inmoral. Para hacer esto, tiene que poder “razonar” meditándolo. Además, una vez que llegue a la conclusión de que el acto en cuestión es pecado, hace falta llevar a cabo el acto con pleno consentimiento de la voluntad.
  
A la vista de esta definición, ¿qué decir del niño que todavía tiene que llegar a la edad de razonar? ¿Peca? Si muriera antes de llegar a la edad de poder razonar, ¿habría pecado jamás? ¿Está incluida tal persona en la declamación de San Pablo?
  
El fundamentalista empeñado en destruir el dogma de la exención de pecado de la Bienaventurada Madre tendría dificultades con esta situación, pues no distingue entre el pecado original y el pecado actual. “Todos pecaron” significa para él literalmente lo que San Pablo escribió: todos los hombres han cometido pecados (actuales). El niño pequeño, los deficientes mentales, los pobres que han llegado a la madurez física pero que aun son niños mentalmente, han pecado a los ojos del fundamentalista. Necesitan a un salvador porque han cometido pecados.
  
Obviamente San Pablo quería decir que todos los hombres están sujetos al pecado original. Hasta la Bienaventurada Madre estaba sujeta a ello, aunque estaba preservada milagrosamente de su mancha. De ninguna otra forma se puede encuadrar este pasaje con la buena teología y la recta razón.
  
Para Honrar a Dios
El fundamentalista deja de reconocer que la exención del pecado de Nuestra Señora le fue otorgada a causa de su Niño todo santo. Es parte de la reverencia debido a Dios.
  
Santo Tomás de Aquino escribió: “La Bienaventurada Virgen María fue escogida por el cielo para ser la Madre de Dios; pero no habría sido una madre apropiada para Dios si hubiera pecado alguna vez. Por lo tanto hemos de confesar simplemente que la Bienaventurada Virgen jamás cometió pecado de cualquier clase”.
  
Hemos dedicado mucho tiempo en la defensa de la Bienaventurada Virgen María, y es apropiado que lo hayamos hecho, aun si es insuficiente, pues estate seguro que ella es una de las principales dianas de los fundamentalistas. Sin duda, si alguna vez chocáis con un fundamentalista, pasará poco tiempo hasta que tengáis que defenderla.
  
La Asunción
Una cosa queda para discutir, y es la Asunción de la Madre de Dios.
 
Vamos a empezar con el hecho de que murió, aunque no tenía que sufrir la muerte, ya que la muerte es el “salario del pecado”. No habiendo pecado jamás, no tenía que haber muerto.

Pero Nuestro Señor no tenía que morir tampoco, ya que no era sujeto al pecado. La Redención, si lo hubiera deseado, se podría haber logrado de otra manera. Aún así escogió la muerte más ignominiosa posible. Igualmente, Nuestra Señora, cuya vida entera era de colaboración con el plan de Dios para nuestra salvación, aceptó la muerte para estar unida a su Divino Hijo, Nuestro Señor Jesucristo. Igual que participaba en Su obra, participaba de Su resurrección en aquel cuerpo glorificado que fue asumido por Dios al cielo de la misma forma en que se asumirán al cielo todos los elegidos, en cuerpo y alma, el último día.
  
Aunque la Asunción de la Bienaventurada Virgen no se encuentra en la Escritura, está garantizado por la Santa Tradición y por la enseñanza de la Iglesia Católica. Solamente que la Escritura no relata un hecho no es ningún argumento en contra de ello. Después de todo, la Biblia es un libro acerca de Dios y no una biografía de la Virgen María. Debe de esperarse el hecho de que la Asunción no esté registrada allí.
  
Sabido por los Apóstoles
Mas la Tradición nos dice que “una doctrina mantenida universalmente por más de mil trescientos años sólo podía haberse originado en una revelación especial de Nuestro Señor a Sus apóstoles”. Es seguro que los apóstoles sabían de ello, y además, la Biblia no dice nada en contra de la Asunción.
  
Ciertamente parece apropiado que el cuerpo de la Inmaculada Madre de Dios no deba gustar la corrupción, y que deba participar en el triunfo de su Hijo, el Cristo Resucitado. Después de todo, ¡era del cuerpo de ella que tomó Él el Suyo propio!
 
MAURO CIOTOLA (traducción de Joan Marie Mart)

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