Traducción del artículo publicado en RADIO SPADA.
EL PRIMER RADIOMENSAJE DEL PAPA PÍO XI A TODAS LAS GENTES Y A TODA CREATURA
12 de Febrero de 1931
Pío XI
A TODO LO CREADO
Siendo, por arcano designio de Dios, Sucesores del Príncipe de los Apóstoles, de aquellos por cuya doctrina y predicación por divino mandato es destinada a todas las gentes y a toda creatura (Mt., 28, 19; Mc., 16, 15), y pudiendo por primera vez valernos de este lugar de la admirable invención marconiana, Nos dirigimos primeramente a todas las cosas y a todos los hombres, diciéndoles, aquí y a continuación, con las palabras mismas de la Sagrada Escritura: «Oíd, oh cielos, aquello que estoy por decir, escuche la tierra las palabras de mi boca (Deut., 32, 1). Oíd, oh gentes todas, tended la oreja, oh vosotros todos que habitáis el globo, unidos en un mismo intento, el rico y el pobre (Ps. XLVIII, 1) – Oíd, oh islas, y escuchad, oh pueblos lejanos» (Is., 49, 1).
A DIOS
Y sea Nuestra primera palabra: Gloria a Dios en lo más alto de los cielos, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad (Lc., 2, 14). Gloria a Dios, que dio en nuestros días tal poder a los hombres (Mt., 9, 8) de hacer llegar sus palabras verdaderamente hasta los confines de la tierra (Ps. XVIII, 5; Rom., 10, 18); y paz en la tierra, donde estamos los Representantes del divino Redentor Jesús (2 Cor., 5, 20), que viniendo anunció la paz, la paz a los lejanos y la paz a los cercanos (Ef., 2, 17), pacificando en la Sangre de Su Cruz, tanto las cosas que están sobre la tierra, como las que son en los cielos (Col., 1, 20).
A LOS CATÓLICOS
Al volvernos después a los hombres, Nos ordena el apóstol hacer el bien a todos, pero especialmente a los domésticos de la fe (Gal., 6, 10). Conviene por tanto que Nos dirijamos Nuestra palabra primero que a los otros, a todos aquellos que, haciendo parte de la familia y de la grey del Señor, que es la Iglesia Católica, Nos llaman con el dulce nombre de Padre: a los padres y a los hijos, Nos dirigimos, a las ovejas y a los corderos, a todos aquellos que el Pastor y Rey supremo Cristo Jesús nos ha confiado para apacentarlos y guiarlos (Jn., 21, 15; Mt., 16, 19).
A LA JERARQUÍA
Vosotros, decimos, colaterales Nuestros, Cardenales de la Santa Iglesia Romana, Patriarcas, Arzobispos, Obispos, Prelados y Sacerdotes, distribuidos por los diferentes grados de la Jerarquía, objeto precípuo de Nuestras cotidianas solicitudes, y juntos auxiliares y partícipes de Nuestras fatigas: Rogamos y conjuramos, que cada uno de vosotros permanezca fiel en la vocación en la cual fue llamado (I Cor., 7, 20), y que todos caminéis dignos de la vocación en la cual habéis sido llamados (Ef., 4, 1): apacentad la grey de Dios que está en medio de vosotros, haciéndoos de corazón forma de vuestra grey, a fin de que cuando aparezca el Príncipe de los Pastores, recibáis la incorruptible corona de la gloria (I Petr., 5, 2-3). Entre tanto, el Dios de la paz que ha resucitado de la muerte al gran Pastor de las ovejas en la Sangre del Testamento eterno, Nuestro Señor Jesucristo, os forme para todo bien, a fin que hagáis su voluntad, cumpliendo en vosotros lo que agradará a Su mirada por medio de Cristo Jesús (Hebr., 13, 20).
A LOS RELIGIOSOS
Y ahora os hablamos, oh hijos e hijas de Nuestra predilección, los cuales, emulando mejores carismas (I Cor., 12, 31), y siguiendo no solo los preceptos sino también los deseos y consejos del divino Rey y Esposo, en la fidelidad de vuestros santísimos votos y en la religiosa disciplina de toda la vida, perfumad de virgínea fragancia la Iglesia de Dios, ilustradla con las contemplaciones, sostenedla con las oraciones, enriquecedlas con la ciencia y la doctrina, cultivadla y acrecedla cada vez más con el ministerio de la palabra y con las obras del apostolado. Participad por tanto de una vocación verdaderamente celestial y angélica (Hebr., 3, 1), cuanto más precioso es el tesoro que lleváis, tanto mayor diligencia debéis usar para custodiarlo, no sólo para hacer cierta vuestra vocación y elección (2 Petr., 1, 10), sino también para que el Corazón del Rey y Esposo vuestro pueda en vosotros, como en siervos del todo fieles y devotos, encontrar alguna consolación y reparación por las infinitas ofenzas y negligencias, con las cuales los hombres responden a Su inefable amor.
A LOS MISIONEROS
Pero ya Nuestra palabra se vuelve a vosotros (2 Cor., 6, 11), oh carísimos hijos e hijas en Cristo, los cuales en las Misiones oráis y trabajáis en propagar la santa fe de Jesucristo y en dilatar Su Reino; como los primeros Apóstoles de la Iglesia, así también vosotros en los peligros, en mucha paciencia, en las necesidades y tribulaciones (2Cor., 1, 10; 6, 4), hechos espectáculo a todos (Hebr., 10, 33); como aquellos también sois vosotros «Gloria de Cristo» (2Cor., 8, 23); vosotros que en las fatigas, a menudo también en las cadenas y en vuestra sangre, combatiendo hasta la muerte el buen y grande combate de la fe y del sufrimiento (I Tim., 6, 12; 2 Tim., 4, 7; Hebr., 10, 32) y confesando generosamente vuestra fe, cosechad las almas y esparcid la semilla de los fruturos cristianos. ¡Nos os saludamos, oh fuertes soldados de Cristo! Mas junto con vosotros saludamos a los Sacerdotes nativos y a los buenos catequistas, principales frutos y ahora colegas y coadjutores de nuestras fatigas.
A TODOS LOS FIELES
Nuestro corazón se dirige a vosotros (2 Cor., 6, 11), cuantos sois fieles de Nuestra Ciudad episcopal y de todo el Orbe; a vosotros especialmente, que como los primeros creyentes, hombres y mujeres, de quienes el apóstol hace un alto elogio (Fil., 4, 3), aunque perteneciendo al laicado, en el apostolado colaborad con Nos y con Nuestros Venerables Hermanos los Obispos y los Sacerdotes, a vosotros, oh pueblo de Dios y ovejas de sus rebaños (Ps. XCIX, 3), vosotros estirpe electa, real sacerdocio, nación santa, pueblo conquista de Dios (I Petr., 2, 9). Vuestra modestia por tanto sea conocida a todos los hombres, y todo lo que es verdadero, todo lo que es modesto, todo lo que es justo, todo lo que es santo, todo lo que es amable y de buena fama, toda virtud y laudable disciplina, formen el objeto de vuestros pensamientos y sean vuestras obras (Fil., 4, 5-8), para que Dios sea glorificado en todo y en todos (I Petr., 4, 11).
A LOS RELIGIOSOS
Y ahora os hablamos, oh hijos e hijas de Nuestra predilección, los cuales, emulando mejores carismas (I Cor., 12, 31), y siguiendo no solo los preceptos sino también los deseos y consejos del divino Rey y Esposo, en la fidelidad de vuestros santísimos votos y en la religiosa disciplina de toda la vida, perfumad de virgínea fragancia la Iglesia de Dios, ilustradla con las contemplaciones, sostenedla con las oraciones, enriquecedlas con la ciencia y la doctrina, cultivadla y acrecedla cada vez más con el ministerio de la palabra y con las obras del apostolado. Participad por tanto de una vocación verdaderamente celestial y angélica (Hebr., 3, 1), cuanto más precioso es el tesoro que lleváis, tanto mayor diligencia debéis usar para custodiarlo, no sólo para hacer cierta vuestra vocación y elección (2 Petr., 1, 10), sino también para que el Corazón del Rey y Esposo vuestro pueda en vosotros, como en siervos del todo fieles y devotos, encontrar alguna consolación y reparación por las infinitas ofenzas y negligencias, con las cuales los hombres responden a Su inefable amor.
A LOS MISIONEROS
Pero ya Nuestra palabra se vuelve a vosotros (2 Cor., 6, 11), oh carísimos hijos e hijas en Cristo, los cuales en las Misiones oráis y trabajáis en propagar la santa fe de Jesucristo y en dilatar Su Reino; como los primeros Apóstoles de la Iglesia, así también vosotros en los peligros, en mucha paciencia, en las necesidades y tribulaciones (2Cor., 1, 10; 6, 4), hechos espectáculo a todos (Hebr., 10, 33); como aquellos también sois vosotros «Gloria de Cristo» (2Cor., 8, 23); vosotros que en las fatigas, a menudo también en las cadenas y en vuestra sangre, combatiendo hasta la muerte el buen y grande combate de la fe y del sufrimiento (I Tim., 6, 12; 2 Tim., 4, 7; Hebr., 10, 32) y confesando generosamente vuestra fe, cosechad las almas y esparcid la semilla de los fruturos cristianos. ¡Nos os saludamos, oh fuertes soldados de Cristo! Mas junto con vosotros saludamos a los Sacerdotes nativos y a los buenos catequistas, principales frutos y ahora colegas y coadjutores de nuestras fatigas.
A TODOS LOS FIELES
Nuestro corazón se dirige a vosotros (2 Cor., 6, 11), cuantos sois fieles de Nuestra Ciudad episcopal y de todo el Orbe; a vosotros especialmente, que como los primeros creyentes, hombres y mujeres, de quienes el apóstol hace un alto elogio (Fil., 4, 3), aunque perteneciendo al laicado, en el apostolado colaborad con Nos y con Nuestros Venerables Hermanos los Obispos y los Sacerdotes, a vosotros, oh pueblo de Dios y ovejas de sus rebaños (Ps. XCIX, 3), vosotros estirpe electa, real sacerdocio, nación santa, pueblo conquista de Dios (I Petr., 2, 9). Vuestra modestia por tanto sea conocida a todos los hombres, y todo lo que es verdadero, todo lo que es modesto, todo lo que es justo, todo lo que es santo, todo lo que es amable y de buena fama, toda virtud y laudable disciplina, formen el objeto de vuestros pensamientos y sean vuestras obras (Fil., 4, 5-8), para que Dios sea glorificado en todo y en todos (I Petr., 4, 11).
A LOS INFIELES Y DISIDENTES
También a vosotros se dirige Nuestro pensamiento y Nuestra palabra, cuantos aún estáis lejanos de la fe y de la unidad de Cristo. Por vosotros cada día ofrecemos oraciones y sacrificios a Dios y Señor de todos, pidiendo ardientemente que Él con su luz os ilumine y os conduzca y os una a las ovejas que escuchan Su voz y que se haga un solo rebaño y un solo Pastor (Jn., 10, 16).
A LOS GOBERNANTES
Y siendo Nos deudores a todos, decimos primeramente a los que gobiernan que ordenen en la justicia y en la caridad, para utilidad y edificación y no a ruina (2Cor., l0, 8), recordándose, siempre que no hay poder sino por Dios (Rom., 13, 1) y que a Dios deberán rendir rigurosa cuenta (Sab., 6, 6).
A LOS SÚBDITOS
A los súbditos pues decimos que obedezcan a los Superiores no como a hombres sino como a Dios, sabiendo que quien resiste a la legítima autoridad, resiste a las disposiciones de Dios, y quien en tal modo resiste se prepara para sí mismo su condena (Rom., 13, 2).
A LOS RICOS
También a vosotros se dirige Nuestro pensamiento y Nuestra palabra, cuantos aún estáis lejanos de la fe y de la unidad de Cristo. Por vosotros cada día ofrecemos oraciones y sacrificios a Dios y Señor de todos, pidiendo ardientemente que Él con su luz os ilumine y os conduzca y os una a las ovejas que escuchan Su voz y que se haga un solo rebaño y un solo Pastor (Jn., 10, 16).
A LOS GOBERNANTES
Y siendo Nos deudores a todos, decimos primeramente a los que gobiernan que ordenen en la justicia y en la caridad, para utilidad y edificación y no a ruina (2Cor., l0, 8), recordándose, siempre que no hay poder sino por Dios (Rom., 13, 1) y que a Dios deberán rendir rigurosa cuenta (Sab., 6, 6).
A LOS SÚBDITOS
A los súbditos pues decimos que obedezcan a los Superiores no como a hombres sino como a Dios, sabiendo que quien resiste a la legítima autoridad, resiste a las disposiciones de Dios, y quien en tal modo resiste se prepara para sí mismo su condena (Rom., 13, 2).
A LOS RICOS
Así también hablamos a los ricos y a los pobres. A los ricos decimos que se deben considerar como ministros de la divina Providencia y depositarios y dispensadores de sus bienes, a los que Jesucristo mismo recomendó los pobres, y por los cuales el divino Juez más exigirá, porque más han recibido (Lc., 12, 48); y se acuerden siempre de aquella divina palabra: «¡Ay de vosotros, ricos!» (Lc., 6, 24).
A LOS POBRES
Exhortamos pues en el Señor a los pobres, que consideren la pobreza de Jesucristo Nuestro Señor y Salvador, y recuerden Su ejemplo y Sus promesas, no olvidando adquirir las riquezas espirituales, puestas a ellos tanto más fácil; y, esforzándose, como es lícito, en mejorar su estado, con corazón bueno y recto se haga propicio el Señor y no extiendan nunca su mano a la iniquidad (Ps. CXXIV, 3).
A LOS OBREROS Y DADORES DE TRABAJO
Pedimos vivamente tanto a los obreros como a los dadores de trabajo que, evitando toda hostil competencia y mutua lucha, conjuntos con fraterna y amigable alianza, se presten mutuamente los unos los medios y la dirección, los otros el trabajo y la habilidad, y no demanden sino lo que es justo y lo que es justo no negando, procuren en la tranquilidad del orden no menos el provecho propio de cada uno que el bien común.
A LOS AFLIGIDOS Y PERSEGUIDOS
A LOS POBRES
Exhortamos pues en el Señor a los pobres, que consideren la pobreza de Jesucristo Nuestro Señor y Salvador, y recuerden Su ejemplo y Sus promesas, no olvidando adquirir las riquezas espirituales, puestas a ellos tanto más fácil; y, esforzándose, como es lícito, en mejorar su estado, con corazón bueno y recto se haga propicio el Señor y no extiendan nunca su mano a la iniquidad (Ps. CXXIV, 3).
A LOS OBREROS Y DADORES DE TRABAJO
Pedimos vivamente tanto a los obreros como a los dadores de trabajo que, evitando toda hostil competencia y mutua lucha, conjuntos con fraterna y amigable alianza, se presten mutuamente los unos los medios y la dirección, los otros el trabajo y la habilidad, y no demanden sino lo que es justo y lo que es justo no negando, procuren en la tranquilidad del orden no menos el provecho propio de cada uno que el bien común.
A LOS AFLIGIDOS Y PERSEGUIDOS
Últimos en la ejecución pero primeros en la intención y en el afecto del corazón, a vosotros llega Nuestra palabra, a cuantos estáis en la enfermedad y en los dolores, en las tribulaciones y en las adversidades, especialmente a vosotros que tales cosas sufrís por los enemigos de Dios y de la humana sociedad. Mientras ofrecemos por vosotros Nuestras oraciones y en cuanto podemos también Nuestras ayudas, mientras os recomendamos a la caridad de todos, os decimos de parte de Cristo, de quien hacemos las veces: Venid a mí vosotros todos los que estáis fatigados y atribulados, y yo os aliviaré (Mt., 11, 28). No resta finalmente sino que a la Urbe y al Orbe, y a todos aquellos que os habitan impartamos de corazón la Apostólica Bendición, como hacemos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Muy pero muy distinto a lo que hace el Antipapa Bergoglio, verdad?
ResponderEliminarPues claro, Francisco y su maldito ecumenismo, donde ateos protestantes, neoarrianos como testigos de Jehova que niegan la Divinidad De Nuestro Señor Jesucristo y el Espíritu Santo que no me extraña, pues también rebajan a su dios, y sectas similares, entran al cielo, menos los católicos como ya ha dicho en sus conferencias, cuanto se puede decir de este ser malvado llamado Francisco, antipapa? Bueno fuera, es un usurpador, como buen alumno de Juan Pablo II ha superado a su maestro, tiempos aquellos que ya no volverán, y estos tiempos ya fueron anunciados por Cristo Nuestro Señor, y por los Santos desde San Antonio Abad hasta santos, verdaderos santos en la primera mitad del siglo XX, hoy ya cualquiera es santo, menos tu y yo y los católicos que siguen la tradición, por lo mismo, por seguir la Verdad
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