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sábado, 10 de agosto de 2019

A LOS SACERDOTES

Tomadas del Missále juxta Ritum Sacri Órdinis Prædicatórum.
  
1º DE DIGNITÁTE SACERDÓTIS (San Agustín)
LATÍN: O veneránda Sacerdótum dígnitas, in quórum mánibus Dei Fílius, velut in útero Vírginis, incarnátur! O felíces Sacerdótes, si sacerdátaliter vixéritis! O cœléste mystérium, quod per vos Pater, et Fílius, et Spíritus Sanctus tam mirabíliter operántur, sub tam ineffábili ministério vestro: quod uno eodémque moménto idem Deus, qui prǽsidet in Cœlo, in mánibus vestris est in sacrifício! Cœlum mirátur, horréscit Inférnus, contremíscit diábolus, reverétur quam plúrimum Angélica celsitúdo. Quid retríbuam Dómino (ut táceam de céteris) pro his, quæ retríbuit mihi, pro tam singulári dono sacrifícii mihi impénso, quod est datum óptimum, et omne donum perféctum? O venerabílium sanctitúdo mánuum! O felix exercítium, ubi tractat Sacérdos Christum Dei Fílium, cujus delíciæ sunt esse cum fíliis hóminum! O Sacerdótes! atténdite: major est dígnitas vobis colláta, quam Ángelis, qui adórant quod vos confícitis, quod nec ipsi confícere possunt. O altitúdo sapiéntiæ Dei! O ineffábilis cleméntia Salvatóris! Quod datum non est Ángelis, concéssum est hómini. Sacérdos hoc Sacraméntum ineffábile cónficit: Ángelus conficiénti, quasi fámulus, assístit. O quam venerábile, quam gloriósum, quam insígne fuit apud antíquos nomen Sacerdótis! Sed hódie, quid abjéctius, aut quid vílius? O Sacerdótes! si ánima cujúslibet justi sedes Dei est; multo magis sedes, et templum Dei esse debétis mundum et immaculátum. Si beátus est venter, qui novem ménsibus Christum portávit, ita, et si non tantum, tamen beáta debent esse corda vestra, in quíbus quotídie elégit sibi hospítium Fílius Dei. Si beáta sunt úbera, quæ párvulus suxit; ita debet eum esse beátum, qui Carnem ejus sumit, et Sánguinem sugit. Carnes ergo vestras cum timóre ejus confígite; et vobis diligénter providéte, ne lingua, quæ vocat de cœlo Fílium Dei, contra Dóminum loquátur; et ne manus, quæ intingúntur Sánguine Christi, polluántur sánguine peccáti.
  
TRADUCCIÓN: ¡Oh venerable dignidad del Sacerdote, en cuyas manos el Hijo de Dios, como en el vientre de la Virgen, se encarna! ¡Oh felices Sacerdotes, si viviéreis sacerdotalmente! ¡Oh celestial misterio, que por vosotros el Padre, y el Hijo, y el Espíritu Santo obran tan admirablemente, bajo tan inefable ministerio vuestro: que en uno y mismo momento el mismo Dios, que preside en el Cielo, esté en vuestras manos en el sacrificio! Se admira el Cielo, se horroriza el Infierno, tiembla el diablo, y reverencian la multitud de celsitudes angélicas. ¿Cómo retribuiré al Señor (para callar lo demás) por esto, que me ha dado, por recibir tan singular don de mi sacrificio, al que es dádiva excelente, y todo don perfecto? ¡Oh venerable santidad de las manos! ¡Oh feliz ejercicio, donde el Sacerdote trata a Cristo, Hijo de Dios, cuyas delicias son estar entre los hijos de los hombres! Atended, ¡oh Sacerdotes!: mayor es la dignidad que se ha colado a vosotros que la de los Ángeles, que adoran al que vosotros confeccionáis, que ellos no pueden hacer. ¡Oh altitud de la sabiduría de Dios! ¡Oh inefable clemencia del Salvador! Lo que no es dado a los Ángeles, es concedido a los hombres. El Sacerdote confecciona este Sacramento inefable: Los Ángeles conficienti, como siervos, asisten. ¡Oh cuán venerable, cuán glorioso, cuán insigne fue entre los antiguos el nombre de Sacerdote! Mas hoy, ¿qué abyecto, o qué vil? ¡Oh Sacerdotes!, si el alma del justo es la sede de Dios, mucho más la sede y templo de Dios debe estar limpia e inmaculada. Si bienaventurado es el vientre que llevó a Cristo por nueve meses, también, incluso si no tanto, deben ser bienaventurados vuestros corazones, en los cuales el Hijo de Dios elige hospedarse cada día. Si bienaventurados son los pechos que lo amamantaron de niño, así también deben ser bienaventurados los que comen su Carne y beben su Sangre. Traspasad pues vuestras carnes con su temor; y proveeros diligentemente, para que la lengua, que llama del Cielo al Hijo de Dios, no hable contra el Señor; y las manos, que se intintan con la Sangre de Cristo, no se manchen con la sangre de los pecados.
  
2º QUAM GRÁVITER PECCAT SACÉRDOS SUSCÍPENS CORPUS CHRISTI IN PECCÁTO (San Ambrosio y San Agustín)
LATÍN:  Sanctus Ambrósius: Qui indígne Christum sumit, idem est, ac si eum interfíciat. Et sanctus Augustínus: Magis peccant, qui Christum tradunt peccatrícibus membris, quam qui tradidérunt eum Judǽis crucifigéndum. Sicut enim Judas trádidit Christum indígne persecutóribus; sic sumens Corpus Christi indígne, judícium sibi mandúcat, et bibit, non dijúdicans Corpus Dómini, ut ínquit Apostólus; et talis tradit Christum, quantum in se est, dæmónibus, dum ponit eum in loco, qui est in potestáte dǽmonum. Malus enim Sacérdos símilis est ipsis Dathan et Ábiron, quos divína últio præcipitávit in inférnum. Simíliter Nadab et Ábiu in thuríbulo ignem posuérunt aliénum, et ab igne consúmpti sunt; sic mali Sacerdótes ignem luxúriæ et cupiditátis in sui cordis thuríbulo ponéntes, ab igne infernáli fináliter succendántur. Mali Sacerdótes étiam sunt Antíocho símiles, qui templum Dómini violávit, et vasa templi in usus profános convértit; tandem vérmibus consúmptus péssima morte intériit. Sic mali Sacerdótes templum Dómini, id est, consciéntias próprias (I ad Cor., 3: «Templum Dei sanctum est, quod estis vos») viólant, malum exémplum dando láicis. Incéndunt per luxúriam, spóliant per virtútum expulsiónem; et vasa templi, id est, intelléctum, memóriam, et voluntátem convértunt in profános usus, dum his abutúntur; et in peccatórum abýssum seípsos præcípitant. Quid Antíocho accíderit, sæpe consideráre debent.
  
TRADUCCIÓN: San Ambrosio: Quien come indignamente a Cristo, es igual a si lo matara. Y San Agustín: Más peca el que entrega a Cristo a miembros pecadores, que quienes lo entregaron a los judíos para crucificarlo. Así como Judas entregó a Cristo a perseguidores indignos; así tambien quien come indignamente el Cuerpo de Cristo, come y bebe su juicio, al no discernir el Cuerpo del Señor, como dice el Apóstol, y tal entrega a Cristo, en cuanto está en sí, a los demonios, al ponerlo en el lugar que está en potestad de los demonios. El mal Sacerdote es similar a Datán y Abirón, a quienes la venganza divina precipitó en el Infierno. Similares a Nadab y Abiú, que pusieron fuego extraño en sus turíbulos y fueron consumidos por el fuego, así los malos Sacerdotes ponen en el turíbulo de sus corazones el fuego de la lujuria y la codicia, para finalmente arder en las llamas infernales. Los malos Sacerdotes son también semejantes a Antíoco, que violó el templo del Señor, y convirtió para usos profanos los vasos del templo, y acabó con pésima muerte devorado por los gusanos. Así los malos Sacerdotes violan el templo del Señor, esto es, sus propias conciencias (I Cor. 3: «El templo de Dios, que sois vosotros, santo es»), dando mal ejemplo a los laicos. Incendian por la lujuria, expolian por la expulsión de las virtudes; y vuelven a usos profanos los vasos del templo, esto es, el entendimiento, la memoria y la voluntad, al abusar de ellos; y se precipitan a sí mismos en el abismo de los pecados. Lo que a Antíoco le sucedió, deben considerar con frecuencia.

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