Fotograma de la película italiana “La mujer del cura” (año 1970)
Por infidencias hechas por algunos obispos a Roberto de Mattei en Corrispondenza Romana (reproducidas también por Aldo Maria Valli),
parece que en la exhortación post-sinodal de próximo lanzamiento, se
reproducirá sustancialmente el parágrafo 111 aprobado en el documento
conclusivo del Sínodo Panamazónico, donde se dice:
«Muchas de las comunidades eclesiales del territorio amazónico tienen enormes dificultades para acceder a la Eucaristía. En ocasiones pasan no sólo meses sino, incluso, varios años antes de que un sacerdote pueda regresar a una comunidad para celebrar la Eucaristía, ofrecer el sacramento de la reconciliación o ungir a los enfermos de la comunidad. Apreciamos el celibato como un don de Dios (cf. Sacerdotális Cœlibátus, 1) en la medida que este don permite al discípulo misionero, ordenado al presbiterado, dedicarse plenamente al servicio del Pueblo Santo de Dios. Estimula la caridad pastoral y rezamos para que haya muchas vocaciones que vivan el sacerdocio célibe. Sabemos que esta disciplina “no es exigida por la naturaleza misma del sacerdocio” (PO 16), aunque tiene muchas razones de conveniencia con el mismo. En su encíclica sobre el celibato sacerdotalsanPablo VI mantuvo esta ley y expuso motivaciones teológicas, espirituales y pastorales que la sustentan. En 1992, la Exhortación Apostólica postsinodal desanJuan Pablo II sobre la formación sacerdotal confirmó esta tradición en la Iglesia latina (cf. PDV 29). Considerando que la legítima diversidad no daña la comunión y la unidad de la Iglesia, sino que la manifiesta y sirve (cf. LG 13; OE 6), lo que da testimonio de la pluralidad de ritos y disciplinas existentes, proponemos establecer criterios y disposiciones de parte de la autoridad competente, en el marco de la Lumen Géntium 26, de ordenar sacerdotes a hombres idóneos y reconocidos de la comunidad, que tengan un diaconado permanente fecundo y reciban una formación adecuada para el presbiterado, pudiendo tener familia legítimamente constituída y estable, para sostener la vida de la comunidad cristiana mediante la predicación de la Palabra y la celebración de los Sacramentos en las zonas más remotas de la región amazónica».
COMENTARIO:
Traemos a recordar un texto que para muchos en el ambiente “conservador” y “neoconservador” es olvidado:
Antipapa Benedicto XVI, ConstituciónApostólicaAnglicanórum Cœ́tibus (4 de Noviembre de 2009), art. VI § 2: «El Ordinario [personal], observando plenamente la disciplina sobre el celibato clerical en la Iglesia latina, pro régula admitirá sólo a hombres célibes al orden del presbiterado. Podrá pedir al Romano Pontífice, en derogación del canon 277 § 1 [“Los clérigos están obligados a observar una continencia perfecta y perpetua por el Reino de los cielos y, por tanto, quedan sujetos a guardar el celibato, que es un don peculiar de Dios mediante el cual los ministros sagrados pueden unirse más fácilmente a Cristo con un corazón entero y dedicarse con mayor libertad al servicio de Dios y de los hombres”], que admita caso por caso al orden sagrado del presbiterado también a hombres casados, según los criterios objetivos aprobados por la Santa Sede».
O sea, Bergoglio no hace sino ensanchar la
pasarela tendida por su antecesor Ratziniger Tauber. Y en general,
sigue las huellas de los modernistas:
«Durante su conferencia conclusiva del Simposio de las Conferencias Episcopales de Europa, tenida en Coira (Suiza) entre el 7 y el 10 de Julio de 1969, el cardenal Leo-Joseph Suenens, leyó un apelo de Hans Küng, para suprimir el celibato de los sacerdotes. Esta petición era coherente con el rol reconocido por la teología progresista a la sexualidad: un instinto que el hombre no debía reprimir por la accesis, sino “liberar”, encontrando en el sexo una forma de “realización” de la persona humana. Entonces esa petición fue alargada, acompañándose con el proceso de secularización y autodemolición de la Iglesia».
Pero,
igualmente no se debe perder de vista que entre los modernistas, el
sacerdocio sacrificial NO EXISTE porque fue adulterado el rito de
ordenación en 1968 por Montini, creándose en cambio un presbiterado
laico que preside la cena comunal (el mismo Bergoglio, por ejemplo, NI
SIQUIERA ES SACERDOTE CATÓLICO).
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