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jueves, 9 de abril de 2020

MARÍA SANTÍSIMA DURANTE LA ÚLTIMA CENA

Tomado de ROSARIO ONLINE. Vía RADIO SPADA.
 
  
El miércoles Jesús se detiene en Betania dejando que la malignidad y el odio de sus enemigos se recalentase e hirviese inflamado por la rabia infernal. Judas toma los últimos acuerdos para la traición, mientras los otros Apóstoles con incertidumbre y trepidación esperan las órdenes del Maestro, para conocer cómo y donde sería celebrada la Pascua. «Sabed, dice el Maestro, que dentro de dos días será la Pascua, y el Hijo del hombre será preso para ser crucificado?». Viene la mañana del Jueves, y los discípulos aún dudosos le preguntan: «¿Dónde quieres que te preparemos para comer la Pascua?». Jesús llama aparte a Pedro y Juan, les manda a Jerusalén habiéndoles dado la señal para encontrar el Cenáculo preparado. Pedro y Juan cumplen puntualmente las órdenes de Jesús, y a la hora establecida Jesús está a la mesa en Jerusalén, en este Cenáculo con sus doce discípulos.
 
Por tanto desde la tarde del martes a la del jueves, María tuvo forma de permanecer cerca a su Jesús en la fiel Betania: no era ígnara la Virgen de la tempestad que fuera golpeaba: aquello que la mirada y el corazón materno no lo dejaban adivinar, le debía ser referido por Jesús mismo, con el cual en aquellos días de inacción tenía largos coloquios. Consideremos cuáles sentimientos debieron tener en pena y angustia aquel corazón de madre en aquellas horas tristísimas. La traición de Judas, la venta del Hijo de Dios por vil dinero, el propósito satánico de dar muerte al autor de la vida, la proximidad de la persecución contra el inocente… Oh, ¡cuántas flechas para hacer sangrar el corazón de la santísima Virgen! Medid, alma mía, la acerbidad.
 
San Buenaventura piensa que María se dirigió a Jerusalén para hacer también ella la Pascua con Jesús, y este parecer del Santo es más que verosímil, ni se puede disentir de él. Acompañañemos pues a la Virgen que con algunas compañeras suyas venidas de Galilea, en comitiva separada si vienen en la ciudad, y es recibida por el dueño y la dueña del Cenáculo en su casa. Mientras Jesús en el piso superior, llamado propiamente el Cenáculo, está celebrando la antigua y la nueva Pascua, María está con las personas de casa en el piso inferior, que era la habitación de los propietarios. ¿Dónde estaba el corazón de la divina Madre? Ciertamente allá con su Hijo y con sus discípulos, toda absorta en la contemplación de los grandes misterios que se celebraban. ¡En un cierto momento empalidece, tiembla, prorrumpe en llanto! ¿Qué es? ¡Se oyen los pasos precipitados y pesados de uno de los doce que desciende por la escalera externa en fuga traviesa! María presiente. ¡Es precisamente él, el traidor, que va a consumar el nefando delito! ¡Un temor del corazón materno, una mirada al cielo, diría a quien le observe, cuánto sufriría aquella alma inmaculada!
 
Y somos del parecer del Seráfico Doctor, que ¡Jesús mandó a su madre por alguno de los Apóstoles, ya consagrados sacerdotes, la Santísima Eucaristía! ¡Con cuánto amor, con cuánta pureza María la recibió! ¡He aquí la comunión más digna, después de la de Jesús!
 
Considera, alma mía, con cuáles sentimientos la Inmaculada Virgen Madre de Dios, acogió en esta circunstancia a su Hijo, que ahora viene a su corazón como santificador y víctima ya aquí mismo sacrificada para hacerla llevarle acrecimiento de santidad, alivio oportuno, prenda de eterna gloria… Cuánta pureza, cuánta devoción al sacrificio, cuanto amor acoge al Hijo Dios en el corazón de esta Madr … ¡Oh, si tú fueses capaz de tener un poco del sentimiento de María, cuando te acerques a la santa Comunión!… En cambio. ¿qué sucede? Quién sabe cuánto disgusto le ocasionas a María, cuando recibes a su Hijo con tu frialdad habitual.
 
Oh Virgen Madre de Jesús sacramentado, impetradme vos las mejores disposiciones para hacer con fruto la santa Comunión. Propongo de no escatimar diligencia alguna para hacer la santa Comunión con las mejores disposiciones, para dar gusto a María, y reparar las ofensas horribles que se hacen a Jesús, amor sacramentado.
  
EJEMPLO. Santa Juliana Falconieri fundadora de las monjas Siervas de María, mamó con la leche de la madre y nutrió con las enseñanzas de San Alejo Falconieri su tío, una fervidísima devoción hacia María Santísima Dolorosa. Buscó imitar a esta celestial Madre en las virtudes, y meditaba asiduamente los dolores de ella. La Virgen Santísima recompensó la devoción de su sierva con señalados favores, a los cuales puso digna corona en la tierra que la Santa recibió, cuando reducida a los extremos en sus setenta años, y no pudiendo recibir la santísima Eucaristía por ocasión del continuo vómito, pidió que llegase al menos sobre el lecho, y le fuese acercada al costado. Fue escuchada su oración, y luego que el sacerdote le había puesto cerca al pecho la sagrada Partícula, esta desapareció, entrándole milagrosamente en sus entrañas. Fue reconocido el prodigio en el acto que arreglándose el cadáver virginal, le fue visto como impresa por un sello la imagen del Crucificado por un lado.
  
ORACIÓN. «He aquí hasta dónde ha llegado vuestra caridad, ¡oh Jesús mío amantísimo! Vos me habéis preparado una mesa divina con vuestra carne y vuestra preciosa sangre. ¡Oh, cuánto me siento indigno de vuestro inestimable don! ¡Sin embargo tengo tanta necesidad! Sin eso no me atrevería a mantenerme en vuestra gracia. Concededme, os pido, el acercarme a la sagrada mesa con el amor, pureza y afectos de vuestra santísima Madre, y hacedme antes morir, que recibiros indignamente».
  
OBSEQUIO. Haced una fervorosa Comunión unido de alma y corazón a la Virgen Dolorosa.
  
Meditazioni sopra i dolori della SS. Vergine Madre di Dio proposte alla devozione dei fedeli da un sacerdote passionista [Meditaciones sobre los dolores de la Santísima Virgen Madre de Dios propuestas a la devoción de los fieles por un sacerdote pasionista], meditación 38ª. Roma, Santuario de la Escala Santa, 1938. Traducción propia.

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