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lunes, 13 de abril de 2020

TRIDUO AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA PARA LA PRESENTE EPIDEMIA

Ejercicio devoto publicado por el Lic. Don Juan Francisco Cabañas, Cura párroco y Vicario foráneo de Tecali, publicado en la imprenta de Atenógenes Cantillero en Puebla de los Ángeles en 1850, con licencia eclesiástica.
 
PRÓLOGO DEL AUTOR
Cuando el profundo estudio que los sabios de todas las naciones del mundo han hecho en diez y siete años y más, del carácter del terrible Cólera que nos amenaza, y cuyos estragos en la Capital de la República estamos actualmente lamentando [Esto se escribió cuando aún no había invadido el mal a esta Ciudad de Puebla, N. del A.], ha sido insuficiente para conocerlo: cuando vemos todos los días nuevos preservativos y nuevos métodos para curarlo, prueba inequívoca de que la ciencia y sus esfuerzos son impotentes para resistir a este poderoso enemigo del linaje humano: fuerza es convencerse de que Dios aún no ha querido dar todavía virtud a las yerbas del campo, ni a los minerales de la tierra, ni a ninguna sustancia creada por su omnipotencia, para contener los funestos progresos de esta plaga desoladora. Quiere sin duda tenerla siempre a su disposición para castigar con ella los enormes pecados del mundo, de este mundo soberbio y presuntoso que se jacta de ser el mundo de la civilización y del progreso, de la ilustración y de las luces, y ¿qué hace el siglo actual, con todos estos pomposos títulos con que él mismo ha querido engalanarse, ante el humilde lecho del moribundo atacado del Cólera…? ¡Humillarse y confundirse!
   
Nosotros los católicos tenemos sin embargo en el Cielo una medicina eficaz que en vano se buscaría en la tierra, con solo pedir a los santos su intercesión para con Dios nuestro Señor, con el fin de que desarme el brazo de su justicia, pronto ya a descargar sobre nosotros: y ¿quién duda que entre ellos es la más poderosa, la más compasiva, la más amante, nuestra Madre y Señora María? ¿Quién duda que tomará a Su cargo nuestra defensa? Y, ¿quién duda que el Señor le concederá todo lo que le pida para nosotros? Interesemos, pues, su Inmaculado y tierno Corazón: tratemos de agradarle con nuestros obsequios y homenajes; pero sobre todo con la pureza de nuestra vida, y confiemos con toda seguridad, que no verá cen indiferencia nuestra presente tribulación.
  
Tal es el objeto de esta devocion que redacté en su honor: quizá su mérito sea inferior al de otras rnuchas, con que principalmente en estos días, se han empeñado los mexicanos en manifestar su cariño a tan dulce Corazón; mas tal cual ella es, quiera Dios que produzca en los corazones los saludables efectos que se ha propuesto el último y mas despreciable de los amantes del Corazón de María,
 
Juan Francisco Cabañas.
  
TRIDUO EN HONOR DEL SACRATÍSIMO E INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA PARA IMPLORAR SU FAVOR EN LA PRESENTE EPIDEMIA

  
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
  
ACTO DE CONTRICIÓN
Penetrado de dolor mi corazón, en vista de mis pecados, oh Corazón Santísimo de María, poderosa Reina de los cielos y de la tierra, vengo ante vuestra presencia a pediros el remedio de mis males. ¿A quién, después de Dios, había de ocurrir con más confianza que a Vos, Corazón amorosísimo, para que me alcanzara la verdadera contrición de mis culpas, que es la que ha de mudar eternamente mi corazón? Si, Madre mía, estoy seguro de que vuestro Corazón compasivo se ha de compadecer de mí y me ha de dar un corazón nuevo, sinceramente contrito y humillado, desprendido del mundo, fiel a la gracia, un corazón nuevo, que animado del fuego del amor divino, esté pronto a sufrirlo y sacrificarlo todo antes de desagradar en lo más mínimo a vuestro adorable Hijo: un corazón nuevo que os ame a Él y a Vos, no solo en vuestros beneficios y en las gracia que tengáis a bien concederme, sino en las pruebas, en el dolor y en la cruz que quisiereis envirarme, dadme en fin, un corazón nuevo semejante al vuestro, para que triunfando, por vuestra intercesión, de todas las culpas y miserias de mi alma, tenga parte en las grandes misericordias del Señor y consiga gozar con Vos de la eterna bienaventuranza. Amén.
   
DÍA PRIMERO
MEDITACIÓN: MARÍA AMÓ A DIOS CON EL AMOR MÁS ARDIENTE.
¿Hubo jamás un corazón animado de un amor más ardiente como el Corazón de María? Todos sus deseos eran transportes, todos sus sentimientos, fuego devorador, todas sus afecciones, llamas divinas, todo lo que pensaba, lo que decía, lo que hacía, era inspirado, animado, vivificado por ese fuego celestial, todas sus virtudes estaban marcadas con este amor. Su obediencia era un amor sumiso, su paciencia un amor resignado, su humildad, un amor anonadado, su dulzura, un amor pacífico, su celo, un amor inflamado, y su mismo amor, una emanación del amor divino. Toda ella respiraba amor, y el amor era el principio, el motivo y el fin: ¡A qué grado de perfección elevaría de este amor su Corazón! Durante su vida no vivió sino con la vida de amor, ¡cuál sería el cúmulo de sus méritos al fin de su carrera! Ella vivió de amor y murió por un exceso de amor a su Dios. ¡Oh Vida santa, oh muerte preciosa de María!
  
Nosotros, ¿amamos a Dios según este modelo? ¿Qué hacemos, qué sufrimos para manifestarle nuestro amor? El Corazón de María estaba abrasado con un incendio de amor, apenas el nuestro siente una mínima centella; el amor de Dios animaba todas las virtudes de María, apenas este amor nos hace practicar la menor de las virtudes. Nuestro amor ¿es resignado como el suyo, humilde, dulce, paciente, celoso, desinteresado como el suyo? ¿Qué sacrificios nos hace ofrecer este amor? ¿Qué penitencia nos hace practicar? ¿Qué victorias nos hace alcanzar?
   
Medítese un rato y después se dirán doce Ave Marías en memoria de las gracias que recibió María del Señor. Luego se dirá:
   
℣. Oh Corazón de María.
℞. Oye la súplica mía.
   
ORACIÓN
Oh Corazón de María, el más perfecto que ha salido de la mano Omnipotente del Señor y el más semejante al Corazón adorable de Jesús, os ruego por la abundancia de amor que recibisteis, encendáis en mi Corazón ese fuego divino, para que, viviendo en la tierra animado de amor, como Vos, consiga vivir eternamente de amor en el cielo. Amén.
 
PRÁCTICA PARA ESTE DÍA:
  1. Invitar a los Ángeles a honrar el Corazón de su soberana.
  2. Inspirar a otros la devoción a este santo Corazón.
  3. Unir frecuentemente nuestro corazón al suyo en el amor ardiente a Dios.
 
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
DÍA SEGUNDO
Por la señal…
Acto de contrición.
  
MEDITACIÓN: MARÍA AMÓ A SU DIVINO HIJO CON EL AMOR MÁS TIERNO.
¿A quién pudo haber consagrado María los sentimientos de su Corazón sino a este Hijo bien amado, a este Hijo único, dulce objeto de sus complacencias, centro de todas sus afecciones? Una madre ama a sus hijos, la naturaleza misma inspira esta ternura; pero en María había grabado otro sentimiento además del de la naturaleza: su amor era inspirado, santificado, abrasado por la gracia: el mismo Espíritu Santo, su divino Esposo, le había encendido en su Corazón; y así jamás el corazón de una madre fue tan vivo, tan ardiente como el de María hacia su divino Hijo. Amor tanto más generoso, en cuanto que no siempre le ofreció dulzuras y consuelos. Cuando inclinaba la vista a su Hijo, tan digno de su ternura, y pensaba que este tierno y único objeto de su cariño había de ser un día para ella una fuente de amarguras y de lágrimas: cuando leyendo en el porvenir le veía en espíritu entregado al exceso de los dolores y sufrimientos, a lo sumo de los oprobios y de las humillaciones: cuando le veía cubierto de llagas, bañado con su propia Sangre: cuando, en fin, le contemplaba clavado en la cruz y expirando en medio de los tormentos, ¿quién podrá explicar sus sentimientos? ¡Oh amor! ¡Oh Corazón de una tierna madre traspasado con el cuchillo de dolor! Dolor tanto más intenso, tanto más amargo en cuanto era continuo, y renovándose en todos los momentos de su vida, puede decirse que toda ella fue un martirio continuado de amor y de dolor.
   
Medítese un rato y después se dirán doce Ave Marías en memoria de las gracias que recibió María del Señor. Luego se dirá:
   
℣. Oh Corazón de María.
℞. Oye la súplica mía.
   
ORACIÓN
Oh Corazón santo de María, inspiradnos para vuestro amado Hijo un amor tierno, que le consagre todas nuestras afecciones: un amor generoso, que nos empeñe a ofrecerle todos los sacrificios: un amor eficaz, que sea animado por las obras: un amor constante, que dure toda nuestra vida. Haced que entremos por este amor en vuestro Corazón, y que tengamos parte en su ternura y en sus sentimientos. Amén.
  
PRÁCTICA PARA ESTE DÍA:
  1. Ofrecer alguna mortificación en honor del Sagrado Corazón de Jesús.
  2. Pedir al Corazón de María el amor de su divino Hijo.
  3. Adorarle con frecuencia en unión de los justos que le aman y le adoran.
   
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
  
DÍA TERCERO
Por la señal…
Acto de contrición.
  
MEDITACIÓN: MARÍA NOS AMA CON EL AMOR MÁS CARITATIVO.
Un Corazón naturalmente tan bueno, tan tierno, tan compasivo; ¿cómo no había de tener una caridad sincera y ardiente para con nosotros? El amor de Dios y del prójimo es una misma virtud, de consiguiente estando abrasado el Corazón de María de un tan grande amor de Dios, ¿tendría un Corazón insensible e indiferente para nosotros? Por el contrario, ella nos ama con el amor más tierno, más generoso, más desinteresado. ¡Qué celo tiene por nuestro bien! ¡Qué cuidado por nuestros intereses! ¡Qué sed por la salud de las almas! Nos lleva a todos en su Corazón, como una tierna madre lleva a sus hijos en su seno: nos ama con un amor divino, porque a todos nos considera rescatados con la muerte de su Hijo, rociados e inundados con su Sangre. Sí, María nos ama y sin duda, aunque ella se juzga muy honrada cuando le damos los gloriosos títulos de Reina de los Ángeles, de los Patriarcas, de los Profetas, de los Apóstoles, de los Mártires, de los Confesores, de las Vírgenes, no se enternece tanto su Corazón, como cuando la invocamos con la Iglesia, con los dulces nombres de Salud de los enfermos, Refugio de los pecadores, Consuelo de los afligidos, Auxilio de los cristianos.
  
Tales fueron en la tierra los sentimientos del Corazón de María; y ahora, gloriosa en el cielo, ¡qué aumento de caridad no habrá recibido en el seno de Dios, para con sus hijos afligidos que invocan su santo Nombre: que reclaman su poderosa protección: que le presentan con confianza sus miserias, sus tentaciones, sus peligros, todas las desgracias a que están expuestos en este valle de lágrimas!
   
Medítese un rato y después se dirán doce Ave Marías en memoria de las gracias que recibió María del Señor. Luego se dirá:
   
℣. Oh Corazón de María.
℞. Oye la súplica mía.
   
ORACIÓN
Oh Virgen Santísima, la dulzura y la tierna caridad de vuestro Corazón es lo que hace mi consuelo en este lugar de destierro, en esta morada de las miserias. Sí, Madre de mi Dios, vos seréis mi divina Madre, y vuestro Corazón será para mí el Corazón de la más tierna de las madres. Lleno de esta confianza y animado de estos sentimientos, siempre os honraré cómo al Corazón de una Soberana, a quien quiero estar enteramente sujeto: como al Corazón de una Medianera, a quien, después de Dios seré deudor de mi salvación: como al Corazón de una Bienhechora de quien he recibido tantas gracias, y espero recibir otras nuevas: como al Corazón de una poderosa Protectora, que me librará de todos los peligros. Jamás nadie os ha invocado en vano; y pues tanto nos amáis, interceded por nosotros en la presente tribulación, y seremos salvos.
  
Corazón amante de María, dadnos una piedad sincera hacia Vos: haced que imitemos vuestras virtudes, y que nuestro corazón se anime de los sentimientos del vuestro. Alcanzadnos esta felicidad en la tierra, y coronando todos nuestros dones, obtenednos al fin la gracia de una santa muerte. Amén.
   
PRÁCTICA PARA ESTE DÍA:
  1. Llevar el escapulario o Imagen del Corazón de María.
  2. Imitar alguna de sus virtudes.
  3. Invocarla con confianza en las penas y tribulaciones de esta vida.
   
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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