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martes, 9 de junio de 2020

DELANO ROOSEVELT: EL FARISEO

   
Conferencia de Yalta (4 - 11 de Febrero de 1945). De izquierda a derecha (irónicamente): Winston Leonard Spencer Jerome Churchill, Franklin Delano Roosevelt y Jósef Vissariónovich Dzhugashvili Gueladzed, a. “Stalin”.
  
Los que de una manera u otra enfrentamos durante la década del 60 y 70 el Leviatan marxista y sus agresiones viperinas preparadas en las Sodomas de Moscú y la Habana nos encontramos en los años que corren con que la victoria militar fue sólo parcial. Y tal decimos porque el frente cultural quedó intocado. El gramscismo, por esa brecha penetró amparándose con la complicidad de la clase política sentada en jugosas sinecuras del bufonesco circo llamado parlamento mientras el Enemigo capta los centros culturales y sus satélites para dominar mentes y sentimientos. Nuestras tradiciones empalidecen ante la amoralidad que penetra subliminalmente. Los pueblos llegan a negar lo que antes había sido intocable. Se produce un cambio de sentido solo para preparar el camino de lo que seguirá, empezando por la Verdad Cristiana que debe buscar compromisos con la corruptora ideología democrática. Para seguir hacia el liberalismo, luego hacia el nihilismo anarcomarxista que finalmente exalta al Anticristo. El Estado soviético intentó aplicar esta idea en los 70 apocalípticos años del “socialismo real”. La destrucción de las tradiciones cristianas rusas y la misma historia del Imperio del Águila Bicéfala golpearon brutalmente con el puño sangrante. Finalmente no pudieron porque Dios sopló sobre la Bestia Soviética. Todo se derrumbó entre 1989 y 1992.
  
Muchos círculos oficiales pretenden hoy, como nunca, modificar la sociedad destruyendo su ética y distorsionando su pasado. En este aspecto puede ponerse el ejemplo de los EEUU. Su cine y TV encaminan al mundo, desde tiempo atrás, hacia la peor decadencia. Su teoría política, esa que intentan imponer al mundo con los misiles está mostrando sus frutos. Caos y degeneraciones es lo que vemos en nuestro derredor. Este horror que comprobamos día a día es nada más y nada menos que la receta de Antonio Gramsci, el bolchevique italiano que, en sus 33 Cuadernos escritos entre 1927 y 1930 señalaba que la forma de implantar el marxismo leninismo planetario es destruyendo la Moral Católica, así como la Cultura edificada sobre ella.
  
La historia de guerras amorales y compras dudosas, le permitieron a los habitantes yanquis de las 13 colonias en la costa Atlántica (1776) llegar en poco más de setenta años a la costa de Pacífico. Cinco mil kilómetros de extensión prueban lo que es esa Babilonia. Explotando la fiebre del oro de California (1848) llegaron al éxtasis. Continuaron arrebatando a Méjico ricas extensiones. Luego financiaron al masón y falso nacionalista llamado Benito Juárez para impedir el establecimiento de la monarquía de Maximiliano de Habsburgo la que con el apoyo del fervoroso catolicismo mejicano impediría la expansión hacia el sur del voraz yanqui para cumplir su calvinista “Destino manifiesto”. Nuestra hispanidad fue la víctima. En ella las veinte repúblicas alienadas, primero al inglés, luego al norteamericano. Pero corresponde nos instalemos en la XX centuria y decir algo de aquellos años de F.D.R. llegado al poder (1933) con oscuros apoyos y en medio de una crisis que su programa del New Deal no podía bajar de los 10 millones de desempleados. El hombre común norteamericano pensaba que el Estado no podía seguir gastando y menos que el equipo que rodeaba a F.D.R. siguiera favoreciendo la expansión de ideas marxistas. Por ello F.D.R. era muy cuestionado. Y eso, como dice George Olivier que no se conocía la nefasta influencia de su esposa Eleonor Roosevelt (“vaca sagrada de la democracia” según la prensa española) notoria simpatizante de la URSS y vinculada a grupos marxistas tales como el “Comité de no Intervención”.
  
Cada triunfo de los nacionales en España era un golpe al diabólico espíritu de FDR. En 1937 éste decidió, sin decirlo públicamente comenzar el rearme con vistas a la guerra. Esta política armamentista le permitió salir de la crisis y seguir presentándose en sus charlas radiales tituladas “Junto al Fuego”, como partidario de seguir aislado de los asuntos europeos. Esta Europa renacía con las Revoluciones Nacionales y sus “sociedades, fuertes, marciales, lacónicas y más justas”. Así lo expresa el Dr. Luis Togores, Catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad San Pablo de Madrid, quien continúa: “El Pueblo italiano quedó progresivamente ganado por la retórica, la ética y los logros del Fascismo. Italia entera vistió la Camisa Negra y con ella todo el mundo occidental”. “Pronto en toda Europa surgieron los émulos de Mussolini… Había llegado la hora del Fascismo”. El Fariseo se encogió de hombros jurando en su interior lanzar su veneno. Finalmente sus esfuerzos cristalizaron y estalló la guerra del 1 al 3 de setiembre de 1939. Ella, que según dice Mr. Forrestal, fue provocada por Delano Roosevelt. Así escribe el 27 de diciembre de 1945 en su diario personal, luego publicado en Nueva York: “Hoy he jugado al golf con Joe Kennedy que fue Embajador de Roosevelt en Gran Bretaña y le pregunté acerca de sus conversaciones con Roosevelt y Chamberlain. Kennedy me afirmó que Roosevelt y el mundo judío habían arrastrado al mundo a la guerra” (Diario impreso en Nueva York, Año 1951 por Vicking Press, Pág. 121).
  
Roosevelt siguió imperturbable. Incluso provocando como gánster a los gobiernos del Eje, Roma, Berlín, Tokio. En los años 1940-41 se produjeron misteriosos hundimientos de barcos norteamericanos acusando el gobierno del “presidente vitalicio” a submarinos alemanes e italianos. Pero para desazón de Roosevelt no había reacciones populares reclamando la declaración de guerra. El gran Fariseo jugó entonces una carta nueva. Ésta fue conocida como la “Ley de Préstamos y Arriendos”. Mediante ella los EEUU proveerían de barcos de guerra a Gran Bretaña la que de este modo aumentaría su control en el Atlántico que estaba muy mermado y a punto de desastre. Se oponían a esta decisión belicista la Convención de La Haya de 1907 que prohibía ceder buques a los beligerantes y una ley norteamericana del 16 de junio de 1917, que no permitía ninguna clase de acuerdo verbal ni escrito cediendo buques. Nada le importó a F.D. Roosevelt que a través de su consejero Harry Hopkins (luego descubierto como agente soviético) le comunicó a Churchill: “El presidente ha decidido que ganemos la guerra juntos. No tengan dudas” Poco después aparecieron nuevas medidas que acercaban a la guerra deseada por Franklin Delano Roosevelt ya perturbado de soberbia. Entre otras disposiciones estaban la congelación de fondos italo-germanos, cierre de consulados del Reich e italianos en EEUU, así como prohibición de exportaciones hacia el Imperio del Sol Naciente. Cuando el mismo diablo posibilitó el desciframiento del Código Secreto Japonés, Roosevelt tuvo la granada sin espoleta en sus manos arteras y la arrojó en Pearl Harbor, sabiendo con antelación que el buscado ataque con pertinacia diabólica se produciría el 7 de diciembre de 1941 a determinada hora. El gran farsante con sus consejeros entre los que estaba Hopkins y el general Marshall que calculó con precisión la hora del ataque (éste jerarca militar, amén de Ministro de Roosevelt, fue luego Premio Nobel de la Paz). Desde ese momento sólo cabía esperar y dejar como carnada miles de marinos norteamericanos. Este se produjo de acuerdo a los cálculos. Lo demás vino por añadidura. F.D.R. habló al mundo del ataque por sorpresa mentando a la democracia. En ningún momento el fariseo le tembló la voz cuando habló de los caídos. Un gran actor para la tragedia más grande que los siglos habían contemplado. El “Remember Pearl Harbor” corrió como reguero de pólvora para los estadounidenses. Abrir campos de concentración para japoneses, alemanes e italianos residentes, fue en los EEUU cuestión de horas. El odio sembrado por el Iscariote Roosevelt dio sus frutos. El marxismo y Stalin ya derrotados, por el formidable ataque de Eje, encontraron en el capitalismo financiero su salvación. A Moscú voló Hopkins, ofreciendo toda la ayuda necesaria y más. F.D.R. había dispuesto 50.000 millones de dólares (que luego serían 200.000 millones) para salvar la Revolución que venía del siglo XVI con Lutero y habían continuado Robespierre y Marat, instaurándose como potencia con Lenin, Stalin, Trotsky y Roosevelt el millonario cripto marxista con su banda llamada el “Trust de Cerebros” (Brain Trust). Este era un nuevo equipo gubernativo que no estaba previsto por la Constitución Federal pero que F.D.R. había instaurado autoritariamente en su gobierno. W. H. Chamberlin señala en su libro “Segunda Cruzada Americana” varios puntos con las etapas de F.D.R. para lanzar a los EEUU a la guerra: Cesión de decenas de torpederos contra el arriendo de bases en las posesiones británicas (sept.1940); Organización de “patrullas” en el Atlántico Norte (24 de abril de 1940), ley de Préstamos y Arriendos (marzo 1941) ocupación de Islandia por tropas americanas (julio de 1941), autorización para armar a los mercantes y enviarlos a zonas de guerra. Orden de abrir fuego dada a todos los buques americanos (set de 1941). Conferencias Secretas con los Estados Mayores Aliados (enero y febrero de 1941). Rosacampo, Rosenfeld, Roosevelt o como se le quiera llamar degustaba el pandemónium desatado como un suave licor. Estaba en “paz con su psiquis plena de hubris”. Esta palabra describe exactamente a la personalidad de Roosevelt, su excesiva soberbia arrogancia y autosuficiencia.
  
Falta algo por decir. Dios mediante proseguiremos.
  
Luis Alfredo Andregnette Capurro.
  
Desde el Real de la Muy Fiel y Reconquistadora Ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo

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