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jueves, 10 de septiembre de 2020

EL JABALÍ CALIDONIO DE LA IGLESIA

Traducción del artículo publicado en TRADITIO MARCIANA.
    
Κουρῆτές τ᾽ ἐμάχοντο καὶ Αἰτωλοὶ μενεχάρμαι
ἀμφὶ πόλιν Καλυδῶνα καὶ ἀλλήλους ἐνάριζον,
Αἰτωλοὶ μὲν ἀμυνόμενοι Καλυδῶνος ἐραννῆς,
Κουρῆτες δὲ διαπραθέειν μεμαῶτες Ἄρηϊ.
καὶ γὰρ τοῖσι κακὸν χρυσόθρονος Ἄρτεμις ὦρσε
χωσαμένη ὅ οἱ οὔ τι θαλύσια γουνῷ ἀλωῆς
Οἰνεὺς ῥέξ᾽· ἄλλοι δὲ θεοὶ δαίνυνθ᾽ ἑκατόμβας,
οἴῃ δ᾽ οὐκ ἔρρεξε Διὸς κούρῃ μεγάλοιο.
ἢ λάθετ᾽ ἢ οὐκ ἐνόησεν· ἀάσατο δὲ μέγα θυμῷ.
ἣ δὲ χολωσαμένη δῖον γένος ἰοχέαιρα
ὦρσεν ἔπι χλούνην σῦν ἄγριον ἀργιόδοντα,
ὃς κακὰ πόλλ᾽ ἕρδεσκεν ἔθων Οἰνῆος ἀλωήν·
πολλὰ δ᾽ ὅ γε προθέλυμνα χαμαὶ βάλε δένδρεα μακρὰ
αὐτῇσιν ῥίζῃσι καὶ αὐτοῖς ἄνθεσι μήλων.
τὸν δ᾽ υἱὸς Οἰνῆος ἀπέκτεινεν Μελέαγρος
πολλέων ἐκ πολίων θηρήτορας ἄνδρας ἀγείρας
καὶ κύνας· οὐ μὲν γάρ κε δάμη παύροισι βροτοῖσι·
τόσσος ἔην, πολλοὺς δὲ πυρῆς ἐπέβησ᾽ ἀλεγεινῆς.
ἣ δ᾽ ἀμφ᾽ αὐτῷ θῆκε πολὺν κέλαδον καὶ ἀϋτὴν
ἀμφὶ συὸς κεφαλῇ καὶ δέρματι λαχνήεντι,
Κουρήτων τε μεσηγὺ καὶ Αἰτωλῶν μεγαθύμων.

«Los Curetes
Y los bravos Etolos guerreaban,
Y con mutuo furor se destruían,
De Calidón bajo los altos muros,
Su ciudad defendiendo los Etolos,
La hermosa Calidón, y los Curetes
Entrarla a fuego y sangre deseando.
Esta guerra les vino a los Etolos
Porque Diana, la temible diosa,
Altamente irritada contra Eneo
Estaba al ver que descuidado había,
Después de alzar los frutos de la tierra,
Ofrecer las primicias en sus aras.
Regalábanse todas las deidades
Con hecatombes, y a Diana sola
No ofreció el sacrificio acostumbrado,
O fuese por error o por olvido.
Pero gran falta cometió y funesta:
Que ofendida Diana, hija de Jove,
Un formidable jabalí a los campos
Lanzó de los Etolos, que terribles
Estragos hizo en la heredad de Eneo;
Porque altísimos árboles frutales,
Con el cortante cándido colmillo
Segando la raiz, echó por tierra
Cuando mostraban en la flor el fruto.
Matóle Meleagro, hijo de Eneo,
Los perros y valientes cazadores
De otras muchas ciudades ayuntando;
Que no hubiera podido derribarle
Con menos gente, tan feroz y enorme
Era, y a tantos a la triste pira
Subir hiciera. Pero encendió Diana
Entonces entre Etolos y Curetes
La discordia y la guerra clamorosa,
Sobre quien llevaría la cabeza
Y la cerdosa piel».
(HOMERO. La Ilíada, libro IX)
  
Estos versos de la Ilíada, contenidos en la narración del mito de Meleagro que Fénix dirige a Aquiles durante la embajada por él tenida para convencerlo a aceptar los dones prometidos por Agamenón y volver a la batalla contra los troyanos, no pueden sino ser puestos en correlación con los versos 9 al 16 del salmo 79:
Ἄμπελον ἐξ Αἰγύπτου μετῇρας, ἐξέβαλες ἔθνη καὶ κατεφύτευσας αὐτήν· ὡδοποίησας ἔμπροσθεν αὐτῆς καὶ κατεφύτευσας τὰς ῥίζας αὐτῆς, καὶ ἐπλήρωσε τὴν γῆν. ἐκάλυψεν ὄρη ἡ σκιὰ αὐτῆς καὶ αἱ ἀναδενδράδες αὐτῆς τὰς κέδρους τοῦ Θεοῦ· ἐξέτεινε τὰ κλήματα αὐτῆς ἕως θαλάσσης καὶ ἕως ποταμῶν τὰς παραφυάδας αὐτῆς. ἱνατί καθεῖλες τὸν φραγμὸν αὐτῆς καὶ τρυγῶσιν αὐτὴν πάντες οἱ παραπορευόμενοι τὴν ὁδόν; ἐλυμήνατο αὐτὴν ὗς ἐκ δρυμοῦ, καὶ μονιὸς ἄγριος κατενεμήσατο αὐτήν. ὁ Θεὸς τῶν δυνάμεων, ἐπίστρεψον δή, καὶ ἐπίβλεψον ἐξ οὐρανοῦ καὶ ἴδε καὶ ἐπίσκεψαι τὴν ἄμπελον ταύτην καὶ κατάρτισαι αὐτήν, ἣν ἐφύτευσεν ἡ δεξιά σου, καὶ ἐπὶ υἱὸν ἀνθρώπου, ὃν ἐκραταίωσας σεαυτῷ.
   
«De Egipto trasladaste acá tu viña; arrojaste las naciones, y la plantaste. Fuiste delante de ella en el viaje, para irla guiando; la hiciste arraigar, y llenó la tierra. Cubrió con su sombra los montes, y los altísimos cedros con sus sarmientos. Hasta el mar extendió sus pámpanos, y hasta el río sus vástagos. ¿Por qué has derribado su cerca, y dejas que la vendimien todos los caminantes? El jabalí del bosque la ha destruido, y se apacienta en ella esa fiera singular o solitaria. ¡Oh Dios de los ejércitos! vuélvete hacia nosotros, mira desde el cielo, y atiende y visita esa viña. Renuévala, pues la plantó tu diestra; y en atención al hijo del hombre, a quien tú te escogiste».
  
El tema del jabalí que destruye la viña es muy antiguo y rico de simbolismo. La viña, en la representación bíblica, representa el pueblo de Israel, y por ende la Iglesia en sentido cristiano. Pero tambiém en el mito antiguo la viña tiene un significado simbólico, identificando todo el pueblo (no solo en cuanto fuente de sustento del mismo, sino también por la correlación semántica entre [Ϝ]Οἰνεὺς, rey de Calidón, y [F]οἶνος, el vino, fruto de la vid). El jabalí surge en representación del κακὸν, del mal que aflige la viña, destruyéndola y dejándole daños.
   
Contado, entre la alegoría del salmo y el mito pagano vemos muchas diferencias sustanciales: la ira de Diana es vindicativa, fruto de un sentimiento puramente humano de ofensa, y dirigida únicamente a castigar la falta de Eneo, sin voluntad de su rescate. La ira del Señor, en cambio, es correctiva, a fin que los hijos de Israel se arrepientan de sus faltas e iniquidades (según algunos biblistas, la composición del salmo es de poco después de la conquista de Samaria por parte de Sargón II en el 721 y a la conquista de Judea por Senaquerib en el 701 [¿Quizá en tiempos de Isaías? N. del T.]), cuando aparecía cumplidamente la debilidad que la división entre las tribus del Norte y del Sur había llevado) y vuelvan a Dios (Jerusalén fue la única ciudad de la Judea que quedó intacta durante el asedio, signo con el cual Dios manifestó su poder).
    
También vemos grande diferencia en el modo en que se busca resolver el problema. Eneo prueba con medios humanos, convocando a los más grandes héroes de su época (las listas, transmitidas por Ovidio en el libro octavo de las Metamorfosis y por Pausanías el libro séptimo de la Descripción de Grecia, trayendo nombres del calibre de Teseo, el joven Néstor, Peleo, Idas, Laertes, los Dióscuros, y muchos otros): al fin su hijo Meleagro asume la empresa de amansar el jabalí, pero ciertamente esto no trae la paz a Calidón, que queda convulsionada entre la guerra entre Curetes y Etolos por los despojos de la fiera, que la misma Diana hizo surgir para cumplir su venganza. Los hechos de Meleagro precipitaránlo siempre más a la oscuridad, con la muerte del tío Toxeo, la intervención de las Furias y finalmente –en la versión más arcaica del mito transmitida por el Epinicio V de Baquílides, omitida en la Ilíada porque no era funcional a la ῥῆσις de Fénix– la madre Altea que da muerte a Meleagro quemando el tizón al cual estaba ligada su vida. En la visión pagana, no obstante el κλέος, la gloria conquistada entre los hombres y que Meleagro obtiene, representa el máximo ideal, los humanos sometidos al inexorable querer del Destino y a los caprichos de las divinidades, sin justicia y sin paz.
    
El salmista, en cambio, sabe bien de dónde viene la justicia y la paz: de Dios omnipotente. Y luego a Él lo invita a volver su mirada sobre la viña, sobre Israel, y sobre el hijo del hombre que ha escogido, esto es, a Cristo, para que Él lo mande a salvar a su pueblo.

Peter Paul Rubens, La caza del jabalí de Calidón, 1641 (Gante, Museo de Bellas Artes).

La figura del del jabalí que destruye la viña de la Iglesia es de grande actualidad: hoy la Iglesia está envuelta de escándalos, cismas, apostasías y tentativas de destrucción desde adentro. Agrégase a esto también las desgracias exteriores, la descristianización de la sociedad, las recientes transformaciones en mezquitas de lugares construidos para el culto cristiano, las pestilencias… Dios ha permitido que surgiesen estos problemas para punir los pecados de su pueblo, como tuvieron que darse cuenta aquellos que vieron caer a los cruzados en presa durante la furia saqueadora sobre Constantinopla en 1204, o los jenízaros turcos en 1453, y probablemente los sufrimientos que hoy se padecen son en gran medida superiores a los de aquellos tiempos. Pero el camino y la solución son los invocados por el salmista: orar a Dios y rogarle que vuelva los ojos sobre su viña: no por casualidad estas palabras son repetidas en cada liturgia pontifical, después del Trisagio, cuando el obispo bendice al pueblo con el diquirio y el triquirio, porque entonces como hoy, solo Dios puede salvarnos. Los problemas humanos están por todas partes, y quien se sorprendió por el comportamiento de los obispos italianos durante los arrestos domiciliarios de los meses pasados probablemente se sorprendería también por el de los obispos de Rumanía que han decretado el uso de cucharillas múltiples de plástico para evitar la tramsmisión del contagio durante la Comunión. Mientras vivan la fe apostólica, la mentalidad tradicional y sobre todo la confianza incondicional en Dios y en su interminable poder, nos pueden ser todos los anticuerpos para que se disipen las fuerzas contrarias que atormentan la Iglesia.
 
Sin embargo, en muchos ambientes esto no está claro y los anticuerpos parecen perdidos: parece que con una intervención humana, con algún politicante de vez en cuando identificado como salvador de la “sociedad cristiana occidental”, hoy con tanta adhesión de algún obispo extra chorum que ama mucho los reflectores mediáticos, se pueda restaurar todo, salvo después concluirse con una nada fáctica cuando no un empeorarse las cosas. Un poco como Isócrates buscó toda la vida al salvador de la helenidad, primero en Evágoras y Nicocles de Chipre, después en Arquídamo de Esparta y finalmente en Filipo de Macedonia, quedando truncadas sus aspiraciones por todos ellos vez tras vez. Al menos Isócrates era un poco más realista que Demóstenes, y entendía que restaurar la helenidad nunca significaría retornar a Atenas a los esplendores de la edad de Pericles, ya irremisiblemente pasada: parece en cambio que en estos ambientes alguno puedad de noche a mañana retornar a la sociedad a los años ’50. Y si alguno espera en Dios, en la oración y en el monacato, es acusado por estos de ser un cobarde que rehúsa luchar. Retorna el error pagano, y sobre todo, el error de los judíos que no comprendieron que Jesucristo era el Mesías, porque esperaban un rey del mundo y no de la paz como Cristo era (este es un simpático juego de palabras que recuerdo de la prédica del domingo de Ramos de un párroco moscovita, porque en ruso “paz” y “mundo” son homónimos, escribiéndose enteambos мир [Antes de la reforma de Alekséi Aleksándrovich Shájmatov en 1918, se escribían миръ y міръ respectivamente, N. del T.]), la salvación militar de los enemigos y no la salvación eterna del alma. Con todo, por mucho tiempo y no de hace sesenta años, la mentalidad general de muchos católicos ha virado a una forma religiosizada y conservatriz de humanismo, de confianza más en la acción del hombre que en la mano de Dios, de preocuparse más por este mundo que por el otro, aquel otro que los santos cristianos siempre tuvieron tan impreso en su corazón para retirarse  como ermitaños en el desierto, hacerse conducir al martirio o hacerse necios para este mundo, los locos en Cristo, como la misma Cruz de Cristo era locura para los paganos y escándalo para los judíos, porque «quien odia su vida en este mundo, la conservará para la vida eterna».

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