EJERCICIO PIADOSO AL TRÁNSITO DE SAN FRANCISCO
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Dios omnipotente y Padre misericordiosísimo, que penetráis hasta lo más íntimo del corazón, aquí me tenéis rendido a vuestra divina presencia, movido de un vivo deseo de conocer mis pecados, para poderlos debidamente llorar, y obtener de vuestra inefable bondad el perdón de todos ellos. Alumbrad mi entendimiento con vuestras soberanas luces, inflamad mi voluntad con un rayo de vuestro divino amor, para que devota y fructuosamente medite en esta novena las virtudes, que con su ejemplo me enseñará mi seráfico padre San Francisco. Sostenedme, Dios mío, con vuestra gracia. María, Madre de Dios y madre de pecadores, ayudadme a alcanzar de vuestro divino Hijo el perdón de todas mis culpas, y la perseverancia final en su santo amor y temor. Amén.
HIMNO
Cayó la noche sobre el mundo,
la creación fue envuelta en la sombra;
el Seráfico Padre Francisco
su vida concluye sereno.
¡Cuánta fuerza revela en su rostro!
¡Cuánta fe desde el alma segura!
¡Cuán grande el incendio que quema
con ardientes llamas sus dulces entrañas!
Lo rodean sus hijos devotos,
y le imploran con voz sollozante:
“¿Por qué debes, Pastor bienamado,
tu rebaño dejar para siempre?”.
Elevando la vista a lo alto,
mansamente extiende su diestra:
“Os colme cual providente
rocío abundante la gracia divina”.
“De todos aleje el pecado,
en los corazones alimente el amor,
en las almas reavive
la luz que esplendente conduce a la meta”.
La voz se apaga en sus labios,
el cielo arrebata su espíritu,
su rostro revela, radiante,
la perfecta alegría celeste.
Gloria al Padre
y al Hijo cantemos,
y al Espíritu Consolador;
Trinidad sempiterna y beata
que enaltece a los pobres en el cielo. Amén.
ANTÍFONA
¡Oh alma santísima,
a cuyo tránsito salen al encuentro los ciudadanos del cielo,
exulta el coro de los ángeles,
y la gloriosa Trinidad invita diciendo:
Permanece con nosotros para siempre!
ORACIÓN
Oh Seráfico Padre San Francisco, al atardecer del sábado, a la hora de tu paso de este mundo al Padre, rodeado de tus hijos que lloraban, tú, Patriarca de los pobres, con los ojos ya apagados no por la vejez, sinopor las copiosas lágrimas, extendiste las manos con los brazos en forma de cruz, y bendijiste con singular amor, cual otro Jacob, a todos tus Hermanos presentes. Ahora te pedimos: con tu paterna bondad, socórrenos también a nosotros, que conmemoramos tu tránsito; e implora por nosotros al mismo Señor Jesucristo la gracia de su bendición. Él, que ha mostrado en ti la fuerza misteriosa de la cruz, y vive y reinacon el Padre y el Espíritu Santo, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.
MEDITACIÓN (San Buenaventura, Leyenda Mayor de San Francisco de Asís, 14, 6).
Cumplidos, por fin, en Francisco todos los misterios, liberada su alma santísima de las ataduras de la carne y sumergida en el abismo de la divina claridad, se durmió en el Señor este varón bienaventurado.
Las alondras, amantes de la luz y enemigas de las tinieblas crepusculares, a la hora misma del tránsito del santo varón, cuando al crepúsculo iba a seguirle ya la noche, llegaron en una gran bandada por encima del techo de la casa y, revoloteando largo rato con insólita manifestación de alegría, rendían un testimonio tan jubiloso como evidente de la gloria del Santo, que tantas veces las había solido invitar al canto de las alabanzas divinas.
ANTÍFONA
Salve, padre santo, luz de la patria,
forma de los Menores,
espejo de virtud, camino de lo que es recto, regla de costumbres: desde el exilio de la carne
llévanos al reino de los cielos.
HIMNO
La paz se ha derramado suavemente
desde Jesús sobre el llagado cuerpo;
Francisco dice adiós a sus hermanos,
los ángeles le salen al encuentro.
Todo está consumado. La fatiga
es ahora el cantar del gavillero;
la pobreza, la esposa engalanada,
heredera feliz del reino eterno.
Viene la muerte en ademán de hermana,
la recibe con cantos y con besos;
y a Cristo entona el salmo vespertino
con un coro de alondras sobre el cielo.
Se han abierto las puertas de la gloria,
se apresuran celestes mensajeros;
“¡Francisco, ven, hermano con nosotros,
junto al Señor guardado está tu puesto!”.
Llegó la noche plácida a la tierra,
mientras Francisco amaneció en el cielo;
era por fuera el muerto del Calvario,
era por dentro el que surgió en el Huerto.
¡Oh Padre, cuyo pecho es nuestro hogar,
hoy arriba Francisco del destierro;
a tu divino pecho llamaremos
cuando un día nosotros arribemos! Amén.
ORACIÓN
Santísimo y bendito padre: concédeme a mí, miserable, te siga en la presente vida con tal fidelidad que, por la misericordia divina, merezca alcanzarte en la futura.Acuérdate, oh piadoso, de tus pobres hijos, a quienes después de ti, su único y singular consuelo, apenas si le queda alguno. Pues aunque tú, la mejor parte de su herencia y la primera, te encuentres unido al coro de los ángeles y seas contado entre los apóstoles en el trono de la gloria, ellos, no obstante, yacen en el fango y están encerrados en lacárcel oscura, desde donde claman a ti entre llantos. Muestra, padre, a Jesucristo, Hijo del sumo Padre, sus sagradas llagas y presenta las señales de la cruz que tienesen tu costado, en tus pies y en tus manos para que él se digne, misericordioso, mostrar sus propias heridas al Padre,quien ciertamente por esto ha de mostrarse siempre propicio con nosotros, pobres pecadores. Amén.
MEDITACIÓN (Beato Tomás de Celano, Vida I de San Francisco de Asís, parte segunda, cap. IX)
La ciudad de Asís fue llegando por grupos, y los habitantes de toda la región corrieron a contemplar las maravillas divinas que el Dios de la majestad había obrado en su santo siervo. Cada cual cantaba su canto de júbilo según se lo inspiraba el gozo de su corazón y todos bendecían la omnipotencia del Salvador por haber dado cumplimiento a su deseo. Mas los hijos se lamentaban de la pérdida de tan gran padre, y con lágrimas y suspiros expresaban el íntimo afecto de su corazón.
No obstante, un gozo inexplicable templaba esta tristeza, y lo singular del milagro los había llenado de estupor. El luto se convirtió en cántico, y el llanto en júbilo. No habían oído ni jamás habían leído en las Escrituras lo que ahora estaba patente a los ojos de todos […].
Llegábanse presurosos los hermanos e hijos, y, derramando lágrimas, besaban las manos y los pies del piadoso Padre que los había dejado, y el costado derecho, cuya herida recordaba la de Aquel que, derramando sangre y agua, reconcilió el mundo con el Padre. Muy honrada se sentía la gente; no sólo aquellos a quienes era dado el besar, sino también los que no podían más que ver las sagradas llagas de Jesucristo que San Francisco llevaba en su cuerpo.
Francisco había sido en la tierra el Serafín alado (Is 6) con seis alas: dos alas sobre la cabeza, dos alas para cubrirse, dos alas para volar: “El segundo par de ellas es para volar, esto es, para consagrarnos a un doble deber de caridad para con el prójimo, alimentando su alma con la palabra de Dios y sustentando el cuerpo con los bienes de la tierra…”
HIMNO
Llanto y gozo se juntaron
ante el cuerpo de Francisco;
de rodillas lo besaban
cual se besa al Crucifijo.
Al Cordero inmaculado
allí lo veían vivo,
nunca en los siglos contado
nunca visto tal prodigio.
El cuerpo moreno ayer
tiene hoy un blanco brillo,
y anuncia, flexible y puro,
que Cristo es cuerpo divino.
La pobreza es sacramento
que aquí cumple su destino:
comunión con el Desnudo,
amor de Cruz compartido.
El Serafín de seis alas
allí se encontraba herido,
y en el costado derecho
era fuente el paraíso.
Dos alas para volar
se abrieron a un tiempo mismo,
para dar a Dios mi todo
y al prójimo mi servicio.
Pero el Hermano menor
ya su camino ha cumplido,
vive con Cristo por siempre,
y su presencia sentimos.
Dulce hermano en mi Evangelio,
mi Francisco hermano mío,
al abrigo de tu pecho
yo quiero alcanzar a Cristo.
¡Cristo Jesús, gloria y paz,
y luz de los redimidos,
en la pura Trinidad
seas tú santo y bendito! Amén.
ORACIÓN
Gloríate ya seguro en la gloria de la cruz, tú que fuiste glorioso portador de los signos de Cristo; diste comienzo a tu vida en la cruz, caminaste según la regla de la cruz y en la cruz diste cima a tu carrera, manifestando a todos los fieles, por el testimonio de la cruz, la gloria de que disfrutas en el cielo. Que te sigan confiadamente los que salen de Egipto, porque, dividido el mar por el báculo de la cruz de Cristo atravesarán el desierto, y, pasado el Jordán de esta mortalidad, ingresarán, por el admirable poder de la cruz, en laprometida tierra de los vivientes. Que el verdadero guía y salvador del pueblo, Cristo Jesús crucificado, por losméritos de su siervo Francisco, se digne introducirnos en la tierra de los vivientes para alabanza y gloria de Diosuno y trino, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
GOZOS
Pues con Dios tanta cabida
Tenéis, Padre soberano,
Dadnos, Francisco, la mano,
Para imitar vuestra vida.
Vuestro nacimiento santo
Causó con igual porfía
Al mundo eterna alegría
Como al Infierno dio llanto:
El Cielo ansioso por tanto
Como un pesebre os convida.
Dadnos, Francisco, la mano,
Para imitar vuestra vida.
Cuando os llegasteis a echar
En la nieve, Santo mío,
No tuvisteis miedo al frío,
Que a todos hace temblar:
Y pues no disteis lugar
A la pasión atrevida.
Dadnos, Francisco, la mano,
Para imitar vuestra vida.
En una zarza, a mi ver,
De cambrones penetrantes,
¡Oh Francisco!, quereis antes
Arrojaros, que caer:
Y la que espinas fue ayer,
Hoy de tenerlas se olvida.
Dadnos, Francisco, la mano,
Para imitar vuestra vida.
En apariencias de dama
Os tentó el demonio, y luego
Para apagar aquel fuego
De otro fuego hicisteis cama:
Vuestra fervorosa llama
Fue del Infierno temida.
Dadnos, Francisco, la mano,
Para imitar vuestra vida.
Herido, mi Padre fiel,
En manos, pies y costado,
De Cristo crucificado
Hacéis un vivo papel:
Y pues sois a la de Aquél
Imagen tan parecida.
Dadnos, Francisco, la mano,
Para imitar vuestra vida.
Entre resplandores bella,
Dejó el mundo vuestra alma,
A gozar dichosa palma
Se fue como clara estrella:
Y pues del lugar de aquella
Dio Lucifer su caída.
Dadnos, Francisco, la mano,
Para imitar vuestra vida.
En pie quedó, como es cierto,
¡Oh divino Serafìn!,
Vuestro cuerpo, porque al fin
No tuvo en qué caer muerto:
Y en la esfera en que os advierto,
Sois de pobres acogida.
Dadnos, Francisco, la mano,
Para imitar vuestra vida.
Y pues sois patrón y guía
De quien busca vuestro amparo,
Dadnos, Francisco, la mano,
Para imitar vuestra vida.
Antífona: ¡Oh mártir de deseo, San Francisco! ¡Con qué afecto tan tierno y compasivo sigues por el camino de la Cruz al que se la carga por tu amor! En vano suspiras por el martirio, pues ya el mismo Señor crucificado imprime en ti sus llagas, y hace que sientas la atrocidad de sus dolores. Atiende desde el Cielo a tus devotas ovejuelas, y alcánzales de Dios que vayan a aumentar el número de tus dichosos compañeros en la gloria.
℣. Ruega por nosotros, padre nuestro San Francisco.
℟. Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.
ORACIÓN
Oh Dios, que por los méritos del bienaventurado San Francisco adornaste tu Iglesia con una nueva familia, concédenos que, a imitación suya, despreciemos las cosas de la tierra, y nos hagamos dignos de ser partícipes de los dones celestiales: Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
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