«Nuestro mundo político y moral está minado, como
una gran ciudad recorrida por subterráneos, corredores, sótanos y cloacas» Goethe [1].
El pontificado de Pío XII (1939-1958) encontró a la Iglesia en una condición altamente floreciente. Estaba ejerciendo su legítimo efecto sobre el mundo occidental. Más y más personas fueron adquiriendo una realización más completa, o al menos, una noción, del ideal católico. Se decía que en Inglaterra, un promedio anual de diez mil personas, y en los Estados Unidos, cerca de setenta mil en un solo año, habían ‘ido’ a Roma; y estos convertidos incluían no pocos que podían ser clasificados como eminentes en distintos estados de vida.
Casas enteras de religiosos anglicanos, que habían favorecido prácticas de la Alta Iglesia [2], a veces seguían. La cifra récord de los que estudiaban para ser sacerdotes y monjas era prometedora para el futuro de la Iglesia. La ola de oposición, resultante de la Reforma, estaba de regreso. Las señales de avivamiento católico estaban difundiéndose a través de un sector muy inesperado: el mundo angloparlante.
Extrañamente, esto coincidió con el surgimiento del comunismo, y el ampliamente propagado colapso de los valores sociales y morales que siguió a la guerra de 1939. Durante esa guerra, que dejó al comunismo en ascenso, el Vaticano había sido uno de los pocos centros completamente neutrales en el mundo, que causó que fuera adversamente criticado por los comunistas que interpretaron esa actitud como una partisanía latente hacia el otro lado; y esa crítica fue fortalecida cuando el Papa aprobó la sentencia de excomunión a los católicos que se unieran, o ayudaran de cualquiera otra forma, al partido comunista [3].
Esta era una extensión de la advertencia lanzada por el Papa anterior, Pío XI, en su encíclica Quadragésimo Anno:
Indudablemente, estas palabras fueron escritas con un ojo sobre los exponentes continentales en lugar de los angloparlantes de la democracia. Sin embargo, ellas implicaban condenación, no sólo de los principios revolucionarios, sino también para formas más tenues de expresión política que, cuando son puestas a prueba, alientan la subversión.
Así estaba. La línea divisoria entre Roma y sus enemigos había sido firmemente trazada. Ambos lados han lanzado su desafío y levantado su blasón. Uno estaba inspirado por un fervor mesiánico aunque no religioso que prometía cosas mejores una vez fuera disuelta la forma de sociedad existente; la otra, segura en su confianza en una promesa sobrenatural que significa que no podía ni debía comprometerse.
Como ya se mencionó, la reunión de las sociedades secretas se llevó a cabo en París, en 1935, en la cual se aprobaron un número de resoluciones memorables: y alrededor de ese tiempo, un Obispo del norte de Italia que estaba trabajando en Estambul, la capital turca, como representante de la Santa Sede, pasaba por una extraña experiencia que iba a convertir hasta lo más mínimo de estas resoluciones en una realidad trascendente [4].
El pontificado de Pío XII (1939-1958) encontró a la Iglesia en una condición altamente floreciente. Estaba ejerciendo su legítimo efecto sobre el mundo occidental. Más y más personas fueron adquiriendo una realización más completa, o al menos, una noción, del ideal católico. Se decía que en Inglaterra, un promedio anual de diez mil personas, y en los Estados Unidos, cerca de setenta mil en un solo año, habían ‘ido’ a Roma; y estos convertidos incluían no pocos que podían ser clasificados como eminentes en distintos estados de vida.
Casas enteras de religiosos anglicanos, que habían favorecido prácticas de la Alta Iglesia [2], a veces seguían. La cifra récord de los que estudiaban para ser sacerdotes y monjas era prometedora para el futuro de la Iglesia. La ola de oposición, resultante de la Reforma, estaba de regreso. Las señales de avivamiento católico estaban difundiéndose a través de un sector muy inesperado: el mundo angloparlante.
Extrañamente, esto coincidió con el surgimiento del comunismo, y el ampliamente propagado colapso de los valores sociales y morales que siguió a la guerra de 1939. Durante esa guerra, que dejó al comunismo en ascenso, el Vaticano había sido uno de los pocos centros completamente neutrales en el mundo, que causó que fuera adversamente criticado por los comunistas que interpretaron esa actitud como una partisanía latente hacia el otro lado; y esa crítica fue fortalecida cuando el Papa aprobó la sentencia de excomunión a los católicos que se unieran, o ayudaran de cualquiera otra forma, al partido comunista [3].
Esta era una extensión de la advertencia lanzada por el Papa anterior, Pío XI, en su encíclica Quadragésimo Anno:
«nadie puede ser a la vez buen católico y verdadero socialista».
Indudablemente, estas palabras fueron escritas con un ojo sobre los exponentes continentales en lugar de los angloparlantes de la democracia. Sin embargo, ellas implicaban condenación, no sólo de los principios revolucionarios, sino también para formas más tenues de expresión política que, cuando son puestas a prueba, alientan la subversión.
Así estaba. La línea divisoria entre Roma y sus enemigos había sido firmemente trazada. Ambos lados han lanzado su desafío y levantado su blasón. Uno estaba inspirado por un fervor mesiánico aunque no religioso que prometía cosas mejores una vez fuera disuelta la forma de sociedad existente; la otra, segura en su confianza en una promesa sobrenatural que significa que no podía ni debía comprometerse.
***
Como ya se mencionó, la reunión de las sociedades secretas se llevó a cabo en París, en 1935, en la cual se aprobaron un número de resoluciones memorables: y alrededor de ese tiempo, un Obispo del norte de Italia que estaba trabajando en Estambul, la capital turca, como representante de la Santa Sede, pasaba por una extraña experiencia que iba a convertir hasta lo más mínimo de estas resoluciones en una realidad trascendente [4].
El obispo en cuestión era Angelo Giuseppe Roncalli. Nacido en 1881 y ordenado en 1904. Atrajo rápidamente la atención del Vaticano como Doctor de Teología y Profesor de historia Eclesiástica. En 1921 fue asignado a la Congregación de Propaganda y, después de haber sido consagrado Obispo en 1935, entró al servicio diplomático de la Iglesia.
Su primer proyecto estaba en los Balcanes que, como Roncalli descubrió, era una parte del mundo que estaba lejos de estar a favor de cualquier influencia Católica. Como Visitador Apostólico, o Encargado de negocios, de la Santa Sede en Sofía, se vio envuelto en dificultades diplomáticas con el Rey, tomando éstas un aspecto insignificante pero personal, hasta que en 1935 fue transferido como Delegado Apostólico a Estambul.
El presente fervor de modernización, bajo Mustafá Kemal, estaba en pleno desarrollo. Algunas de sus leyes cayeron pesadamente sobre la religión, Islámica y Cristiana, y el uso de cualquier vestimenta clerical en público estaba estrictamente prohibido. El uso de títulos eclesiásticos también fue proscrito.
Se hizo sentir a Roncalli como si estuviera en una especie de camisa de fuerza, nunca realmente libre sino que vigilado y espiado, y sus acciones reportadas. Cualesquier contactos que haya desarrollado, eran poquísimos. Su invariable rutina era, al final del día, irse calladamente a su casa como un peatón extranjero y anónimo.
Una tarde se sintió más cansado de lo normal y, sin desvestirse o apagar la luz, se echó a la cama. En las paredes habían recordatorios de su vida anterior: fotografías de parientes, y de la villa sobre el llano de Lombardía, donde se criaron juntos. Cerró sus ojos y murmuró sus oraciones habituales. En una especie de visión, observó caras flotar de una nube ante él, aquellas que él pasó descuidadamente en la calle de aquél día. Entre ellas estaba la cara de un anciano con cabello blanco y una piel de olivo que le daba un aspecto casi oriental.
Lo que siguió después pudo haber sido un sueño, o al menos así pareció cuando el sol ya había salido. Pero en el silencioso cuarto, Roncalli oyó claramente al anciano preguntar: «¿Me reconoces?», y, sin saber qué lo impulsó, Roncalli respondió; «Sí, siempre».
Su visitante prosiguió: «Vine porque me llamaste. Estás en el camino correcto aunque todavía tienes mucho que aprender. Pero, ¿estás listo?» [5].
Roncalli no experimentó la más mínima duda. Todo había sido preparado para él. «Te espero, Maestro». Fue lo que dijo.
El anciano sonrió y preguntó tres veces si lo volvería a reconocer; Roncalli respondió tres veces que sí.
Ni siquiera la llegada del día hizo que la experiencia pareciese inusual. Roncalli sabía que aquello habría de repetirse de tal manera que le daría un sentido nada ordinario.
Se dio cuenta que el tiempo había llegado, cuando encontró al mismo anciano esperando afuera de su habitación; también sintió que se había desarrollado una situación más familiar, causa por la cual Roncalli preguntó al anciano si lo acompañaba a la mesa [6].
El anciano negó con la cabeza. «Es en otra mesa donde debemos cenar esta noche». Al decir esto, se encaminó, acompañado por Roncalli, a un distrito de calles oscuras y silenciosas, a las que éste nunca había entrado. Una abertura estrecha condujo a una puerta donde, como si por insitnto, Roncalli se detuvo. El anciano le dijo que subiera y que lo esperara.
Más allá de la entrada había una pequeña escalera, y luego otra. No había luz [7], pero en la casi total oscuridad, parecían haber voces desde arriba que ordenaban a Roncalli continuar [8]. Llegó a un alto delante de una puerta, más chica que las otras, y que estaba entreabierta. Al abrirla, Roncalli se vio en un cuarto ancho de forma pentagonal [9], con las paredes desnudas y dos grandes ventanas cerradas.
Había una gran mesa de cedro en el centro de la misma forma que el cuarto. Habían tres sillas contra las paredes, y una túnica de lino colgaba de una de ellas, así como tres sobres sellados y unas fajas de diferentes colores. En la mesa había una espada de puño plateado, cuya hoja parecía llamear en la luz parcial de tres velas rojas [10] de un candelabro. En otro candelabro habían otras 3 velas que aún no habían sido encendidas. Había un incensario del cual estaban amarradas unas cintas de varios colores, y tres rosas artificiales de material ligero, con sus tallos cruzándose [11].
Cerca de la espada y del incensario había una Biblia abierta. Una ojeada era suficiente para saber que estaba abierta en el Evangelio de San Juan, y que narraba la misión de Juan el Bautista. Estos pasajes siempre tuvieron una fascinación peculiar para Roncalli. «Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan…». El nombre de Juan adquiere un significado especial en las sociedades secretas, las cuales hacen reuniones el 27 de Diciembre, la fiesta del Evangelista, y el 24 de Junio, la fiesta del Bautista. Frecuentemente se refieren a los Santos Juan.
Roncalli escuchó pasos ligeros detrás de él y se apartó de la mesa. Era alguien a quien llamaban, como ya lo había hecho él antes, el maestro. Tenía puesto una túnica larga de lino que tocaba el suelo, y alrededor del cuello una cadena de nudos, de la cual colgaban varios símbolos plateados. Colocó su guante blanco en el hombro de Roncalli. «Arrodíllate, sobre la rodilla derecha».
Mientras Roncalli se arrodillaba, el Maestro tomó de la silla uno de los sobres sellados. Lo abrió de tal manera que Roncalli fue capaz de ver que contenía una hoja de papel azul, y que tenía escrita una serie de reglas. El maestro tomó y abrió un segundo sobre, del que sacó una hoja similar y que dio a Roncalli. Estando éste a un lado, vio que tenía inscrita siete preguntas.
«¿Sientes que las puedes contestar?», preguntó el Maestro.
Roncalli respondió con un sí y devolvió el papel.
El maestro lo utilizó para encender una de las velas de la segunda base. Explicó: «Estas luces son para los Maestros del Pasado [12], quienes están entre nosotros».
Después recitó los misterios de la Orden con palabras que parecían entrar y salir de la mente de Roncalli, sin que permanecieran; aún así, sintió que de alguna manera siempre habían formado parte de su conciencia.
Enseguida el maestro se inclinó sobre él. «Nos reconocemos el uno al otro por los nombres que escogemos para nosotros mismos. Con ese nombre cada uno sella su libertad y su plan de trabajo, y así forma un nuevo eslabón en la cadena. ¿Cuál será el tuyo?». La respuesta ya estaba lista. No había vacilación alguna.
«Johannes», dijo el discípulo. Siempre listo en su mente estaba su Evangelio favorito.
El Maestro tomó la espada y, acercándose a Roncalli, reposó la punta sobre su cabeza; el sólo toque hizo que algo fluyera por todo su ser, algo que Roncalli sólo podía comparar con un gozo nuevo e irrepresible. El Maestro sintió su sorpresa.
«Lo que sientes en este momento, Johannes, otros lo sintieron antes que tú; yo, los Maestros del Pasado y otros hermanos alrededor del mundo. Crees que es una luz, pero no tiene nombre».
Intercambiaron saludos fraternales y el Maestro besó al otro siete veces. Después habló en voz baja, haciendo que Roncalli tuviera conciencia de los signos, actos y ritos que debían llevarse a cabo todos los días, en momentos precisos, que corresponden a ciertas etapas en el transcurso del Sol.
«Exactamente en esos puntos, tres veces al día, los maestros y hermanos alrededor del mundo repiten las mismas frases y hacen los mismo ritos [12]. Su fuerza es inmensa y se extiende lejos. Día tras día sus efectos se sienten sobre la humanidad».
El Maestro tomó el sobre restante, lo abrió y leyó los contenidos a Johannes. Concernía la fórmula del juramento, la solemne obligación de no revelar los secretos de la Orden, prometer siempre trabajar para el bien y, lo más importante, respetar la ley de Dios y Sus ministros (una estipulación algo ambigua considerando lo que implicaban sus alrededores).
Johannes anexó su nombre al papel junto con un signo y un número que el Maestro le enseñó. Ello confirmó su entrada y grado en la Orden; y una vez más sintió aquella fuerza misteriosa recorrer todo su ser.
El maestro tomó el papel, lo dobló siete veces y pidió que Johannes lo colocara en la punta de la espada. Una vez más una llama súbita recorrió el largo de la espada. Lo llevó hasta las velas que todavía daban luz «por los Maestros del Pasado».
Las llamas lo consumieron y el maestro esparció las cenizas. Entonces le recordó a Johannes de la solemnidad del juramento que había tomado [13], y de cómo transmitiría una sensación de libertad, de verdadera libertad [14], que los hermanos ya conocían. Después besó a Johannes, quien estaba profundamente afectado para responder de palabra o por gesto, y sólo podía llorar.
Pocas semanas después, se dijo a Johannes (o Roncalli, como debemos llamarlo otra vez) que ya estaba lo suficientemente versado en el Culto para entrar en su fase decisiva, es decir, en el Templo.
El maestro lo preparó para algo que, y nunca ocultándoselo a Roncalli, sería una experiencia muy dura; el temor de Roncalli aumentó al darse cuenta de que, a menos que se le encomendara una tarea de gran importancia [15], nadie como él, un iniciado del primer grado, había sido permitido dentro del templo.
¿Qué le esperaba a Roncalli? ¿Se le habría formado en su mente la figura de una cierta Silla o trono, mientras se abría paso por el Templo?
Allí la reunión de los hermanos fue otro indicio de que Roncalli había sido escogido para una misión especial. En las paredes habían palabras misteriosas, Azort y el Tetragramatón. Éste último es el terrible, inefable e impronunciable nombre del creador del universo, y se dice que había sido inscrito en la cara superior del cubículo, o piedra angular, en el sanctasanctórum del Templo de Jerusalén [16].
Aparece también en una figura que se usa para invocar a los espíritus malignos, o a veces como protección contra ellos. Una figura que se conoce como el gran círculo mágico, se traza [17] entre dos círculos que están compuestos de líneas interminables y que simbolizan la eternidad. Se colocan varios artículos como el crucifijo, algunas hierbas y unos tazones de agua que, según dicen, influyen en los espíritus malos [18].
También en el templo había una cruz escogida en rojo y negro, y el número 666, el número de la Bestia del Apocalípsis [19]. Las Sociedades Secretas, conscientes de la total ignorancia en cuanto a ellos, están ahora lo suficientemente seguros para revelar sus intenciones [20]. El pueblo estadounidense está siendo familiarizado con la marca de la bestia en formularios, marcas comerciales y comunicaciones públicas: ¿y será pura coincidencia que el 666 sea parte del código que se utiliza para dirigir cartas a los Británicos que ahora (mayo de 1982) sirven en el Atlántico Sur (en la guerra con Argentina)? Esos números que se dice que son muy eficaces en la realización de milagros y de magia, son asociados con el Dios Solar del Gnosticismo.
Los Gnósticos, una secta que floreció a principios de la era Cristiana, negaban la divinidad de Cristo, menospreciaban la revelación, y creían que todas las cosas materiales, incluyendo el cuerpo, eran esencialmente malignas. Sostenían que la salvación sólo podía alcanzarse a través del conocimiento (su nombre se deriva del griego gnosis: conocimiento). Las epístolas que enseñaban son alegorías, cuya clave ha de encontrarse en un correcto entendimiento de Kneph, el dios sol, que es representado como una serpiente, y que es el padre de Osiris. Por tanto, es la primera emanación del ser Supremo y el Cristo de su Secta [20].
Roncalli en su final y más elevada función, para la cual había sido iniciado, habría de usar en su guante la imagen del dios sol, rodeado de rayos de gloria [21].
Los colores rojo y negro habían sido reverenciados por los Gnósticos, y son frecuentemente utilizados por los satánicos. También son los colores de Kali, la diosa madre de la mitología Hindú; proveyendo así las muchas semejanzas que ocurren en las desviaciones del Cristianismo y en los cultos pre-cristianos. Debe notarse que también figuran en los estandartes del Movimiento Anarquista Internacional, cuyo profeta fue Mijaíl Bakunin (1814-1876), pionero del Libertarismo en oposición al Estado Socialista.
Mientras Roncalli observaba los detalles de la habitación, los hermanos abandonaron sus lugares cercas de la pared, hasta que, lentamente y casi imperceptiblemente, empezaron a acercarse más y más hacia él. Cuando hubieron formado una cadena, avanzaron todavía más hasta tocarlo con sus cuerpos, como señal de que su fuerza, que había sido probada y comprobada en ceremonias anteriores, se transmitía a él.
De pronto se dio cuenta que, y sin prestar mucha atención, le estaban dando palabras de poder, y que fluyeron de él en una voz que no reconoció como la suya. Sin embargo, fue capaz de ver que todo lo que había dicho estaba siendo anotado por el Gran Canciller de la Orden. Escribió en francés, en una hoja de papel azul que tenía como encabezado: «El caballero y la Rosa» [22].
Juzgando por eso y otras señales, parece ser que Roncalli estaba afiliado con la Rose-Croix, los Rosacruces, una sociedad fundada por el alemán Christian Rosenkreutz, quien nació en 1378. Pero, y de acuerdo con sus propias afirmaciones, «La Orden de la Rosa y la Cruz ha existido desde tiempos inmemoriales y sus ritos místicos y conocimientos fueron practicados y enseñados en Egipto, Eleusis, Samotracia, Persia, Caldea, la India y en tierras más distantes. De esta manera fue transmitida a la posteridad la Sabiduría Oculta de las Edades Antiguas».
El que sus orígenes permanecen un misterio fue enfatizado por (el Primer Ministro) Disraelí, quien dijo de la Sociedad en 1841: «Sus fuentes ocultas desafían a la investigación».
Después de viajar por España, Damasco y Arabia (donde fue iniciado en la magia arábiga), Rosenkreutz regresó a Alemania y estableció su fraternidad de los Invisibles. Y, en un edificio que ellos nombraron Domus Sancti Spíritus, continuaron tales variados estudios como los secretos de la naturaleza, alquimia, astrología, magnetismo (o mejor conocido como hipnotismo), comunicación con los muertos y medicina.
Se dice que Rosenkreutz murió a la avanzada edad de 106 años, y cuando se abrió su tumba, que se había perdido por muchos años, se encontraron signos y símbolos de magia y unos manuscritos ocultos.
A primera vista, Turquía podría parecer como un país fuera del mapa: en lo que respecta a las operaciones de una sociedad secreta. Pero en 1911, Max Heindel (fundador de la Hermandad de los Rosacruces y la Concepción Cósmica de los Rosacruces) escribió de ese país de una manera que mostraba que no se escapaba de las observaciones de aquellos que trabajaban con miras en el futuro religioso, político y social. «Turquía –dijo– ha avanzado enormemente hacia la libertad bajo la Juventud Turca del Gran Oriente».
Durante las últimas décadas, hemos aprendido mucho sobre los ritos, códigos y prácticas de las sociedades secretas, que anteriormente estuvieron ocultas. Sin embargo, hay pocos indicios sobre el modo en que escogen, de sus tropas inactivas, a aquellos que consideran capaces de fomentar sus designios. Una de sus instrucciones dice: «Debes aprender a gobernar a los hombres y a dominarlos, no por miedo sino por virtud, esto es, mediante la observación de las reglas de la Orden». Mas un escrito oculto que apareció en Nueva York, es más explícito: «Hoy se hacen experimentos, desconocidos con frecuencia por los mismos sujetos… gentes de varios países civilizados están bajo supervisión, y un método de estímulos e intensificación se les está siendo aplicado, por medio del cual ellos darán a conocer a los Grandes una gran cantidad de información que servirá como guía para el futuro de la raza». Esto fue acompañado por un comentario muy enfatizado que, a su vez, era una promesa para uno que había sido juzgado conveniente: «Tú has sido, desde hace mucho tiempo, el objeto de nuestras observaciones y estudios» [23].
***
En los últimos días de Diciembre de 1944, Roncalli se preparaba para dejar Turquía y trasladarse a París, donde había sido nombrado Nuncio Papal de la Cuarta República Francesa. La guerra todavía continuaba, y la diferencia que había entre la derecha y la izquierda, en cuestiones políticas, y que había dividido a Francia, salió a la superficie: pronto se hizo claro a los observadores, cuyo juicio no estaba afectado por los títulos eclesiásticos, que las simpatías inherentes de Roncalli estaban con la izquierda.
Fue por recomendación suya el que Jacques Maritain fuera hecho Embajador francés de la Santa Sede. Maritain era considerado mayoritariamente como un pensador del mundo, ciertamente como uno de los filósofos Católicos [24] más prominentes. El impacto profundo de su “humanismo integral” había sido hasta ahora moderado por su perspectiva tomista [25]. Pero luego fue superado por afirmaciones tan despreciables como la de que la dignidad Real de Cristo era suficiente para las mentes medievales (y el mentor de Maritain, Tomás de Aquino, había sido medieval), pero no para gente iluminada por “instrumentos” como las revoluciones Francesa y Bolchevique.
Su posición como filósofo “Católico” vuelve a levantar sospechas, ya que por testimonio propio, él no se convirtió por necesidad espiritual ni por argumentos teológicos o históricos, sino por los escritos de León Bloy (1846-1917).
A pesar de su fluido estilo musical, los escritos de Bloy difícilmente son los que llevarían a uno a convertirse al Cristianismo. Él identificaba al Espíritu Santo con Satanás y se describía a sí mismo como profeta de Lucifer, a quien él ilustró como sentado sobre el mundo con sus pies en los rincones de la tierra, controlando toda acción humana y ejerciendo su gobierno paternal sobre el horripilante enjambre de desendencia humana. Comparado con esta visión de un Lucifer afable, se ve a Dios como un amo implacable y cuya obra terminará en fracaso cuando Satanás lo reemplace como Rey.
De acuerdo con su propia confesión, Bloy se convirtió a lo que él y sus discípulos llaman “cristianismo”, por los desvaríos de una prostituta que veía visiones y que, después de su aventura amorosa con Bloy, murió en un manicomio.
En 1947, Vincent Auriol fue nombrado Presidente de la República Francesa. Era un conspirador anti-Iglesia, uno de esos endurecidos anticlericales que encuentran un hogar natural en el continente; a pesar de eso, él y Roncalli no sólo se hicieron socios cordiales, como lo demandaban sus oficios, sino que hasta buenos amigos. Esto no se debió a la caridad Cristiana de una parte o cortesía de la otra, sino a la ceremonia de Estambul, por la cual pasó Roncalli, y que estableció un vínculo de entendimiento entre los dos hombres.
A esto se le dio expresión tangible cuando, en enero de 1953, el Arzobispo Roncalli fue elevado a Cardenal y Auriol insistió en ejercer su derecho tradicional, como jefe del Estado francés, de conferir la birreta roja al nuevo príncipe de la Iglesia. Esto ocurrió en una ceremonia en el Palacio Elíseo, donde Roncalli, sentado en la silla (prestada por el museo) donde Carlos X había sido coronado, recibió alabanzas de hombres que habían jurado reducirlos a polvo a él y a todo lo que representaba, aunque con métodos más engañosos para asistirlos. Roncalli también había sido jurado secretamente en este mismo designio.
Tres días después, como Patriarca, fue transferido a Venecia; y durante sus cinco años de estancia volvió a mostrar, como lo había hecho en París, una cierta simpatía por las ideologías izquierdistas, y que a veces asombraba a la prensa italiana.
Fue durante el pontificado de Pío XII que varios sacerdotes, que entonces trabajaban en el Vaticano, se dieron cuenta de que no todo iba bien por debajo de la superficie. Pues una extraña influencia que no les gustaba, se estaba haciendo sentir. Esto lo descubrieron en un grupo que llegó a tener prominencia como expertos, consejeros y especialistas, y rodeaban tan estrechamente al Papa que hasta hablaban de él, medio bromeando, como su prisionero.
Esos sacerdotes que estaban más preocupados, pusieron en marcha una cadena de investigaciones aquí y en Estados Unidos, donde su portavoz era el Padre Eustace Eilers, miembro de la congregacion pasionista en Birmingham, Alabama. Con esto, se llegó a establecer el hecho de que los Iluminati se estaban haciendo sentir en Roma por medio de infiltrados especialmente entrenados, y quienes venían de cerca del lugar en Alemania donde Adam Weishaupt se había jactado de su plan de reducir al Vaticano a una mera cáscara vacía. El hecho se hizo más evidente cuando el P. Eilers, quien anunció que publicaría los hechos, repentinamente fue encontrado muerto. Probablemente fue uno de esos ataques de corazón que preceden frecuentemente a revelaciones prometedoras sobre las sociedades secretas [26].
Pío XII murió el 9 de Octubre de 1958, y el 29 de ese mes, después de que los Cardenales en cónclave hubieron votado once veces, Angelo Roncalli se convirtió en el papa número 262 de la Iglesia Católica [27]. Tenía setenta y siete años, pero con un físico bien capaz de sostener las 60 libras de vestimenta eclesiástica con la cual fue sobrecargado para su coronación el 4 de Noviembre de 1958.
La elección de Roncalli fue una señal para que explosiones de bienvenida hicieran eco alrededor del mundo, frecuentmente de los sectores más inesperados. Los no Católicos, gnósticos y ateos estuvieron de acuerdo en que el Colegio de Cardenales había hecho una excelente decisión [28] y, de hecho, la mejor en varios años. Se había encontrado a un hombre sabio, humilde y santo que iba a librar a la Iglesia de superficialidades y la llevaría de regreso a la simplicidad de los tiempos Apostólicos [29]. Y, por último, pero no menos importante, entre las ventajas que prometían mucho para el futuro, estaba el que el nuevo Papa era de estirpe campesina.
Los Católicos experimentados no podían explicarse el entusiasmo y la admiración [30] con que le recibían periodistas, corresponsales, locutores y equipos televisivos que llegaban en masas a Roma de casi todos los países del mundo. Pues hasta ahora muy poco sabía el mundo sobre Angelo Roncalli, excepto que nació en 1881, había sido Patriarca de Venecia y que había tenido puestos diplomáticos en Bulgaria, Turquía y Francia. En cuanto a su humilde pasado, ya habían habido papas campesinos anteriormente. La Iglesia podía absorberlos tan fácilmente como lo había hecho con sus Pontífices aristocráticos y académicos.
Pero el mundo secular, como evidenciaron algunas de las publicaciones más populares de Inglaterra, insistió en que algo grandioso había ocurrido en Roma y que ello era sólo la promesa de cosas aún más grandes por llegar [31]. Mientras tanto, los Católicos informados, quienes habían abogado por la causa de la Iglesia, no podían más que rascarse sus cabezas y pensar. ¿Se habría ido alguna información, no a ellos que siempre habían apoyado a la religión, sino a aquellos que han servido poco o nada a la verdad, para excitar y engañar al público?
En esos momentos estaba en Roma un sacerdote Irlandés que dijo de aquel clamor por conocer detalles íntimos de Roncalli: «Los periódicos, la radio la televisión y las revistas simplemente no podían conseguir información suficiente sobre los orígenes la carrera, la familia y los hechos del nuevo Santo Padre" [32]. Día tras día, desde el cierre del cónclave hasta la apertura del Consistorio, las actividades del nuevo Papa fueron tratadas con deslumbrante detalle para que todo el mundo viera.
A este interés se le agregó especulación cuando se supo que el nuevo Papa deseaba que se le conociera como Juan XXIII. ¿Fue en memoria de su padre, quien se llamaba Juan, o por respeto a Juan el Bautista? ¿O fue para enfatizar su prontitud para desafiar y aún escandalizar a las perspectivas tradicionales? Juan había sido un nombre favorito de muchos Papas. ¿Pero, por qué retener la numeración?
Pues ya había habido anteriormente un Juan XXIII, un antipapa, destituído en 1415. Tiene una tumba en el baptisterio en Florencia, y su retrato apareció (hasta años recientes) en el Annuario Pontificio (el anuario de la Iglesia). Pero fue quitado entonces. No conocemos nada que se le acredite, y su único logro constatado, si se le puede creer a tan preciado réprobo, fue el de seducir a más de doscientas mujeres, incluyendo a su cuñada.
Mientras tanto, corría un sentimiento general de que la Iglesia se aproximaba a un rompimiento con el pasado tradicional. Ésta siempre había mostrado un orgulloso rechazo a las influencias de su entorno. De las modas del tiempo, había sido protegido por una especie de armadura invisible. Pero ahora mostraba una prontitud de someterse a sí misma a una reforma tan drástica, como esa que había sido forzada en el siglo XVi. Algunos esperaban con anticipación la actualización de la doctrina Cristiana, un deseado e inevitable proceso de re-conversión, en donde un catolicismo más profundo y siempre creciente, reemplazaría al viejo y estático Catolicismo del pasado.
Tal cambio fue anunciado cautelosamente en una temprana declaración de Juan XXIII, cuando dijo: «De este a oeste se agita un viento nacido del espíritu [34], que despierta la atención y la esperanza de aquellos que están adornados con el nombre de Cristianos".
Las palabras del “Buen papa Juan” (qué pronto adquirió esa valoración halagadora), no fueron meramente proféticas. Hablaban de cambios que él iniciaría en la una vez monumental Iglesia.
PIERS COMPTON, The broken Cross: The Hidden Hand in the Vatican (La Cruz rota: La Mano Oculta en el Vaticano), 2ª parte, caps. II y III. Traducción tomada de http://www.truecarpentry.org/tccwww/cathwww/spanish-brokencross.htm
NOTAS (Del traductor)
[1] Carta a Johann Caspar Lavater, 21 de Junio de 1781.
[2] La Alta Iglesia (“High Church”) es la tendencia en el anglicanismo y otras iglesias protestantes a seguir en sus prácticas y creencias elementos de la Iglesia Católica, contrario a la Baja Iglesia (“Low Church”), que es de línea más protestante.
[3] Santo Oficio, Decreto del 1 de Julio de 1949.
[4] El editor se refería sin duda a las instrucciones permanentes de la Alta Vendita (el Iluminista italiano más importante de aquel tiempo), de conseguir un Papa de acuerdo a sus necesidades.
[2] La Alta Iglesia (“High Church”) es la tendencia en el anglicanismo y otras iglesias protestantes a seguir en sus prácticas y creencias elementos de la Iglesia Católica, contrario a la Baja Iglesia (“Low Church”), que es de línea más protestante.
[3] Santo Oficio, Decreto del 1 de Julio de 1949.
[4] El editor se refería sin duda a las instrucciones permanentes de la Alta Vendita (el Iluminista italiano más importante de aquel tiempo), de conseguir un Papa de acuerdo a sus necesidades.
[5] Aquí deberá recordarse que para este tiempo Roncalli ya se había interesado en el liberalismo, pero fue sospechoso y consecuentemente expulsado del puesto de enseñanza del palacio de Letrán. Por tanto, fue natural que Roncalli, como un liberal, se interesara en la ideología masónica de la adoración humana, que es lo que el Vaticano II enseña hoy. Paulo VI claramente lo definió en su discurso de clausura del ílicito Concilio Vaticano II, el 8 de Diciembre de 1965.
[6] Roncalli siempre fue un gastrónomo, y este hábito lo llevó al palacio papal hasta llegar a su gran volumen, señales del masón glotón que llegaría a ser.
[7] ¿No es eso significante de las Sociedades Secretas, como los masones, que todos trabajen en la oscuridad del pecado?
[8] Es obvio que Roncalli fue “seleccionado”, ya que estos conspiradores sabían de su anterior inclinación al liberalismo apóstata.
[9] Claro, todas las cosas satánicas son de esta forma.
[10] Siendo el rojo el color de iniciaciones demoníacas.
[11] La señal de los Rosacruces o la “Cruz de Rosas”.
[12] Se dice que los Maestros son seres perfectos, maestros de la humanidad, quienes han pasado por una serie de iniciaciones hasta un estado más elevado de conciencia (una forma de Gnosticismo). *
[13] Es la adoración de Satanás, como él lo demanda.
[14] El mismo tipo de juramento de discreción que Juan XXIII (Johannes), como el primero de los antipapas, demandó de todos sus cardenales, después de su elección papal por la B’nai B’rith y la KGB. El Cardenal Siri, quien habría sido electo válidamente en el primer y segundo cónclave, y después rechazado de ambos por los Cardenales masones, ¡también juró discreción! El por qué hizo este acto estúpido nunca sabremos. **
[15] De todas la consecuencias del pecado.
[16] Nada menos que la destrucción de la Iglesia Católica mediante la introducción de una “luz repentina” o inspiración del “espíritu” para llamar a un Concilio, que se convirtió en la Apostasía Universal.
[17] Puede notarse que en aquél tiempo los sumos sacerdotes habían abandonado las leyes mosaicas y se dedicaban al Talmud, la primera de las nuevas leyes humanas del nuevo Judaísmo. En ese entonces fueron, como Cristo los llamó, hijos de Satanás, éste su padre que era asesino desde el principio.
[18] Utilizado en todos los ritos satánicos.
[19] Artículos parecidos fueron utilizados en la entronación de Satanás el 29 de Junio de 1963 en un Salón en Virginia. Fue una ceremonia de transmisión simultánea por teléfono, celebrada en la Iglesia de San Pablo en las afueras de Roma por ex-Cardenales Satánicos y otros masones de alto rango.
[20] De hecho aquí Piers Compton se equivoca. El número 666 es para el Hombre de Pecado, el anticristo y antipapa que finalmente se ligó a Pablo VI. ¡En el Annuario Pontificio, el registro de Papas desde San Pedro hacia abajo, el mismo número de Tres seises se encuentran contra el nombre de Pablo VI!
[21] Las van a exponer en su totalidad en el año Satánico del 2000.
[22] ¿Podemos ahora ver la conexión Egipcia con la Masonería y la adoración satánica? ¿No está también el mundo secular continuamente inundado con Egiptología?
[23] Se han tomado fotografías de esta pintura para la posteridad.
[24] Un informe detallado sobre la iniciación de Roncalli se da en Les propheties du Pape Jean XXIII, de Pierre Carpi, el pseudónimo de un italiano que pudo haber entrado en la misma Orden que Roncalli. Fue traducido al francés, y es muy difícil encontrarlo ahora. (Jean-Claude Lattes Alta Books 1975). ***
[25] Cartas sobre la Meditación Oculta, por Alice A. Bailey. Ella era la suma sacerdotisa de una escuela ocultista y asociada con las mentes de la Sociedad de los Iluminati. ****
[26] Maritain podría ser descrito como un “Católico Liberal”, aunque obviamente tal expresión es ridícula, ¡ya que no podemos decir que tal persona pueda tener dos puntos de vista contradictorios y aún así ser clasificado como de uno solo!
[27] Se mantuvo firme en los dos puntos de vista opuestos, ¡siendo el mismo hombre! Sirvió a dos amos.
[28] Lo mismo está sucediendo ahora. Sabemos de sacerdotes del Vaticano II que, desilusionados y que declararon abandonar su orden, fueron encontrados muertos en estacionamientos con repentinos ataques de corazón. Otros son encarcelados en Institutos Psiquiátricos dotados de personal homosexual y con órdenes de violar a estos pobres hombres.
[29] De hecho Roncalli fue instalado por la interferencia de la B’nai B’rith y de la Secta. Ya que el Cardenal Siri fue el electo, pero rechazado para abrirle el paso a un antipapa, alguien que no tendría el carisma de la infalibilidad papal. Qué bien conoce la Secta la doctrina Católica más que los propios Católicos.
[30] Claro, todos ellos sabían sobre sus puntos de vista en cuanto a la Iglesia y de lo buen Masón que era.
[31] Y recuerden que todos estos elogios provenían de los más anticatólicos. ¿Regresar a tiempos Apostólicos? ¡Qué tonterías!
[32] Y esto fue lo que llevó a la mayoría de los Católicos a los brazos del mundo. Querían desesperadamente que el mundo admirara su fe.
[33] ¿Estaban también en la conjura los medios de comunicación?
[34] Aquí el “espíritu” NO es, ciertamente, el Espíritu Santo, sino muy probablemente el del mundo o hasta el del Infierno.
[34] John XXIII, the Pope from the Fields, por el Padre Francis Xavier Rynne Murphy CSSR. (Herbert Jenkins, 1959). *****
NOTAS (Del Editor)
* Nota 1 en el original inglés.
** La teoría sirianista o del “Papa de rojo” asegura que el cardenal Giuseppe Siri fue electo como Papa Gregorio XVII (las versiones varían si fue en el cónclave de 1958 o en el de 1963), pero que fue obligado a renunciar por amenazas. Discrepamos de ella porque en todo caso Siri aceptó ser presidente de la Conferencia Episcopal Italiana entre 1959 y 1964, y formó parte de la mesa presidencial del concilio entre 1963 y 1965; y como expone el desertor de los servicios secretos de la antigua Checoslovaquia Jan Malina en su libro KGB, Assasine of the Pope Pius XII, Siri no podía en conciencia asumir el Papado porque mantuvo mediante su confesor el padre fray Dámaso de Celle Ligura OFM Cap. (en el siglo Bernardo Maria Testa) negociaciones con la URSS a espaldas de Pío XII, a pesar que él había cortado cualquier comunicación en 1947 y prohibido que otros lo hicieran (por tales negociaciones –que después informara a sus superiores-rivales Juan XXIII bis y Pablo VI– fue que en un viaje a la Unión Soviética en 1974, Siri y fray Dámaso fueron los únicos entre los clérigos que se les permitió vestir sus hábitos, visitar el monasterio de Zagorzk y las catedrales del “Anillo de oro de Rusia”, la Academia Eclesiástica de San Petersburgo, reunirse con exponentes de la Iglesia Ortodoxa Rusa, y oficiar el servicio novusordiano en la iglesia local).
*** Nota 2 en el original inglés.
**** Nota 3 en el original inglés.
***** Nota 4 en el original inglés.
[34] John XXIII, the Pope from the Fields, por el Padre Francis Xavier Rynne Murphy CSSR. (Herbert Jenkins, 1959). *****
NOTAS (Del Editor)
* Nota 1 en el original inglés.
** La teoría sirianista o del “Papa de rojo” asegura que el cardenal Giuseppe Siri fue electo como Papa Gregorio XVII (las versiones varían si fue en el cónclave de 1958 o en el de 1963), pero que fue obligado a renunciar por amenazas. Discrepamos de ella porque en todo caso Siri aceptó ser presidente de la Conferencia Episcopal Italiana entre 1959 y 1964, y formó parte de la mesa presidencial del concilio entre 1963 y 1965; y como expone el desertor de los servicios secretos de la antigua Checoslovaquia Jan Malina en su libro KGB, Assasine of the Pope Pius XII, Siri no podía en conciencia asumir el Papado porque mantuvo mediante su confesor el padre fray Dámaso de Celle Ligura OFM Cap. (en el siglo Bernardo Maria Testa) negociaciones con la URSS a espaldas de Pío XII, a pesar que él había cortado cualquier comunicación en 1947 y prohibido que otros lo hicieran (por tales negociaciones –que después informara a sus superiores-rivales Juan XXIII bis y Pablo VI– fue que en un viaje a la Unión Soviética en 1974, Siri y fray Dámaso fueron los únicos entre los clérigos que se les permitió vestir sus hábitos, visitar el monasterio de Zagorzk y las catedrales del “Anillo de oro de Rusia”, la Academia Eclesiástica de San Petersburgo, reunirse con exponentes de la Iglesia Ortodoxa Rusa, y oficiar el servicio novusordiano en la iglesia local).
*** Nota 2 en el original inglés.
**** Nota 3 en el original inglés.
***** Nota 4 en el original inglés.
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