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jueves, 26 de noviembre de 2020

MES DE NOVIEMBRE EN SUFRAGIO DE LAS BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO - DÍA VIGESIMOSEXTO

Dispuesto por el canónigo Francesco Vitali, Arcipestre de Fermo, y publicado en Sevilla por la Imprenta y librería de D. Antonio Izquierdo en 1858. Reimpreso en Madrid en 1863.
   
 
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
Postrados en la presencia de Dios con el mayor fervor de espíritu, supliquémosle que nos asista en el ejercicio de esta sagrada devoción, diciendo:
Disponed, Señor, y confortad nuestras almas con la abundancia de vuestra gracia, para que penetrando en la penosa cárcel del Purgatorio, con afectos de fe, caridad y compasión podamos procurar a los fieles difuntos la mayor abundancia de sufragios que redunde en favor suyo, gloria vuestra y provecho de nuestras almas. Amén.
    
DÍA 26 DE NOVIEMBRE
MEDITACIÓN: DEBERES DE JUSTICIA PARA CON LAS ALMAS DEL PURGATORIO.
     
PUNTO PRIMERO
El corazón humano es naturalmente inclinado a la compasión, y así vemos con harta frecuencia que no sabe resistir a sus piadosos impulsos, y hay circunstancias en que de tal suerte se conmueve, que da y promete todo cuanto está a su alcance. Particularmente a la hora de la muerte, en la despedida para la eternidad, suplicamos apasionadamente a los que nos dejan que no se olviden de nosotros en el Cielo: ellos nos dan palabra de no olvidarnos, y nosotros les prometemos que nunca han de faltarles nuestros sufragios y oraciones. Pero ¡ay!, con el lúgubre son de las campanas suele perecer la memoria de nuestros difuntos, y concluidos aquellos oficios públicos que la costumbre y la Religión nos prescriben en favor de ellos, no vuelven a recibir sufragio alguno, y en su extrema desolación y amargura en vano reclaman de nosotros, en medio de las llamas que los devoran, el cumplimiento de las promesas que les hicimos. ¡Ah, no! No faltemos a la palabra dada a los muertos. Cuanto mayor es su tribulación en el Purgatorio, tanto más activa y piadosa debe ser nuestra caridad para con ellos, tanto más indeleble su memoria, y más amorosa y constante nuestra fidelidad en cumplirles lo que les tenemos prometido.
   
PUNTO SEGUNDO
Muchas veces el aliviar a las almas de los difuntos no solo es un cumplimiento de nuestras promesas, sino también una obligación de justicia cuando quedan a nuestro cargo legados piadosos. Su ejecución está prescrita por el orden social, la justicia y la Religión: y aquellos que no los cumplen, apropiándose sus rentas, son ladrones sacrilegos, son verdugos crueles de las almas abandonadas a la voracidad del fuego; y contra ellos reclaman todas las leyes divinas y humanas. ¡Ay de aquel que se mantiene con los bienes de los muertos! Cree engordar impunemente, y no advierte que se sustenta con un manjar que es tan nocivo a los vivos como provechoso a los muertos. Muchas son las familias que se arruinan por no haber satisfecho las obligaciones de las misas y demás legados de sus ascendientes. Seamos, pues, muy exactos en cumplir su última voluntad, para que no caigan sobre nuestras cabezas las maldiciones del Cielo.
     
PUNTO TERCERO
El Concilio de Trento mandó a los Obispos que velasen atentamente sobre el cumplimiento de las mandas piadosas; y el Vasense, aprobado por San León el Grande, ordenaba que fuesen arrojados de los sagrados lugares como infieles los que se apropian las ofrendas de los muertos o retardan el entregarlas a la Iglesia; y otros Concilios disponen que se prive interinamente de la comunión eclesiástica a los que suspendan la ejecución de la piadosa voluntad de los difuntos. Estas leyes tan rígidas y estas penas tan severas nos dan a entender cuán grave delito sea el burlar la esperanza de los difuntos defraudándoles de los sufragios prescritos. Los mismos gentiles fueron en este punto tan cuidadosos, que en varios paises no se atrevían a apoderarse de sus utensilios, quemándolos juntamente con los cadáveres por vía de holocausto. ¿Y con cuánto mayor esmero no deberán los fieles emplear en sufragio de los difuntos lo que ellos mismos se reservaron para su alma?
   
ORACIÓN
No permitáis, ¡oh gran Dios!, que faltemos a los deberes de justicia para con las almas del Purgatorio. Harto sagrado es su derecho y harto imponente nuestra deuda por las promesas que les hicimos y por los legados que dejaron a nuestro cargo cumplir. Son muy justas las leyes de la Iglesia contra los sacrílegos defraudadores de las obras pías pertenecientes a los difuntos, y tienen aquellos muy merecida vuestra indignación. Queremos, Señor, satisfacer plenamente nuestra conciencia, haciendo todo aquello a que estamos obligados, y os rogamos que os dignéis aceptar esta satisfacción en descuento de lo que deben a vuestra justicia nuestros difuntos, para que cuanto antes se vean libres de las cadenas de fuego que los oprimen, y vuelen a gozar de las delicias de vuestra gloria.
  
EJEMPLO: Un buen soldado que hasta la vejez había servido honradamente a Carlomagno, viéndose próximo a morir, llamó a un sobrino suyo, y no teniendo más bienes que un caballo con sus arreos, le encargó que lo vendiese después de su muerte, y que emplease el producto en hacerle sufragios. Aceptó el sobrino el cargo de cumplir la voluntad de su tío, quien habiendo muerto a las pocas horas, se vio lastimosamente burlado. Bellísimo era aquel caballo, y principiando el joven a servirse de él en algunos viajes le gustó tanto, que se le hacía muy duro desprenderse de él. Iba por tanto dilatando la venta, pasaban días y meses, y su conciencia se dormía hasta el punto de olvidar enteramente a su tío y la obligación que le había dejado, de tal modo, que ya miraba al caballo cual suyo propio. Disfrutaba de él tranquilamente, cuando una noche vino a turbar su paz la voz de su tío, reprendiéndole por su cruel descuido. «¿Por qué, le dijo, has violado así la obligación que te impuse y la fe que me juraste? Por ti he debido padecer en el Purgatorio largos y penosos tormentos, pero por la misericordia de Dios ya estoy libre de ellos, y en este instante vuelo a la gloria eterna. Pero a ti por tu delito te espera una muerte próxima, y despues un singular castigo; y no solo por tus culpas, sino tambien por las mías serás castigado, y pagarás por mí lo que aun me quedaría por pagar a la divina justicia». A tal intimación desfalleció el sobrino, y pensando arreglar sus cosas para la otra vida, cumplió sin más tardanza lo dispuesto por su tío; hizo cuanto pudo por evitar la muerte eterna de su alma, y al cabo de pocos días bajó al sepulcro, conforme al pronóstico que se le había hecho. La ingratitud y la injusticia para con los difuntos es muy aborrecible a los ojos de Dios, que muchas veces la castiga en este y en el otro mundo. Escarmentemos en cabeza ajena. (Tomás de Cantimpré OP, en El bien universal de las abejas, cap. 55, n. 19).
   
Rezaremos cinco Padre nuestros, Ave Marías y Réquiem en memoria de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo en sufragio de los fieles difuntos (y particularmente de N.), suplicando al Eterno Padre que se apiade de sus almas por la Sangre que derramó su divino Hijo, diciendo cinco veces:
   
JACULATORIA: Eterno Padre, por la preciosísima Sangre de Jesús, misericordia. Padre nuestro, Ave María y Réquiem....
   
SUFRAGIO: Convertímini ad munitiónem vincti spei annuntiántes duplícia. Demos a los difuntos, redoblando nuestras obras de piedad, una compensación proporcionada a las faltas que con respecto a ellos hayamos cometido.
    
Un novicio difunto reconvino al venerable Dionisio el Cartujo por no haber rezado por su alma los dos oficios que le había prometido; y procurando Dionisio excusarse por semejante falta, el espíritu del novicio que se le hubo aparecido respondióle con profundos gemidos: «¡Oh! Si tú padecieses la mínima parte de los tormentos que yo sufro, no admitirías tantas excusas». Dionisio no solo rezó los dos oficios, con sumo fervor, sino que añadió otras muchas preces para reparar su negligencia. Examinémonos sobre si hemos omitido o diferido lo que debíamos a los difuntos, ya sea por promesa o de justicia; y si hemos imitado a Dionisio en su descuido, imitémosle en pronta reparación, y hagamos que con nuestros abundantes sufragios queden nuestros difuntos bien compensados de nuestra pasada indiferencia. (P. Godefrido Heschenio, continuador de Bolando, en Acta Sanctórum, 12 de Marz, en la vida de Dionisio el Cartujo).
  
Añadiremos un Padre nuestro y Ave María por los propagadores de esta devoción.
De profúndis clamávi ad te, Dómine: * Dómine, exáudi vocem meam:
Fiant aures tuæ intendéntes, * in vocem deprecatiónis meæ.
Si iniquitátes observáveris, Dómine: * Dómine, quis sustinébit?
Quia apud te propitiátio est: * et propter legem tuam sustínui te, Dómine.
Sustínuit ánima mea in verbo ejus: * sperávit anima mea in Dómino.
A custódia matutína usque ad noctem: * speret Ísraël in Dómino.
Quia apud Dóminum misericórdia: * et copiósa apud eum redémptio.
Et ipse rédimet Ísraël, * ex ómnibus iniquitátibus ejus.
   
(Desde lo más profundo clamé a ti, oh Señor.
Oye, Señor, benignamente mi voz. Estén atentos tus oídos a la voz de mis plegarias.
Si te pones a examinar, Señor, nuestras maldades, ¿quién podrá subsistir, oh Señor, en tu presencia?
Mas en ti se halla como de asiento la clemencia: y en vista de tu Ley he confiado en ti, oh Señor.
En la promesa del Señor se ha apoyado mi alma: En el Señor ha puesto su esperanza.
Desde el amanecer hasta la noche espere Israel en el Señor.
Porque en el Señor está la misericordia, y en su mano tiene una redención abundantísima.
Y él es el que redimirá a Israel de todas sus iniquidades.)
℣. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine. (Dadles, Señor, el descanso eterno)
℞. Et lux perpétua lúceat eis. (Y brille para ellos la luz perpetua)
℣. A porta ínferi. (De la puerta del Infierno)
℞. Érue, Dómine, ánimas eórum. (Librad, Señor, sus almas)
℣. Requiéscant in pace. (Descansen en paz).
℞. Amén.
℣. Dómine, exáudi oratiónem meam. (Escuchad, Señor, mi oración).
℞. Et clamor meus ad te véniat. (Y mi clamor llegue hacia Vos).
   
ORACIÓN
Fidélium, Deus, ómnium Cónditor et Redémptor: animábus famulórum famularúmque tuárum remissiónem cunctórum tríbue peccatórum; ut indulgéntiam, quam semper optavérunt, piis supplicatiónibus consequántur: Qui vivis et regnas in sǽcula sæculórum (Oh Dios, Creador y Redentor de todos los fieles, conceded a las almas de vuestros servidores y servidoras la remisión de todos sus pecados, al fin de que obtengan, por nuestras devotas oraciones, el perdón que siempre han deseado. Vos que vivís y reináis por todos los siglos de los siglos). Amén.
   
℣. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine. (Dadles, Señor, el descanso eterno)
℞. Et lux perpétua lúceat eis. (Y brille para ellos la luz perpetua)
℣. Requiéscant in pace. (Descansen en paz)
℞. Amén.
   
***
  
Cuando se quieran hacer sufragios particulares por el alma de algún difunto se dirá algunas de las siguientes oraciones antes de la susodicha Fidélium Deus, con la cual se concluirá siempre:
Oración por un Sacerdote u Obispo: Deus, qui inter apostólicos Sacerdótes fámulos tuos pontificáli seu sacerdotáli fecísti dignitáte vigére: præsta, quǽsumus; ut eórum quoque perpétuo aggregéntur consórtio. Per Christum Dóminum nostrum (Oh Dios, que quisisteis elevar vuestros siervos a la dignidad Episcopal o Sacerdotal, escogiéndolos y poniéndolos en el número de los Sacerdotes Apostólicos, os suplicamos el que hagáis gocen también de su compañía en vuestra gloria. Por Jesucristo nuestro Señor). Amén.
   
Por el Padre o por la Madre: Deus, qui nos patrem et matrem honoráre præcepísti: miserére cleménter animábus patris et matris meæ, eorúmque peccáta dimítte; meque eos in ætérnæ claritátis gáudio fac vidére (Oh Dios, que nos mandásteis honrar a padre y madre, compadecéos clemente de las almas de mi padre y de mi madre, perdonando sus pecados, y haced que pueda verlos en el gozo de la luz eterna). Amén.
N. B. Si son muchos los que hacen este ejercicio, donde se dice Patris et Matris meæ; se sustituirá Paréntum nostrórum, y donde meque se dirá nosque: si se pide solamente por el Padre se dirá ánimæ Patris mei o nostri; si por la sola Madre, ánimæ Matris meæ o nostræ.
    
Por los hermanos, y por otros parientes o bienhechores: Deus, véniæ largítor et humánæ salútis amátor: quǽsumus cleméntiam tuam; ut nostræ congregatiónis fratres, propínquos et benefactóres, qui ex hoc sǽculo transiérunt, beáta María semper Vírgine intercedénte cum ómnibus Sanctis tuis, ad perpétuæ beatitúdinis consórtium perveníre concédas (Oh Dios, que concedéis el perdón y sois amáis la salvación de los hombres, os suplicamos vuestra clemencia; para que le concedáis a nuestros hermanos de congregación, parientes y bienhechores, que partieron de este siglo, por la intercesión de la Bienaventurada siempre Virgen Santa María y con todos vuestros santos, llegar a ser consortes de la bienaventuranza perpetua).
    
Por un solo difunto: Inclína, Dómine, aurem tuam ad preces nostras, quibus misericórdiam tuam súpplices deprecámur: ut ánimam fámuli tui N., quam de hoc sǽculo migráre jussísti; in pacis ac lucis regióne constítuas, et Sanctórum tuórum júbeas esse consórtem. (Inclinad, Señor, vuestros oídos a nuestras súplicas, con que humildemente imploramos vuestra misericordia para que establezcáis en la región de la paz el alma de vuestro siervo N., que hicisteis salir de este mundo, y ordenéis sea compañera de vuestros Santos).
   
Por una sola difunta: Quǽsumus, Dómine, pro tua pietáte miserére ánimæ fámulæ tuæ N.: et a contágiis mortalitátis exútam, in ætérnæ salvatiónis partem restítue. (Os rogamos, Señor, tengáis piedad por vuestra misericordia del alma de vuestra sierva N., y que desnuda del contagio de la mortalidad, le restituyáis su parte en la salvación eterna).
   
Por dos o más difuntos: Deus, cui próprium est miseréri semper et parcére, propitiáre animábus  famulárum famularúmque tuárum, et ómnia, eórum peccáta dimítte: ut mortalitátis vínculis absolúta, transíre mereántur ad vitam (Dios, de quien es propio tener misericordia y perdonar siempre, os suplicamos por las almas de vuestros siervos y siervas, y perdonadles todos sus pecados, para que siendo liberados de las cadenas de la muerte, merezcan llegar a la vida).
   
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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