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martes, 10 de noviembre de 2020

MES DE NOVIEMBRE EN SUFRAGIO DE LAS BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO - DÍA DÉCIMO

Dispuesto por el canónigo Francesco Vitali, Arcipestre de Fermo, y publicado en Sevilla por la Imprenta y librería de D. Antonio Izquierdo en 1858. Reimpreso en Madrid en 1863.
   
    
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
  
Postrados en la presencia de Dios con el mayor fervor de espíritu, supliquémosle que nos asista en el ejercicio de esta sagrada devoción, diciendo:
Disponed, Señor, y confortad nuestras almas con la abundancia de vuestra gracia, para que penetrando en la penosa cárcel del Purgatorio, con afectos de fe, caridad y compasión podamos procurar a los fieles difuntos la mayor abundancia de sufragios que redunde en favor suyo, gloria vuestra y provecho de nuestras almas. Amén.
   
DÍA 10 DE NOVIEMBRE
MEDITACIÓN: RESIGNACIÓN DE LAS ALMAS DEL PURGATORIO.
    
PUNTO PRIMERO
Conocer que Dios es el último fin de la criatura racional, y no poderle amar por desgracia es la pena de daño que padece el réprobo en el Infierno; amar a Dios libre y necesariamente y no poder gozar de Él por sus culpas, es la pena de daño propia del Purgatorio; y si el odio que por carecer de la gracia nutren por necesidad contra Dios los condenados forma una gran parte del Infierno, la vehemencia del amor con que las almas del Purgatorio animadas de la gracia suspiran por su Dios, añade tanta intensidad a sus penas, que las hace casi superiores a las del mismo Infierno. ¡Ah! sí, que el amor no satisfecho es el más cruel tormento del corazón humano! Atendamos seriamente, oh cristianos, a moderar un afecto tan vehemente.
   
PUNTO SEGUNDO
Por el grandísimo amor que las almas del Purgatorio profesan a Dios desean a cada instante unirse con Él; mas con Él no se pueden unir si no quedan plenamente purificadas en las llamas. Por lo cual, cuanto más suspiran por ver a Dios llevadas de la caridad, tanto más desean no verle obligadas por sus desméritos. El amor, pues, al mismo tiempo las mueve y las detiene, las eleva y las abate, las enciende y las hiela; y con alternarse de continuo los efectos contrarios hiere y despedaza de tal suerte su ánimo, que es más desapiadado el fuego que las quema en lo interior que no el que las abrasa por defuera. La paz del alma es la felicidad del hombre; y nosotros, ¿cómo amamos la paz y noy la procuramos con las obras?
    
PUNTO TERCERO
Atendido el perfecto amor de Dios deben las almas del Purgatorio estar resignadas en sus padecimientos; mas la resignación de la tierra si no les desacerba la pena enteramente se la endulza de tal modo que es menos sensible, y a las veces se hacen aun suave lo mismo que se padece. Mas en el Purgatorio no es así. Por lo mismo que están aquellas almas más resignadas a la voluntad de Dios, son también más atormentadas, mientras en virtud de su misma conformidad desearían hacerse enteramente dignas de ser amadas por Él, y al conocer que no lo son todavía se deshacen por serlo lo más pronto posible a fuerza de sufrimientos. Por consiguiente cuanto más padecen más desean padecer, y no se sacian jamás de tormentos. ¿Qué especie de martirio es este tan inexplicable? Y nosotros, oh cristianos, ¿no buscaremos sino rosas y flores, diversiones y placeres. Confundámonos y enmendémonos como es debido.
   
ORACIÓN
Que confusión nos causa, ¡oh Señor!, nuestra conducta! Nosotros nos humillamos al considerar la admirable resignación de las almas del Purgatorio. ¡Ah! Por esta misma resignación dadles, oh gran Dios, la libertad. No merece ya penar quien está dispuesto a sufrir tormentos aún mayores. Es bien digno de vuestra gloria quien se abstendría de ella por más tiempo para merecerla mayormente. Aceptad, oh Señor, los generosos sentimientos de aquellas almas, y sed también Vos generoso con ellas, perdonando todas sus pasadas faltas y admitiéndolas al goce de vuestra eterna felicidad.
   
EJEMPLO: Santa Gertrudis amaba, por las excelentes virtudes que la adornaban, a una virgen a quien plugo al Señor llamar a Sí en la flor de sus años; y mientras después de su muerte la encomendaba a Dios con gran fervor arrebatada en espíritu vióla estar en la presencia del Salvador engalanada con un precioso vestido y despidiendo rayos de viva luz, pero con semblante triste y temerosa de presentarse a su divino Esposo Jesús. La santa, maravillada, de esto se dirigió primeramente con humildad al Redentor suplicándole qne hiciese un dulce convite a aquella su querida esposa para que se acercase a Él con franqueza. El amoroso Redentor dirigió hacia aquella humilde virgen una benigna mirada, y la alargó su diestra haciéndola señal para que más se le acercarse; pero ella por lo contrario, llena de vergüenza se retiraba humildemente. Entonces Gertrudis, vuelta hacia ella, le dijo: «¿Es esta manera de corresponder a las gracias del celestial Esposo, o más bien de hacerse indigna de Él?». A lo que ¡a prudente virgen respondió: «Perdonad, oh madre, que mi estado no me permite aún estrechar aquella diestra, ni besar aquella mano que me convida. Estoy, es verdad, confirmada en gracia, y destinada para esposa del Cordero inmaculado; mas contiene purgar perfectamente toda clase de defectos antes de unirse a Él con un abrazo eterno. Todavía ofende su purísima vista alguna mancha, y hasta que yo no sea enteramente perfecta como Él desea, no me atreveré jamás a entrar en aquel gozo celestial que no sufre mancha de imperfección». ¿Y podremos nosotros esperar obtenerle si no nos enmendamos perfectamente de nuestras culpas? Mas ¿cuándo lo haremos? Rápido es el tiempo, y vuela; y si nuestro tiempo pasa, no lo haremos. no lo podremos hacer jamás. (Luis Blosio, Advertencias espirituales, cap. 13).
  
Rezaremos cinco Padre nuestros, Ave Marías y Réquiem en memoria de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo en sufragio de los fieles difuntos (y particularmente de N.), suplicando al Eterno Padre que se apiade de sus almas por la Sangre que derramó su divino Hijo, diciendo cinco veces:
  
JACULATORIA: Eterno Padre, por la preciosísima Sangre de Jesús, misericordia. Padre nuestro, Ave María y Réquiem....
   
SUFRAGIO: Non dobunt eis potum cálicis ad consolándum per mortuo (Jerem. 16, 7). La virtuosa abstinencia del beber servirá de alivio a nuestros difuntos si por ellos la practicáremos.
  
En el monasterio de Santa Margarita en Verceli había la regla de no beber jamás fuera de las horas acostumbradas sin especial permiso de la superiora, la cual, negándola alguna vez para ejercitar la virtud, solía endulzar la negación con reflexiones morales de sobre llevar aquella abstinencia en obsequio de la gran sed que padeció Jesucristo en el Calvario, o del ardor que experimentan hacia su Dios las almas del Purgatorio en medio del fuego; y se resignaban de buena voluntad las religiosas a aquella mortificación de la superiora por tan santos fines. Procuremos también nosotros resignarnos en las mortificaciones que se nos ofrecen en la vida, mortificándonos a menudo por propia elección, y especialmente en beber, pues el licor de que nos abstenemos será por medio de la caridad un refrigerio a aquellas almas que penan, en satisfacion de su vivo y contrariado deseo que tanto las angustia. (Fray Domingo María Marchese OP, Sacro Diario Dominicano, en la vida de la Beata María Emilia Bicchieri, 3 de Mayo).
  
Añadiremos un Padre nuestro y Ave María por los propagadores de esta devoción.
De profúndis clamávi ad te, Dómine: * Dómine, exáudi vocem meam:
Fiant aures tuæ intendéntes, * in vocem deprecatiónis meæ.
Si iniquitátes observáveris, Dómine: * Dómine, quis sustinébit?
Quia apud te propitiátio est: * et propter legem tuam sustínui te, Dómine.
Sustínuit ánima mea in verbo ejus: * sperávit anima mea in Dómino.
A custódia matutína usque ad noctem: * speret Ísraël in Dómino.
Quia apud Dóminum misericórdia: * et copiósa apud eum redémptio.
Et ipse rédimet Ísraël, * ex ómnibus iniquitátibus ejus.
   
(Desde lo más profundo clamé a ti, oh Señor.
Oye, Señor, benignamente mi voz. Estén atentos tus oídos a la voz de mis plegarias.
Si te pones a examinar, Señor, nuestras maldades, ¿quién podrá subsistir, oh Señor, en tu presencia?
Mas en ti se halla como de asiento la clemencia: y en vista de tu Ley he confiado en ti, oh Señor.
En la promesa del Señor se ha apoyado mi alma: En el Señor ha puesto su esperanza.
Desde el amanecer hasta la noche espere Israel en el Señor.
Porque en el Señor está la misericordia, y en su mano tiene una redención abundantísima.
Y él es el que redimirá a Israel de todas sus iniquidades.)
℣. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine. (Dadles, Señor, el descanso eterno)
℞. Et lux perpétua lúceat eis. (Y brille para ellos la luz perpetua)
℣. A porta ínferi. (De la puerta del Infierno)
℞. Érue, Dómine, ánimas eórum. (Librad, Señor, sus almas)
℣. Requiéscant in pace. (Descansen en paz)
℞. Amén.
℣. Dómine, exáudi oratiónem meam. (Escuchad, Señor, mi oración).
℞. Et clamor meus ad te véniat. (Y mi clamor llegue hacia Vos).
   
ORACIÓN
Fidélium, Deus, ómnium Cónditor et Redémptor: animábus famulórum famularúmque tuárum remissiónem cunctórum tríbue peccatórum; ut indulgéntiam, quam semper optavérunt, piis supplicatiónibus consequántur: Qui vivis et regnas in sǽcula sæculórum (Oh Dios, Creador y Redentor de todos los fieles, conceded a las almas de vuestros servidoes y servidoras la remisión de todos sus pecados, al fin de que obtengan, por nuestras devotas oraciones, el perdón que siempre han deseado. Vos que vivís y reináis por todos los siglos de los siglos). Amén.
   
℣. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine. (Dadles, Señor, el descanso eterno)
℞. Et lux perpétua lúceat eis. (Y brille para ellos la luz perpetua)
℣. Requiéscant in pace. (Descansen en paz)
℞. Amén.
   
***
  
Cuando se quieran hacer sufragios particulares por el alma de algún difunto se dirá algunas de las siguientes oraciones antes de la susodicha Fidélium Deus, con la cual se concluirá siempre:
Oración por un Sacerdote u Obispo: Deus, qui inter apostólicos Sacerdótes fámulos tuos pontificáli seu sacerdotáli fecísti dignitáte vigére: præsta, quǽsumus; ut eórum quoque perpétuo aggregéntur consórtio. Per Christum Dóminum nostrum (Oh Dios, que quisisteis elevar vuestros siervos a la dignidad Episcopal o Sacerdotal, escogiéndolos y poniéndolos en el número de los Sacerdotes Apostólicos, os suplicamos el que hagáis gocen también de su compañía en vuestra gloria. Por Jesucristo nuestro Señor). Amén.
   
Por el Padre o por la Madre: Deus, qui nos patrem et matrem honoráre præcepísti: miserére cleménter animábus patris et matris meæ, eorúmque peccáta dimítte; meque eos in ætérnæ claritátis gáudio fac vidére (Oh Dios, que nos mandásteis honrar a padre y madre, compadecéos clemente de las almas de mi padre y de mi madre, perdonando sus pecados, y haced que pueda verlos en el gozo de la luz eterna). Amén.
N. B. Si son muchos los que hacen este ejercicio, donde se dice Patris et Matris meæ; se sustituirá Paréntum nostrórum, y donde meque se dirá nosque: si se pide solamente por el Padre se dirá ánimæ Patris mei o nostri; si por la sola Madre, ánimæ Matris meæ o nostræ.
    
Por los hermanos, y por otros parientes o bienhechores: Deus, véniæ largítor et humánæ salútis amátor: quǽsumus cleméntiam tuam; ut nostræ congregatiónis fratres, propínquos et benefactóres, qui ex hoc sǽculo transiérunt, beáta María semper Vírgine intercedénte cum ómnibus Sanctis tuis, ad perpétuæ beatitúdinis consórtium perveníre concédas (Oh Dios, que concedéis el perdón y sois amáis la salvación de los hombres, os suplicamos vuestra clemencia; para que le concedáis a nuestros hermanos de congregación, parientes y bienhechores, que partieron de este siglo, por la intercesión de la Bienaventurada siempre Virgen Santa María y con todos vuestros santos, llegar a ser consortes de la bienaventuranza perpetua).
    
Por un solo difunto: Inclína, Dómine, aurem tuam ad preces nostras, quibus misericórdiam tuam súpplices deprecámur: ut ánimam fámuli tui N., quam de hoc sǽculo migráre jussísti; in pacis ac lucis regióne constítuas, et Sanctórum tuórum júbeas esse consórtem. (Inclinad, Señor, vuestros oídos a nuestras súplicas, con que humildemente imploramos vuestra misericordia para que establezcáis en la región de la paz el alma de vuestro siervo N., que hicisteis salir de este mundo, y ordenéis sea compañera de vuestros Santos).
   
Por una sola difunta: Quǽsumus, Dómine, pro tua pietáte miserére ánimæ fámulæ tuæ N.: et a contágiis mortalitátis exútam, in ætérnæ salvatiónis partem restítue. (Os rogamos, Señor, tengáis piedad por vuestra misericordia del alma de vuestra sierva N., y que desnuda del contagio de la mortalidad, le restituyáis su parte en la salvación eterna).
   
Por dos o más difuntos: Deus, cui próprium est miseréri semper et parcére, propitiáre animábus famulárum famularúmque tuárum, et ómnia, eórum peccáta dimítte: ut mortalitátis vínculis absolúta, transíre mereántur ad vitam (Dios, de quien es propio tener misericordia y perdonar siempre, os suplicamos por las almas de vuestros siervos y siervas, y perdonadles todos sus pecados, para que siendo liberados de las cadenas de la muerte, merezcan llegar a la vida).
   
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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