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lunes, 23 de noviembre de 2020

MES DE NOVIEMBRE EN SUFRAGIO DE LAS BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO ‐ DÍA VIGESIMOTERCERO

Dispuesto por el canónigo Francesco Vitali, Arcipestre de Fermo, y publicado en Sevilla por la Imprenta y librería de D. Antonio Izquierdo en 1858. Reimpreso en Madrid en 1863.
   
  
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
Postrados en la presencia de Dios con el mayor fervor de espíritu, supliquémosle que nos asista en el ejercicio de esta sagrada devoción, diciendo:
Disponed, Señor, y confortad nuestras almas con la abundancia de vuestra gracia, para que penetrando en la penosa cárcel del Purgatorio, con afectos de fe, caridad y compasión podamos procurar a los fieles difuntos la mayor abundancia de sufragios que redunde en favor suyo, gloria vuestra y provecho de nuestras almas. Amén.
    
DÍA 23 DE NOVIEMBRE
MEDITACIÓN: EL SUFRAGIO A LAS ALMAS DEL PURGATORIO ES EL ACTO MÁS HEROICO DE CARIDAD.
     
PUNTO PRIMERO
La mayor entre todas las virtudes del cristianisino es la caridad, dice San Pablo, y nosotros ejercitamos la caridad en el grado más perfecto cuando procuramos socorrer a las almas del Purgatorio en sus miserias. Grande acto de caridad es alimentar al hambriento que desfallece, vestir al desnudo que se hiela de frío, visitar al enfermo a quien aquejan los más vivos dolores; mas el objeto de tal caridad es el cuerpo, mientras que el de los piadosos sufragios es el alma; y así cuanto el alma sobrepuja en dignidad al cuerpo, tanto excede la caridad con los muertos a la que se practica con los vivos. No se pretende excluir la una con el ejercicio de la otra; antes bien la mira de todo buen cristiano debe consistir en hermanar a entrambas, socorriendo con una mano al pobre y sufragando con la otra al Purgatorio, puesto que con la doble caridad se ayuda a unos y a otros más copiosamente, y más nos asemejamos a Jesucristo, Autor divino de nuestra Religión sacrosanta. Esforcérnonos, pues, por llenar tan noble empresa, y alcanzaremos copiosas bendiciones de la tierra y del cielo.
   
PUNTO SEGUNDO
Cuando nos decidimos a socorrer las necesidades de nuestro prójimo, nos mueve por lo común un espíritu de suyo piadoso y sensible. La vista de una necesidad presente hiere grandemente los sentidos у asalta nuestro corazón; por manera que no queda, por decirlo así, en nuestra mano el rehusar socorrerla, y brotan de nuestros ojos las lágrimas casi sin quererlo nosotros: la mano se nos mueve como espontáneamente a hacer el bien; y cuanto un corazon esté mejor formado, tanto mayormente se afecta por compasión sensible y por ternura. Pero cuando dirigimos nuestros afectos bienhechores al Purgatorio, ningún objeto se nos presenta bajo el dominio de los sentidos: nuestro ánimo está purificado de toda emoción terrena; nuestra caridades del todo espiritual. Por lo mismo se acrecienta siempre su mérito, lo que debería aficionarnos a practicarla con todo esmero.
     
PUNTO TERCERO
La caridad, finalmente, reconoce un orden y exige que se provea ante todas cosas a quien yace sumido en las más graves miserias, a quien menos puede ayudarse por sí mismo, a quien está unido a nosotros con más estrecho lazo y más sólida y constantemente arraigado en la amistad de su Dios. Pero, ¿y cuáles miserias, por grandes que sean en esta tierra, pueden compararse con la pena tan grave del Purgatorio? ¿Quién es más incapaz de ayudarse por sus propias fuerzas que las almas aherrojadas en aquella lóbrega prisión, pues que nada pueden merecer por sí mismas? ¿Dónde se hallan más íntimas relaciones con nosotros que las suyas, si cuanto hay en la sociedad, en la Iglesia, en el orden de la naturaleza y de la gracia, nos une a ellas con dobles vínculos? ¿Y quién, finalmente, puede sobrepujarlas en el carácter de la santidad y en la amistad con su Dios, cuando ya están confirmadas en los dones y en la gracia de su Señor? Todo, pues, conspira a hacernos que empleemos en ellas los afectos de nuestra caridad; ¿y será posible que a pesar del vehemente impulso que recibimos por tantos lados, permanezcamos lánguidos e indolentes? ¡Ahl Reanímese en nuestro pecho la encendida caridad propia del cristianismo, y hagamos experimentar a aquellas almas sus más copiosos efectos.
   
ORACIÓN
¡Oh caridad eterna de Dios, de la cual se propaga toda caridad en el mundo! Descienda una sola chispa de tu divino fuego sobre nuestros corazones que haga nuestra caridad de todo punto perfecta. Entonces apreciaremos más las miserias de las almas que las de los cuerpos; entonces nuestra caridad quedará purificada de todo afecto terreno y sensible; entonces conservará sus grados y la perfección de aquel orden que de Ti procede, y se convertirá en un incendio inextinguible de amor en beneficio y alivio de los difuntos. ¡Oh caridad, caridad de Dios! Inflama tú nuestros corazones, y nuestro ardor sabrá entonces superar al del Purgatorio, y hará felices para siempre las almas sumergidas en aquel voracísimo incendio.
   
EJEMPLO: Suscitóse en cierta ocasión una gran contienda entre dos insignes religiosos de la orden de Predicadores, Bertran y Benito, a saber, cuál de estos dos fuese acto más sublime de caridad, emplearse en sufragar a los muertos o en convertir a los pecadores. Sostenóa Bertran la causa de estos con decir que el Verbo divino vino del Cielo a la tierra expresamente a buscarlos, que están en continuo peligro de perderse para siempre, y que cooperar a su salvación es lo mismo que cooperar a la grande obra de la redención del género humano; mientras que las almas del Purgatorio están ya en estado de seguridad, y si sufren tormentos no es más que por un cierto tiempo, pasado el cual irán a gozar para siempre de la vista de Dios en el cielo. A todo esto replicaba Benito en favor de las almas del Purgatorio, que después de su muerte descendió el Redentor en persona a aquella prisión para librarlas de sus cadenas, y que si los pecadores están maniatados por sus culpas, sus lazos son voluntarios y pueden con la divina gracia romperlos cuando quisieren, al paso que las Benditas Almas están allí amarradas en un mar de tormentos, sin poder en modo alguno ayudarse; por lo cual, así como es más acreedor a que le socorran un enfermo acosado de dolores y que no puede hacer uso de sus miembros, que no un mendigo sano y robusto, el cual por mera poltronería yace en la más asquerosa miseria, así debe preferirse siempre el socorro de las almas desoladas del Purgatorio al de los pecadores, aunque lo más perfecto sería extender la misma caridad a aquellas y a estos. Pero Bertran no cedía al peso de razones tan convincentes, por lo cual permitió Dios que un alma del Purgatorio le viniese al encuentro una noche con un enorme peso material que se le cargase sobre las espaldas, y que así agobiándole le hiciese sufrir un gravísimo tormento, para que por la propia experiencia reconociese y confesase la verdad que negaba raciocinando. Después de este suceso se dio a socorrer muy de veras a las almas de los difuntos con todo género de sufragios, y fue siempre tan devoto del Purgatorio cuanto en lo pasado se había dejado ver poco solícito y cuidadoso del mismo. (Fray Teodorico de Apulia OP, Vida de Santo Domingo, lib. 3º, cap. 7º).
   
Rezaremos cinco Padre nuestros, Ave Marías y Réquiem en memoria de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo en sufragio de los fieles difuntos (y particularmente de N.), suplicando al Eterno Padre que se apiade de sus almas por la Sangre que derramó su divino Hijo, diciendo cinco veces:
   
JACULATORIA: Eterno Padre, por la preciosísima Sangre de Jesús, misericordia. Padre nuestro, Ave María y Réquiem....
   
SUFRAGIO: Unusquísque vestrum apud se sepónat, recóndens quod ei bene plácuerit. (I Cor. 16). Procure cada uno de nosotros ahorrar alguna cosa para emplearlo en beneficio de los menesterosos de este y del otro mundo.
    
El Padre Juan Bautista Magnanti, del Oratorio, llevaba siempre una bolsa en que iba echando todos los ahorros que podia hacer en el tratamiento de su persona y todas las limosnas que lograba recoger de la beneficencia de los demás, y la llamaba cruména animárum, la bolsa de las almas, porque era un fondo destinado no menos al socorro de los pobres que al sufragio de las almas de los difuntos. Si queremos nosotros satisfacer a todas las pretensiones del mundo, jamás nos alcanzará el patrimonio, por opulento que sea, para todos los gastos de necesidad y de lujo. Conviene ahorrar alguna cosa en nosotros mismos, y entonces tendremos siempre un fondo pronto e inagotable para satisfacer a los deberes de caridad para con nuestros prójimos, tanto en este mundo cuanto en el otro. Tengamos, pues, también nosotros cruména animárum, la bolsa de ahorros en favor de los vivos y de los difuntos, y establezcamos desde hoy mismo las partidas de que hemos de cercenar alguna cosa para el caritativo socorro de nuestros hermanos. (Juan Marciano, Congregación del Oratorio, tomo 1, lib. 7º, cap. 28).
   
Añadiremos un Padre nuestro y Ave María por los propagadores de esta devoción.
De profúndis clamávi ad te, Dómine: * Dómine, exáudi vocem meam:
Fiant aures tuæ intendéntes, * in vocem deprecatiónis meæ.
Si iniquitátes observáveris, Dómine: * Dómine, quis sustinébit?
Quia apud te propitiátio est: * et propter legem tuam sustínui te, Dómine.
Sustínuit ánima mea in verbo ejus: * sperávit anima mea in Dómino.
A custódia matutína usque ad noctem: * speret Ísraël in Dómino.
Quia apud Dóminum misericórdia: * et copiósa apud eum redémptio.
Et ipse rédimet Ísraël, * ex ómnibus iniquitátibus ejus.
   
(Desde lo más profundo clamé a ti, oh Señor.
Oye, Señor, benignamente mi voz. Estén atentos tus oídos a la voz de mis plegarias.
Si te pones a examinar, Señor, nuestras maldades, ¿quién podrá subsistir, oh Señor, en tu presencia?
Mas en ti se halla como de asiento la clemencia: y en vista de tu Ley he confiado en ti, oh Señor.
En la promesa del Señor se ha apoyado mi alma: En el Señor ha puesto su esperanza.
Desde el amanecer hasta la noche espere Israel en el Señor.
Porque en el Señor está la misericordia, y en su mano tiene una redención abundantísima.
Y él es el que redimirá a Israel de todas sus iniquidades.)
℣. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine. (Dadles, Señor, el descanso eterno)
℞. Et lux perpétua lúceat eis. (Y brille para ellos la luz perpetua)
℣. A porta ínferi. (De la puerta del Infierno)
℞. Érue, Dómine, ánimas eórum. (Librad, Señor, sus almas)
℣. Requiéscant in pace. (Descansen en paz).
℞. Amén.
℣. Dómine, exáudi oratiónem meam. (Escuchad, Señor, mi oración).
℞. Et clamor meus ad te véniat. (Y mi clamor llegue hacia Vos).
   
ORACIÓN
Fidélium, Deus, ómnium Cónditor et Redémptor: animábus famulórum famularúmque tuárum remissiónem cunctórum tríbue peccatórum; ut indulgéntiam, quam semper optavérunt, piis supplicatiónibus consequántur: Qui vivis et regnas in sǽcula sæculórum (Oh Dios, Creador y Redentor de todos los fieles, conceded a las almas de vuestros servidores y servidoras la remisión de todos sus pecados, al fin de que obtengan, por nuestras devotas oraciones, el perdón que siempre han deseado. Vos que vivís y reináis por todos los siglos de los siglos). Amén.
   
℣. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine. (Dadles, Señor, el descanso eterno)
℞. Et lux perpétua lúceat eis. (Y brille para ellos la luz perpetua)
℣. Requiéscant in pace. (Descansen en paz)
℞. Amén.
   
***
  
Cuando se quieran hacer sufragios particulares por el alma de algún difunto se dirá algunas de las siguientes oraciones antes de la susodicha Fidélium Deus, con la cual se concluirá siempre:
Oración por un Sacerdote u Obispo: Deus, qui inter apostólicos Sacerdótes fámulos tuos pontificáli seu sacerdotáli fecísti dignitáte vigére: præsta, quǽsumus; ut eórum quoque perpétuo aggregéntur consórtio. Per Christum Dóminum nostrum (Oh Dios, que quisisteis elevar vuestros siervos a la dignidad Episcopal o Sacerdotal, escogiéndolos y poniéndolos en el número de los Sacerdotes Apostólicos, os suplicamos el que hagáis gocen también de su compañía en vuestra gloria. Por Jesucristo nuestro Señor). Amén.
   
Por el Padre o por la Madre: Deus, qui nos patrem et matrem honoráre præcepísti: miserére cleménter animábus patris et matris meæ, eorúmque peccáta dimítte; meque eos in ætérnæ claritátis gáudio fac vidére (Oh Dios, que nos mandásteis honrar a padre y madre, compadecéos clemente de las almas de mi padre y de mi madre, perdonando sus pecados, y haced que pueda verlos en el gozo de la luz eterna). Amén.
N. B. Si son muchos los que hacen este ejercicio, donde se dice Patris et Matris meæ; se sustituirá Paréntum nostrórum, y donde meque se dirá nosque: si se pide solamente por el Padre se dirá ánimæ Patris mei o nostri; si por la sola Madre, ánimæ Matris meæ o nostræ.
    
Por los hermanos, y por otros parientes o bienhechores: Deus, véniæ largítor et humánæ salútis amátor: quǽsumus cleméntiam tuam; ut nostræ congregatiónis fratres, propínquos et benefactóres, qui ex hoc sǽculo transiérunt, beáta María semper Vírgine intercedénte cum ómnibus Sanctis tuis, ad perpétuæ beatitúdinis consórtium perveníre concédas (Oh Dios, que concedéis el perdón y sois amáis la salvación de los hombres, os suplicamos vuestra clemencia; para que le concedáis a nuestros hermanos de congregación, parientes y bienhechores, que partieron de este siglo, por la intercesión de la Bienaventurada siempre Virgen Santa María y con todos vuestros santos, llegar a ser consortes de la bienaventuranza perpetua).
    
Por un solo difunto: Inclína, Dómine, aurem tuam ad preces nostras, quibus misericórdiam tuam súpplices deprecámur: ut ánimam fámuli tui N., quam de hoc sǽculo migráre jussísti; in pacis ac lucis regióne constítuas, et Sanctórum tuórum júbeas esse consórtem. (Inclinad, Señor, vuestros oídos a nuestras súplicas, con que humildemente imploramos vuestra misericordia para que establezcáis en la región de la paz el alma de vuestro siervo N., que hicisteis salir de este mundo, y ordenéis sea compañera de vuestros Santos).
   
Por una sola difunta: Quǽsumus, Dómine, pro tua pietáte miserére ánimæ fámulæ tuæ N.: et a contágiis mortalitátis exútam, in ætérnæ salvatiónis partem restítue. (Os rogamos, Señor, tengáis piedad por vuestra misericordia del alma de vuestra sierva N., y que desnuda del contagio de la mortalidad, le restituyáis su parte en la salvación eterna).
   
Por dos o más difuntos: Deus, cui próprium est miseréri semper et parcére, propitiáre animábus  famulárum famularúmque tuárum, et ómnia, eórum peccáta dimítte: ut mortalitátis vínculis absolúta, transíre mereántur ad vitam (Dios, de quien es propio tener misericordia y perdonar siempre, os suplicamos por las almas de vuestros siervos y siervas, y perdonadles todos sus pecados, para que siendo liberados de las cadenas de la muerte, merezcan llegar a la vida).
   
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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