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sábado, 7 de noviembre de 2020

MES DE NOVIEMBRE EN SUFRAGIO DE LAS BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO - DÍA SÉPTIMO

Dispuesto por el canónigo Francesco Vitali, Arcipestre de Fermo, y publicado en Sevilla por la Imprenta y librería de D. Antonio Izquierdo en 1858. Reimpreso en Madrid en 1863.
   
    
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
  
Postrados en la presencia de Dios con el mayor fervor de espíritu, supliquémosle que nos asista en el ejercicio de esta sagrada devoción, diciendo:
Disponed, Señor, y confortad nuestras almas con la abundancia de vuestra gracia, para que penetrando en la penosa cárcel del Purgatorio, con afectos de fe, caridad y compasión podamos procurar a los fieles difuntos la mayor abundancia de sufragios que redunde en favor suyo, gloria vuestra y provecho de nuestras almas. Amén.
   
DÍA 7 DE NOVIEMBRE
MEDITACIÓN: LA PENA DEL REMORDIMIENTO.
    
PUNTO PRIMERO
La segunda pena del Purgatorio, más cruel que el mismo fuego, es la del remordimiento que se siente por los defectos de la vida pasada. Tres dolorosas miradas echa el alma sobre ella, y con la primera ve todo el mal que podia haber evitado y no lo evitó. ¿Cuántos pensamientos, cuántos afectos desordenados podía haber reprimido? ¿Cuántas palabras ociosas, cuántos actos indecorosos podía haber omitido? ¿De cuántas debilidades y de cuántos escándalos podía haber huído? Y no pudiendo menos de reconocerse reo mientras hubiera podido no serlo, se entristece sumamente, no tanto por el daño ocasionado a sí misma cuanto por el disgusto que ha dado a Dios. ¡Oh, verdaderamente feliz aquel a quien la conciencia no le arguye de algún delito! Procuremos, pues, atentamente, oh cristianos, no caer jamás en pecado.
   
PUNTO SEGUNDO
Con una segunda y más penetrante mirada conoce profundamente el alma en el Purgatorio el bien que podía haber hecho en vida y no lo hizo. ¿Qué más pudiera el Señor poner de su parte para que ella produjera frutos de vida eterna? La hizo nacer en el seno de la fe, la adornó de entendimiento y de libertad, se dignó nutrirla con los santos Sacramentos, fortalecerla con gracias celestiales, atraerla a Sí con el ejemplo de los buenos. Con tantos estímulos y auxilios debía haber corrido velozmente por el camino de la santidad y llegado a la cumbre de la perfección. Mas a pesar de todo, ella muchas veces se paró en el camino, otras anduvo a paso lento, se enfrió en los ejercicios de piedad, dejó pasar muchas ocasiones de bien obrar, e hizo por culpa suya ineficaces muchas gracias del Señor. En vista de tantas negligencias, llora y suspira por no tener ya tiempo de reparar lo perdido. Mas nosotros, oh cristianos, podemos todavía repararlo con un fervor más íntimo y con una exactitud más constante en el servicio de Dios; ¿y porqué no lo hacemos?
    
PUNTO TERCERO
Con una mirada más sublime hacia el Cielo divisa por último el alma desde el Purgatorio el puesto que le está destinada en el reino eterno: pero de paso ve y conoce con dolor que con evitar a su tiempo como estaba en su mano tantos defectos, y con haber obrado todo el bien que le era posible sería mucho más glorioso y resplandeciente su trono en el Cielo. Porque es indudable que habiendo muchas moradas en aquella patria feliz, cada grado de mérito aumenta a proporción los grados de gloria, y cuanto más se allega a Dios el alma por la perfección de la caridad en esta vida, tanto más cerca de Él logra estar en la otra. ¿Deseamos, pues oh cristianos, gozar de la más sublime gloria en el Cielo? Esforcémonos en ser los más virtuosos y perfectos en la tierra.
   
ORACIÓN
Dadnos gracia, oh Señor, para que nos hagamos cuales nos deseáis perfectos y semejantes a Vos; para que huyamos de todo mal; crezcamos en toda clase de bienes y merezcamos en el Cielo un puesto distinguido junto a Vos. Las almas del Purgatorio, porque faltaron a alguna de estas cosas, pagan rigurosamente la pena en aquella cárcel de dolores entre los continuos remordimientos de su espíritu. Tranquilizad, Señor, su conciencia, aquietadla con el perdón de sus pecados, con la remisión de la pena, llamarlas a la corona y a la gloria, para que gozando de Vos en el Cielo, cese el arrepentimiento y la aflicción de que amargamente se alimentan en el horror del abismo.
   
EJEMPLO: La baronesa Francisca Brooke de Stourton, en Inglaterra, llamó un dia al P. Juan Cornelio de la Compañía de Jesús, gran siervo de Dios, para mandarle celebrar una misa en sufragio de su perdido esposo Juan Stourton, y a la mitad de la misa, despues de la consagración, hasta el fin del Meménto de los difuntos, quedando aquel sacerdote arrebatado en extática vision por largo rato, veían sensiblemente los circunstantes en la pared lateral de la capilla, un resplandor que ondeaba semejante al reverbero de encendida llama que ardiese en el fondo del altar. Concluido el Santo Sacrificio desearon con impaciencia la baronesa y los que la acompañaban, que el buen religioso les hiciese saber la causa de tan larga suspensión y del gran resplandor que reververaba en la pared. Y prorrumpiendo entonces el siervo de Dios en aquella expresión de la Sagrada Escritura Beáti mórtui, qui in Dómino moriúntur, comenzó a referir que había visto un vasto espacio lleno de vivo fuego, en medio del cual el alma del Barón hacía con los más dolorosos gemidos la confesión de su vida pasada, particularmente de los respetos humanos de que se dejó llevar en la corte, y que tan rigurosamente pagaba, llorando sin consuelo el bien espiritual omitido por tan vil motivo, y cuyo incalculable daño entonces reconocía; e imploraba con los gritos más penetrantes la piedad de los fieles para obtener de la misericordia de Dios la pronta remisión de sus defectos. Con mas lágrimas que palabras hizo su narración aquel buen religioso, y así como los que la oyeron sacaron de ella ánimo para evitar en lo sucesivo toda clase de culpas, y para enfervorizarse siempre más en la carrera a la perfección, así también nosotros saquemos igual fruto, pensando que es mejor resolverse ahora a un método de vida más regular y perfecto, que llorar en el Purgatorio un deseo importuno, un tardío arrepentimiento (P. Daniel Bartoli SJ, en Historia de Inglaterra, libro 5º, cap. 7).
  
Rezaremos cinco Padre nuestros, Ave Marías y Réquiem en memoria de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo en sufragio de los fieles difuntos (y particularmente de N.), suplicando al Eterno Padre que se apiade de sus almas por la Sangre que derramó su divino Hijo, diciendo cinco veces:
  
JACULATORIA: Eterno Padre, por la preciosísima Sangre de Jesús, misericordia. Padre nuestro, Ave María y Réquiem....
   
SUFRAGIO: Si quod solátium charitátis, si quæ socíetas spíritus, ímplete gáudium meum, ut idem sapiátis, charitátem habéntes. (Ad Philip. 2, 4). En las conversaciones de los amigos y en las diversiones sociales, no nos olvidemos de nuestros antepasados, mas hagámosles también participantes de ellas con algún caritativo oficio de espiritual socorro.
  
El piadoso Arcipreste de Arona Graciano Punzoni, para alegrar la conversación de sus buenos amigos, solía colocar sobre la mesa de juego una porcion de confites, con el pacto que quien fuese venciendo en el juego tomase una parte de aquellos dulces, y quien tomase la última mandase celebrar alguna misa o hiciese otro sufragio por los difuntos. De este modo el juego no servía de peligro ni remordimiento, sino antes bien de recreo a los jugadores y de alivio al Purgatorio. Procuremos también nosotros santificar las reuniones con nuestros amigos, los juegos, las diversiones con la piedad para con los difuntos, la cual será a ellos más agradable, porque es derivada con singular ejemplo de la misma alegría de nuestras amigables reuniones. (Padre Marco Antonio Rossa SJ, en la Vida del Venerable Graciano Punzoni, cap. 8).
  
Añadiremos un Padre nuestro y Ave María por los propagadores de esta devoción.
De profúndis clamávi ad te, Dómine: * Dómine, exáudi vocem meam:
Fiant aures tuæ intendéntes, * in vocem deprecatiónis meæ.
Si iniquitátes observáveris, Dómine: * Dómine, quis sustinébit?
Quia apud te propitiátio est: * et propter legem tuam sustínui te, Dómine.
Sustínuit ánima mea in verbo ejus: * sperávit anima mea in Dómino.
A custódia matutína usque ad noctem: * speret Ísraël in Dómino.
Quia apud Dóminum misericórdia: * et copiósa apud eum redémptio.
Et ipse rédimet Ísraël, * ex ómnibus iniquitátibus ejus.
   
(Desde lo más profundo clamé a ti, oh Señor.
Oye, Señor, benignamente mi voz. Estén atentos tus oídos a la voz de mis plegarias.
Si te pones a examinar, Señor, nuestras maldades, ¿quién podrá subsistir, oh Señor, en tu presencia?
Mas en ti se halla como de asiento la clemencia: y en vista de tu Ley he confiado en ti, oh Señor.
En la promesa del Señor se ha apoyado mi alma: En el Señor ha puesto su esperanza.
Desde el amanecer hasta la noche espere Israel en el Señor.
Porque en el Señor está la misericordia, y en su mano tiene una redención abundantísima.
Y él es el que redimirá a Israel de todas sus iniquidades.)
℣. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine. (Dadles, Señor, el descanso eterno)
℞. Et lux perpétua lúceat eis. (Y brille para ellos la luz perpetua)
℣. A porta ínferi. (De la puerta del Infierno)
℞. Érue, Dómine, ánimas eórum. (Librad, Señor, sus almas)
℣. Requiéscant in pace. (Descansen en paz)
℞. Amén.
℣. Dómine, exáudi oratiónem meam. (Escuchad, Señor, mi oración).
℞. Et clamor meus ad te véniat. (Y mi clamor llegue hacia Vos).
   
ORACIÓN
Fidélium, Deus, ómnium Cónditor et Redémptor: animábus famulórum famularúmque tuárum remissiónem cunctórum tríbue peccatórum; ut indulgéntiam, quam semper optavérunt, piis supplicatiónibus consequántur: Qui vivis et regnas in sǽcula sæculórum (Oh Dios, Creador y Redentor de todos los fieles, conceded a las almas de vuestros servidoes y servidoras la remisión de todos sus pecados, al fin de que obtengan, por nuestras devotas oraciones, el perdón que siempre han deseado. Vos que vivís y reináis por todos los siglos de los siglos). Amén.
   
℣. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine. (Dadles, Señor, el descanso eterno)
℞. Et lux perpétua lúceat eis. (Y brille para ellos la luz perpetua)
℣. Requiéscant in pace. (Descansen en paz)
℞. Amén.
   
***
  
Cuando se quieran hacer sufragios particulares por el alma de algún difunto se dirá algunas de las siguientes oraciones antes de la susodicha Fidélium Deus, con la cual se concluirá siempre:
Oración por un Sacerdote u Obispo: Deus, qui inter apostólicos Sacerdótes fámulos tuos pontificáli seu sacerdotáli fecísti dignitáte vigére: præsta, quǽsumus; ut eórum quoque perpétuo aggregéntur consórtio. Per Christum Dóminum nostrum (Oh Dios, que quisisteis elevar vuestros siervos a la dignidad Episcopal o Sacerdotal, escogiéndolos y poniéndolos en el número de los Sacerdotes Apostólicos, os suplicamos el que hagáis gocen también de su compañía en vuestra gloria. Por Jesucristo nuestro Señor). Amén.
   
Por el Padre o por la Madre: Deus, qui nos patrem et matrem honoráre præcepísti: miserére cleménter animábus patris et matris meæ, eorúmque peccáta dimítte; meque eos in ætérnæ claritátis gáudio fac vidére (Oh Dios, que nos mandásteis honrar a padre y madre, compadecéos clemente de las almas de mi padre y de mi madre, perdonando sus pecados, y haced que pueda verlos en el gozo de la luz eterna). Amén.
N. B. Si son muchos los que hacen este ejercicio, donde se dice Patris et Matris meæ; se sustituirá Paréntum nostrórum, y donde meque se dirá nosque: si se pide solamente por el Padre se dirá ánimæ Patris mei o nostri; si por la sola Madre, ánimæ Matris meæ o nostræ.
    
Por los hermanos, y por otros parientes o bienhechores: Deus, véniæ largítor et humánæ salútis amátor: quǽsumus cleméntiam tuam; ut nostræ congregatiónis fratres, propínquos et benefactóres, qui ex hoc sǽculo transiérunt, beáta María semper Vírgine intercedénte cum ómnibus Sanctis tuis, ad perpétuæ beatitúdinis consórtium perveníre concédas (Oh Dios, que concedéis el perdón y sois amáis la salvación de los hombres, os suplicamos vuestra clemencia; para que le concedáis a nuestros hermanos de congregación, parientes y bienhechores, que partieron de este siglo, por la intercesión de la Bienaventurada siempre Virgen Santa María y con todos vuestros santos, llegar a ser consortes de la bienaventuranza perpetua).
    
Por un solo difunto: Inclína, Dómine, aurem tuam ad preces nostras, quibus misericórdiam tuam súpplices deprecámur: ut ánimam fámuli tui N., quam de hoc sǽculo migráre jussísti; in pacis ac lucis regióne constítuas, et Sanctórum tuórum júbeas esse consórtem. (Inclinad, Señor, vuestros oídos a nuestras súplicas, con que humildemente imploramos vuestra misericordia para que establezcáis en la región de la paz el alma de vuestro siervo N., que hicisteis salir de este mundo, y ordenéis sea compañera de vuestros Santos).
   
Por una sola difunta: Quǽsumus, Dómine, pro tua pietáte miserére ánimæ fámulæ tuæ N.: et a contágiis mortalitátis exútam, in ætérnæ salvatiónis partem restítue. (Os rogamos, Señor, tengáis piedad por vuestra misericordia del alma de vuestra sierva N., y que desnuda del contagio de la mortalidad, le restituyáis su parte en la salvación eterna).
   
Por dos o más difuntos: Deus, cui próprium est miseréri semper et parcére, propitiáre animábus famulárum famularúmque tuárum, et ómnia, eórum peccáta dimítte: ut mortalitátis vínculis absolúta, transíre mereántur ad vitam (Dios, de quien es propio tener misericordia y perdonar siempre, os suplicamos por las almas de vuestros siervos y siervas, y perdonadles todos sus pecados, para que siendo liberados de las cadenas de la muerte, merezcan llegar a la vida).
   
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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