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domingo, 8 de noviembre de 2020

MES DE NOVIEMBRE EN SUFRAGIO DE LAS BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO - DÍA OCTAVO

Dispuesto por el canónigo Francesco Vitali, Arcipestre de Fermo, y publicado en Sevilla por la Imprenta y librería de D. Antonio Izquierdo en 1858. Reimpreso en Madrid en 1863.
   
     
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
  
Postrados en la presencia de Dios con el mayor fervor de espíritu, supliquémosle que nos asista en el ejercicio de esta sagrada devoción, diciendo:
Disponed, Señor, y confortad nuestras almas con la abundancia de vuestra gracia, para que penetrando en la penosa cárcel del Purgatorio, con afectos de fe, caridad y compasión podamos procurar a los fieles difuntos la mayor abundancia de sufragios que redunde en favor suyo, gloria vuestra y provecho de nuestras almas. Amén.
   
DÍA 8 DE NOVIEMBRE
MEDITACIÓN: LA PENA DE DAÑO.
    
PUNTO PRIMERO
La mayor pena que se sufre en el Purgatorio es la de daño que consiste en estar lejos de Dios. Las penas de sentido redobladas ciento y mil veces, dice el Crisóstomo, no pueden compararse con el sentimiento de parecer indigno a los ojos de la divina Majestad y ser desheredado de su presencia. Un alma lejos de Dios es un alma fuera de su centro; y aunque lo esté por poco tiempo, el ser por culpa suya hace su estado tan amargo, que no hay lengua que lo pueda explicar. ¿Y nosotros perdemos a Dios tantas veces sin dársenos cuidado alguno? Bien se vé que nos alucina el sentido y nos hace viles esclavos de la culpa.
   
PUNTO SEGUNDO
Cuando un alma queda libre de los lazos del cuerpo, se abstrae, por decirio así, de todos los sentidos, deja el mundo, y con todas sus fuerzas es llevada hacia Dios, mas que la piedra a su centro: semejante a un río caudaloso que dividido en medio de su curso en varios arroyos, reuniéndose despues en un solo cauce va a desembocar con ímpetu en la mar. Pero si antes de entrar en ella la detiene un robusto dique, se hincha y rebosa, y murmulla, y no descansa hasta haber superado todos los obstáculos que le impidan su dirección; no de otra suerte el alma en el feliz momento de unirse a Dios, sintiéndose detenida por la divina Justicia, se aflige, se deshace e inquieta en sus congojas; no encuentra paz ni reposo hasta que no llegue al seno de su sumo Bien. Nosotros ¿qué ansia sentimos de ver a Dios? Cuanto mas se vive separado del mundo, tanto más se siente; y si de ningún modo experimentamos esta ansia, es indicio de que somos en un todo del mundo y no de Dios.
    
PUNTO TERCERO
Habiendo Absalón recobrado la gracia de su padre, le obligó David a volver a la corte, mas prohibiéndole al mismo tiempo el comparecer en su presencia; y tal prohibición fue tan sensible aun a aquel corazón ingrato, que prefería a ella el destierro y la muerte, deplorando con tanta copia de lágrimas su suerte, que convirtió el palacio en un teatro de tristeza y de dolor. A las almas del Purgatorio fue ya levantado el destierro del mundo, están seguras de la gloria del Cielo; mas atendidas sus imperfecciones no puede la divina Justicia admitirlas a la visión beatífica de su divino rostro; son detenidas en aquel lugar de expiación; y sus deseos, sus suspiros, sus gemidos son tan continuos y profundos, que no solo hacen resonar las bóvedas de aquella cárcel, sino que penetran hasta el Cielo, ¡Ah! Lleguen una vez también a nuestros oídos para movernos a interponer los más fervorosos oficios con la divina clemencia, para que sean consoladas con la vista de su divino Padre.
   
ORACIÓN
Consolad, Señor, a aquellas almas que desean ardientemente unirse a Vos. A Vos las inclina la naturaleza, como a último fin; a Vos las dirige la gracia como al centro feliz; a Vos las lleva el amor, como objeto suspirado; a Vos las impele el deseo, como a blanco de sus afectos. No hay para ellas sino Dios, por quien a cada instante suspiran, Consoladlas, oh Señor, en sus ardientes deseos; consoladlas en sus incesantes suspiros, dándoos prontamente a ellas en premio, en bienaventuranza, en corona de su irresistible afecto.
   
EJEMPLO: No solamente por el constante ejercicio de las más heroicas virtudes religiosas, sino mucho más por las austerísimas penitencias con que maceraba su carne, subió a tal cumbre de perfección Fr. Antonio Corso, Capuchino, que era tenido comúnmente en grandísimo conceplo de santidad. Sin embargo, llegado al fin de sus días no pudo subir derechamente al Cielo sin pasar antes y ser detenido en la penosísima cárcel del Purgatorio, de donde habiendo salido por divino permiso se dejó ver en el estado más deplorable al enfermero del convento; el cual vuelto en sí de la primera sorpresa, «¿cómo, dijo, oh Fr. Antonio, condenado al Purgatorio vos a quien creíamos en un alto grado de gloria? ¿Y cuál es y cuán grande la pena que sufrís?». «Es de dos maneras, respondió el difunto, la pena que yo padezco. La del sentido es tan grave, es tan atroz, que no puede explicarse; mas la que no tiene comparación y sobrepuja todo humano concepto es la pena de daño, que me priva de la visión beatífica del sumo Bien. Faltándome este, todo me falta, y seré siempre la más infeliz criatura mientras estuviere lejos de Él. Por lo cual encomendadme a todos los religiosos para que me ayuden eficazmente con sus sufragios, pues yo no puedo estar más sin mi Dios». ¡Oh Dios! ¡Oh Dios! Hacednos comprender qué cosa sea el estar lejos de Vos, para que evitando todo peligro de perderos en esta vida, podamos unirnos con Vos sin dilación alguna en la otra. (Anales de los Padres Capuchinos, año de Cristo 1548).
  
Rezaremos cinco Padre nuestros, Ave Marías y Réquiem en memoria de la Pasión de nuestro Señor Jesucristo en sufragio de los fieles difuntos (y particularmente de N.), suplicando al Eterno Padre que se apiade de sus almas por la Sangre que derramó su divino Hijo, diciendo cinco veces:
  
JACULATORIA: Eterno Padre, por la preciosísima Sangre de Jesús, misericordia. Padre nuestro, Ave María y Réquiem....
   
SUFRAGIO: In contritióne fíliæ pópuli mei óculus meus afflíctus est, nec tácuit, eo quod non esse réquies (Threni 3, 48). Al profundo afán de las almas del Purgatorio acarrea mucho alivio ia mortificación de la vista, que no dejaremos de practicar en su socorro.
  
Todos los miembros del pacientísimo Job estaban cubiertos de hediondas úlceras, y con todo eso no se condolía tanto de estas, cuanto de los ojos, a los cuales se negaba la vista del sumo bien que es Dios. In amaritudínibus morátur óculus meus; fáciem tuam abscóndis? Como si dijera, explica admirablemente Tertuliano, el dolor de los dolores, mi mayor tormento es el no poder veros todavía, ¡oh Señor mío! De óculo quǽritur, qui totus in torméntis pósitus est. Pero tormento más cruel y lamentos más congojosos son los de las almas del Purgatorio, que suspiran con mucho mayor deseo por la vista de Dios. Para apresurársela, mortifiquemos nuestros ojos cerrándolos a los objetos mundanos; pues cuanto más cerráremos los nuestros, más se abrirán los suyos para ver claramente el rostro de Dios. (Job 17, 13. Tertuliano, De la penitencia).
  
Añadiremos un Padre nuestro y Ave María por los propagadores de esta devoción.
De profúndis clamávi ad te, Dómine: * Dómine, exáudi vocem meam:
Fiant aures tuæ intendéntes, * in vocem deprecatiónis meæ.
Si iniquitátes observáveris, Dómine: * Dómine, quis sustinébit?
Quia apud te propitiátio est: * et propter legem tuam sustínui te, Dómine.
Sustínuit ánima mea in verbo ejus: * sperávit anima mea in Dómino.
A custódia matutína usque ad noctem: * speret Ísraël in Dómino.
Quia apud Dóminum misericórdia: * et copiósa apud eum redémptio.
Et ipse rédimet Ísraël, * ex ómnibus iniquitátibus ejus.
   
(Desde lo más profundo clamé a ti, oh Señor.
Oye, Señor, benignamente mi voz. Estén atentos tus oídos a la voz de mis plegarias.
Si te pones a examinar, Señor, nuestras maldades, ¿quién podrá subsistir, oh Señor, en tu presencia?
Mas en ti se halla como de asiento la clemencia: y en vista de tu Ley he confiado en ti, oh Señor.
En la promesa del Señor se ha apoyado mi alma: En el Señor ha puesto su esperanza.
Desde el amanecer hasta la noche espere Israel en el Señor.
Porque en el Señor está la misericordia, y en su mano tiene una redención abundantísima.
Y él es el que redimirá a Israel de todas sus iniquidades.)
℣. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine. (Dadles, Señor, el descanso eterno)
℞. Et lux perpétua lúceat eis. (Y brille para ellos la luz perpetua)
℣. A porta ínferi. (De la puerta del Infierno)
℞. Érue, Dómine, ánimas eórum. (Librad, Señor, sus almas)
℣. Requiéscant in pace. (Descansen en paz)
℞. Amén.
℣. Dómine, exáudi oratiónem meam. (Escuchad, Señor, mi oración).
℞. Et clamor meus ad te véniat. (Y mi clamor llegue hacia Vos).
   
ORACIÓN
Fidélium, Deus, ómnium Cónditor et Redémptor: animábus famulórum famularúmque tuárum remissiónem cunctórum tríbue peccatórum; ut indulgéntiam, quam semper optavérunt, piis supplicatiónibus consequántur: Qui vivis et regnas in sǽcula sæculórum (Oh Dios, Creador y Redentor de todos los fieles, conceded a las almas de vuestros servidoes y servidoras la remisión de todos sus pecados, al fin de que obtengan, por nuestras devotas oraciones, el perdón que siempre han deseado. Vos que vivís y reináis por todos los siglos de los siglos). Amén.
   
℣. Réquiem ætérnam dona eis, Dómine. (Dadles, Señor, el descanso eterno)
℞. Et lux perpétua lúceat eis. (Y brille para ellos la luz perpetua)
℣. Requiéscant in pace. (Descansen en paz)
℞. Amén.
   
***
  
Cuando se quieran hacer sufragios particulares por el alma de algún difunto se dirá algunas de las siguientes oraciones antes de la susodicha Fidélium Deus, con la cual se concluirá siempre:
Oración por un Sacerdote u Obispo: Deus, qui inter apostólicos Sacerdótes fámulos tuos pontificáli seu sacerdotáli fecísti dignitáte vigére: præsta, quǽsumus; ut eórum quoque perpétuo aggregéntur consórtio. Per Christum Dóminum nostrum (Oh Dios, que quisisteis elevar vuestros siervos a la dignidad Episcopal o Sacerdotal, escogiéndolos y poniéndolos en el número de los Sacerdotes Apostólicos, os suplicamos el que hagáis gocen también de su compañía en vuestra gloria. Por Jesucristo nuestro Señor). Amén.
   
Por el Padre o por la Madre: Deus, qui nos patrem et matrem honoráre præcepísti: miserére cleménter animábus patris et matris meæ, eorúmque peccáta dimítte; meque eos in ætérnæ claritátis gáudio fac vidére (Oh Dios, que nos mandásteis honrar a padre y madre, compadecéos clemente de las almas de mi padre y de mi madre, perdonando sus pecados, y haced que pueda verlos en el gozo de la luz eterna). Amén.
N. B. Si son muchos los que hacen este ejercicio, donde se dice Patris et Matris meæ; se sustituirá Paréntum nostrórum, y donde meque se dirá nosque: si se pide solamente por el Padre se dirá ánimæ Patris mei o nostri; si por la sola Madre, ánimæ Matris meæ o nostræ.
    
Por los hermanos, y por otros parientes o bienhechores: Deus, véniæ largítor et humánæ salútis amátor: quǽsumus cleméntiam tuam; ut nostræ congregatiónis fratres, propínquos et benefactóres, qui ex hoc sǽculo transiérunt, beáta María semper Vírgine intercedénte cum ómnibus Sanctis tuis, ad perpétuæ beatitúdinis consórtium perveníre concédas (Oh Dios, que concedéis el perdón y sois amáis la salvación de los hombres, os suplicamos vuestra clemencia; para que le concedáis a nuestros hermanos de congregación, parientes y bienhechores, que partieron de este siglo, por la intercesión de la Bienaventurada siempre Virgen Santa María y con todos vuestros santos, llegar a ser consortes de la bienaventuranza perpetua).
    
Por un solo difunto: Inclína, Dómine, aurem tuam ad preces nostras, quibus misericórdiam tuam súpplices deprecámur: ut ánimam fámuli tui N., quam de hoc sǽculo migráre jussísti; in pacis ac lucis regióne constítuas, et Sanctórum tuórum júbeas esse consórtem. (Inclinad, Señor, vuestros oídos a nuestras súplicas, con que humildemente imploramos vuestra misericordia para que establezcáis en la región de la paz el alma de vuestro siervo N., que hicisteis salir de este mundo, y ordenéis sea compañera de vuestros Santos).
   
Por una sola difunta: Quǽsumus, Dómine, pro tua pietáte miserére ánimæ fámulæ tuæ N.: et a contágiis mortalitátis exútam, in ætérnæ salvatiónis partem restítue. (Os rogamos, Señor, tengáis piedad por vuestra misericordia del alma de vuestra sierva N., y que desnuda del contagio de la mortalidad, le restituyáis su parte en la salvación eterna).
   
Por dos o más difuntos: Deus, cui próprium est miseréri semper et parcére, propitiáre animábus famulárum famularúmque tuárum, et ómnia, eórum peccáta dimítte: ut mortalitátis vínculis absolúta, transíre mereántur ad vitam (Dios, de quien es propio tener misericordia y perdonar siempre, os suplicamos por las almas de vuestros siervos y siervas, y perdonadles todos sus pecados, para que siendo liberados de las cadenas de la muerte, merezcan llegar a la vida).
   
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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