Oh Dios grande y omnipotente, de quien suave y ordenadamente emanan, como de su fuente natural, todas las cosas, acoge benignamente a nosotros aquí postrados que, cultivando y profesando la ciencia del derecho, experimentamos en modo especial la necesidad de tu auxilio para seguir siempre el camino recto, donde a cada uno se atribuye lo que es suyo, sin desviaciones ni errores.
Ilumina nuestros débiles ojos, a fin que en todo momento y en cada caso, sepamos reconocer lo que es justo: concede a nuestra inteligencia la profundidad necesaria para poder seguir en todas las cosas el camino de tu santísima voluntad; y haz que nunca faltemos en aplicarla a las normas que deben regular la actividad personal de los hombres, el camino de la sociedad y el concierto armónico de las naciones.
Asístanos en forma particular la virtud de tu gracia, cuando debamos decidir solemnemente en tu nombre y en el de la sociedad humana, para que el bien reciba el premio merecido y la maldad el justo
castigo.
Si como juristas queremos reconocer públicamente en Ti el principio y la fuente de todo derecho, antes y por encima de toda voluntad puramente humana o de todo ordenamiento social; como cristianos profesamos la íntima relación y dependencia entre el derecho y la moral, entre el derecho y la religión, y como hijos de la Iglesia admitimos y aceptamos su magisterio
supremo y la plenitud de sus sagrados derechos.
¡Señor! En este siglo tormentoso, que parece avanzar por los senderos de la historia como un ciego, que no sabe dónde poner el pie para sentirse seguro, pero anhela la luz y la vida; recurrimos a Ti llenos de confianza e imploramos la fuerza de cooperar al equilibrio, la tranquilidad y la paz del mundo, trabajando en la difusión del derecho y de la justicia: en forma que, partiendo de las normas puramente humanos, sepamos salir y elevarnos hacia Ti, para descender después con más ardiente anhelo que finalmente reine sobre la tierra tu voluntad y tu ley, que reines Tú mismo, oh Señor, como triunfas y reinas en lo más alto de los Cielos y reinarás siempre por todos los siglos de los siglos. Así sea.
Oración compuesta por el Papa Pío XII el 25 de Marzo de 1955, publicada en Acta Apostólicæ Sedis XLVII (1955), págs. 412-413. Indulgencia de 500 días cada vez que se rece con la contrición debida.
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