«No se ha de ir a la oración para experimentar las dulzuras del amor divino; quien este fin se propusiere perdería el tiempo y sacaría escasa ventaja. El alma ha de darse a la oración solamente para agradar a Dios, es decir, sólo para conocer cuál sea su voluntad y pedirle la necesaria ayuda para cumplirla». (SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, Práctica del amor a Jesucristo).
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