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martes, 22 de diciembre de 2020

MES DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA - DÍA VIGESIMOSEGUNDO

Tomado de la obra publicada por el P. Luis Ángel Torcelli OP, traducida y publicada por don Leocadio López en Madrid, año 1861, con aprobación eclesiástica.
 
MES DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA
   
         
ORACIONES INICIALES
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
℣. Abrid, Señor, mis labios.
℞. Desatad mi lengua para anunciar las grandezas de la Virgen Inmaculada, y cantaré las alabanzas de vuestra misericordia.
   
℣. Venid en mi auxilio, oh Reina inmaculada
℞. Y defendedme de los enemigos de mi alma.
    
Gloria al Padre, gloria al Hijo y al Espíritu Santo, que preservó inmaculada a María por los siglos de los siglos. Amén.
   
HIMNO
    
Coro: Oh Madre dulce y tierna
Oye la triste voz,
La triste voz del mundo,
Que te demanda amor.
   
I
Salve, salve, Inmaculada,
Clara estrella matutina,
Que los cielos ilumina
Y este valle de dolor;
Tú, con fuerza misteriosa
Por salvar la humana gente,
Quebrantaste la serpiente
Que el infierno suscitó.
    
II
Salve, salve, Madre mía,
Tú bendita por Dios eres
Entre todas las mujeres
Y sin culpa original.
Salve, ¡oh Virgen! esperanza
Y remedio apetecido
Del enfermo y desvalido,
Y del huérfano sin pan.
    
III
Tú del nuevo eterno pacto
Eres arca y eres sello;
Luz espléndida, iris bello
De la humana redención.
Tú llevaste en tus entrañas
El que dio a la pobre tierra
Paz y amor, en vez de guerra,
Y a sus crímenes perdón.
    
IV
Eres bella entre las bellas,
Eres santa entre las santas,
Alabándote a tus plantas
Coros de ángeles están.
Resplandece tu pureza
Más que el campo de la nieve,
Y de ti la gracia llueve
Sobre el mísero mortal.
    
V
Virgen cándida, cual lirio,
Eres fuente cristalina
Donde el triste que camina
Va a calmar la ardiente sed.
Gentil palma del desierto,
Que da sombra protectora
Al que su piedad implora
Consagrándole su fe.
   
VI
¡Gloria al Padre, Gloria al Hijo,
En la tierra y en el cielo!
¡Gloria al que es nuestro consuelo,
Al Espíritu de Amor!
Y la Virgen sin mancilla
Siempre viva en la memoria,
Y en su honor repita Gloria
Nuestro amante corazón.
    
DÍA VIGÉSIMOSEGUNDO - LA MADRE DE LOS VIVIENTES
Eo quod mater esset cunctórum vivéntium. (Génesis III, 20).
          
Si Dios nos hubiese criado a todos a un mismo tiempo, como hizo con los ángeles, no hubiera habido padre, ni madre, ni ninguna de esas dulces afecciones que producen tan amables nombres, y la naturaleza humana habría quedado privada de una de sus más inocentes delicias. Pueden nuestros ojos recrearse con las variadas bellezas de la luz, y nuestros oídos con las más suaves dulzuras de la armonía, pero ningún goce de la tierra iguala al que proviene de un amor puro y sin mancha (Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, Parte I-IIæ, cuestión 22, art. 6); y ese tierno sentimiento que por primera vez recibimos entre los brazos de una madre, que nos acompaña en todas las edades de la vida, y que puede formar nuestro gozo hasta en los días de la desgracia, no nos inunda de un dulce y puro contento sino cuando es el amor de una madre y un hijo. Y por eso el Señor dio a Adán una esposa que después fuese la madre de los vivientes: una esposa enriquecida con todos los dones de la naturaleza y de la gracia, para que engendrándonos doblemente entre las delicias terrenales y las celestes, nos hiciese a un tiempo mismo hijos de Eva e hijos de Dios. Pero aquella esposa pecó antes de ser madre, y si las humanas generaciones tuvieron una procreadora en el orden de la naturaleza, sin el inefable procedimiento seguido en la obra de la redención hubieran permanecido privadas de ella en el orden del espíritu. No, la gracia no debía quedar inferior a la naturaleza, y Dios, al darnos un padre en Jesucristo para que nos regenerase a la vida con su pasión, dispuso también que la Virgen santísima experimentase en su Corazón todos los dolores de ella, para que participan do de esa regeneración pudiese recibir el nombre suavísimo de nuestra Madre. De ese modo, aquel gozo, que es el que naturalmente penetra más nuestros corazones, viene también a hacernos felices entre las caricias de la gracia; de ese modo, aquel amor, que estaba débil y enfermizo en el abismo de las cosas terrenas, fue elevado a nueva inocencia entre los brazos de una Madre divina; y nosotros, aunque caídos y pecadores, llegamos a ser hijos de María. Una virgen inmaculada era la que Dios preparaba para que fuese nuestra madre en el paraíso terrenal; y una Virgen inmaculada es la que nos presenta para nuestra regeneración en el paraíso del cielo. La primera debía ser una madre dotada de toda aquella amabilidad que un Dios había podido prodigar a la mujer llamada a una generación de hijos inocentes; la segunda es una madre colmada de todas esas amables perfecciones que un Dios supo derramar sobre la virgen destinada a formar sus mismas delicias. En la primera se nos daba una madre que podía ser común con las demás criaturas, la segunda es una madre común con Dios; por una madre terrena somos todos hermanos en la humana progenie: por una madre celeste somos hermanos de Dios (Romanos VIII, 29).
    
CÁNTICO
A Vos he alzado los ojos, oh Virgen inmaculada; a Vos, que desde la mansión de los cielos miráis compasiva a la tierra.
Así como los ojos de los siervos están siempre fijos en las manos de su señor, del mismo modo mis ojos se fijan en Vos, ¡oh María!
Vuestras manos destilan a manera de rocío la mirra y los aromas más exquisitos; la mirra y los aromas del paraíso.
La imposición de vuestras manos es suave como el corazón de una madre; y Vos sois mi madre, oh inmaculada María.
¡Ay!, ¿por qué no imponéis vuestras manos purísimas sobre mi cabeza, por qué no me bendecís con maternal amor?
Cesarán los sollozos de mi corazón, cesarán las asechanzas de mi enemigo, y habrá paz en mi espíritu, y vuestras dulzuras me inundarán eternamente.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, que preservó inmaculada a María, por los siglos de los siglos. Amén.
    
ORACIÓN
¡En dónde encontraré sobre la faz de la tierra imágenes bastante tiernas para ensalzar vuestra dulzura, oh María! Vos, Madre de la eterna Sabiduría, Vos, Madre de santa esperanza, Vos, Madre del amor inmaculado, sois también mi madre, ¡oh Virgen bendita! A Vos, pues, consagraré mis afectos, a Vos dedicaré mi corazón, a Vos me entregaré yo mismo enteramente, para que de aquí en adelante guardéis con vuestro maternal amor todos los días de mi vida. Recordad, Madre mía, recordad los amabilísimos cuidados que prodigasteis en la vida terrena a vuestro niño Jesús; yo soy como un niño en la vida de la gracia: mis pies vacilan, balbucean mis labios y son inseguros y débiles todos mis sentidos en este nuevo vivir. ¡Ay!, ¿quién dará fuerza a mis pies para seguir por el camino de la perfección sino Vos, la más perfectísima de las madres? ¿Quién instruirá a mis sentidos en la obra de la eterna salvación, sino Vos, oh Madre inmaculada de los vivificados en el Espíritu? ¿Quién enseñará a mi lengua a pronunciar las palabras de la vida, sino Vos, oh Virgen, Madre de mi Salvador? ¡Ah! Instruid mis labios, oh dulcísima María, a proferir de continuo el nombre de mi Dios, que me creó de la nada; el nombre de mi Jesús, que me rescato de la muerte; el nombre del Espíritu Paráclito que me iluminó con la fe, me inspiro la esperanza y me avivó la caridad. Y cuando mi corazón se halle bastante educado para poder ser admitido en la región del cielo, acogedme entonces en vuestros brazos, ¡oh María misericordiosa!, sacadme de esta tierra de peligros y de asechanzas, y colocadme a vuestro lado en esa bienaventurada patria que el divino Salvador ha reservado a vuestros hijos, por los siglos de los siglos. Amén. Tres Ave Marías.
   
CONCLUSIÓN PARA CADA UNO DE LOS DÍAS
 
Después de la Letanía Lauretana, se concluirá así: 
  
LATÍN
Tota pulchra es, María,
Et mácula originális non est in Te.
 
Tu glória Jerúsalem,
Tu lætítia Ísraël,
Tu honorificéntia pópuli nostri,
Tu advocáta peccatórum.
  
O María, Virgo prudentíssima,
Mater clementíssima,
Ora pro nobis,
Intercéde pro nobis ad Dóminum Jesum Christum.
  
℣. In Conceptióne tua, Virgo, immaculáta fuísti;
℞. Ora pro nobis, Patrem, cujus Fílium peperísti.
    
ORATIO
Deus, qui per immaculátam Vírginis conceptiónem dignum Fílio tuo habitáculum præparásti: † quǽsumus; ut, qui ex morte ejúsdem Fílii tui prævísa, eam ab omni labe præservásti, nos quoque mundos ejus intercessióne ad te perveníre concédas. Per eúmdem Dóminum nostrum Jesum Christum Fílium tuum: Qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti Deus, per ómnia sǽcula sæculórum. Amen.
 
TRADUCCIÓN 
Sois toda hermosa, María,
Y no hay en vos mancha original.
 
Sois la gloria de Jerusalén,
Sois la alegría de Israel,
Sois la honra de los pueblos,
Sois la abogada de los pecadores.
   
Oh María, Virgen prudentísima,
Madre de toda clemencia,
Rogad por nosotros,
Interceded por nosotros con Jesucristo, nuestro Señor.
   
℣. En vuestra concepción, Virgen Santísima, fuisteis inmaculada.
℞. Rogad por nosotros al Padre, cuyo hijo disteis a luz. 
   
ORACIÓN
Dios mío, que por medio de la inmaculada concepción de la Virgen preparasteis una habitación digna para vuestro Hijo, concedednos por su intercesión que conservemos fielmente inmaculado nuestro corazón y nuestro cuerpo para vos, que le preservasteis de toda mancha. Por el mismo Jesucristo, Señor nuestro. Amén.
   
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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