«No se puede arrancar de brazos de una madre a su hijo recién nacido. No se puede suspender en el aire al niño recién nacido. De la misma forma no se puede suspender la idea de un niño recién nacido en el vacío o pensar en él sin pensar en su madre. No se puede visitar al niño sin visitar a la madre, y en la vida ordinaria NO ES POSIBLE ACERCARSE AL NIÑO SALVO A TRAVÉS DE LA MADRE». (GILBERT KEITH CHESTERTON, El Hombre eterno, parte 2, cap. I).
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