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martes, 1 de diciembre de 2020

NOVENA EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DE LORETO

Novena dispuesta por el padre Fray Daniel Sánchez García OFM, del Convento de San Francisco, y publicada en Guatemala de la Asunción por la Tipografía Sánchez y de Guise en 1915, con licencia eclesiástica otorgada por Rafael Álvarez, Secretario del Arzobispado, el 29 de Octubre de 1915.
 
A LOS DEVOTOS DE NUESTRA SEÑORA DE LORETO
Hace algunos meses publicamos la MILAGROSA HISTORIA DE LA IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA DE LORETO. Desde entonces hemos visto con singular complacencia acrecentarse de día en día el culto de esta célebre Imagen tan venerada en otro tiempo. Con frecuencia acuden a solicitar un poco de aceite de la lámpara que arde ante la bendita Imagen, porque personas amigas les han manifestado haber obtenido con él prodigiosas curaciones. Se han celebrado y se celebran bastantes misas en acción de gracias por favores extraordinarios que confiesan haber recibido por mediación de Nuestra Señora de Loreto, venerada en los Templos de San Francisco y el Sagrado Corazón.
  
Repetidas veces me han manifestado algunos devotos sus grandes deseos de tener una Novena de esta milagrosa Imagen, y juzgando muy digno el acceder a ellos y muy a propósito para aumentar su culto, me resolví a escribir la presente. En las consideraciones de cada día de la Novena me he limitado únicamente a estudiar la vida admirable de María Santísima en su casita de Nazaret, tan famosa hoy día en el orbe católico con el nombre de la Santa Casa de Loreto. En todo tiempo puede hacerse provechosamente esta Novena, pero desde muy antiguo se viene celebrando con solemnidad la fiesta principal de esta Imagen el 10 de Diciembre, y por consiguiente la novena se hace en los nueve días anteriores. Con seguridad el que lea la Milagrosa Historia de Ntra. Señora de Loreto, se hará pronto su devoto.
    
Los muchos y singulares favores que ha dispensado en lo pasado a los que acudían a ella, son la mejor garantía de que favorecerá en lo por venir a los que se acojan a su amparo. Esta es la firme esperanza que abriga el que esto escribe, y por esto suplica a todos los que hagan esta Novena, lo encomienden a Nuestra Señora de Loreto.
   
FRAY DANIEL SÁNCHEZ GARCÍA, OFM.
Guatemala, Febrero de 1915. 
    
NOVENA DE NUESTRA SEÑORA DE LORETO
   
         
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
    
ACTOS DE FE, ESPERANZA Y CARIDAD
Creo en Vos, Dios mío, porque sois verdad infalible; espero en Vos, porque sois fiel en vuestras promesas; os amo, porque sois bondad infinita. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido por ser Vos quien sois, y por que os amo sobre todas las costas: propongo nunca más pecar. (Indulgencia de siete años y siete cuarentenas cada vez; plenaria al mes).
   
OFRECIMIENTO
Os ofrezco, Dios mío, esta Novena a vuestra mayor gloria y en honra de Nuestra Señora de Loreto venerada en este templo, por medio de la cual obráis tantos prodigios y derramáis tantas gracias sobre los míseros mortales. Hacedme agradable a vuestros divinos ojos para que sea digno de alabaros y bendeciros eternamente en el cielo. Amén.
       
DÍA PRIMERO – 1 DE DICIEMBRE
DESPOSORIOS DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
Hacía nueve años que María vivía en el templo, y deseaba con toda su alma permanecer para siempre en la casa de Dios cuyo último lugar prefería a las más altas dignidades del mundo; pero la ley se oponía a sus deseos. Cuando las vírgenes consagradas al servicio de los altares llegaban a los quince años de su edad, eran de nuevo enviadas por el Sumo Sacerdote al seno de sus familias, para que cumpliesen la rigurosa obligación del matrimonio, que el orgullo nacional imponía a todas las hijas de Israel. No pudiendo, pues, la Santísima Virgen prolongar su estancia en el templo contra el dictamen de la ley, mi presentarse en el mundo sin un protector de su juventud, se sometió a la costumbre de su país, confiando en que el auxilio del cielo la había de proporcionar un medio para conciliar con el matrimonio su voto de virginidad. La divina Providencia, que había predestinado a San José para que fuese fiel custodio de la virginidad de María y padre adoptivo de Jesús, le hizo conocer también por señales especiales que él era el elegido para ser esposo de aquella Virgen inmaculada y santísima.
   
Celébrase el desposorio con el castísimo José, y se retiran ambos esposos a vivir a una humilde aldea llamada Nazaret. El exacto y puntual desempeño de los ordinarios deberes domésticos y el gobierno interior de su casa forman el carácter distintivo de la vida que comenzó a llevar María en su casita de Nazaret. En este humilde retiro, María combate con su ejemplo esa piedad muelle y ociosa que se observa en no pocas mujeres acomodadas, enemigas del trabajo, sólo porque no necesitan de él para vivir. No; la piedad de María es muy diferente. Sabía muy bien que pesaban sobre ella los deberes de presentar oportunamente el alimento y el vestido a su querido esposo, y de cuidar con solicitud y esmero de las cosas de su pobre morada, y no podía olvidar que todo esto tenía que hacerlo por sí misma. ¡Ah! Si las esposas cristianas imitasen este hermoso ejemplo de María, sin duda alguna veríamos pronto reinar en sus casas el aseo, el orden, el bienestar y la dicha.
   
Medítese unos instantes sobre lo dicho, y hágase la petición. Ahora se rezarán tres Avemarías y un Gloria.
   
JACULATORIA: Bendita sea la Santa e Inmaculada Concepción de la beatísima Virgen María, Madre de Dios. (300 días de indulgencia cada vez).
   
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir que fuese abandonado de Vos ninguno de cuantos han acudido a vuestra protección, implorando vuestro socorro y pidiendo vuestros auxilios. Animado yo con igual confianza, acudo también a, Vos, oh Virgen Madre de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados, me postro humilde a vuestras plantas. No despreciéis, oh Madre del Verbo, mis pobres súplicas, antes bien dignaos oírlas y acogerlas favorablemente. Amén. (300 días de indulgencia cada vez; plenaria al mes).
    
Se terminará con las Letanías de la Virgen, llamadas lauretanas o sea de Loreto, a las cuales hay concedidas 300 días de indulgencia cada vez; plenaria en las cinco fiestas mayores de la Virgen.
   
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
DÍA SEGUNDO – 2 DE DICIEMBRE
Por la señal…
Actos de Fe, Esperanza y Caridad; y Ofrecimiento.
       
SAN GABRIEL ANUNCIA A MARÍA EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN. 
María estaba en medio del mundo, pero no por eso vivía menos sola y retirada; entre el trabajo y la oración ocupaba todas las horas del día. El Arcángel San Gabriel es enviado por Dios a María, que se encuentra sola, dice San Ambrosio, en su aposento. Sólo un ángel podía llegar hasta su presencia, y aun la vista de un ángel la llena de turbación y sobresalto. Y si la presencia del ángel la sobresalta, no la turban menos las palabras que la dirige. El ángel se humilla ante ella, y la saluda reverente diciendo: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres. Esta manera de saludar no se había oído jamás en el mundo, y la Santísima Trinidad la reservó, para María, a fin de manifestar a todos los siglos su grandeza y su dignidad incomparables. María no reconoce en sí misma la mujer a quien van dirigidos aquellos elogios, y en su profunda humildad sólo contesta manifestando la turbación de que está dominada: Turbáta est. María, dice San Bernardo, se sonroja al oír que se la llama bendita entre las mujeres, porque sólo deseaba las bendiciones de las vírgenes. Vos lo sabéis, Dios mío, debió exclamar, yo he pasado la infancia en el sagrado recinto del templo; la inocencia fue la fiel compañera de mis primeras pasos; la virginidad me pareció una ofrenda digna de vuestra soberana grandeza, y Vos recibisteis mi sacrificio; ¿será posible que mi pureza no os haya sido aceptable? No temas, le dice el ángel, tú tendrás un hijo y le pondrás por nombre Jesús; será grande y se llamará Hijo del Altísimo. ¡Yo!, exclamó María, ¡yo la Madre de mi Dios! ¡Me bastaría la incomparable gloria de ser su más humilde sierva. Es cierto que le amo, que le adoro, que yo sería sumamente feliz llevándole en mis brazos, velando su dulce sueño, enjugando sus lágrimas, mezclando mi llanto con su sangre, llamándole hijo mío y llamándome Él su madre; pero el Señor sabe lo que le prometí, y más quiero complacerlo que mandarle. ¡Ah! si los designios que Dios tiene sobre mí no pueden realizarse sin ofender a una virtud que me es tan amada, dejo gustosa a las mujeres de Judá estas bendiciones, y renuncio a la maternidad divina antes que dejar de ser virgen. ¿De qué manera, preguntó al ángel, se hará esto? Para disipar sus temores, fue preciso que el ángel la tranquilizase, diciendo: No temas María; serás Madre, sin dejar de ser virgen. El hijo que te anuncio será obra del altísimo. La maternidad divina, lejos de empañar el brillo de tu virginidad, la hará infinitamente más hermosa y más pura al habitar en tus entrañas el mismo Dios. A imitación de María conformemos nuestra vida con los designios y pensamientos de Dios, procuremos siempre hacer más aprecio del menor acto de virtud que de todos los dones celestiales, porque no son estos dones los que glorifican a Dios y santifican nuestras almas, sino las virtudes cuyo ejercicio es tan costoso para la naturaleza. Medítese un rato. Récense las tres Avemarías y Gloria.
      
JACULATORIA: Dulce Corazón de María, sed mi salvación. (300 días de indulgencia cada vez; plenaria al mes).
   
El Acordaos y las Letanías de Loreto se dirán todos los días.
   
DÍA TERCERO – 3 DE DICIEMBRE
Por la señal…
Actos de Fe, Esperanza y Caridad; y Ofrecimiento.
    
CONSENTIMIENTO DE MARÍA EN LA ENCARNACIÓN. 
Libre María de toda duda acerca de su perpetua virginidad, asintió a las palabras del ángel, y persuadida de que Dios, para ejecutar sus incomprensibles designios dispone de maravillosos medios, dio sin la menor vacilación aquel consentimiento que debía salvar al mundo. He aquí, dijo, la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Hágase, fiat; de esa manera se sirvió el Criador para sacar la luz de la nada. No ignoraba María que la Encarnación del Verbo era una obra de la omnipotencia de Dios, no menos estupenda que la creación del universo. A los honrosos títulos que el ángel le prodiga, opone ella un título de humildad, del cual se vale para expresar lo que es y lo que desea ser siempre: la esclava del Señor. ¡Oh milagro de los milagros!, exclama San Juan Crisóstomo, María es saludada como llena de gracia, y protesta que sólo es la sierva del Señor. Apenas María hubo prestado su consentimiento el ángel desapareció. El Espíritu Santo descendió en aquél mismo instante, y formó en las entrañas de María de su purísima sangre el cuerpo del Hombre-Dios. ¿Quién será capaz de expresar las gracias con que el Señor la enriqueció en aquel dichoso momento? Pues así como este sol visible que nos alumbra, no bien fue criado, cuando ya empezó a iluminar al mundo y a difundir por doquiera su calor y sus benéficas influencias, así también el divino sol de justicia, Jesucristo, no bien fue concebido y formado en las entrañas de María, cuando la llenó de sus celestiales resplandores, y derramó sobre su alma purísima los inagotables tesoros de su gracia. Pero la gloria de María no está solamente en haber llevado a Jesús en su seno, sino en haberlo conservado por amor en su corazón; en haber sabido unir las virtudes más eminentes con las más elevadas distinciones, y honrar con su vida inmaculada la maternidad divina. María dice San Cipriano, se muestra verdaderamente sabia al preferir un estado más perfecto sobre otro más honorífico y sublime; pues a pesar de ser Madre de Dios, no fueron sus honores sino sus virtudes, las que formaron su extraordinario mérito delante de Dios. El Señor miró más a su humildad que a su virginidad, como María misma lo afirma en su cántico porque vio la humildad de su sierva. La humildad es el escudo y la defensa de las demás virtudes. Y en efecto, ¿qué mérito, ni qué valor tendría la pureza del cuerpo, si el corazón se hallase lleno de soberbia? María, que fue siempre para nosotros un modelo perfectísimo de pureza, lo es también de perfectísima humildad. Medítese un rato. Récense las tres Avemarías y Gloria.
      
JACULATORIA: ¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me ofrezco a ti enteramente, y en prueba de mi devoción te consagro hoy mis ojos, mis oídos, mi boca, mi corazón y todo mi ser. Así, pues, ya que soy tuyo, ¡Oh buena madre! guárdame y defiéndeme como a cosa y posesión tuya. (100 días de indulgencia una vez al día).
   
El Acordaos y las Letanías de Loreto se dirán todos los días.
   
DÍA CUARTO – 4 DE DICIEMBRE
Por la señal…
Actos de Fe, Esperanza y Caridad; y Ofrecimiento.
    
MARÍA, MADRE DE DIOS. 
Al ser elevada a la dignidad de Madre de Dios, esta Virgen bendita entre todas las criaturas entra en un estado más santo y perfecto. Desde ahora no basta ya saludarla con el ángel, llena de gracia; es necesario además admirar en ella el nuevo templo del Autor de la gracia, a quien tiene encerrado en su casto seno. ¡Qué intimidad, qué comunicación tan admirable y divina se estableció desde entonces entre la Madre y el Hijo! Mientras que la Madre contribuye con su propia substancia a dar incremento y forma conveniente al adorable cuerpo del Hombre-Dios, que ya constituye una sola cosa con ella; el Hijo con su divina y adorable presencia, comunica a la Madre, por decirlo así, su divina substancia, alimentándole espiritualmente el alma con las luces de la sabiduría más pura, y el corazón con las vivas llamas de la caridad más ardiente, haciendo de este modo con el espíritu de su Madre lo mismo que ella con su adorable cuerpo. Los afectos y sentimientos del Hijo se comunican al alma de la Madre, y entre lois dos no forman moralmente más que una sola cosa. María, que estaba enteramente transformada en Jesucristo, no tenía gustos, inclinaciones ni sentimientos que no estuviesen conformes con los de su divino Hijo. María puede decir con razón: Yo vivo, pero no soy yo la que vivo; es Jesucristo el que vive en mí; y Jesucristo puede decir en cierto sentido: Yo vivo pero no soy yo el que vivo, es mi Madre la que vive por mí. Antes de llegar a ser Madre del divino Verbo, María estaba constantemente en oración: pero al presente es Jesucristo mismo el que ora y suplica en ella y con ella, y María a su vez une su oración a la del Verbo encarnado de la manera más íntima y perfecta. Para encontrar a Dios, no tiene esta santa Virgen la menor necesidad de que su espíritu y su corazón se trasladen fuera de sí misma. Lo tiene dentro de sí ; su actual estado consiste en estar con Dios. También nosotros a pesar de ser tan miserables y flacos, podemos participar de la felicidad de María. Es cierto que el Corazón de María era una tierra bien preparada y rica de desprendimiento, y que nuestros corazones están llenos de egoísmo vergonzoso que todo lo atribuye a sí mismo y sofoca la divina semilla; pero si conseguimos ser humildes como María la presencia de Jesús producirá en nosotros los mismos efectos que produjo en ella. ¿No podemos también nosotros tener todos los días la incomparable dicha de poseerlo dentro de nosotros, de la manera más íntima, en la sagrada comunión? ¿Y no se nos presenta en un estado tan humilde que aun parece mucho más pequeño que en su encarnación? Pero no se contenta su amor con enseñarnos desde su tabernáculo; quiere también descender a nuestro corazón para estrecharlo consigo y unirse a él inseparablemente. Todavía no acaba aquí el ardiente amor de Jesús Sacramentado; quiere mezclar su carne adorable con nuestra carne corrompida y pecadora, su sangre con nuestra sangre, su alma con nuestra alma, su espíritu con nuestro espíritu, y su voluntad con la nuestra. Y ¡qué monstruosa e inconcebible ingratitud la nuestra! Jesús, vencido por el exceso de su amor, se entrega a nosotros todos los días, y no por eso nos sentimos más conmovidos y obligados; al contrario, casi llegamos a creer que Jesús debe agradecernos que le recibamos con frecuencia. Medítese un rato. Récense las tres Avemarías y Gloria.
   
JACULATORIA: María, Madre de Dios y Madre de misericordia, rogad por nosotros y por los fieles difuntos. (300 días de indulgencia una vez al día).
   
El Acordaos y las Letanías de Loreto se dirán todos los días.
   
DÍA QUINTO – 5 DE DICIEMBRE
Por la señal…
Actos de Fe, Esperanza y Caridad; y Ofrecimiento.
    
TRIBULACIÓN DE MARÍA. 
El milagro obrado en el seno de María por el poder del Altísimo es el secreto de Dios, confiado a ella sola y al celestial mensajero encargado de anunciárselo; el resto del universo ignora absolutamente esta inefable maravilla. El mismo José, el santo esposo dde María, no tiene conocimiento alguno de este misterio, por lo cual empieza a concebir recelos y sospechas de su esposa. Esta sin embargo no quebrantará su admirable silencio; llevará sin quejarse el peso de esta ignominia, y será preciso que una revelación expresa del cielo venga a tranquilizar a aquel afligido justo en los momentos mismos en que busca un medio de separarse de su esposa sin dar lugar a un escándalo que la deshonre. ¿Será posible comprender cual debió ser entonces la tribulación de la más pura de todas las vírgenes? ¡Cuán admirable y heroico fue el silencio de María! Una palabra suya, una simple declaración de lo que el ángel le había anunciado, habría bastado para justificarla plenamente, habría calmado a José, y hubiese cambiado sus sospechas en una profunda veneración hacia ella. María guarda profundo silencio. Su secreto es el de Dios, y ella no lo violará aunque tenga que perder su reputación y aun la misma vida. José por otra parte podía difamarla públicamente, y según la ley se imponía la pena de muerte a toda mujer infiel a su esposo. A pesar de todo esto, María guarda profundo silencio, no dice a San José una sola palabra que le ponga en conocimiento de la verdad; no se cuida de sí misma; se olvida de sus intereses más queridos y los abandona enteramente en las manos de Dios. José estaba ya a punto de dejar a María en secreto y sin escándalo, cuando Dios, que nunca falta a sus siervos en la necesidad, y viene siempre en su auxilio después de haber ejercitado suficientemente su virtud, le envió un ángel que disipó todas sus sospechas e inquietudes, y cambió su tristeza en una alegría tan extraordinaria como no la había experimentado jamás. Una vez ilustrado con la luz del cielo, José concibió hacia su casta esposa la mayor veneración; desde entonces vio en ella a la Madre de Dios, y redobló sus cuidados y respetuosas atenciones. De esta manera fueron premiadas la prudencia y la sabiduría de José y la paciencia de María; así fue glorificada aquella que había buscado la humillación. ¡Oh, cuán buena cosa es sufrir en silencio, como sufrió María! Dios no abandona jamás a aquellos que a ejemplo de esta humilde Virgen, se ponen en manos de su providencia. Y antes enviará un ángel del cielo que dejar hasta el fin sumidos en la aflicción a los que soportan humildemente los desprecios y depositan su confianza en el Señor. No olvidemos este ejemplo admirable en las ocasiones que se nos presenten, y soportemos la tribulación, la calumnia y la prueba todo el tiempo que al Señor agradare. Medítese un rato. Récense las tres Avemarías y Gloria.
   
JACULATORIA: ¡Madre Santa! Imprimid profundamente en mi corazón las llagas de Jesús crucificado. (300 días de indulgencia cada vez).
   
El Acordaos y las Letanías de Loreto se dirán todos los días.
   
DÍA SEXTO – 6 DE DICIEMBRE
Por la señal…
Actos de Fe, Esperanza y Caridad; y Ofrecimiento.
    
VIDA COMÚN Y OCULTA DE MARÍA. 
La vida que María hizo en Nazaret fue una vida ordinaria, común y oculta, pero la más agradable para la Santísima Virgen. Vedla reducida a una mujer ordinaria, viviendo en una población humilde. Su oración es tan sencilla como sublime, y vive tan apartada de las cosas de la tierra que ni siquiera se permite pensar en ellas un momento. No se observa en ella un recogimiento extraordinario, ni una presencia de Dios aparente y sensible; ora continuamente, pero en el fondo de su corazón nada notable ni singular se ve en sus espirituales ejercicios. Las otras mujeres, sus vecinas, que la trataban, no observaban en ella ninguna cosa sorprendente que les hiciese exclamar: he aquí una mujer en verdad piadosa y santa. Con todos trataba, y a todos sin distinción se hacía accesible; en su aire, en su manera de andar, en su conversación, en toda su persona, finalmente, nada veía que no fuese sencillo y modesto. María llevaba en Nazaret una vida obscura en cuanto le permitían su posición y sus circunstancias; recogida de continuo en su humilde vivienda, apenas salía de ella no siendo impulsada por la caridad o por la necesidad. Por otra parte, las mujeres de su condición no se hallaban en el caso de presentarse en público ni de brillar en reuniones, por más que el público y las reuniones de Nazaret fuesen por demás humildes; pero, como quiera que fuese, María no se dejaba ver en ellas con frecuencia. Sus visitas, si algunas hacía, estaban siempre inspiradas por la gracia y dictadas por la urbanidad, por la caridad y por la buena educación; pero jamás la prolongaba más allá del tiempo estrictamente necesario, ni las empleaba en tratar de cosas que no fuesen edificantes y provechosas; nunca entraban en ellas la curiosidad, la murmuración ni la maledicencia. Cumplidos sus deberes de caridad con el prójimo, se retiraba alegre y satisfecha a la soledad de su casa. Jamás hablaba de sí misma ni de su divino Hijo; antes por el contrario, ocultaba con discreción todo lo que a sí propia se refería, trataba sólo de aparecer a los ojos de los demás como una mujer ordinaria. ¡Cuán difícil es cuando se han recibido grandes favores de Dios, conducirse de manera que nadie los conozca, ni los sospeche siquiera! Sigamos el ejemplo de María, y hagamos nuestras delicias de la vida común y ordinaria, para que imitando más de cerca a nuestra augusta Madre, nos conservemos mejor en humildad, nos apartemos más y más de la soberbia que ama las singularidades y distinciones, y hagamos la virtud amable a nuestros prójimos, en vez de hacerla odiosa y difícil presentándola bajo formas y apariencias casi impracticables. Medítese un rato. Récense las tres Avemarías y Gloria.
   
JACULATORIA: María, esperanza nuestra, ten piedad de nosotros. (300 días de indulgencia).
   
El Acordaos y las Letanías de Loreto se dirán todos los días.
   
DÍA SÉPTIMO – 7 DE DICIEMBRE
Por la señal…
Actos de Fe, Esperanza y Caridad; y Ofrecimiento.
        
VIDA POBRE Y LABORIOSA DE MARÍA. 
Consideremos el admirable ejemplo que nos ofrece la augusta Reina de los Cielos ocupada en trabajos que a nosotros nos parecen sobremanera rudos, molestos y humillantes. Contemplémosla unas veces rendida y agobiada bajo el peso de los objetos que se veía precisada a llevar; otras cultivando la tierra con sus purísimas manos y bañando en sudor su virginal rostro; ya cosiendo los vestidos para su familia según la costumbre de las mujeres hebreas; ya conduciendo el agua necesaria para los usos domésticos, imitando el ejemplo de las más ilustres mujeres de los Patriarcas; ya finalmente, preparando la modesta y frugal comida para su divino Hijo y para su casto esposo. ¡Ah! ¡Cuánta admiración causa el ver a esta Señora empleada en tan humildes trabajos, mortificando al propio tiempo su inocentísimo cuerpo! ¡Avergüéncense e imiten este hermoso ejemplo tantas mujeres cristianas dominadas por la vanidad y la molicie, y enemigas declaradas del recogimiento y del trabajo! El trabajo de María era asiduo, diario y continuo; no era en manera alguna un trabajo de gusto, ni de capricho, sino de absoluta necesidad; era un trabajo penoso, humillante, oscuro y obligatorio; era, en una palabra, el que correspondía a la esposa de un pobre artesano. Refiere Orígenes que los paganos se mofaban de los primeros cristianos porque se gloriaban de ser discípulos de un hombre nacido de una mujer tan pobre que se sustentaba con el trabajo de sus manos. No difieren mucho de la opinión de los paganos el lenguaje y las costumbres de muchas mujeres de nuestros días, aun de las que pasan por piadosas, las cuales miran todos estos detalles de la vida oculta de María como nimiedades indignas de la Madre de un Dios. Pero ¡ah!, muy de otro modo le enseña el Espíritu Santo cuando al trazarnos el retrato de la verdadera mujer fuerte, nos la presenta ocupada en todas las particularidades de la vida privada y doméstica. Todos, por lo general, despreciamos estas cosas que creemos pequeñas, y las miramos como indignas e impropias de nuestro estado y de nuestra posición, pero María, Madre de un Dios que se encarnó en su seno atraído por su humildad, tenía sus delicias en todas aquellas cosas y ocupaciones que, por natural efecto de la soberbia, son temidas y despreciadas por las personas que viven según las máximas del mundo. De este funesto error se originan tantos desórdenes, tanta confusión, tanta ociosidad, tantos vicios y tantos escándalos como por todas partes observamos en la sociedad. Medítese un rato. Récense las tres Avemarías y Gloria.
   
JACULATORIA: Corazón Inmaculado de María, rogad por nosotros. (100 días de indulgencia cada vez).
   
El Acordaos y las Letanías de Loreto se dirán todos los días.
   
DÍA OCTAVO – 8 DE DICIEMBRE
Por la señal…
Actos de Fe, Esperanza y Caridad; y Ofrecimiento.
       
VIDA SILENCIOSA DE MARÍA.
María, supuesta su cualidad de Madre de Dios, parece que debiera ocupar un lugar importantísimo en la vida de su Hijo y en la historia de la religión. Pero sucede precisamente todo lo contrario. Apenas se le oye pronunciar algunas palabras, y son bien raras las veces que el Evangelio la nombra. No consta que hubiese hablado más que en cuatro ocasiones, y en éstas con mucha brevedad, e impulsada por el deber o por la caridad. Teníamos ya en los antiguos Patriarcas bastantes ejemplos que imitar en cuanto a las palabras y en cuanto a las obras; pero necesitábamos un modelo para aprender a callar y a no darnos a conocer con nuestras obras sino obligados por la necesidad. Era preciso que María, con sus celestiales ejemplos, nos enseñase que la verdadera virtud es la de aquellas almas que se circunscriben modestamente al exacto cumplimiento de sus deberes, huyen de la gloria mundana y aman la humildad y el silencio. Aunque se hallaba profundamente instruida en los misterios divinos, no tomó a su cargo el comunicar a los demás la celestial sabiduría de que estaba llena. Mira tranquila que los Apóstoles anuncien por todas partes los misterios del nuevo culto, y ella se contenta con adorar a Dios en secreto, pidiéndole que bendiga su nueva obra. El amado discípulo, que en la última cena tuvo la inefable dicha de reclinar su cabeza sobre el pecho de Jesús, recibe también la honrosa misión de anunciar la divina generación del Verbo; y María, que había llevado al mismo Redentor en su castísimo seno, parece que no sabe sino callar. Y sin embargo, ¿quién más a propósito que ella para instruir al mundo en la nueva fe, y para hacerlo abrazar obrando estupendos milagros? ¿No era ella la fiel depositaria de todos los tesoros de la sabiduría y de la bondad de Dios? ¿No ha merecido ser Madre de la eterna vida y sabiduría infinita? ¡Ah, cuán grande y misterioso es este silencio! ¡Cuán admirable es María aun en aquello que en su vida parece más obscuro y desconocido! Aprovechémonos del ejemplo de María, amemos la vida retirada, y evitemos las conversaciones inútiles y profanas. Viviendo en el mundo, es difícil tener horas fijas para practicar como María, el silencio; porque cuando menos se piensa, hay obligación de hablar; podemos, sin embargo, guardar silencio de un modo provechoso, hablando solamente en tiempo oportuno y por necesidad, hablando bien de todos, mal de ninguno, ni bien ni mal de nosotros mismos; podemos guardar perfecto silencio cuando, hallándonos en compañía de otros, procuramos escuchar con modestia, sin afectar una taciturnidad impertinente y entendida y sin mostrar agrado en la murmuración; podemos guardar silencio cuando hablamos con moderación, sin dejarnos arrebatar por la impetuosidad de nuestro carácter, y después de haber examinado y elegido lo que debemos hablar. Medítese un rato. Récense las tres Avemarías y Gloria.
   
JACULATORIA: ¡Oh María, concebida sin pecado, rogad por nosotros que acudimos a Vos! ¡Oh refugio de los pecadores, Madre de los agonizantes, no queráis abandonarnos en la hora de nuestra muerte; alcanzad para nosotros un dolor perfecto, una sincera contrición de nuestros pecados, la digna recepción del Santísimo Viático, la corroboración del sacramento de la Extremaunción, para que podamos presentarnos seguros ante el trono del justo, pero también misericordioso Juez, nuestro Dios y Redentor. Amén. (100 días de indulgencia una vez cada día).
   
El Acordaos y las Letanías de Loreto se dirán todos los días.
   
DÍA NOVENO – 9 DE DICIEMBRE
Por la señal…
Actos de Fe, Esperanza y Caridad; y Ofrecimiento.
    
APLICACIÓN DE MARÍA AL ESTUDIO E IMITACIÓN DE JESÚS. 
Nadie ha comprendido tam bien como María que en el estudio de la vida de Jesucristo se hallan encerradas todas las gracias y todas las bendiciones; por eso desde el inefable momento en que esta inmaculada Virgen tuvo la dicha de ser Madre del Redentor hasta el último instante de su santa vida, jamás perdió de vista a su divino Hijo. Su mente y su corazón estaban ocupados en Jesús, no sólo en cuanto era objeto queridísimo de su amor, sino también en cuanto lo era de su imitación. Sabía muy bien que el Hijo de Dios se había hecho hombre para servirnos de modelo, y se consideraba dichosa en tener siempre delante de sus ojos un ejemplar tan perfecto, en conversar con Él con más intimidad y frecuencia que nadie, en ser testigo inseparable de su manera de vivir y de obrar y fiel depositaría de sus más tiernos afectos. María observaba con singular atención todas las acciones y palabras de Jesús, y con ellas alimentaba su alma. Y por lo mismo que tenía con Él más estrecha unión que ninguna otra criatura, se creía con justicia más obligada a imitarle y seguirle con mayor perfección que los demás. Por esto estudiaba y meditaba sin cesar su santísima vida, se fijaba con sumo cuidado en todos sus modales y procuraba, en cuanto le era posible, conocer a fondo sus intenciones interiores para imitarlas y uniformar a ellas las suyas. La principal ocupación de María sobre la tierra consistió siempre en estudiar a Jesucristo; y aun durante el tiempo que vivió después de su divino Hijo, recordaba con suma frecuencia sus milagros, sus obras, sus palabras, su dolorosa Pasión y muerte y todas las demás circunstancias de su vida. Todo lo restante del mundo era para ella en extremo indiferente y ajeno a sus pensamientos. A ejemplo de María ocupémonos en estudiar a Jesucristo todos los días de nuestra vida. Por muy larga que ésta llegue a ser, jamás podremos terminar tan provechoso estudio, ni agotar tan importante materia. Cuanto más asiduas y profundas sean nuestras investigaciones, tanto más hallaremos qué investigar; y a medida de las luces que se nos vayan comunicando, conoceremos que cada vez nos queda más qué aprender. Estudiémoslo siempre cualquiera sea la condición o el estado en que nos encontremos; grandes o pequeños, ricos o pobres, sanos o enfermos, en la prosperidad y en la adversidad; no debemos olvidar jamás, si eficazmente queremos ser verdaderos cristianos, que no podremos conseguirlo sino por medio de un constante estudio de la vida y de los ejemplos de Jesucristo. Estudiemos a Jesús crucificado como lo estudiaba María. El crucifijo será siempre el libro más elocuente, más hermoso y más estimable para las personas cristianas. Este libro divino habla a los sentidos, a la mente y al corazón; su lenguaje es el más dulce, persuasivo y eficaz; todo lo expresa, todo lo enseña, a todo responde. Medítese un rato. Récense las tres Avemarías y Gloria.
   
JACULATORIA: ¡Oh, buen Jesús! Por el amor que tenéis a vuestra Madre, ruégoos que así como Vos la amáis verdaderamente, y queréis que sea amada, me concedáis que yo la ame muy de veras. (100 días de indulgencia una vez al día).
    
El Acordaos y las Letanías de Loreto se dirán todos los días.
   
Para obtener más favorablemente la protección de Nuestra Señora de Loreto se recomienda grandemente la confesión y comunión en el último día de la Novena.
   
ORACIÓN A LA VIRGEN SANTÍSIMA DE LORETO PARA DESPUÉS DE HABER RECIBIDO LA SAGRADA COMUNIÓN
¡Oh María, Virgen y Madre Santísima! He aquí que he recibido a tu amadísimo Hijo, al cual tú concebiste en tu seno inmaculado, engendraste, criaste y estrechaste con dulcísimos abrazos. Mira, pues que te presento con amor y humildad a aquel mismo Jesús con cuya vista te alegrabas y te llenabas de todas las delicias, y lo ofrezco a tus brazos para que lo abraces, a tu corazón para que lo ames y para que lo ofrezcas a la Santísima Trinidad en supremo culto de adoración, por tu misma honra y gloria y por todas las necesidades mías y de todo el mundo. Ruégote, pues, piadosísima Madre, me alcances perdón de todos mis pecados, y gracia abundante para que desde ahora le sirva con más fidelidad; y por fin la perseverancia final, para que pueda alabarle contigo por los siglos de los siglos. Amén. (100 días de indulgencia).

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