Tomado del devocionario El mes de la Santa Faz de Nuestro Señor Jesucristo, escrito por el padre Jean-Baptiste Fourault, sacerdote del Oratorio de la Santa Faz y publicado en Tours en 1891; y traducido al Español por la Archicofradía de la Santa Faz y Defensores del santo Nombre de Dios de León (Nicaragua) en 2019.
MEDITACIÓN SEGUNDO DÍA: EL ROSTRO (LA FAZ) DE LA PALABRA EN LOS ÁNGELES
CRISTO, TEN MISERICORDIA DE NOSOTROS
Adoremos a Dios, que en el primer día de la creación llama a la existencia miríadas de espíritus bienaventurados, llenos con todo tipo de perfecciones, destinados a constituir la corte Celestial y a cantar las alabanzas al gran Rey. Roguemos a los ángeles buenos inspiren nuestros pensamientos y dirijan nuestros corazones durante esta meditación.
1º PUNTO – REBELIÓN DE LOS ÁNGELES MALOS; SUMISIÓN DE LOS BUENOS.
Cierto día tuvo lugar un gran combate en el cielo, nos dice San Juan (Apocalipsis XII, 7-9). Miguel y sus ángeles lucharon contra Lucifer, de sobrenombre el Dragón, pero la fuerza de los rebeldes falló, y fueron precipitados fuera del reino de la gloria, arrojados al abismo de las tinieblas, para ser atormentados y reservados para el día del juicio.
Los Teólogos (San Atanasio, De la Encarnación del Verbo de Dios, Cap. I Creación y caída) enseñan que Dios habiendo revelado a sus ángeles la futura encarnación de su Palabra, y habiéndoles mostrado en las épocas distantes el Rostro (La Faz) de su Cristo humillado, llevando el signo del oprobio y del sufrimiento, Lucifer, comparando la excelencia de su naturaleza angélica con este ejemplo de humanidad sufriente, en su soberbia exclamó: «¡Non sérviam!» ¡No serviré!
A este grito de rebelión que estremeció las cortes celestiales, ahí pronto se alzó un clamor: ¿Quis ut Deus? «¿Quién como Dios?».
Miguel y sus ángeles, percibiendo los rasgos de la divinidad bajo el velo de la humanidad del Hombre-Dios, se postraron en el silencio de la adoración, y levantaron en alto el estandarte de la obediencia y fidelidad.
En el mismo instante, fue arrojada sobre los ángeles malos una mirada del Rostro (La Faz) de la Palabra que empujó de golpe hacia los abismos a un tercio de las estrellas que habían caído del cielo junto a su jefe, y a la vez fortaleció a los ángeles buenos en su sumisión y amor. ¡Qué materia de meditación para nosotros!
2º PUNTO – SUMISIÓN DEL ALMA CRISTIANA.
Aprendamos de este profundo misterio el secreto de la recompensa reservada a la humildad. En estos días de dolor y persecución, Jesús se nos presenta a nosotros bajo los rasgos del dolor, el olvido, la incomprensión, ultrajado y olvidado. Contemplémosle en este estado, el sabio y el poderoso del mundo exclaman: «¿Cómo podemos servirle? Acaso no es Él el menos valioso de los hombres y ¿acaso no somos nosotros los príncipes de este mundo?».
Perdón, Señor, perdón por estas impiedades, por estas blasfemias. Por mi parte, Oh, mi Salvador, manteniendo fijos mis ojos en vuestro Rostro, donde te has complacido ocultar el esplendor de tu divinidad, bajo el velo de la ignominia, exclamaré con voz fuerte junto al jefe de la milicia celestial: «¿Quién es como Dios, en grandeza, en virtud, en bondad, en amor?». Concededme, Oh, mi Dios, perseverar hasta la última hora en estas santas disposiciones, y encontrar en la contemplación de vuestra Faz adorable luz de mi vida, la seguridad de ir un día a contemplarla en el cielo.
Ramillete Espiritual: ¿Quis ut Deus?: ¿Quién como Dios?
EL VELO DE SANTA VERÓNICA EN ROMA
El velo milagroso con los rasgos impresos del Salvador no quedó destinado a permanecer como propiedad privada. En los designios de Dios, fue predestinado a ser uno de los preciosos tesoros de la iglesia, ser conservado en Roma, la capital del mundo Cristiano, producir el amor compasivo en los fieles de todos los siglos.
La tradición nos relata que Santa Verónica fue llamada de Jerusalén a Roma, y se le orientó traer con ella la efigie de la Fanta Faz, por orden de Tiberio. El emperador había sido atacado por la lepra. Habiendo ya sido enterado de los milagros realizados por Jesús en Judea, le envío embajadores para obtener su cura. Llegados a Jerusalén, Jesús recién había sido crucificado. Los judíos procuraron engañarle tratando de persuadirle que Jesús era un falso profeta, y diciéndole la fábula del ocultamiento de su cuerpo por parte de sus discípulos.
Pero Verónica le mostró la efigie de la Santa Faz y consintió en ir con ellos a Roma, asegurándoles que el emperador sería curado al mirar la imagen.
Fue por tanto con los embajadores, de hecho, tan pronto como Tiberio hubo visto y tocado el velo, quedó curado por completo. En su ignorancia pagana, deseó él colocar a Jesucristo entre sus divinidades, le levantó una estatua en el interior de su palacio, en el lugar donde los dioses domésticos de la tierra eran venerados (Los Penates o Lares eran los dioses del hogar, genios protectores de cada casa y custodios de la familia. Se cree que su culto había sido introducido por el héroe troyano Eneas). Se conserva el nombre del oficial que trajo a Verónica a Roma. Se llamaba Volusiano (Carta de Pilato al emperador Claudio, art. 3b), murió en olor a santidad. Se hace memoria de él en la Iglesia de Milán el 4 de febrero, día de la Fiesta de Santa Verónica.
INVOCACIÓN
Oh Faz adorable, cuyos rasgos impresos sobre el velo de Santa Verónica, bastan para dar salud al enfermo, curad mi alma de la lepra oculta del pecado, hacedme digno de parecerme a Vos con la pureza de mi corazón y el ardor de mi amor.
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