«No apruebo que una persona, ligada por un deber o vocación, se pare a desear otro género de vida que no sea conforme con su oficio, ni se meta en ejercicios incompatibles con su estado actual, porque esto disipa el corazón y le hace andar flojo y tibio en los ejercicios a que está obligado». (SAN FRANCISCO DE SALES, en SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, Práctica del amor a Jesucristo, cap. VIII, § 12).
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