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miércoles, 19 de mayo de 2021

EL OFERTORIO DEL NOVUS ORDO PRUEBA QUE LA MISA MONTINIANA ES FALSA

Traducción del artículo publicado en FIDE POST.
   
   
Fuera del mismo canon, otras partes del Rito Novus Ordo demuestran su invalidez sacrílega intrínseca, como también la intención herética de sus autores.
   
La primera parte de la Misa Católica es llamada la Misa de los catecúmenos. La segunda parte de la Misa es llamada la Misa de los Fieles. En efecto, es a partir de la segunda parte de la Misa que comienza el Ofertorio, seguida del Santo Sacrificio. Esto significa la separación entre la parte de la Misa donde todos asisten, y la parte de la Misa donde solo los fieles en estado de gracia pueden comulgar con el Cuerpo de Cristo.
   
En los antiguos tiempos de la Iglesia, al final de esta parte, un subdiácono era el encargado de ordenar a los catecúmenos y otros no bautizados que abandonen la iglesia: «Si queda algún catecúmeno aquí, salga.  Si queda algún hereje aquí, salga. Si queda algún judío aquí, salga. Si queda algún pagano aquí, salga. Si queda algún arriano aquí, salga. El que no tenga que estar aquí, salga». Esta práctica tuvo principalmente curso en Milán, Aquileya, Benevento o Bari. Si esta disciplina desapareció tan rápidamente, la separación entre las dos partes de la Misa es siempre señalada simbólicamente en el rito Católico, a fin de significar la unidad de la Iglesia en la Misa de los fieles.
  
Ahora, el rito de Pablo VI suprimió el término de «misa de los fieles» remplazándolo por el término de «liturgia eucarística». El rito de Pablo VI remplazó el Ofertorio de la Misa Católica, esto es, la primera parte de la Misa de los fieles, por un evento llamado «Preparación de los dones».
   
Una voluntad de destruir la noción de sacrificio propiciatorio
En el rito católico, el Ofertorio expresa los componentes esenciales de la Santa Misa, a saber, la preparación del Sacrificio, la destinación del Sacrificio a un fin preciso y el hecho que el Sacrificio comienza. Es decir, que en el rito católico, el Ofertorio, antes incluso de la consagración de Pan, expresa ya el intento y la intención inminente del Sacrificio propiciatorio.
   
Esta característica del Ofertorio en el rito católico condujo a Lutero, al igual que Cranmer, a ir violentamente contra esta parte del rito y suprimirla de lo que ellos creían, en razón de las referencias explícitas al Sacrificio Propiciatorio que les son esenciales. De la misma manera, los liturgistas modernistas de los años 1920-1940, buscaron suprimir toda referencia al Sacrificio suprimiendo o modificando las oraciones del Ofertorio.
     
Esto fue propuesto por el modernista Josef Jungmann luego de una reunión secreta en Alemania en 1948. Jungmann hizo parte del entorno de Bugnini luego de esos años, y fue uno de los artesanos de la misa de Pablo VI. Los miembros del Concílium, como Carlo Braga Bramini CM, admitieron que, «no pudiendo encontrar la mínima oración de ofertorio que no hiciese mención del concepto de oblación sacrificial en ningún rito católico occidental, […] fue necesario crear nuevas fórmulas a partir de cero» [1]. Otro miembro de Concílium, Luca Brandolini, explicó en una entrevista de 1969, que las oraciones católicas del Ofertorio fueron suprimidas, porque «ellas comprometían el diálogo ecuménico respecto a la Eucaristía». Incluso, Pablo VI en su constitución Missále Románum, afirmó:
«Por lo que se refiere al Ordinario de la Misa, “los ritos, conservando intacta la sustancia, han sido simplificados” [Cf. CONCILIO VATICANO II, Constitución Sacrosánctum Concílium, sobre la sagrada liturgia, n. 50: AAS 56 (1964), p. 114]. Se han omitido, en efecto, “aquellas cosas que, con el correr del tiempo, se duplicaron o fueron añadidas sin particular utilidad” [Idem], lo que se verificaba sobre todo en los ritos del ofertorio, de la fracción del pan y de la Comunión..
   
A esto se añade que “se han restablecido, de acuerdo con la primitiva norma de los santos Padres, algunas cosas que habían desaparecido a causa del tiempo” [Idem], entre las que figuran la homilía [Cf. ibíd., n. 52, p. 114], la oración universal o de los fieles [Cf. ibíd., n. 53, p. 114] y el rito penitencial o de reconciliación con Dios y con los hermanos, al inicio de la Misa; rito al que, como era conveniente, ha sido restituida su importancia». – Pablo VI, Missále Románum.
Comparemos primero las oraciones del Ofertorio Católico y las del ofertorio del rito de Pablo VI.
  
El Ofertorio de la verdadera Misa Católica Romana es el siguiente [2]:
Recibe, oh Padre Santo, omnipotente y eterno Dios, esta que va a ser Hostia inmaculada y que yo, indigno siervo tuyo, te ofrezco a Ti, mi Dios vivo y verdadero, por mis innumerables pecados, ofensas y negligencias, y por todos los circunstantes, así como también por todos los fieles cristianos vivos y difuntos; a fin de que a mí y a ellos nos aproveche para la salvación y vida eterna. Así sea. (Súscipe, sancte Pater, omnípotens ætérne Deus, hanc immaculátam hóstiam, quam ego indígnus fámulus tuus óffero tibi Deo meo vivo et vero, pro innumerabílibus peccátis, et offensiónibus, et neglegéntiis meis, et pro ómnibus circumstántibus, sed et pro ómnibus fidélibus christiánis vivis atque defúnctis: ut mihi, et illis profíciat ad salútem in vitam ætérnam. Amen).
   
Oh Dios,  que maravillosamente formaste la naturaleza humana y mas maravillosamente la reformaste: haznos, por el misterio de esta agua y vino, participar de la divinidad de Aquel que se digno hacerse participante de nuestra humanidad, Jesucristo, tu Hijo Señor nuestro, que, Dios como es, contigo vive y reina en unidad del Espíritu Santo, por todos los siglos de los siglos. Así sea. (Deus,  qui humánæ substántiæ dignitátem mirabíliter condidísti, et mirabílius reformásti: da nobis per hujus aquæ et vini mystérium, ejus divinitátis esse consórtes, qui humanitátis nostræ fíeri dignátus est párticeps, Jesus Christus, Fílius tuus, Dóminus noster: Qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti Deus: per ómnia sǽcula sæculórum. Amen).
   
Te ofrecemos, Señor, el Cáliz de salvación, implorando de tu clemencia que llegue en olor de suavidad hasta el acatamiento de tu Divina Majestad, para nuestra salvación y la de todo el mundo. Así sea. (Offérimus tibi, Dómine, cálicem salutáris, tuam deprecántes cleméntiam: ut in conspéctu divínæ majestátis tuæ, pro nostra et tótius mundi salute, cum odóre suavitátis ascéndat. Amen).
   
Recíbenos, Señor, animados de un espíritu humilde y de un corazón arrepentido: y tal efecto produzca hoy nuestro sacrificio en tu presencia, que del todo te agrade, oh Señor y Dios nuestro. (In spíritu humilitátis et in ánimo contríto suscipiámur a te, Dómine: et sic fiat sacrifícium nostrum in conspéctu tuo hódie, ut pláceat tibi, Dómine Deus).
  
Ven, oh Dios santificador, omnipotente y eterno, y ben  dice este sacrificio preparado para gloria de tu santo nombre. (Veni, sanctificátor omnípotens ætérne Deus: et bene  dic hoc sacrifícium, tuo sancto nómini præparátum).
  
He aquí las oraciones del ofertorio del rito de Pablo VI:
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros pan de vida (Benedíctus es, Dómine, Deus univérsi, quia de tua largitáte accépimus panem, quem tibi offérimus, fructum terræ et óperis mánuum hóminum: ex quo nobis fiet panis vitæ).
   
Bendito seas por siempre, Señor. (Benedíctus Deus in sǽcula).
  
El agua unido al vino sea signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana. (Per hujus aquæ et vini mystérium eius efficiámur divinitátis consórtes, qui humanitátis nostræ fíeri dignátus est párticeps).
   
Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros bebida de salvación (Benedíctus es, Dómine, Deus univérsi, quia de tua largitáte accépimus vinum, quod tibi offérimus, fructum vitis et óperis mánuum hóminum, ex quo nobis fiet potus spiritális).
   
Bendito seas por siempre, Señor. (Benedíctus Deus in sǽcula).
    
Acepta Señor, nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios nuestro. (In spíritu humilitátis et in ánimo contríto suscipiámur a te, Dómine; et sic fiat sacrifícium nostrum in conspéctu tuo hódie, ut pláceat tibi, Dómine Deus).
Como vemos, las oraciones de la «presentación de los dones» del rito de Pablo VI difieren estructuralmente de las del rito católico romano, aunque otras sean sensiblemente similares. Como sabemos, el diablo está en los detalles. Es de advertir que, según la práctica opcionalista de la liturgia modernista, luego del pasaje del «ofertorio» del rito de Pablo VI que hemos citado, el Ordinal Novus Ordo indica una incensación facultativa, «si la situación se juzga apropiada». No se indica ninguna oración para la incensación en el rito de Pablo VI, mientras que en el rito católico, la incensación contiene las oraciones a San Miguel Arcángel, los pasajes del Salmo 140 y una súplica a Dios para obtener el fuego de Su amor y de la caridad.
   
El rito de Pablo VI prosigue inmediatamente con un lavado de manos, con una cortísima oración:
Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado. (Lava me, Dómine, ab iniquitáte mea, et a peccáto meo munda me).
La oración del lavado de las manos en el rito católico es mucho más larga, y contiene varias alabanzas a Dios, referencias explícitas al altar, una nueva evocación explícita de la preparación de la Ofrenda y su destinación, referencias en honor a la Santísima Virgen María, San Juan Bautista, los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y de todos los Santos y a su intercesión. Más notablemente todavía, la oración del lavado de las manos en el rito católico afirma una clara reprobación de los impíos y una súplica para no caer en sus manos:
Lavaré mis manos entre los inocentes; y me pondré oh Señor, al servicio de tu altar, para hacerme eco de los cánticos de alabanza, y proclamar todas tus maravillas. Yo he amado, oh Señor, el decoro de tu casa, y la mansión de tu gloria. No pierdas, Dios mío, mi alma con los impíos, ni mi vida con los hombres sanguinarios. Cuyas manos están manchadas de maldad, y su diestra cargada de sobornos. Yo, en cambio, he procedido con inocencia; líbrame Tú y ten piedad de mí. Mi pie ha andado por el camino recto: por lo que podré alabarte, oh Señor, en las asambleas de los fieles. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en un principio y ahora y siempre y en los siglos de los siglos. Amén. (Lavábo inter innocéntes manus meas: et circúmdabo altáre tuum. Dómine: Ut áudiam vocem laudis, et enárrem univérsa mirabília tua. Dómine, diléxi decórem domus tuæ et locum habitatiónis glóriæ tuæ. Ne perdas cum ímpiis, Deus, ánimam meam, et cum viris sánguinum vitam meam: In quorum mánibus iniquitátes sunt: déxtera eórum repléta est munéribus. Ego autem in innocéntia mea ingréssus sum: rédime me et miserére mei. Pes meus stetit in dirécto: in ecclésiis benedícam te, Dómine. Glória Patri, et Fílio, et Spirítui Sancto. Sicut erat in princípio, et nunc, et semper: et in sǽcula sæculórum. Amen).
   
Esta no es sino una ínfima parte de las supresiones obradas por los arquitectos del rito de Pablo VI.
   
Una posible influencia talmúdica en el ofertorio Novus Ordo
Como dijimos antes, una de las oraciones de la presentación de los dones del rito de Pablo VI parece compuesta a partir de dos bendiciones talmúdicas que se encuentran en el tratado Berajot. Estas oraciones de bendición son principalmente utilizadas para la bendición de la mesa, luego de la cena de Séder del Pésaj de los herejes talmúdicos. En efecto, se lee en el Talmud de Babilonia, tratado Berajot [3] [4]:
  • Bendito seas tú, Señor Dios nuestro, Señor de todo el mundo, que produjiste para nosotros el pan de la tierra. (בָּרוּךְ אַתָּה יְיָ יאֲהדוֹנָהי, אֱלֹהֵינוּ מֶלֶךְ הָעוֹלָם, הַמּוֹצִיא לֶחֶם מִן הָאָרֶץ / Barúj atá Adonáy, Elohéinu Mélej ha’Olám, haMótzi lejem min haaretz) – Talmud de Babilonia, Tratado Berajot 38a.
  • Bendito seas tú, Señor Dios nuestro, señor de todo el mundo, que creaste el fruto de las viñas (בָּרוּךְ אַתָּה יְיָ יאֲהדוֹנָהי, אֱלֹהֵינוּ מֶלֶךְ הָעוֹלָם, בּוֹרֵא פְּרִי הַגָּפֶן / Barúj atá Adonáy, Elohéinu Mélej ha’Olám, borei peri haGafen) – Talmud de Babilonia, Tratado Berajot 35a.
Comparémoslo con las dos oraciones de la «presentación de los dones» del rito de Pablo VI:
  • Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros pan de vida (Benedíctus es, Dómine, Deus univérsi, quia de tua largitáte accépimus panem, quem tibi offérimus, fructum terræ et óperis mánuum hóminum: ex quo nobis fiet panis vitæ).
  • Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros bebida de salvación (Benedíctus es, Dómine, Deus univérsi, quia de tua largitáte accépimus vinum, quod tibi offérimus, fructum vitis et óperis mánuum hóminum, ex quo nobis fiet potus spiritális).
Es importante recordar que la religión del judaísmo talmúdico no es la religión del Antiguo Testamento. El judaísmo talmúdico es la religión que agrupa las sectas y las personas que rechazaron y continúan rechazando al Mesías Jesucristo, pretendiendo reclamar para sí la herencia de Abrahán y Moisés. El Talmud contiene un gran número de blasfemias contra Dios, contra la Santísima Virgen María o contra los Santos Profetas. Esta es una de las razones por las cuales el papa Inocencio IV, en Ímpia Judæórum Perfídia, condenó el Talmud recordando que las doctrinas heréticas de estos libros eran precisamente las tradiciones humanas que Nuestro Señor Jesucristo reprocha a los fariseos en el Evangelio.
   
La similitud entre las «bendiciones» talmúdicas y las oraciones del «ofertorio» del rito de Pablo VI son indudables. Su presencia en el rito de Pablo VI es conforme a la enseñanza herética del Vaticano II concerniente a los judíos talmúdicos, como lo hemos visto anteriormente. Es igualmente importante saber que estas bendiciones talmúdicas no se encuentran en ninguna parte de la Sagrada Escritura. Salen únicamente de la tradición de los herejes talmúdicos.
   
Nótese bien que estas oraciones conciernen específicamente a la bendición de la mesa luego del Séder de Pésaj. El Séder (סֵדֶר, orden) es una tradición talmúdica que contiene un ritual comunitario [5]. El servicio de Séder comienza con la recitación de los kadesh (קִדּוּשׁ) es decir, las oraciones de bendición, que en particular, están en el tratado Berajot. Estas son, en parte, las oraciones que fueron introducidas en el rito de Pablo VI. En el curso de este servicio, estas oraciones sirven para bendecir cuatro copas de vino y los panes llamados matzá (מַצָּה‎). Luego de esta, el servicio continúa con el ritual de Urjatz (וּרְחַץ), es decir, el lavado de las manos. La cuarta parte del servicio de Séder consiste en romper (יַחַץ, yajatz) los panes o matzá, que son comidos en la séptima y octava parte del servicio, el Motzí-Matzá (מַצָּה-מוֹצִיא).
   
No queda duda que los arquitectos del rito abominable de Pablo VI conscientemente introdujeron estas oraciones para significar mejor todavía, su desprecio al Sacrificio propiciatorio de la Santa Misa.
   
La influencia teilhardiana en el nuevo Orden de la Misa
Las dos oraciones del «ofertorio» del rito de Pablo VI tienen otra fuente, también herética. No perdáis de vista que en las dos oraciones se lee lo siguiente:
  • Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros pan de vida (Benedíctus es, Dómine, Deus univérsi, quia de tua largitáte accépimus panem, quem tibi offérimus, fructum terræ et óperis mánuum hóminum: ex quo nobis fiet panis vitæ).
  • Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y del trabajo del hombre, que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos; él será para nosotros bebida de salvación (Benedíctus es, Dómine, Deus univérsi, quia de tua largitáte accépimus vinum, quod tibi offérimus, fructum vitis et óperis mánuum hóminum, ex quo nobis fiet potus spiritális).
Leemos, en estas dos partes esenciales del ofertorio del rito de Pablo VI, que las dos santas especies, el pan y el vino, es decir, las dos materias del Sacramento de la Misa, son calificadas como fruto de la tierra y del trabajo del hombre. Esto es una burla increíblemente demoníaca.
   
Como notamos anteriormente, en el rito católico, el Ofertorio expresa los componentes esenciales de la Santa Misa, a saber, la preparación del Sacrificio, la destinación del Sacrificio a un fin preciso y el hecho que el Sacrificio comienza. En el Ofertorio católico, jamás es calificado el Sacrificio como fruto del trabajo del hombre. En el Ofertorio del rito católico romano se lee:
Recibe, oh Padre Santo, omnipotente y eterno Dios, esta que va a ser Hostia inmaculada y que yo, indigno siervo tuyo, te ofrezco a Ti, mi Dios vivo y verdadero. (Súscipe, sancte Pater, omnípotens ætérne Deus, hanc immaculátam hóstiam, quam ego indígnus fámulus tuus óffero tibi Deo meo vivo et vero). – Ofertorio, Ordinario de la Misa de San Pío V.
En el rito católico, la Hostia ofrecida a Dios es claramente presentada como inmaculada, porque será el Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo. El sacerdote católico expresa pues en el Ofertorio lo que se convertirán el Pan y el Vino.
   
En el rito de Pablo VI, no se hace mención de una Hostia inmaculada, sino de un simple «fruto de la tierra y del trabajo del hombre». Además, en lugar de hablar de la Hostia inmaculada y el Cáliz de Salvación, el rito de Pablo VI evoca «el pan de vida» y la «bebida de salvación».
   
Vale la pena constatar que, como en la parte precedente, donde examinamos el vicio de forma que invalida inequívocamente el rito de Pablo VI, la Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo fue una vez más atacada específicamente. Además, el lenguaje utilizado para describir a las sagradas especies en el «ofertorio» de Pablo VI, parece voluntariamente tronchado por razones ideológicas que ya actualizaremos. Este lenguaje impropio no hace sino ajustarse a las pruebas de la invalidez y de la naturaleza sacrílega del rito de Pablo VI. El Papa León XIII enseña en Apostólicæ Curæ:
«En el examen de cualquier rito dirigido a efectuar y administrar los Sacramentos, se hace una correcta distinción entre la parte que es ceremonial y la que es esencial, siendo esta última usualmente llamada “materia y forma”. Todos saben que los Sacramentos de la Nueva Ley, como signos sensibles y eficientes de la gracia invisible, deben igualmente significar la gracia que ellos producen, y producir la gracia que ellos significan. Esta significación, si bien debe darse en todo el rito esencial, es decir, en la materia y la forma, pertenece, sin embargo, principalmente a la forma, como quiera que la materia es por sí misma parte no determinada, que es determinada por aquélla» – León XIII, Apostólicæ Curæ
Esta mención extraña del «pan de vida» como «fruto de la mano del hombre» conduce a la otra fuente de composición de la oración del Ofertorio de Pablo VI. Esta vez, la fuente no es talmúdica, sino puramente modernista, puesto que provienen visiblemente de los escritos del herético Pierre Teilhard de Chardin. El padre Anthony Cekada nos enseña que estos pasajes precisos fueron impuestos por el mismo Pablo VI. La fuente se encuentra en el libro «A mass on the world», en la cual Chardin presenta un ritual de ofertorio de su composición, en la que se puede leer.
«Pondré en mi patena, oh Dios, la cosecha que he ganado por esta renovación del trabajo. En mi cáliz pondré todo el jugo que se ha presionado este día de los frutos de la tierra.
   
Mi patena y mi cáliz son las profundidades de un alma tendida y abierta ampliamente a todas las fuerzas que en un momento se levantarán de todos los confines de la tierra y convergen en el Espíritu […] Sobre toda cosa viviente que esté por nacer, crecer, florecer y será recogida durante este día diré nuevamente las palabras: “Este es mi Cuerpo”. Y sobre toda fuerza de muerte que espera pronta para corroer, para marchitar, para cortar, digo nuevamente tus palabras imponentes que expresan el supremo misterio de la fe: “Esta es mi Sangre”».
En su indispensable obra, el padre Cekada demostróque Pablo VI retomó manifiestamente esta idea de los escritos impíos del modernista Pierre Teilhard de Chardin. Modernista, evolucionista y panteísta, Teilhard fue condenado en 1925 por el Santo Oficio a no tener más el derecho de escribir lo que sea frente a la religión.
   

5 comentarios:

  1. Este articulo no está traducido.

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  2. 1 de mayo SAN JOSE OBRERO.
    Secreta: Quas tibi, Dómine, de opéribus mánuum nostrárum offérimus hóstiam, sancti Joseph interpósito suffrágio, pignus fácias nobis unitátis et pacis. Per Dóminum.
    JUEVES DE PASIÓN.
    Secreta. Dómine, Deus noster, qui in his pótius creatúris quas ad fragilitátis nostrae subsidium condidísti, tuo quoque nómini múnera jussísti dicanda constítui: tríbue, quaésumus; ut et vitae nobis praesentis auxílium et aeternitátis effíciant sacraméntum. Per Dóminum.
    Nótese que en todo momento la Sagrada Liturgia -y se podrían multiplicar los ejemplos- califica al pan y al vino antes de la Consagración como sustancias de pan, vino y agua creadas para alimento nuestro y que separamos -Oblata secreta- para que se conviertan, por las palabras de la Consagración , en el Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Transsubstanciación).

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  3. En la Sagrada Escritura, la expresión «trabajo del hombre» (y similares), presente en la “bendición del pan” y la “bendición del vino” del Novus Ordo, está siempre en el contexto de la idolatría:
    • Deuteronomio 4, 28: «Y allí serviréis a dioses fabricados por mano de hombres, al leño y a la piedra, que no ven, ni oyen, ni comen, ni huelen.».
    • IV Reyes 19, 18: «Y [los reyes de los asirios] han arrojado al fuego a sus dioses [de las naciones], y los han destruido, porque no eran dioses, sino obras de la mano del hombre, hechas de madera y de piedra».
    • II Paralipómenos 32, 19: «Y [Senaquerib] hablaba del Dios de Jerusalén como de los dioses de las otras naciones de la tierra, que son obra de las manos del hombre».
    • Salmo 113, 4: «Los ídolos de las naciones no son más que plata y oro, obra de las manos de los hombres».
    • Salmo 134, 15: «Los ídolos de las naciones no son más que oro y plata, hechura de manos de hombre».
    • Isaías 2, 8: «Y está lleno de ídolos su país, han adorado la obra de sus manos, la obra que habían formado con sus propios dedos».
    • Isaías 37, 19: «[Los reyes de los asirios] entregaron a las llamas a los dioses de ellas [las naciones], porque no eran dioses, sino hechura de mano de hombres, madera y piedra, por eso los hicieron pedazos».
    • Apocalipsis 9, 20: «Entretanto los demás hombres, que no perecieron con estas plagas, no por eso hicieron penitencia de las obras de sus manos, con dejar de adorar a los demonios y a los simulacros de oro, y de plata, y de bronce, y de piedra, y de madera, que ni pueden ver, ni oír, ni andar».

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