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miércoles, 5 de mayo de 2021

LOS CIRCUNCELIONES: UNA PÁGINA ACTUAL Y OLVIDADA DE LA HISTORIA

Cuadro “El patio de la casa de locos” (Francisco José de Goya y Lucientes, 1794. Dallas, Museo Meadows).
    
En tiempos de agitación izquierdista y populista como los actuales (Antifa, Blaclivesmatteristas, Caminantes, Colectivos, Femibolcheviques, Indignados, Mingas, Okupas et álibi aliórum), conviene recordar que no son sino síntomas de la apostasía y la herejía que hoy dominan en el mundo.
   
Esta conclusión es cierta si se recuerda la historia de la Iglesia Católica. Luego de las persecuciones, la paz constantiniana permitió que la Fe se practicara con tranquilidad, pero también trajo algunos problemas: verbigracia, durante la persecución de Diocleciano en África, algunos clérigos y laicos por temor al martirio entregaban a los paganos los libros sagrados, siendo conocidos como traditóres (de donde deriva traidores), pero con el Edicto de Milán, se arrepentían de su apostasía. Un grupo dirigido por Donato Magno (por el cual se hizo conocido el grupo como donatistas), afirmaba que ellos debían ser rebautizados (y si eran clérigos, reordenados), postura que fue condenada como herejía por el Papa San Melquíades. Los donatistas (que en su mayoría eran de origen beréber y de las clases bajas), tenían entre ellos una facción llamada Circunceliones [del latín “circum cellas eúntes”, “los que rodean las celdas”], que como cuentan Tertuliano, San Agustín y San Optato Milevitano, ejercían actos de violencia y de inmoralidad (como el gnóstico Carpócrates de Alejandría, rechazaban el matrimonio, las clases sociales y la propiedad) y tenían como mártires de su secta a los que buscaban la muerte a manos de sus enemigos (agrediendo a católicos o paganos, pagándole a los viajeros para que los mataran, o insultando al juez en el tribunal) o cometiendo suicidio. Estos circunceliones inicialmente eran al servicio de los obispos herejes, pero al final fueron acabados en el año 412, y el donatismo desapareció con la conquista islámica.
     
Leamos sobre este fenómeno, que antecedería no sólo a los movimientos arriba mencionados, sino a los husitas en Chequia y los protestantes anabaptistas en Alemania y Suiza (Tomado de RADIO SPADA. Traducción propia):
«[…] Entre las clases ínfimas del pueblo se atestiguaban mesnadas fanáticas, y una especie de ascetas frenéticos, que desdeñando todo trabajo, recorrían el país, mendigando la vida y perforando las chozas de los campesinos. Estos a guisa de furiosos corrían a encuentro de la muerte, y con la más salvaje violencia defendían la causa de Donato [obispo donatista de Bagai, Numidia (Argelia); no confundir con Donato Magno, fundador de la herejía]. Ellos eran como guardias de corps a sus obispos. Incitados por estos, se lanzaban por la noche en las casas de los católicos, les pegaban fuego, y acechaban o masacraban a los habitantes, principalmente a los sacerdotes. Muchos seguían por fuerza a estas bandas salvajes, a la cual pertenecían también esclavos fugitivos; otros se les habían unido por temor.
    
El horror de cualquier apostasía de la fe y el deseo del martirio superaba todo exceso, llegando a la frenesía. Reputaban como martirio el hallar la muerte a manos de los católicos o los paganos; ellos mismos los incitaban a matarlos, y de su propia voluntad se arrojaban a las llamas o a los precipicios. Y mucho menos respetaban las vidas de los otros mientras despreciaban la propia.
    
Al grito “Laudáte Deum!” ejecutaban toda violencia y crueldad; y no solo el suicidio, sino la crápula y la disolución tenían por costumbre. No reconocían el nombre de Circunceliones que le dieron los católicos; apropiábanse los nombres de “Soldados de Cristo, Luchadores (agonistas), e Hijos de los santos”. […]
    
Aquellas mesnadas vagabundas se llamaban “defensores de los oprimidos”, y enfurecían contra los ricos y poderosos (como verdaderos comunistas): sus jefes Fasir y Axido que se intitulaban “los Capitanes de los Hijos de los santos”, amenazaban de muerte a los fieles si no les pagaban tributo, y los extorsionaban con la violencia y con la muerte.
    
Los señores debían tomar el lugar de los siervos y de los esclavos, y hacer todos sus servicios. Contra el emperador esparcían las voces más calumniosas; principalmente que en las iglesias él hacía adorar su propia imagen en lugar de Dios. […]». (Card. JOSÉ HERGENRÖTHER HORSCH, Historia universal de la Iglesia, vol. 2, parte I: La victoria sobre el paganismo, la lucha a las herejías, el movimiento monástico).

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