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lunes, 30 de agosto de 2021

DECLARACIÓN DEL DUQUE DE ANJOU EN LA FIESTA DE SAN LUIS REY DE FRANCIA

Traducción de la declaración publicada en LÉGITIMITÉ (Francia).
 
𝓢𝓮𝓬𝓻𝓮𝓽𝓪𝓻𝓲𝓪𝓭𝓸 𝓭𝓮𝓵 𝓢𝓮𝓷̃𝓸𝓻 𝓓𝓾𝓺𝓾𝓮 𝓭𝓮 𝓐𝓷𝓳𝓸𝓾
  
Queridos franceses,
  
Siento cada vez más la expresión de una profunda preocupación por nuestra nación, nuestras vidas y nuestros problemas cotidianos, generada por una situación de crisis, cuyas raíces son profundas. Esta preocupación va en aumento, alimentada por una sucesión de hechos que parece atravesar el país y que sólo encuentran soluciones parciales y que desafían a nuestra sociedad.
   
La crisis afecta a todos los sectores, afectando más a los más débiles.
   
Esta crisis religiosa, social, jurídica, económica y filosófica que afecta a muchos franceses requiere soluciones duraderas y justas.
  
La situación de los más humildes no mejora y se mantiene la fractura de los territorios. Esta es una fuente de injusticia y exacerbación de las divisiones entre todos, como si la división y el enfrentamiento fueran las señas de identidad de una nueva sociedad; mientras que la concordia y la unidad son los únicos medios para encontrar una solución de justicia.
   
La crisis de confianza se ve acentuada actualmente por la persistencia de la crisis sanitaria y sus consecuencias. Ante la gravedad de la situación, las soluciones que se proponen son técnicas, uniformes y rápidas, basadas en una suerte de certeza adquirida, implacable e ineludible, frente a la cual nadie puede manifestar sus inquietudes, aunque deberían haber sido respondidas con transparencia, sin ser capaz de sugerir que el bien público puede ocultar otros intereses.
   
A todos nos preocupa el futuro, con el sentimiento aparentemente cada vez más compartido de que nuestra sociedad se enfrenta a desafíos fundamentales, que no son nuevos y cuyos efectos son más rápidos que en el pasado. 
  
Este sentimiento se ve reforzado por los peligros, que todos sienten, de una situación internacional cada vez menos predecible, incluso peligrosa. Existen crecientes riesgos de posibles conflictos que puedan amenazar a nuestro país, nuestra sociedad, nuestra forma de vida y nuestros valores sociales y políticos; la mayor debilidad es la de no saber lo que defiendes.
  
Ante todas estas preguntas, aumentan las preguntas y las dudas. La cultura del olvido también contribuye a la ruptura social. De hecho, la cultura, el conocimiento compartido, el vínculo moral y ético que transmite un lenguaje común es, ante todo, lo que une y no lo que se opone. Las acciones actuales son absolutamente contrarias al espíritu de unidad del cuerpo social defendido durante siglos que ha permitido tanto éxito y progreso a nuestra sociedad.
   
Así, hay que volver a los fundamentos de la sociedad francesa y su identidad: la justicia, el bien común, la soberanía, la voluntad de sacrificio, el discernimiento y el pensamiento crítico, la necesidad de creer en la comunidad y en la generosidad con mayor cohesión social. Al referirse a ellos, nuestras instituciones redescubrirán su propósito, el de unificar Francia y ayudarla a superarse. Para salir de esta fase negativa que Francia ya ha conocido y que siempre ha superado, se  trata de redescubrir nuestro espíritu de cohesión y nuestro apego a nuestros valores para que Francia siga siendo Francia.
    
Quisiera rendir homenaje a todos aquellos que actúan y asumen su deber de Estado, a pesar de todas las dificultades que encuentran en su vida diaria. Pienso especialmente en las parejas jóvenes que se comprometen en esta dirección, esforzándose por cumplir con entusiasmo, a costa de dificultades a menudo considerables, su papel de transmisión de cara a sus hijos.
   
Pienso en el personal de salud, tan agobiado en estos momentos, cada vez más enfrentado a problemas éticos que afectan la vida y que, desde este punto de vista, trabaja para resistir las prácticas antinaturales, con plena conciencia de su deber.
   
Pero también pienso en todos aquellos, empresarios, militares, varios profesionales que ya están trabajando, cada uno en su lugar, para que nuestro país se afirme orgulloso de sí mismo, preocupado y atento a resaltar todo el patrimonio de su historia para construir su futuro.
  
Por lo tanto, debemos esforzarnos por encontrarnos unidos en aras del éxito, la generosidad y la cohesión social, basados ​​en la experiencia de Francia. Esto es lo que nos pueden enseñar nuestros quince siglos de civilización. Esto es lo que debemos devolver como esperanza a todos nosotros. ¡Que este mensaje os ayude y os anime a seguir adelante! Mantengamos la esperanza de quienes se involucran, trabajan por el bien común, fortalecen nuestra comunidad y los lazos que nos unen para enfrentar las dificultades actuales.
   
Que la memoria de San Luis, celebrada en este día, y toda la gloria de Francia nos ayuden a encontrar modelos para el futuro llevando la paz y la justicia a todos los franceses.
   
Luis, duque de Anjou

 
S.A.R. Luis Alfonso de Borbón y Martínez-Bordiú (Luis XX de Francia), Duque de Anjou.

6 comentarios:

  1. ¿Duque de Anjou? Ya quisiera Luis Alfonso.
    Como recuerda la Secretaría Política de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón, ese tipo es «un personaje que practica el fraude de los títulos patrimoniales.

    Los títulos patrimoniales, es decir, los no hereditarios que usa la Familia Real, sólo pueden ser otorgados en Francia por el Soberano reinante, y exclusivamente a los miembros más próximos de su familia.

    Es más: el abuelo del sujeto en cuestión se vio obligado a renunciar, para sí mismo y para sus descendientes, a los títulos y honores que él mismo usaba.

    En fin, este sujeto desciende de una rama usurpadora, vasalla de Gran Bretaña, que se apoderó del trono contra las leyes fundamentales de la Monarquía española, y provocó la muerte de más de cuatrocientos mil legitimistas españoles que defendían la Religión y aquellas leyes fundamentales contra la agresión liberal y anticristiana. Llegaron al crimen de hacer fusilar a madres, padres y hermanos de generales carlistas». https://carlismo.es/nota-de-la-secretaria-del-duque-de-aranjuez-communique/

    En resumen: farsante, enemigo de la legitimidad, de España y de Francia.

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    1. Ya en materia y sin ánimo de polemizar, sobre la cuestión dinástica en Francia, ¿la rama legitimista (cuyo representante actual irónicamente tiene entre sus antepasados a Enrique Puigmoltó –porque Isabel “II” tuvo a Alfonso “XII” de él, no de su esposo Francisco de Asís que tenía dificultades para ejercer el acto conyugal y fama de desviado–, a la Reina Victoria y a Franco), los constitucionalistas encabezados por Juan de Orléans, Conde de París (y hay que tener en cuenta que sus antepasados de él Luis Felipe –“Felipe Igualdad”–, y Luis Felipe –“Ciudadano Chartres” o “Igualdad hijo”– traicionaron a los reyes legítimos Luis XVI y Carlos X respectivamente), o los bonapartistas?

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    2. 1. La sucesión automática de la «rama legitimista», es decir, de los reyes legítimos de Francia, se interrumpió con la muerte de Don Alfonso Carlos de Borbón en 1936. Luis Alfonso, que no la «representa» y que lo último Borbón que tiene es la madre de uno de sus dieciséis tatarabuelos, la Isabelona; dice heredar derechos dinásticos de Alfonso («XIII»), quien en vida de Don Alfonso Carlos se proclamó «jefe de la Casa de Francia». O sea: de un usurpador (al mejor estilo Orleans, fíjese).

      2. Obviamente ni los Orleans ni los Bonaparte tienen ningún derecho.

      Ni puigmoltejos, ni constitucionalistas, ni bonapartistas.

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    3. Agradecidos por la aclaración, y nos unimos aún más sapiénter a esta consigna: Ni puigmoltejos, ni constitucionalistas ni bonapartistas.

      En ese sentido y orden de ideas, ¿por qué no una «Unión personal» o una «Unión Real» de España y Francia en cabeza de S.A.R. Don Sixto Enrique? Parecerá una locura, pero hay fundamentos: desciende legítimamente del rey Luis XIV de Francia, ha tenido apoyo en círculos legitimistas, y es más católico que los otros «pretendientes», y además la renuncia del rey Felipe V en 1712 a los derechos dinásticos de Francia es inválida por la coacción de las potencias enemigas.

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    4. No me atrevo a darle una respuesta definitiva. Pero históricamente, desde que los reyes de España heredaron los derechos de Francia al morir Enrique V, nunca han intentado tal unión: siempre han tratado por separado ambos asuntos.
      Sobre el Señor Don Sixto Enrique: ni él ni su Secretaría Política han reclamado para Su Alteza el Trono de Francia (lo que sí han hecho, por ejemplo, con el de las Dos Sicilias). Tendrán sus razones. Razones que yo, por ignorancia de las leyes francesas, desconozco.

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    5. En efecto, conviene que la cuestión quede en esta instancia.

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