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miércoles, 18 de agosto de 2021

SU AFGANISTÁN ES UNA TRIPLE CAÍDA PARA OCCIDENTE

Traducción del artículo publicado por Andrea Giacobazzi en RADIO SPADA.
    
   
Desde siempre, hablar de cuestiones inherentes de aquel grande espacio que se articula desde el Mediterráneo Oriental hasta los confines de la China es materia particularmente compleja. Y está en los límites de esta área que la realidad afgana representa un limbo oscuro, aún menos descifrable que otros.
    
Desde Alejandro Magno al “Gran Juego” [Rivalidad entre el Imperio Ruso y el Imperio Británico por el control del Cáucaso y el Asia Central durante el siglo XIX, N. del T.] y aún hasta la derrota soviética y aquella recentísima estadounidense, Afganistán queda antes de todo una fuente de interrogantes sin respuesta.
    
Ciertamente esta no es la sede para alargarse en disquisiciones geopolíticas, por ende más que las preguntas abiertas podría ser oportuno fijarse de las pocas certezas que tenemos: o la breve y triple lección que se trae por la caída que estamos presenciando.
   
Antes de pasar a este aspecto sin embargo, fíjense algunos puntos clave –frecuentemente callados– que no parecen secundarios para la comprensión de los hechos.
   
Los tan citados “talibanes” nacen en los años ‘90 mas no de la nada: es precisamente en aquella gran incubadora política que fue la guerra sovietico-afgana (1979-1989) –donde una compuesta formación internacional (entre ellos Estados Unidos) apoyó las milicias mujahidines– que se crearon las premisas de su posterior ascenso. Se supo incidentalmente que en el variopinto frente anti-soviético no faltaba un comandante que pasó a más altas crónicas: Osama bin Laden. Fuentes occidentales declararon que nunca entraron en contacto o financiaron directamente al futuro “enemigo de Estados Unidos”, pero la cosa importa poco desde el punto de la dinámica histórico-militar.
    
Fue el caos succesivo a la retirada soviética que permite a los talibanes imponerse como fuerza unificante respecto a la fragmentación local, no sin el apoyo de potencias extranjeras, in primis de Pakistán. Nótese todavía que en el mosaico afgano las intervenciones externas, así como los cambios de frente, non fueron (y no son) nunca reconducibles a una única potencia o a un úni o bloque de intereses (piénsese entre otros en el papel protector de Irán respecto a la minoría chií).
    
Vamos ahora a la triple caída referente al denominado Occidente, asociado a tres distintas narraciones:

La primera narración en caer es aquella de mayor valor para la administración Biden (y con ella para la “izquierda” euro-atlántica) en la gestión de las crisis internacionales. La metedura de pata de un presidente que en Julio afirmara sobre la tenida de un ejército local apoyado por más de 20 años por tropas estadounidenses en el territorio y que en Agosto presencia a la desordenada fuga de los últimos prófugos reunidos en el aeropuerto, entrará sin embargo en la historia del género grotesco, si no del trágico, antes aún que el histórico. Esta primera crisis, si bien muy destacada periodísticamente, parece la menos interesante.
   
La segunda es aquella de la atractividad –dirían algunos editorialistas: del appeal– de la liberal-democracia occidental. Después de décadas de exportación, pregón e implementación, cae de nuevo con un fragoroso estruendo. Fijaros: aquí no se habla de la democracia –en el sentido clásico o escolástico del término– sino precisamente de aquella forma liberal-democrática que, como un improbable nuevo dogma, fue martillada en la cabeza de muchos en redes y diarios unificados. Estaba en crisis negra ya en nuestra casa –entre abstencionismo, partidos reducidos a comités electorales, crisis ideológicas siempre más claras, políticos obligados a perseguir ora exponentes del espectáculo y de las redes sociales (más o menos cómicos), ora deportivos, ora exponentes de la basura para reunir alguna atención–, imaginaros cuánto puede salvarse por partes de Kabul, con un Estado ircocervo occidental-musulmán, americano-afgano, adornado en 20 años de ocupación.
    
La tercera es aquella de la narrativa sobre el fantasmal “Islam moderado”. Concepto inaferrable, ora propuesto como objeto de una apuesta generacional, ora decantado como una hipótesis de trabajo relativa a una significativa presencia social. Sobre los “islámicos agradecidos con el Occidente” vencen los talibanes  que serán odiosos pero tienen las ideas claras. Del resto, si debiese corresponder al Islam moderado –mutátis mutándis– el “Cristianismo democrático”, no nos debería sorprender demasiado pór los resultados: ya los hemos visto de cerca en el último siglo. Hay después –nótese al margen– una ulterior esquizofrenia nuestra sobre el tema de la “moderación islamica”. Aunque huyendo de todo ecumenismo indiferentista, resulta difícil comprender cómo se intenta en Occidente construir las vías de esta moderación cuando algunos entre los gobiernos del Cercano y Medio Oriente, bajo el cual los cristianos eran o tolerados o precisamente integrados en la gestión política, estaban entre los objetivos de la hostilidad euro-atlántica (piénsese tan solo en la Siria y en Iraq). Es verdad, la historia de aquellos países no es sobreponible a la nuestra y quienes los han administrado no tienen en curso procesos de canonización, mas si la alternativa son ISIS, talibanes, o aún solo saudíes y sus derivados, tal vez un hilo de prudencia en más con Saddam y Assad no fueran de excluir.
    
En síntesis: ¿por qué el Afganistán es un desastre tan colosal? Porque en la guerra se vence con ejércitos que aman lo que tienen en las espaldas, aun más cuando no odian lo que tienen ante sus ojos. Dicho de otra manera: una identidad fuerte, en cuanto falsa, como falsa es la de los talibanes, ha podido prevalecer sobre una identidad débil (y sin embargo falsa) como aquella por la cual no estaban dispuestos a arriesgar los soldados del gobierno de Kabul. El ideal de los primeros, enfermo como se quiera, era más fuerte y más claro que el propuesto por el gobierno títere ahora en fuga. Y esto corresponde a la triple lección de las líneas precedentes.

1 comentario:

  1. UNA QUE TE APUESTO NO SABÍAS (Antonio Uribe Hurtado)

    En 1975, se dejó que el presidente Ford manejara el difícil final de la guerra de Vietnam. El presidente Ford fue al Congreso en busca de un paquete de ayuda para permitir la evacuación del personal estadounidense y nuestros aliados. Sin embargo, hubo UN SENADOR de EE. UU. que se opuso a tal apoyo. El resultado fue la evacuación apresurada y embarazosa del techo de la embajada estadounidense en Saigón.

    Este senador se deleitó con la vergüenza e hizo todo lo posible para apalancarla políticamente contra Ford. A pesar de los esfuerzos de este senador estadounidense, el presidente Ford logró rescatar a 1.500 aliados de Vietnam del Sur antes de la caída del país. Si el presidente Ford no hubiera actuado rápidamente, estas personas habrían sido atacadas y asesinadas por su apoyo a Estados Unidos. Cuando llegaron a Estados Unidos, el presidente Ford pidió al Congreso un paquete para ayudar a estos refugiados a integrarse en la sociedad estadounidense.

    Ese MISMO SENADOR problemático TORPEDEÓ CUALQUIER APOYO para estos conmocionados, anticomunistas, pro-estadounidenses y nuestros ayudantes, los refugiados.

    En cambio, el presidente Ford tuvo que reclutar organizaciones cristianas para ofrecer asistencia de forma voluntaria. Al hacerlo, el senador menospreció esos esfuerzos. ¿Qué tipo de persona se opondría al trabajo incansable del presidente Ford para hacer lo correcto y humanitario? ¿Quién querría jugar a la política con el bienestar de personas inocentes que apoyaron a Estados Unidos en la trágica guerra de Vietnam?

    ¿CUÁL SENADOR FUE? - JOE BIDEN

    Del libro “When the Center Held: Gerald Ford and the Rescue of the American Presidency”, por Donald Rumsfeld en 2018. (biografía)

    También dejará atrás a las personas vulnerables en Afganistán.

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