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martes, 19 de octubre de 2021

ACTO DE CONFIANZA EN DIOS, POR EL BIENAVENTURADO CLAUDIO DE LA COLOMBIÈRE

   
Oración tomada del Sermón 62 del Bienaventurado Claudio de La Colombière SJ, en Les flammes de l’amour de Jésus ou Preuves de l’ardent amour que Jésus-Christ nous a témoigné dans l’œuvre de notre rédemption, del Padre Désiré Pinard, París-Lyon, librería de los hermanos Perisse, 1836, págs. 182-183. Traducción propia.
    
Dios mío, estoy tan persuadido de que veláis sobre todos los que en Vos esperan y de que nada puede faltar a quien de Vos aguarda toda las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando sobre Vos todas mis inquietudes: «Mas yo, Dios mío, dormiré en paz, y descansaré en tus promesas: Porque tú, ¡Oh Señor!, sólo tú has asegurado mi esperanza» (Ps IV, 9-10).
  
Los hombres pueden despojarme de los bienes y de la honra; las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de serviros; yo mismo, ¡ah desgracia!, puedo perder vuestra gracia por el pecado; pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida, y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del Infierno para arrancármela.
  
Que otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. A nadie engañó esta confianza: «Contemplad, hijos, las generaciones de los hombres; y veréis cómo ninguno que confió en el Señor quedó burlado» (Eccl. II, 11).
  
Por tanto, estoy seguro de que seré eternamente feliz, porque firmemente espero serlo y porque es de Vos, ¡oh Dios mío!, que lo espero. Bien conozco, ¡ah!, demasiado lo conozco, que soy frágil e inconstante; sé cuanto pueden las tentaciones contra la virtud más firme; pero nada de esto puede aterrarme. Mientras mantenga firme mi esperanza, me conservaré a cubierto de todas las calamidades; y estoy seguro de esperar siempre, porque espero igualmente esta invariable esperanza. Ahora, lo digo ante el cielo y la tierra: ¡espero en Vos, Dios mío! «En ti, oh Señor, he confiado; no sea yo confundido jamás» (Salmo XXX, 2).
  
En fin, estoy seguro de que no puedo esperar con exceso de Vos y de que conseguiré todo lo que hubiere esperado de Vos. Así, ¡oh mi dulce Jesús!, espero que perdonaréis mis pecados, que me amaréis siempre y que yo os amaré sin interrupción en el tiempo y por toda la eternidad. Así sea.

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