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domingo, 3 de octubre de 2021

HOLANDA: LAS INNOVACIONES SIN FIN EN EL NOVUS ORDO

Por Sandro Magister para CHIESA ESPRESSO (LA REPUBBLICA). Traducción por Juan Diego Muro (Lima, Perú). Visto en ASOCIACIÓN CULTURAL MONTFORT. La noticia es antigua, pero se trae para evidencia de las innovaciones apóstatas tras el Novus Ordo (hasta pasándose por el Arco del Triunfo las normas de los que creen son sus “Papas” y nombran cada día en sus servicios inválidos), y que Bergoglio aplaude e incentiva.
   
EN HOLANDA INVENTAN OTRA MISA. CON EL copyright DE LOS DOMINICOS
   

ROMA, 3 de octubre del 2007 – En el volver a darle plena ciudadanía al rito antiguo de la misa, con el motu proprio “Summorum Pontificum”, Benedicto XVI ha mencionado su intención de reaccionar también al exceso de “creatividad” que en el nuevo rito «llevó a menudo a deformaciones de la liturgia al límite de lo soportable».
    
Ateniéndose a lo que ocurre en algunas áreas de la Iglesia, esta creatividad incide no sólo sobre la liturgia sino también sobre los mismos fundamentos de la doctrina católica.
    
En Holanda, en Nimega, en la iglesia de los frailes agustinos, cada domingo la misa es presidida conjuntamente por un protestante y por un católico, que se turnan entre la liturgia de la Palabra y el sermón, y la liturgia eucarística. El católico es casi siempre un simple laico, y frecuentemente una mujer. Para la plegaria eucarística, en vez de los textos del misal se prefieren los textos compuestos por el ex jesuita Huub (Hubert Gerardus) Oosterhuis Randag. El pan y el vino lo comparten todos.
    
Ningún obispo ha autorizado jamás esta forma de celebración. Pero el P. Lambert van Gelder, uno de los agustinos que la promueve, está seguro de estar en lo correcto: «En la Iglesia son posibles diferentes formas de participación, nosotros somos parte de la comunidad eclesial a todos sus efectos. No me considero para nada cismático».
    
Siempre en Holanda, los dominicos han hecho más, con el consenso de los provinciales de la orden. Dos semanas antes de que entrara en vigor el motu proprio “Summorum Pontificum” distribuyeron en todas las 1300 parroquias católicas un opúsculo de 38 páginas titulado “Kerk en Ambt” (Iglesia y ministerio), en el cual proponen transformar en regla general lo que en varios lugares ya se practica espontáneamente.
   
La protesta de los padres dominicos es que, a falta de un sacerdote, sea una persona escogida por la comunidad quien presida la celebración de la misa: «No importa que sea hombre o mujer, homo o heterosexual, casado o célibe». La persona escogida previamente y la comunidad son exhortados a pronunciar juntos las palabras de la institución de la eucaristía: «Pronunciar estas palabras no es una prerrogativa reservada a los sacerdotes. Esas palabras constituyen la consciente expresión de fe de la comunidad entera».
     
El opúsculo se abre con la explícita aprobación de los superiores de la provincia holandesa de la orden de los predicadores y dedica las primeras páginas a una descripción de lo que sucede el domingo en las iglesias de Holanda.
     
Por escasez de sacerdotes, no en todas las iglesias se celebra la misa. Desde el 2002 al 2004 el número total de las misas dominicales en Holanda ha descendido de 2200 a 1900. En cambio, en el mismo periodo ha aumentado de 550 a 630 el número de “servicios de Palabra y comunión”: es decir, liturgias que la sustituyen, sin el sacerdote y por tanto sin celebración sacramental, en las cuales la comunión se hace con hostias consagradas antes.
    
En algunas iglesias la distinción entre la misa y el rito que la sustituye es percibida claramente por los fieles. Pero en otras no, las dos cosas son consideradas de igual valor, intercambiables en todo. Más aún, el hecho de que sea un grupo de fieles el que designe al hombre o mujer que guía la liturgia sustituta consolida en los mismos fieles la idea de que su elección “desde abajo” es más importante que el envío de un sacerdote de afuera y “desde arriba”.
    
Y lo mismo ocurre para la formulación de las plegarias y para el ordenamiento del rito. Se prefiere dar libre campo a la creatividad. Las palabras de la consagración, en la misa, son frecuentemente sustituidas por «expresiones más fáciles de entender y más en sintonía con la moderna experiencia de fe». En el rito sustituto, sucede frecuentemente que a las hostias consagradas se agregan hostias no consagradas y se distribuyen todas juntas para la comunión.
    
En estos comportamientos los dominicos holandeses distinguen tres expectativas difundidas:
  • que los hombres y las mujeres a quienes se les confía que presidan la celebración eucarística sean escogidos “desde abajo”;
  • que se espera que “esta elección sea seguida de una confirmación o bendición, u ordenación por parte de la autoridad de la Iglesia”;
  • que las palabras de la consagración “sean pronunciadas tanto por quienes presiden la eucaristía, como por la comunidad de las que ellos son parte.
A juicio de los dominicos holandeses, estas tres expectativas tienen pleno fundamento en el Concilio Vaticano II.
    
La movida decisiva del Concilio, a su juicio, ha sido la de introducir en la constitución sobre la Iglesia el capítulo sobre el “pueblo de Dios” antes que el de “la organización jerárquica constituida desde lo alto hasta lo bajo, desde el Papa y desde los obispos.
    
Esto implica sustituir una Iglesia “pirámide” con una Iglesia “cuerpo”, con el laicado como protagonista.
    
Y esto implica también una visión diferente de la eucaristía.
    
La idea que la misa sea un “sacrificio” –sostienen los dominicos holandeses– está también ligada al modelo “vertical”, jerárquico, en el cual sólo el sacerdote puede pronunciar válidamente las palabras de la consagración. Un sacerdote varón y célibe, como está prescrito por “una antigua teoría de la sexualidad”.
    
En cambio, del modelo de la Iglesia “pueblo de Dios” deriva una visión de la eucaristía más libre y paritaria: como simple «compartir el pan y el vino entre hermanos y hermanas en medio de lo cual está Jesús», como “mesa abierta también a gente de diferentes tradiciones religiosas».
    
El opúsculo de los dominicos holandeses termina exhortando a las parroquias a escoger “desde abajo” las personas a las cuales hacer presidir la eucaristía. Si por motivos disciplinarios el obispo no confirmase a tales personas –porque están casadas, o porque son mujeres– las parroquias seguirán igualmente su camino: «Sepan que ellas de todos modos están habilitadas para celebrar una real y genuina eucaristía cada vez que se reúnen en oración y comparten el pan y el vino».
   
Los autores del opúsculo son el padre Harrie Salemans, párroco de Utrecht, Jan Nieuwenhuis, ex director del centro ecuménico de los dominicos de Ámsterdam, André Lascaris y Ad Willems, ex profesor de teología en la universidad de Nimega.
    
En la bibliografía citada por ellos sobresale otro teólogo dominico holandés, más famoso, Edward Schillebeeckx, de 93 años, que en los años ochenta terminó bajo el examen de la congregación para la doctrina de la fe por tesis cercanas a las que ahora confluyen en el opúsculo.
    
La conferencia episcopal holandesa se reserva replicar oficialmente. Pero ya ha hecho saber que la propuesta de los dominicos se presenta «en conflicto con la doctrina de la Iglesia católica».
   
Desde Roma, la curia general de los predicadores ha reaccionado débilmente. En un comunicado del 18 de setiembre –no publicado en el sitio web de la orden– ha definido el opúsculo como una “sorpresa” y ha tomado distancia de la “solución” propuesta. Pero ha señalado que comparte “la inquietud” de los hermanos holandeses sobre la escasez de sacerdotes: «Puede ser que sientan que la autoridad de la Iglesia no haya tratado suficientemente este asunto y, como consecuencia, empujen así a un diálogo más abierto. [...] Creemos que a esta inquietud se debe responder con una reflexión teológica y pastoral prudente entre la Iglesia interna y la orden dominica».
    
Desde Holanda, los dominicos han anunciado una próxima reimpresión del opúsculo, cuyas primeras 2500 copias se agotaron rápidamente.
   
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El texto completo del opúsculo, traducido al inglés:


Y al italiano:

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El desarrollo de los hechos en idioma holandés, en el sitio web de los dominicos de Holanda:
   
   
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El sínodo de los obispos del 2005 sobre la eucaristía ha tratado los cuestionamientos suscitados por los dominicos holandeses, sacando indicaciones radicalmente diversas.

En la exhortación apostólica post sinodal “Sacramentum caritatis”, Benedicto XVI ha dedicado a las “asambleas dominicales en ausencia de sacerdote” el párrafo 75. Que presentamos aquí:
«Al profundizar en el sentido de la Celebración dominical para la vida del cristiano, se plantea espontáneamente el problema de las comunidades cristianas en las que falta el sacerdote y donde, por consiguiente, no es posible celebrar la santa Misa en el día del Señor. A este respecto, se ha de reconocer que nos encontramos ante situaciones bastante diferentes entre sí. El Sínodo, ante todo, ha recomendado a los fieles acercarse a una de las iglesias de la diócesis en que esté garantizada la presencia del sacerdote, aun cuando eso requiera un cierto sacrificio. En cambio, allí donde las grandes distancias hacen prácticamente imposible la participación en la Eucaristía dominical, es importante que las comunidades cristianas se reúnan igualmente para alabar al Señor y hacer memoria del día dedicado a Él. Sin embargo, esto debe realizarse en el contexto de una adecuada instrucción acerca de la diferencia entre la santa Misa y las asambleas dominicales en ausencia de sacerdote. La atención pastoral de la Iglesia se expresa en este caso vigilando para que la liturgia de la Palabra, organizada bajo la dirección de un diácono o de un responsable de la comunidad, al que le haya sido confiado debidamente este ministerio por la autoridad competente, se cumpla según un ritual específico elaborado por las Conferencias episcopales y aprobado por ellas para este fin. Recuerdo que corresponde a los Ordinarios conceder la facultad de distribuir la comunión en dichas liturgias, valorando cuidadosamente la conveniencia de la opción. Además, se ha de evitar que dichas asambleas provoquen confusión sobre el papel central del sacerdote y la dimensión sacramental en la vida de la Iglesia. La importancia del papel de los laicos, a los que se ha de agradecer su generosidad al servicio de las comunidades cristianas, nunca ha de ocultar el ministerio insustituible de los sacerdotes para la vida de la Iglesia. Así pues, se ha de vigilar atentamente para que las asambleas en ausencia de sacerdote no den lugar a puntos de vista eclesiológicos en contraste con la verdad del Evangelio y la tradición de la Iglesia. Es más, deberían ser ocasiones privilegiadas para pedir a Dios que mande sacerdotes santos según su corazón. A este respecto, es conmovedor lo que escribía el Papa Juan Pablo II en la Carta a los Sacerdotes para el Jueves Santo de 1979, recordando aquellos lugares en los que la gente, privada del sacerdote por parte del régimen dictatorial, se reunía en una iglesia o santuario, ponía sobre el altar la estola que conservaba todavía y recitaba las oraciones de la liturgia eucarística, haciendo silencio “en el momento que corresponde a la transustanciación”, dando así testimonio del ardor con que “desean escuchar las palabras, que sólo los labios de un sacerdote pueden pronunciar eficazmente”. Precisamente en esta perspectiva, teniendo en cuenta el bien incomparable que se deriva de la celebración del Sacrificio eucarístico, pido a todos los sacerdotes una activa y concreta disponibilidad para visitar lo más a menudo posible las comunidades confiadas a su atención pastoral, para que no permanezcan demasiado tiempo sin el Sacramento de la caridad».

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